(Evangelio del IV Domingo de Pascua)
Y Invocación al Espíritu
Ora y repite despacio, meditativamente, como respirando, estas palabras:
Espíritu Santo de Dios,
Amor de Dios,
Fuerza de Dios,
Aliento de Dios,
Luz de Dios,
Ilumina mi mente
para que comprenda la Palabra de Jesús,
llena de amor mis afectos
para que se avive el deseo de seguirle
con todo el corazón,
fortalece y alienta mi voluntad
para que camine decididamente tras sus pasos,
escuchando, orando y viviendo su Evangelio,
todos los días de mi vida.
Amén.
X Juan 10,1-10
1 En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
- Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; 2 pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 3 A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. 4 Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz: 5 a un extraño no lo seguirán sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
6 Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. 7 Por eso añadió Jesús:
- Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
9 Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
10 El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.
a Cuando leas…
Del evangelio de hoy, me quedo con dos imágenes: la puerta y la voz.
E, irremediablemente, estas imágenes me trasportan a un poema bíblico que habla de una puerta y de una voz:
“Yo dormía, pero mi corazón velaba.
¡La voz de mi amado que llama!
Ábreme, hermana mía,
paloma mía, mi perfecta!
(…)
Mi amado metió la mano
por la cerradura
y por él se estremecieron mis entrañas.
Me levanté para abrir a mi amado…”
(Cant 5,2.4-5)
En los dos casos, la puerta sugiere:
- La iniciativa de alguien que te busca, que llama para que le abras, que no te fuerza, sino que te seduce, te ronda, te vence…
- Y la libertad para abrir o para permanecer cerrado; apertura, acogida, hospitalidad, fiarse, amar… o rechazar.
La voz sugiere comunicación, encuentro, conocimiento profundo, escucha, intimidad. O también “sordera” y desencuentro.
La imagen de la puerta es ambivalente en el texto: la puerta es, en primer lugar, el acceso a tu vida y a tu interioridad por el que Jesús, como buen pastor, puede entrar. Cuando los místicos como S

Cuando Jesús dice, en el evangelio, que llama a la puerta (cf. Jn 10,3; Ap 3,20), ¿cómo realiza hoy esa llamada?, ¿cuál es la puerta de entrada?, ¿cómo podemos abrir esa puerta?
En segundo lugar, la puerta es Jesús (Jn 10,9). ¿Puerta para entrar dónde? Puerta para entrar en el conocimiento del Padre, en la vida nueva del Evangelio y las bienaventuranzas, del Reino que llega, de la primacía del Amor… A través de Jesús entramos en esta Humanidad Nueva. No hay otra vía de acceso a esta vida abundante que Él. “Bajo el cielo, no se nos ha dado otro Nombre que pueda salvarnos” (Hch 4,12).
La segunda realidad que me llama la atención es la voz. La experiencia de la vida te hace darte cuenta de hasta qué punto la voz es importante para atraer, seducir, motivar, arrastrar o, por el contrario, provocar rechazo o alejamiento. La voz de Jesús es del primer tipo: seductora, atrayente, amorosa.
Como la voz de la esposa del Cantar, es dulce, y por eso dice el esposo:
“Muéstrame tu rostro,
déjame oír tu voz,
porque dulce es tu vozy encantador tu rostro” (Cant 2,14).
La voz de Dios “habla al corazón”, como dice Oseas 2,16. Y quien escucha esa voz conoce y se da cuenta del amor y de la dulzura, de la comprensión y de la compasión que hay en lo que dice Dios. Por eso, los discípulos, que escuchamos y conocemos la voz amorosa de Jesús, nos ponemos en pie y lo seguimos, porque sabemos que “sólo Él tiene palabras de vida eterna” (Jn 6,68).
Sin embargo, también tenemos la experiencia de que no sólo escuchamos la voz de Jesús, sino la voz de nuestra inconstancia y debilidad, la voz de nuestro pecado y de nuestra precariedad, las voces del mundo, que tiran de nosotros hacia lugares en donde no está Jesús ni nuestra verdad más profunda…
“Señor Jesús,
sé nuestro pastor y guíanos siempre”
(cf. Salmo 28,9)
a Cuando medites…
1. ¿Qué te sugiere la imagen de la puerta? ¿Adónde entras si entras por Jesús?
2. La voz del pastor: la palabra “voz” aparece repetida tres veces en el evangelio de hoy. Sus ovejas “escuchan su voz”, “conocen su voz”, “no conocen la voz de los extraños”. ¿Cómo es tu familiaridad con “la voz” de Jesús? ¿Le escuchas todos los días? ¿Lees y oras su palabra diariamente?
3. Jesús es el buen Pastor que te conoce por tu nombre, te llama y te llena de vida. ¿Experimentas su cuidado y protección o te resulta difícil reconocer su guía providente?
a Cuando ores…
Quizá te inspiren los siguientes fragmentos de Gitanjali (Tagore) para concluir tu oración:
[La voz]
Si no hablas,
llenaré mi corazón de tu silencio,
y lo tendré conmigo.
Y esperaré, quieto,
como la noche en su desvelo estrellado,
hundida pacientemente mi cabeza.
Vendrá sin duda la mañana.
Se desvanecerá la sombra,
y tu voz se derramará por todo el cielo,
en arroyos de oro.Y tus palabras volarán, cantando,
de cada uno de mis nidos de pájaros,
y tus melodías estallarán en flores,
por todas mis profusas enramadas.
[La puerta]
Bajaste de tu trono, y te viniste a la puerta de mi choza.
Yo estaba solo, cantando en un rincón, y mi música encantó tu oído.
Y tú bajaste y te viniste a la puerta de mi choza.
Tú tienes muchos maestros en tu salón, que, a toda hora, te cantan.
Pero la sencilla copla ingenua de este novato te enamoró;
su pobre melodía quejumbrosa, perdida en la gran música del mundo.
Y tú bajaste con el premio de una flor, y te paraste a la puerta de mi choza.
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Cuando esté duro mi corazón y reseco,
baja a mí como un chubasco de misericordia.
Cuando la gracia de la vida se me haya perdido,
ven a mí con un estallido de canciones.
Cuando el tumulto del trabajo levante su ruido en todo,
cerrándome el más allá,
ven a mí, Señor del silencio, con tu paz y tu sosiego.
Cuando mi pordiosero corazón esté acurrucado cobardemente en un rincón,
rompe tú mi puerta, Rey mío,
y entra en mí con la ceremonia de un rey.
Cuando el deseo ciegue mi entendimiento, con polvo y engaño,
¡Vigilante santo, ven con tu trueno y tu resplandor!