¡Buenas tardes, Señor!
Hoy, fiesta de la Natividad de María, hace veintidós años que me enrolé en este barco, que me lancé a la aventura de navegar, mar adentro, por el océano desconocido de esta vida nueva que es la vida religiosa, vida de discipulado, de escucha y de anuncio de un mensaje que no es mío, sino tuyo: el Evangelio del amor.
Todo está tan cerca, en mi memoria, que parece que fue ayer. El 6 de septiembre de 1987, Conce vino a recogerme a casa, a mi pueblo, en su Renault 5 blanco. Yo me había puesto una falda azul y una blusa blanca. Quería tener aspecto de "religiosa". Deseché mi chaqueta vaquera y mi pantalón vaquero, y me puse en camino hacia la casa de formación, en Madrid. Llevaba dos años conociéndolas y ya había llegado el momento.
Allí me esperaban Paula, la maestra, y Dori, la joven que sería mi compañera de camino durante un año, antes de pasar a otra Congregación y de salir definitivamente, después, para abrazar la vida matrimonial. También me esperaban las otras hermanas.
Entre oración, trabajo, mucho estudio y crisis de crecimiento (a veces, durísimas), pasaron mis primeros diez años. Siempre enamorada de Ti. Siempre con la certeza de que yo no podía ni quería ser otra cosa que lo que estaba llamada a ser. Siempre perseverante, obstinada, "cabezota".
Tú sabes que, en la primera etapa de mi vida religiosa, aboné mi campo con muchas lágrimas, y que mi oración recurrente era: "Danos vida por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas".
En esos años murió mi hermano Javi, la felicidad de mi familia se desmoronó, y en mi vocación me acompañaba una ceguera persistente que no me dejaba ver caminos transitables, ni futuro. Pero continué, semiciega, agarrada a tu mano y a otras manos que fueron, y son, amigas, hermanas y compañeras de camino. Tu mano y tu Palabra, y la fe, y el amor primero, que nunca se ha desvanecido porque no era una imaginación, sino más real que yo misma.
Pasaron los años de estudio y se abrió una nueva etapa: la de anunciar la Palabra, en una dedicación plena a la pastoral bíblica. Mi Congregación, mis hermanas, lo han hecho posible y hoy me siento agradecida por todo cuanto he vivido. Por todo. Y por los rostros y nombres que me has dado conocer, amar y llevar en el corazón.
Cada persona y cada grupo que te busca sinceramente son, para mí, un estímulo en mi propia búsqueda de Ti, y un empuje para ser, cada vez con más verdad, lo que Tú quieres que sea.
En mí han cambiado muchas cosas, en este devenir del tiempo. Entre ellas, mi modo de entender la vida religiosa, los votos, la misión, la comunidad... Toda la vida religiosa está cambiando en tu Iglesia. Era imprescindible ese cambio hacia una re-evangelización de este estilo de vida, hacia una simplificación de los modos y las estructuras, y hacia una humanización de sus miembros. Amo esta vida religiosa en cambio y en continua búsqueda de su Señor y del Evangelio tanto como me resulta "invivible" la vida religiosa "militarizada" de antaño.
En lo que toca a mí, me sé lejos de tu voluntad... Me pesan mis errores y espero tu misericordia y tu perdón tanto como el de aquellos a quienes he defraudado, herido o escandalizado. Pero aquí estoy, dispuesta a otros veintidos años, y a otros veintidós..., todos distintos y mejores que los pasados. Aquí estoy dispuesta a dar, cada día, un pequeño paso hacia Ti, hasta que esté tan cerca, tan pegada, tan unida a Ti, que pueda trasparentar algo de la Misericordia infinita de tu Rostro.
10 comentarios:
Lo que me ha recordado tu encabezamiento a aquel otro: "Querido Dios".
No sé si ponerte tres líneas de puntos suspensivos para que Él te pueda escribir algo, pero imagino que la carta es como las preguntas retóricas, no esperan contestación. No obstante, decirte que así has resumido magistralmente ese cóctel de emociones, a veces tan encontradas, a lo largo de tus ya muchos años de superación. Espero te queden otros tantos y otros tantos.
Un beso, mi querida siamesa.
P.D.: me reí mucho con las vacas no vuelan y los "cagalástimas", se me vino algún conocido a la memoria... Menos mal que los elefantes tampoco vuelan.
Sí, yo siempre espero respuesta. Así es que vendrían bien los puntos suspensivos.
Gracias por pasarte por aquí. Tus palabras siempre me alegran.
Me hubiera gustado hacer contigo el dúo del video, pero como no te tengo a mano y, en verano, ni se nos ocurre cantar ya, he tenido que arreglármelas sola.
También tú formas parte importante de ese "GRACIAS".
Un beso
Tal vez no siempre hayamos vivido contigo momentos tan emotivos y llenos de VIVENCIAS. Lo que ahora me sugiere esta lectura tan sincera. Es, agradecerte el hermoso testimonio y la carga de esperanza que CONTIENE. GRACIAS Conchi por la vida en la Congregación.
¡Gracias a vosotras!
Sois mi familia y así os siento. Siento vuestro apoyo, vuestra mano y vuestra compañía siempre. Me ayudáis a vivir.
Os quiero
Gracias por tu vocación religiosa. Eso hizo que nos conociéramos. En cierto modo tú me has acercado más a Dios y a la Biblia y como ya te he dicho en varias ocasiones tu forma de ser ha hecho que cambie de opinión respecto a las religiosas. También es cierto que la Iglesia ha cambiado (afortunadamente).
Gracias por ser tal como eres.
Que Adonay te tenga siempre bajo Sus Alas.
Mónica
Gracias por tus palabras, Mónica, y por estar siempre ahí.
Un abrazo.
¡Shalom!
Muchas felicidades por esos veintidós años, Conchi, y gracias por por tu vitalidad, tu ilusión y tu generosidad.
Un abrazo desde Satri.
¡Hola!
Estuve visitando blogs sobre religiosos y de ellos, y me encontré esta entrada tuya.
¡Felicitaciones!
Yo recién comienzo el mío, pero no soy nueva en la blogósfera.
¡Un abrazo!
¡Gracias por tu comentario, María, y mucho ánimo en la construcción de tu nuevo blog! Tu tema es sumamente interesante, aunque controvertido... Veo que sigues a Breemen en tus primeras reflexiones "blogueras". Te visitaré de vez en cuando.
Un saludo
Desde luego tiene gracia; llevo unos días "meditando" sobre esta carta a corazón abierto y necesito compartir alguna cosa con vosotros. Quiero dar gracias a Dios por Conchi, por su vida, por su fortaleza, por su capacidad de superación, por querer creer y crecer en el amor; doy gracias a Dios y te doy gracias a ti, Conchi. Por haber hecho posible nuestra amistad (siempre es cosa de 2), porque juntas hemos vivido momentos muy importantes que nos han ayudado a crecer y madurar, porque hemos compartido la Palabra y la vida toda, porque en estos años nos hemos visto “ser” cada día más dejando que Dios recreara nuestra vida y nos enseñara a aceptarla tal cual era sabiendo que con él es posible cambiar y madurar. Te he visto convertirte en la mujer que ahora mismo eres: creyente, segura, respetuosa, transigente; una mujer de Dios y para Dios, de él al mundo a través de la Palabra. Siempre en camino, siempre a la escucha; reconociendo lo que no es del todo “bueno y justo” en ti, pero queriendo ser mejor para ti y para todos.
Te deseo toda una vida llena de paz, amor y de ese afán de superación que te caracteriza. Que Dios te bendiga siempre y en todo momento.
Publicar un comentario