Ayer murió un hombre que posiblemente creyó que su sacrificio serviría para algo. Se le ha ido la vida a lo largo de 85 días de hambre y protesta, y el régimen dictatorial de los hermanos Castro lo ha dejado morir. Un molesto disidente menos.
Todos, unánimemente (antes o después...), han condenado el crimen que ha supuesto, no sólo dejar morir a este hombre, sino poner a personas inocentes en la situación de tener que jugarse la vida para recuperar su ansiada libertad perdida y la de su pueblo. La muerte de Zapata ha sido un grito que se ha escuchado en el mundo entero reclamando libertad, dignidad y justicia. Sólo quien ha escuchado a testigos de primera mano sabe algo de cómo se vive en Cuba.
El silencio cobarde e interesado de algunos ha sido patético y deplorable. La voz de la ideología ha sido mayor que la voz de la propia conciencia, y la palabrería vacía ha acallado la denuncia justa que la muerte de un inocente merecía. El grito silencioso de Zapata nos ha despertado, y esperemos que sirva para que todos los países democráticos tomen medidas para mediar un futuro diferente para los cubanos.
Zapata ha muerto libre. Que su vida y su muerte siembren libertad para sus hermanos. En memoria, le dedicamos un canto que grabamos, muy caseramente, sin ensayo previo y con el ruido de fondo de mi madre en la cocina, un día de enero. Cantamos mi siamesa y yo.
jueves, 25 de febrero de 2010
martes, 23 de febrero de 2010
El escándalo de siempre
Vamos avanzando en nuestro Curso Bíblico anual, que este año gira en torno a los personajes bíblicos y el hilo conductor de sus historias y de la revelación del Rostro de Dios en ellos.
Son historias apasionantes, bellas, escandalosas, escalofriantes, "demasiado" humanas, "demasiado" divinas, demasiado arcaicas, demasiado violentas...; en ocasiones difíciles de comprender, y otras veces, absolutamente cercanas a nuestras historias. Igual de cotidianas, de prosaicas, de mezquinas... y de agraciadas.
A veces, algún o alguna participante de los grupos se queja: "¡Esto no hay quien lo digiera! ¿Cómo se puede considerar esto Palabra de Dios?" Ayer, sin ir más lejos, en Madrid, al hilo de la lectura de 1 Re 1-11, con tanta matanza despiadada de los opositores de Salomón, alguien manifestó el escándalo de siempre. Hace semanas la queja vino de un grupo de Toledo. "¡Qué libros más feos, éstos de Josué y Jueces! ¡Cuánta guerra, cuánta sangre, cuánta matanza cruel! ¡Qué salvaje, Sansón!... etc, etc".
Pues sí, realmente en muchísimos relatos bíblicos veterotestamentarios brillan por su ausencia los derechos humanos y la caridad evangélica. Muchos nos escandalizan e incluso nos horrorizan. A veces a una se le ocurre que, en nuestras biblias, debería constar como encabezado de muchos textos el siguiente epígrafe: "El siguiente capítulo contiene palabras e imágenes que pueden herir gravemente su sensibilidad". Nos gustaría que la Biblia fuera edificante, dulce, pacífica...
Sin embargo, no le podemos pedir peras al olmo. La historia es la que es. Y Dios no podía irrumpir en nuestra historia "a saco" y enseñarnos a todos, por las bravas, el camino del amor evangélico. Poco a poco lo fue haciendo (lo va haciendo), metiéndose por los resquicios de nuestros corazones endurecidos, rompiendo brecha en las murallas de nuestra inhumanidad para dar a su pueblo un corazón nuevo. Y lo hizo (lo hace) ya del todo en su Hijo Jesús. En Él nos muestra su Rostro. En Él nos muestra su Amor. En Jesús nos enseña definitivamente cómo es Él. "A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado" (Jn 1,18).
Cuando leo, estudio y rezo el Antiguo Testamento, busco en él las huellas del Dios de Jesús. "Tarea inútil", dirán algunos. El marcionismo no era una herejía del s. II. Es una herejía también actual y casi diría que "razonable". Hace unas semanas, mientras viajaba de Madrid a Toledo, me topé por casualidad con la emisora Radio María. El obispo José Ignacio Munilla, en su explicación del Catecismo, había hecho alusión al episodio de Elías en el monte Carmelo (1 Re 18). No oí esa explicación, pero sí la réplica de una oyente: "¿Cómo es posible, padre, que justifiquemos la matanza del Carmelo diciendo que Elías estaba defendiendo la fe en el auténtico Dios? ¿Cómo es posible que Dios quisiera eso o que un profeta suyo actúe así en nombre de Dios? Me gustaría que me diera una explicación. Hay episodios del A.T. que son escandalosos, como, por ejemplo, el paso del Mar Rojo. ¿Cómo es posible que Dios matara a todos los egipcios, que sólo obedecían a un faraón loco? ¿Cómo podemos decir que Dios quiso la muerte de los primogénitos?...cómo, cómo, cómo..." Y, en esa línea iba su escándalo. El pobre José Ignacio trató de explicar que se trata de textos muy antiguos, que Jesús no había llegado aún, que así eran las costumbres crueles de la época... Pero no pudo explicar cómo se puede entender que afirmemos que aquel Dios que quiso la matanza de los niños egipcios es el Dios de Jesús, el "verdadero" Dios.
A mí se me ocurre pensar que el pueblo de la Biblia busca a tientas y a ciegas el Rostro de Dios. A veces acierta y a veces manipula a Dios según sus intereses sociopolíticos y religiosos. Y, en medio de todo eso, Dios busca hacerse paso, darse a conocer en la historia. Por eso afirmamos que toda la Biblia con todas sus partes es canónica para nosotros. No porque sea "modelo" para vivir como vivió aquel pueblo, sino porque es testimonio de que Dios nos busca y es posible encontrarse con Él (1).
Por eso, lo que intento al leer y enseñar la Biblia es ponerme en camino de búsqueda del Rostro de Dios y rescatar, en el A.T., los atributos del Dios y Padre de nuestro Señor Jesús. De ahí el subtítulo de cada uno de los capítulos:
1. Abrahán y Sara: El Dios de los imposibles (Gn 18,14)
2. Isaac y Rebeca: El Dios que da anchura en el aprieto (Gn 26,22)
3. Jacob, Raquel y Lía: El Dios innombrable (Gn 32,30)
4. José: El Dios que nos asiste y nos cubre de misericordia (Gn 39,2.21.23.)
5. Moisés: El Dios que nos libera (Éx 3,8)
6. Josué: El Dios que nos da la tierra (Jos 1,2)
7. Gedeón y Sansón: El Dios que nos da la fuerza (Jue 16,28)
8. Samuel I: el Dios que enaltece a los humildes (1 Sam 2,8)
9. Rut: El Dios bajo cuyas alas te refugias (Rut 2,12)
10. David: El Dios que ve el corazón (1 Sam 16, 7)
11. Salomón: El Dios que da la sabiduría (1 Re 3,12)
12. Elías: El Dios que da la vida (1 Re 17,22)
Todavía quedan otros 12 personajes para llegar al final. Sus historias van haciéndose cada vez menos violentas. Cada vez más humanas. Pero es que Dios, o se revela en esta historia miserable o no se revela en ninguna otra.
----------------------
(1) Dei Verbum I, 2: "Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad... En esta revelación, Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos y trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía..."
Son historias apasionantes, bellas, escandalosas, escalofriantes, "demasiado" humanas, "demasiado" divinas, demasiado arcaicas, demasiado violentas...; en ocasiones difíciles de comprender, y otras veces, absolutamente cercanas a nuestras historias. Igual de cotidianas, de prosaicas, de mezquinas... y de agraciadas.
A veces, algún o alguna participante de los grupos se queja: "¡Esto no hay quien lo digiera! ¿Cómo se puede considerar esto Palabra de Dios?" Ayer, sin ir más lejos, en Madrid, al hilo de la lectura de 1 Re 1-11, con tanta matanza despiadada de los opositores de Salomón, alguien manifestó el escándalo de siempre. Hace semanas la queja vino de un grupo de Toledo. "¡Qué libros más feos, éstos de Josué y Jueces! ¡Cuánta guerra, cuánta sangre, cuánta matanza cruel! ¡Qué salvaje, Sansón!... etc, etc".
Pues sí, realmente en muchísimos relatos bíblicos veterotestamentarios brillan por su ausencia los derechos humanos y la caridad evangélica. Muchos nos escandalizan e incluso nos horrorizan. A veces a una se le ocurre que, en nuestras biblias, debería constar como encabezado de muchos textos el siguiente epígrafe: "El siguiente capítulo contiene palabras e imágenes que pueden herir gravemente su sensibilidad". Nos gustaría que la Biblia fuera edificante, dulce, pacífica...
Sin embargo, no le podemos pedir peras al olmo. La historia es la que es. Y Dios no podía irrumpir en nuestra historia "a saco" y enseñarnos a todos, por las bravas, el camino del amor evangélico. Poco a poco lo fue haciendo (lo va haciendo), metiéndose por los resquicios de nuestros corazones endurecidos, rompiendo brecha en las murallas de nuestra inhumanidad para dar a su pueblo un corazón nuevo. Y lo hizo (lo hace) ya del todo en su Hijo Jesús. En Él nos muestra su Rostro. En Él nos muestra su Amor. En Jesús nos enseña definitivamente cómo es Él. "A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado" (Jn 1,18).
Cuando leo, estudio y rezo el Antiguo Testamento, busco en él las huellas del Dios de Jesús. "Tarea inútil", dirán algunos. El marcionismo no era una herejía del s. II. Es una herejía también actual y casi diría que "razonable". Hace unas semanas, mientras viajaba de Madrid a Toledo, me topé por casualidad con la emisora Radio María. El obispo José Ignacio Munilla, en su explicación del Catecismo, había hecho alusión al episodio de Elías en el monte Carmelo (1 Re 18). No oí esa explicación, pero sí la réplica de una oyente: "¿Cómo es posible, padre, que justifiquemos la matanza del Carmelo diciendo que Elías estaba defendiendo la fe en el auténtico Dios? ¿Cómo es posible que Dios quisiera eso o que un profeta suyo actúe así en nombre de Dios? Me gustaría que me diera una explicación. Hay episodios del A.T. que son escandalosos, como, por ejemplo, el paso del Mar Rojo. ¿Cómo es posible que Dios matara a todos los egipcios, que sólo obedecían a un faraón loco? ¿Cómo podemos decir que Dios quiso la muerte de los primogénitos?...cómo, cómo, cómo..." Y, en esa línea iba su escándalo. El pobre José Ignacio trató de explicar que se trata de textos muy antiguos, que Jesús no había llegado aún, que así eran las costumbres crueles de la época... Pero no pudo explicar cómo se puede entender que afirmemos que aquel Dios que quiso la matanza de los niños egipcios es el Dios de Jesús, el "verdadero" Dios.
A mí se me ocurre pensar que el pueblo de la Biblia busca a tientas y a ciegas el Rostro de Dios. A veces acierta y a veces manipula a Dios según sus intereses sociopolíticos y religiosos. Y, en medio de todo eso, Dios busca hacerse paso, darse a conocer en la historia. Por eso afirmamos que toda la Biblia con todas sus partes es canónica para nosotros. No porque sea "modelo" para vivir como vivió aquel pueblo, sino porque es testimonio de que Dios nos busca y es posible encontrarse con Él (1).
Por eso, lo que intento al leer y enseñar la Biblia es ponerme en camino de búsqueda del Rostro de Dios y rescatar, en el A.T., los atributos del Dios y Padre de nuestro Señor Jesús. De ahí el subtítulo de cada uno de los capítulos:
1. Abrahán y Sara: El Dios de los imposibles (Gn 18,14)
2. Isaac y Rebeca: El Dios que da anchura en el aprieto (Gn 26,22)
3. Jacob, Raquel y Lía: El Dios innombrable (Gn 32,30)
4. José: El Dios que nos asiste y nos cubre de misericordia (Gn 39,2.21.23.)
5. Moisés: El Dios que nos libera (Éx 3,8)
6. Josué: El Dios que nos da la tierra (Jos 1,2)
7. Gedeón y Sansón: El Dios que nos da la fuerza (Jue 16,28)
8. Samuel I: el Dios que enaltece a los humildes (1 Sam 2,8)
9. Rut: El Dios bajo cuyas alas te refugias (Rut 2,12)
10. David: El Dios que ve el corazón (1 Sam 16, 7)
11. Salomón: El Dios que da la sabiduría (1 Re 3,12)
12. Elías: El Dios que da la vida (1 Re 17,22)
Todavía quedan otros 12 personajes para llegar al final. Sus historias van haciéndose cada vez menos violentas. Cada vez más humanas. Pero es que Dios, o se revela en esta historia miserable o no se revela en ninguna otra.
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(1) Dei Verbum I, 2: "Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad... En esta revelación, Dios invisible, movido de amor, habla a los hombres como amigos y trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía..."
domingo, 21 de febrero de 2010
No sólo de pan vive el hombre - I Domingo de Cuaresma
Lectio divina de Lucas 4,1-13
* Oración para disponer el corazón
Espíritu Santo, Compañero de mi vida,
que llenas y conduces:
guía mis pasos hacia el desierto
en el que el Padre desea hablarme al corazón
y hacerme su hijo para siempre.
Que no me pierda tras voces tentadoras
que me sacan de ese centro del corazón
en el que nada hay tan real como tus Palabras
y en el que todo "pan" en nada es comparable
al Pan de Dios.
1. Leemos la Palabra: Lucas 4,1-13
Espíritu Santo, Compañero de mi vida,
que llenas y conduces:
guía mis pasos hacia el desierto
en el que el Padre desea hablarme al corazón
y hacerme su hijo para siempre.
Que no me pierda tras voces tentadoras
que me sacan de ese centro del corazón
en el que nada hay tan real como tus Palabras
y en el que todo "pan" en nada es comparable
al Pan de Dios.
1. Leemos la Palabra: Lucas 4,1-13
En aquel tiempo, 1 Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, 2 y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final, sintió hambre.
3 Entonces, el diablo le dijo:
- Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.
4 Jesús le contestó:
- Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre”.
5 Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró, en un instante, todos los reinos del mundo 6 y le dijo:
- Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. 7 Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.
8 Jesús le contestó:
- Está escrito: “Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto”.
9 Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:
- Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, 10 porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, 11 y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”.
12 Jesús le contestó:
- Está mandado: “No tentarás al Señor tu Dios”.
13 Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
* Orientaciones para la lectura
El contexto litúrgico
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final, sintió hambre.
3 Entonces, el diablo le dijo:
- Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.
4 Jesús le contestó:
- Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre”.
5 Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró, en un instante, todos los reinos del mundo 6 y le dijo:
- Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. 7 Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.
8 Jesús le contestó:
- Está escrito: “Al Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto”.
9 Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:
- Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, 10 porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, 11 y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”.
12 Jesús le contestó:
- Está mandado: “No tentarás al Señor tu Dios”.
13 Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.
* Orientaciones para la lectura
El contexto litúrgico
Con el rito de la ceniza recordándonos nuestra condición frágil y pecadora y la llamada a volver al Señor, comenzamos, el miércoles pasado, el Tiempo Litúrgico de Cuaresma.
La Cuaresma surgió, hacia el s.IV, como una síntesis de un triple itinerario ascético y sacramental: 1) la preparación de los catecúmenos al bautismo; 2) la penitencia pública; 3) y la preparación de toda la comunidad cristiana para la Pascual. Los cuarenta días son un explícito símbolo bíblico que expresa un período de prueba y tentación, un paso de la muerte a la vida, de lo antiguo a lo nuevo, un espacio de encuentro especial con Dios como el único Absoluto de la propia existencia.
Recordemos que Israel realiza el éxodo, a través del desierto, durante cuarenta años (cf. Éx 16,35; Dt 1,3; 2,7; Jos 5,6; Sal 95, 10; Am 2,10; 5,25; Heb 3,9.17); Moisés se introduce en la nube, símbolo de la presencia de Dios, y sube al monte durante cuarenta días y cuarenta noches (Éx 34,28: "Y estuvo allí con Dios cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan ni bebió agua; y escribió en las tablas las palabras de la alianza, las diez palabras"; cf. Dt 9,9-11.18.25); Elías viaja, a través del desierto, hacia el Sinaí, durante cuarenta días (1 Re 19,8); y, finalmente, el mismo Jesús es llevado, por el Espíritu, al desierto "para ser tentado por el diablo" (Mt 4,1), y allí permanece cuarenta días con sus noches.
En los cuarenta días (aproximados) que van desde el miércoles de ceniza hasta las primeras horas de la tarde del jueves santo, estamos llamados a recorrer un camino en el que recuperemos y reavivemos la gracia de nuestro bautismo y nos reconciliemos con Dios, con nosotros mismos y con el prójimo cercano y lejano.
En este camino, la Liturgia de la Palabra nos conducirá del siguiente modo: los domingos I y II contemplaremos los temas tradicionales de las tentaciones del Señor y la transfiguración (en el ciclo C, se proclamará el evangelio de Lucas). Los domingos III, IV y V, se pueden seguir los evangelios clásicos de la cuaresma catecumenal (la samaritana, Jn 4,5-42; el ciego de nacimiento, Jn 9,1-41; y la resurrección de Lázaro, Jn 11,1-45), o bien los evangelios del ciclo C:
- Lc 13,1-9: la parábola de la higuera estéril;
- Lc 15, 1-3.11-32: la parábola del padre misericordioso;
- Jn 8,1-11: el relato de la mujer perdonada.
El último domingo de Cuaresma será el domingo de Ramos en la Pasión del Señor, un domingo "bisagra" que cierra una etapa y da paso ya a la Semana Santa, al celebrar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
El evangelio de hoy
La Cuaresma surgió, hacia el s.IV, como una síntesis de un triple itinerario ascético y sacramental: 1) la preparación de los catecúmenos al bautismo; 2) la penitencia pública; 3) y la preparación de toda la comunidad cristiana para la Pascual. Los cuarenta días son un explícito símbolo bíblico que expresa un período de prueba y tentación, un paso de la muerte a la vida, de lo antiguo a lo nuevo, un espacio de encuentro especial con Dios como el único Absoluto de la propia existencia.
Recordemos que Israel realiza el éxodo, a través del desierto, durante cuarenta años (cf. Éx 16,35; Dt 1,3; 2,7; Jos 5,6; Sal 95, 10; Am 2,10; 5,25; Heb 3,9.17); Moisés se introduce en la nube, símbolo de la presencia de Dios, y sube al monte durante cuarenta días y cuarenta noches (Éx 34,28: "Y estuvo allí con Dios cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan ni bebió agua; y escribió en las tablas las palabras de la alianza, las diez palabras"; cf. Dt 9,9-11.18.25); Elías viaja, a través del desierto, hacia el Sinaí, durante cuarenta días (1 Re 19,8); y, finalmente, el mismo Jesús es llevado, por el Espíritu, al desierto "para ser tentado por el diablo" (Mt 4,1), y allí permanece cuarenta días con sus noches.
En los cuarenta días (aproximados) que van desde el miércoles de ceniza hasta las primeras horas de la tarde del jueves santo, estamos llamados a recorrer un camino en el que recuperemos y reavivemos la gracia de nuestro bautismo y nos reconciliemos con Dios, con nosotros mismos y con el prójimo cercano y lejano.
En este camino, la Liturgia de la Palabra nos conducirá del siguiente modo: los domingos I y II contemplaremos los temas tradicionales de las tentaciones del Señor y la transfiguración (en el ciclo C, se proclamará el evangelio de Lucas). Los domingos III, IV y V, se pueden seguir los evangelios clásicos de la cuaresma catecumenal (la samaritana, Jn 4,5-42; el ciego de nacimiento, Jn 9,1-41; y la resurrección de Lázaro, Jn 11,1-45), o bien los evangelios del ciclo C:
- Lc 13,1-9: la parábola de la higuera estéril;
- Lc 15, 1-3.11-32: la parábola del padre misericordioso;
- Jn 8,1-11: el relato de la mujer perdonada.
El último domingo de Cuaresma será el domingo de Ramos en la Pasión del Señor, un domingo "bisagra" que cierra una etapa y da paso ya a la Semana Santa, al celebrar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
El evangelio de hoy
A cualquier israelita que se precie, la asociación mar-desierto (en este caso, río Jordán-desierto) le evocaría inmediatamente la realidad fundante de su fe y de su identidad: el éxodo en el que Dios sacó a sus padres de Egipto y los condujo a la tierra que mana leche y miel.Nosotros no somos israelitas, pero nos resulta evidente que los evangelistas están relacionando, en el relato de las tentaciones, el desierto de Jesús con el desierto de Israel, los cuarenta días de Jesús con los cuarenta años de Israel, las tentaciones que Jesús superó con las tentaciones que Israel no supo vencer.
- El versículo 1 del relato de hoy enlaza con el episodio del bautismo de Jesús. En esa experiencia religiosa, Jesús queda lleno del Espíritu Santo y oye la voz del Padre, que lo proclama "su Hijo, en quien se complace" (Lc 3,22). A partir de entonces, Jesús ya no se va a entender a sí mismo al margen del Padre, ni va a hacer nada por cuenta propia, sino conducido siempre por el Espíritu del Señor (cf. Lc 4,1; 4,14.18; 12,10).
- El versículo 2 nos dice que Jesús estuvo en el desierto cuarenta días, y que en ese tiempo "no comió nada". Quizá haya quien contemple aquí a un severo asceta que trata de doblegar su cuerpo y su espíritu con el ayuno y la penitencia. La misma liturgia nos sugiere esta interpretación cuando ora, en la plegaria eucarística: "Cristo... al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal...". Más allá de esta consideración, si comparamos el versículo 2 con Éx 34,28 ("Y estuvo allí con Dios cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan ni bebió agua; y escribió en las tablas las palabras de la alianza, las diez palabras"), podemos contemplar a Jesús como un hombre absolutamente embebido en Dios, hambriento y sediento de su Palabra y su voluntad, que no necesitaba comer ni beber porque su alimento era otro. Esta consideración no es meramente "piadosa". En el evangelio de Juan, Jesús mismo nos dice: "Yo tengo para comer otro alimento que vosotros no sabéis (...). Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4,32.34). Así pues, podemos contemplar a Jesús arrastrado al desierto por el Espíritu, que quiere seguir hablándole al corazón (cf. Os 2,16), pendiente de los labios y la voluntad del Padre, y tratando de "digerir" el notición de que es el Hijo amado del Padre, en quien el Padre tiene puesto todo su agrado.
- Entonces irrumpe el tentador para sembrar la cizaña de la desconfianza en el corazón del Hijo: "Si eres Hijo de Dios, demuéstralo. Haz un milagro, algo extraordinario a los ojos de todos y en tu propio beneficio, algo que te haga famoso y demuestre a todos quién eres" (cf.v.3). ¿Nos resulta extraña esta tentación? ¿Quién no se ha sentido tentado/a a demostrar ante otros la propia valía, poder, superioridad o inteligencia?
Dos veces (en la primera y tercera tentación) el tentador mete el dedo en la llaga de la confianza filial de Jesús: "Si eres Hijo de Dios...". Pero Jesús no necesita más prueba que la certeza del amor, y esa confianza le permite rechazar la trampa del mentiroso. El pueblo de Israel respondió a la prueba del hambre, en el desierto, con la desconfianza y la murmuración. Jesús responde a la prueba aferrándose cada vez más a su Dios como el Único necesario: "No sólo de pan vive el hombre", es decir, "no sólo del pan material, sino que hay otro pan más importante, otro alimento que sostiene mi vida y que es la fe en el Padre y el amor que nos une".- La segunda tentación que narra Lucas es la del poder a cambio de perder la propia integridad: el diablo lleva a Jesús a un lugar alto y promete darle todo lo humanamente estimable a cambio de venderse a él mismo, traicionar su fe, y adorarlo como dios. Pero Jesús se presenta soberanamente libre, íntegro e insobornable: "Adorarás al Señor, tu Dios, y sólo a Él darás culto" (Dt 6,13). ¿Cuántas veces estar en un "lugar alto" no se consigue pagando el caro precio de la propia honestidad, vendiendo las propias convicciones o cometiendo injusticias?
- El versículo 2 nos dice que Jesús estuvo en el desierto cuarenta días, y que en ese tiempo "no comió nada". Quizá haya quien contemple aquí a un severo asceta que trata de doblegar su cuerpo y su espíritu con el ayuno y la penitencia. La misma liturgia nos sugiere esta interpretación cuando ora, en la plegaria eucarística: "Cristo... al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal...". Más allá de esta consideración, si comparamos el versículo 2 con Éx 34,28 ("Y estuvo allí con Dios cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan ni bebió agua; y escribió en las tablas las palabras de la alianza, las diez palabras"), podemos contemplar a Jesús como un hombre absolutamente embebido en Dios, hambriento y sediento de su Palabra y su voluntad, que no necesitaba comer ni beber porque su alimento era otro. Esta consideración no es meramente "piadosa". En el evangelio de Juan, Jesús mismo nos dice: "Yo tengo para comer otro alimento que vosotros no sabéis (...). Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4,32.34). Así pues, podemos contemplar a Jesús arrastrado al desierto por el Espíritu, que quiere seguir hablándole al corazón (cf. Os 2,16), pendiente de los labios y la voluntad del Padre, y tratando de "digerir" el notición de que es el Hijo amado del Padre, en quien el Padre tiene puesto todo su agrado.
- Entonces irrumpe el tentador para sembrar la cizaña de la desconfianza en el corazón del Hijo: "Si eres Hijo de Dios, demuéstralo. Haz un milagro, algo extraordinario a los ojos de todos y en tu propio beneficio, algo que te haga famoso y demuestre a todos quién eres" (cf.v.3). ¿Nos resulta extraña esta tentación? ¿Quién no se ha sentido tentado/a a demostrar ante otros la propia valía, poder, superioridad o inteligencia?
Dos veces (en la primera y tercera tentación) el tentador mete el dedo en la llaga de la confianza filial de Jesús: "Si eres Hijo de Dios...". Pero Jesús no necesita más prueba que la certeza del amor, y esa confianza le permite rechazar la trampa del mentiroso. El pueblo de Israel respondió a la prueba del hambre, en el desierto, con la desconfianza y la murmuración. Jesús responde a la prueba aferrándose cada vez más a su Dios como el Único necesario: "No sólo de pan vive el hombre", es decir, "no sólo del pan material, sino que hay otro pan más importante, otro alimento que sostiene mi vida y que es la fe en el Padre y el amor que nos une".- La segunda tentación que narra Lucas es la del poder a cambio de perder la propia integridad: el diablo lleva a Jesús a un lugar alto y promete darle todo lo humanamente estimable a cambio de venderse a él mismo, traicionar su fe, y adorarlo como dios. Pero Jesús se presenta soberanamente libre, íntegro e insobornable: "Adorarás al Señor, tu Dios, y sólo a Él darás culto" (Dt 6,13). ¿Cuántas veces estar en un "lugar alto" no se consigue pagando el caro precio de la propia honestidad, vendiendo las propias convicciones o cometiendo injusticias?
- La tercera tentación la encontramos al principio y al final de la vida de Jesús: "Si eres Hijo de Dios, que tu Padre te libre de todo mal". En la cruz, esa tentación es explícita y martilleante: ""¡Sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz! (...)" "A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje de la cruz ahora y creeremos en él. Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora si es que de verdad le quiere, ya que dijo: `Soy Hijo de Dios'" (cf. Mt 27,40.42-43). A esta tentación de hacer valer sus derechos de Hijo y pedirle al Padre un signo de su fidelidad y omnipotencia, Jesús responde con la kénosis, con el despojamiento de su "rango" para pasar por uno de tantos, y con la confianza. Jesús no necesita pedirle una señal a su Padre, ni una intervención espectacular. Se fía de Él y eso le basta. Como decía Pascal, "el corazón tiene razones que la razón desconoce".
- Jesús ha vencido toda tentación porque está lleno de Espíritu y unido obstinadamente a Dios. Las tentaciones del enemigo rebotaron en Él como en una Roca indestructible y firme, incapaces de quebrarle. Por eso el diablo se alejó "hasta el tiempo oportuno", un tiempo en que pudo seducir la fragilidad de un espíritu desconfiado y alejado de Dios (cf. Lc 22,3.53).
2. Meditamos
Llega otra vez la Cuaresma, y la Iglesia sacude nuestra vida cristiana, un poco adormecida, reclamando de nosotros (casi arrastrándonos...) entrar en un desierto en el que, como a Israel y a Jesús, nos esperan “tentaciones” y “pruebas”. Pero ¿en qué puede consistir ese “desierto” si externamente todo permanece igual: la rutina diaria, el bullicio del trabajo, de la calle o el supermercado, las idas y venidas a la oficina o a la compra, el colegio de los niños...? ¿Dónde está ese “desierto” en el que Dios nos quiere hacer entrar durante cuarenta días y cuarenta noches?
Y me digo que ese desierto hemos de inventárnoslo nosotros, y saber cuidarlo como un espacio privilegiado en el que a diario, o semanalmente, podamos retirarnos a leer y meditar la Palabra, cada día, y preguntarnos si podemos parecernos en algo a Jesús.
Hoy trato de dejarme llevar por el Espíritu a los lugares donde acontecen mis “tentaciones”, que son todos los lugares en los que habita mi corazón. Allí donde está mi corazón frágil y pecador, la realidad se me presenta ambivalente: toda la realidad puede llevarme a una amorosa y obstinada afirmación de Dios como mi único Señor, o puede alimentar mi narcisismo, mi egoísmo, mi afán de posesión, mi ambición o mi complejo de superioridad. Toda la realidad puede gritarme: "¡Eres hijo/hija de Dios!", o puede hacerme dudar de esa verdad, que es mi verdad más radical y fundante.
El Señor Jesús nos enseña cómo responder a todas las tentaciones que nos apartan del amor del Padre. Él nos enseña a “pegarnos” a Dios y a fiarnos de Él de todo corazón y contra toda duda.
3. OramosSúplica al Padre, única Roca, alimento, tesoro
Padre mío, sé Tú la Roca firme en que me apoyo
cuando arrecia la tormenta,
el pan en el que se sacia mi vida,
cuando el hambre arrastra mi deseo
hacia alimentos que no dan hartura:
la presunción, el orgullo, el afán de consumo,
el ansia de aparentar y tener,
el creerme más que los demás.
- Jesús ha vencido toda tentación porque está lleno de Espíritu y unido obstinadamente a Dios. Las tentaciones del enemigo rebotaron en Él como en una Roca indestructible y firme, incapaces de quebrarle. Por eso el diablo se alejó "hasta el tiempo oportuno", un tiempo en que pudo seducir la fragilidad de un espíritu desconfiado y alejado de Dios (cf. Lc 22,3.53).
2. Meditamos
Llega otra vez la Cuaresma, y la Iglesia sacude nuestra vida cristiana, un poco adormecida, reclamando de nosotros (casi arrastrándonos...) entrar en un desierto en el que, como a Israel y a Jesús, nos esperan “tentaciones” y “pruebas”. Pero ¿en qué puede consistir ese “desierto” si externamente todo permanece igual: la rutina diaria, el bullicio del trabajo, de la calle o el supermercado, las idas y venidas a la oficina o a la compra, el colegio de los niños...? ¿Dónde está ese “desierto” en el que Dios nos quiere hacer entrar durante cuarenta días y cuarenta noches?
Y me digo que ese desierto hemos de inventárnoslo nosotros, y saber cuidarlo como un espacio privilegiado en el que a diario, o semanalmente, podamos retirarnos a leer y meditar la Palabra, cada día, y preguntarnos si podemos parecernos en algo a Jesús.
Hoy trato de dejarme llevar por el Espíritu a los lugares donde acontecen mis “tentaciones”, que son todos los lugares en los que habita mi corazón. Allí donde está mi corazón frágil y pecador, la realidad se me presenta ambivalente: toda la realidad puede llevarme a una amorosa y obstinada afirmación de Dios como mi único Señor, o puede alimentar mi narcisismo, mi egoísmo, mi afán de posesión, mi ambición o mi complejo de superioridad. Toda la realidad puede gritarme: "¡Eres hijo/hija de Dios!", o puede hacerme dudar de esa verdad, que es mi verdad más radical y fundante.
El Señor Jesús nos enseña cómo responder a todas las tentaciones que nos apartan del amor del Padre. Él nos enseña a “pegarnos” a Dios y a fiarnos de Él de todo corazón y contra toda duda.
3. OramosSúplica al Padre, única Roca, alimento, tesoro
Padre mío, sé Tú la Roca firme en que me apoyo
cuando arrecia la tormenta,
el pan en el que se sacia mi vida,
cuando el hambre arrastra mi deseo
hacia alimentos que no dan hartura:
la presunción, el orgullo, el afán de consumo,
el ansia de aparentar y tener,
el creerme más que los demás.
Padre mío, si mi alma está saciada en ti,
seré como un niño recién amamantado,
que descansa, satisfecho, sobre el pecho de su madre;
seré como quien encuentra un tesoro
y puede vender, con total desprendimiento y alegría,
el resto de sus bienes, porque todo es nada
frente a aquel tesoro inagotable.
seré como un niño recién amamantado,
que descansa, satisfecho, sobre el pecho de su madre;
seré como quien encuentra un tesoro
y puede vender, con total desprendimiento y alegría,
el resto de sus bienes, porque todo es nada
frente a aquel tesoro inagotable.
Padre, te suplico que seas Tú mi alimento, mi comida, mi tesoro,
mi Dios y mi Todo, como lo fuiste para Jesús.
Así podré rechazar las voces tentadoras que ponen ante mis ojos
la superioridad del poder y la riqueza
frente a la debilidad y la pobreza
que tienen como única Fuerza, Gozo y Bien
a su Dios y Señor.
mi Dios y mi Todo, como lo fuiste para Jesús.
Así podré rechazar las voces tentadoras que ponen ante mis ojos
la superioridad del poder y la riqueza
frente a la debilidad y la pobreza
que tienen como única Fuerza, Gozo y Bien
a su Dios y Señor.
jueves, 18 de febrero de 2010
Los dos caminos
- Oración inicial de bendición y alabanza
Dios, Padre-Madre, Principio sin principio, Seno fecundo, Creatividad infinita,
Luz sin tiniebla alguna, Luz maravillosa que ciegas e iluminas a un tiempo,
Manantial de vida inacabable, que limpias, purificas, sacias la sed y riegas los campos yermos,
Acogida y Perdón sin límites, Rescatador de vidas y de historias,
¡bendito seas en todo tiempo
y en todo lugar!
Que mis ojos y mi corazón se vuelvan a Ti,
cada día de mi vida,
para darte gracias
por todo el bien que derramas
sobre tus hijos e hijas.
Gracias por tu mundo hermoso.
Gracias por las huellas
que el amor y la justicia
van dejando en los caminos
de nuestra historia.
Gracias por aquellos y aquellas a quienes amo.
Gracias por la fe.
Gracias por Jesús,
mi Señor, mi Maestro,
mi Vida y mi Dios.
Y gracias por tu Palabra,
mi delicia, mi deseo
y lámpara para mis pasos.
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Diálogos de Micaela y María en torno a Dt 30,15-20, Sal 1 y Lc 9,22-25
-María, me inquieta un poco lo que dice la Palabra de Dios de hoy: eso de que Dios nos pone delante la bendición y la maldición y si elegimos lo primero seremos felices y si elegimos lo segundo seremos unos desgraciados. ¡Qué tajante, ¿no?! ¿Cómo Dios puede ser tan..., tan... condicional y tan exigente?
-Sí, puede que el Dios del Deuteronomio (30,15-20) pueda parecer excesivamente categórico, pero, en realidad, el autor de ese libro no hace sino describir las consecuencias negativas de una experiencia que ya había vivido su pueblo al abandonar a Dios, adorar a falsos dioses y olvidar la justicia. Todo eso sólo les acarreó sufrimiento y una gran desgracia (la deportación). Por eso, el autor trata de prevenirnos e indicarnos el camino que nos puede llevar por mejores derroteros: si amamos a dios y nos pegamos a Él, Fuente de la vida, nos irá bien y seremos dichosos; si nos alejamos de Él y cortamos ese cordón umbilical por el que se nos comunica su corriente de vida inagotable, nos agostaremos y amustiaremos.
No es un castigo. Es la consecuencia de desconectarnos de la corriente. Algo así.
El Salmo 1 lo describe con una imagen bonita: quien vive pegado a Dios es como un árbol plantado junto a una corriente de agua: es frondoso, fecundo y no se seca. Pero quien se aleja de esa corriente es como paja seca, inconsistente, que cualquier viento la puede arrastrar.
-Visto así no suena tan mal. Oye, ¿y cómo puedo yo "engancharme" a esa corriente?
-El Dt y el Salmo 1 hablan de "cumplir los mandatos" (por ejemplo, el decálogo y el resto de la Torah). Es una posibilidad para entrar en la corriente del deseo de Dios, que es que vivamos en la justicia y la misericordia. Pero hoy prefiero fijarme en lo que dice Jesús sobre "perder" o "ganar" la vida.
Jesús no impone un camino. Sólo dice que, para quien lo quiera, existe una posibilidad de felicidad bastante paradójica (de locos, ¡vaya!): "perder" la vida.
-Ah, sí, ya sé: lo de "negarse a uno mismo".
-Sí, Micaela, aunque más bien yo diría lo de afirmarse a uno mismo negando lo que niega nuestra identidad de hijas e hijos de Dios. Me explico: que lo de perder la vida no equivale a "mortificarse", "autoflagelarse" o "fastidiarse sistemáticamente" para alcanzar el cielo. Parece que Jesús no consideraba que tales acciones fueran más virtuosas que cuidarse y amarse a uno mismo. No creo que Jesús fuera un "necrófilo", y algunas formas ascéticas de "negarse a uno mismo" tienen mucho de "necrofilia"... Jesús amaba la vida (¡Él es la Vida abundante!) y por eso sabía que el mejor modo de "ganarla" era "perderla" arrojándola al saco sin fondo de la entrega incondicional, de la compasión y la generosidad, del servicio y la gratuidad, de la hospitalidad y la solidaridad, de la ternura y el cuidado del otro...
-¡Qué bien suena todo eso, María!
-Sí, suena tan bien como esas preciosas palabras del Señor: "hay más felicidad en dar que en recibir" (Hch 20,35). ¿Ves? Son los dos caminos. Elige el que te conecta con la corriente del Amor de Dios y vivirás.
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- Para meditar y vivir:
1. Para elegir con libertad y con auténtica determinación el camino del bien, es preciso vivir con consciencia.
Durante el día hacemos muchas elecciones conscientes e inconscientes. Cae en la cuenta de esas elecciones. ¿Qué consecuencias tienen para tu vida?
2. Aunque Simone Weill dice que "lo divino es ajeno al esfuerzo" (1) , cuando no estamos totalmente unidos a Dios, elegir "lo de Dios" requiere un esfuerzo. Haz algún "ejercicio" en el que, conscientemente, elijas lo que niega lo mejor de ti y te conduzca a una vida más plena.
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- Oración final
Señor, tengo el corazón endurecido.
No está traspasado por tu misericordia entrañable.
No corre aún, por él, la savia de tu compasión.
¡Plántame junto a tu corriente de agua!
¡Contágiame de tus preferencias!
Enséñame el camino del amor.
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(1) Simone Weill, A la espera de Dios, Trotta 1993, 119
miércoles, 17 de febrero de 2010
Ponle freno
Como el estilo de vida agitado, acelerado y sobrecargado favorece la gravísima enfermedad de la "esclerocardía" (endurecimiento del corazón) y amenaza seriamente la salud espiritual (y corporal), aquí llega la Cuaresma, rescatándonos de nuestra inconsciencia y encaminándonos por las sendas de una vida mucho más saludable.
Cuarenta días con sus noches para aprender a ponerle freno a nuestras prisas, a cultivar lo silencioso, lo lento, lo callado (1), a mirar los rostros y a los ojos, a prescindir de lo superfluo, a darle su sitio a lo importante y a abrir brecha en nuestros muros de cemento armado para que Dios tenga alguna posibilidad con nosotros.
Os dejo con un simpático y sugerente artículo de Dolores Aleixandre, publicado en Alandar, para comenzar el camino cuaresmal con buen pie.
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Inversiones cuaresmales
Dolores Aleixandre
La Cuaresma ya no es lo que era: la vigilia de los viernes ha decaído mucho y hasta Paul McCartney recomienda los “lunes sin carne”; ya no se tapan con telas moradas los santos de las iglesias y no hay estrenos de cine el sábado de gloria porque tampoco hay ya sábado de gloria, así que el imaginario cuaresmal no pasa por sus mejores momentos. Bien es verdad que hay intentos creativos por mantener su antiguo rigor, como el de un grupo de jóvenes (“Cofradía del esparto” creo que se llaman) que reciben un lazo de cuerda después de la ceniza y se comprometen a toda clase de abstinencias cuaresmales.
Como imagino que esta cofradía suscitará escaso entusiasmo en los lectores de alandar, aporto una escena de la vida del profeta Jeremías que puede darnos otras ideas: estamos en 587 a.C., en una Jerusalén sitiada por Nabucodonosor y sus tropas y sus habitantes, conscientes de que les quedan tres telediarios para irse deportados a Babilonia. En medio del frenesí general por vender casas y tierras para llevarse dinero líquido al destierro, Jeremías toma la decisión de comprarle una finquita rústica a su primo Hanamel, inversión totalmente absurda porque nadie daba dos duros por la posibilidad de retornar. Quizá más de uno se burló de aquel gesto ridículo que sonaba a otra extravagancia más de aquel hombre contradictorio que siempre iba a contracorriente: “¿Qué director de banco le habrá aconsejado esta inversión estúpida?”, se preguntarían muchos. “¿Es que no lee las páginas de economía de los periódicos ni consulta las tendencias actuales de la Bolsa?” Pues no, no las consultaba, bastante tenía con estar atento y dejarse conducir por una Palabra que le empujaba a vivir expuesto al riesgo extremo y le invadía como un fuego que le quemaba hasta los huesos. “Así que compré el campo de Anatot a mi primo Hanamel en presencia de testigos y ordené a Baruc mi secretario: “Toma estos contratos, el sellado y el abierto, y mételos en una jarra de barro para que se conserven muchos años. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: Todavía se comprarán casas y campos y huertos en esta tierra” (32, 10-16).
La compra del campo era una manera de confirmar su absoluta confianza en ese “todavía…” futuro, dejando atrás la convicción de que la angustia presente había echado la última firma sobre la realidad. Inspirados por ese gesto inútil de Jeremías, podemos dedicar la Cuaresma a alguna inversión parecida, apoyándonos en otras gentes que ya han comprado “campos de causas perdidas”: los que adoptan posturas contraculturales que carecen de plausibilidad. Los que se desvelan por personas o grupos no cualificados ni rentables, carentes de influencia y de significación social, desprovistos de posibilidades de futuro. Los empeñados en seguir usando medios sencillos, obstinados incomprensiblemente en no apoyarse en el dinero o en el poder. Los que buscan a Dios más allá del ámbito de lo sagrado, en las fronteras donde viven los que lo tienen todo en contra. Los que trabajan sin que brille el mérito propio y se entregan a fondo perdido sin esperar nada a cambio.
Apuntarnos con ellos a esta Cofradía de Inversores Insensatos y ensayar juntos esos gestos de entregarse sin calcular, de arriesgar más allá de lo útil, de aguantar la sonrisa burlona de los VIPS y de permanecer en una confianza sin evidencias. Porque es eso lo que nos ha quedado como memoria viva de la Pascua de Jesús.
Ya se le había adelantado un poco Jeremías, escondiendo en tierra aquella jarra de barro que guardaba los contratos de su compra del campo y en la que latía también, como una semilla viva, la desmesura de su esperanza.
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(1) Juan Masiá, Aprender de Oriente: lo cotidiano, lo lento y lo callado, DDB 1998
Cuarenta días con sus noches para aprender a ponerle freno a nuestras prisas, a cultivar lo silencioso, lo lento, lo callado (1), a mirar los rostros y a los ojos, a prescindir de lo superfluo, a darle su sitio a lo importante y a abrir brecha en nuestros muros de cemento armado para que Dios tenga alguna posibilidad con nosotros.
Os dejo con un simpático y sugerente artículo de Dolores Aleixandre, publicado en Alandar, para comenzar el camino cuaresmal con buen pie.
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Inversiones cuaresmales
Dolores Aleixandre
La Cuaresma ya no es lo que era: la vigilia de los viernes ha decaído mucho y hasta Paul McCartney recomienda los “lunes sin carne”; ya no se tapan con telas moradas los santos de las iglesias y no hay estrenos de cine el sábado de gloria porque tampoco hay ya sábado de gloria, así que el imaginario cuaresmal no pasa por sus mejores momentos. Bien es verdad que hay intentos creativos por mantener su antiguo rigor, como el de un grupo de jóvenes (“Cofradía del esparto” creo que se llaman) que reciben un lazo de cuerda después de la ceniza y se comprometen a toda clase de abstinencias cuaresmales.
Como imagino que esta cofradía suscitará escaso entusiasmo en los lectores de alandar, aporto una escena de la vida del profeta Jeremías que puede darnos otras ideas: estamos en 587 a.C., en una Jerusalén sitiada por Nabucodonosor y sus tropas y sus habitantes, conscientes de que les quedan tres telediarios para irse deportados a Babilonia. En medio del frenesí general por vender casas y tierras para llevarse dinero líquido al destierro, Jeremías toma la decisión de comprarle una finquita rústica a su primo Hanamel, inversión totalmente absurda porque nadie daba dos duros por la posibilidad de retornar. Quizá más de uno se burló de aquel gesto ridículo que sonaba a otra extravagancia más de aquel hombre contradictorio que siempre iba a contracorriente: “¿Qué director de banco le habrá aconsejado esta inversión estúpida?”, se preguntarían muchos. “¿Es que no lee las páginas de economía de los periódicos ni consulta las tendencias actuales de la Bolsa?” Pues no, no las consultaba, bastante tenía con estar atento y dejarse conducir por una Palabra que le empujaba a vivir expuesto al riesgo extremo y le invadía como un fuego que le quemaba hasta los huesos. “Así que compré el campo de Anatot a mi primo Hanamel en presencia de testigos y ordené a Baruc mi secretario: “Toma estos contratos, el sellado y el abierto, y mételos en una jarra de barro para que se conserven muchos años. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: Todavía se comprarán casas y campos y huertos en esta tierra” (32, 10-16).
La compra del campo era una manera de confirmar su absoluta confianza en ese “todavía…” futuro, dejando atrás la convicción de que la angustia presente había echado la última firma sobre la realidad. Inspirados por ese gesto inútil de Jeremías, podemos dedicar la Cuaresma a alguna inversión parecida, apoyándonos en otras gentes que ya han comprado “campos de causas perdidas”: los que adoptan posturas contraculturales que carecen de plausibilidad. Los que se desvelan por personas o grupos no cualificados ni rentables, carentes de influencia y de significación social, desprovistos de posibilidades de futuro. Los empeñados en seguir usando medios sencillos, obstinados incomprensiblemente en no apoyarse en el dinero o en el poder. Los que buscan a Dios más allá del ámbito de lo sagrado, en las fronteras donde viven los que lo tienen todo en contra. Los que trabajan sin que brille el mérito propio y se entregan a fondo perdido sin esperar nada a cambio.
Apuntarnos con ellos a esta Cofradía de Inversores Insensatos y ensayar juntos esos gestos de entregarse sin calcular, de arriesgar más allá de lo útil, de aguantar la sonrisa burlona de los VIPS y de permanecer en una confianza sin evidencias. Porque es eso lo que nos ha quedado como memoria viva de la Pascua de Jesús.
Ya se le había adelantado un poco Jeremías, escondiendo en tierra aquella jarra de barro que guardaba los contratos de su compra del campo y en la que latía también, como una semilla viva, la desmesura de su esperanza.
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(1) Juan Masiá, Aprender de Oriente: lo cotidiano, lo lento y lo callado, DDB 1998
jueves, 4 de febrero de 2010
Ayúdame a mirar
Tres meditaciones al hilo de Lc 4,21-30 y Mc 6, 1-6
1. El evangelio suscita en mí el deseo de recuperar una mirada limpia, nueva, recién estrenada, sin las "cataratas" de los pre-juicios que nos impiden ver la realidad y a los otros tal y como son.
Los paisanos de Jesús se perdieron mucho de Él, de la alegría que Él podía haber sido para ellos, de la sanación y de la salvación que Jesús fue para muchos, justamente porque los suyos "ya lo conocían bien". ¿No es éste el carpintero, el hijo de María?... ¿De dónde saca esa sabiduría y esos milagros que hace con sus manos? Y dice Marcos que Jesús no pudo hacer allí ningún milagro por su falta de fe.
Muchos (si no todos) tenemos la experiencia de ser valorados fuera de casa y de ser menos apreciados justo entre los nuestros (familia, amigos, comunidad). Viviendo cada día juntos, ya sabemos lo que la otra persona "puede dar de sí", y nuestros prejuicios impiden que se pueda revelar, ante nuestros ojos, lo mejor de ella.
Los nazarenos no pudieron ver en el carpintero al Ungido, al Mesías, al Salvador.
- ¿Y si hacemos un verdadero ejercicio de bondad suspendiendo el jucio sobre las otras personas, especialmente, acerca de "las nuestras"? ¿Y si suplicamos a Dios, como aquel niño de Eduardo Galiano a su padre, en El libro de los abrazos: "Ayúdame a mirar"?
2. El destino de los profetas es siempre el mismo: ser echados fuera, morir fuera de las murallas de la ciudad, porque "llevan una vida distinta de los demás y su conducta es diferente", porque incomodan e interpelan, porque a veces tienen que "detruir y arrancar" para poder "edificar y plantar" (Jeremías), porque denuncian las injusticias y opresiones de los poderosos, vengan de donde vengan, sean los tales políticos o religiosos.
A Jesús quieren depeñarlo, pero Él, misteriosamente, "se abrió paso entre ellos y se alejaba", seguramente porque, como dice el evangelista Juan, "aún no había llegado su hora".
- Hay que ser un místico para ser un profeta. Y hay que sentirse muy amado por Dios para no tener miedo de algunos hombres. Jesús fue un "profeta poderoso en obras y palabras... porque Dios estaba con Él". Y sabemos cómo los poderosos se confabularon para quitárselo de en medio... Hubiera sido más cómodo y "saludable" para Jesús permanecer quieto y callado.
¿Tiene mi vida algo de profético? ¿Tiene la Iglesia algo de profético en medio de la gente de este tiempo?
3. Dicen que "del odio al amor hay tan sólo un paso", y algo tiene de verdad ese dicho, porque los paisanos de Jesús pasan, en un instante, de la admiración al intento de homicidio. De lo que sacamos la sabia enseñanza (entre otras) de que nuestra columna vertebral interior no tiene que apoyarse en nada que no esté dentro de nosotros mismos: ni en los otros ni en sus cambiantes opiniones, ni en las adulaciones y adhesiones, ni en "el éxito", el reconocimiento y el poder... Nada de eso hace de mí lo que soy. Mi "columna vertebral" es mi condición de hija amada de Dios y Dios mismo, que me ha creado y me sostiene.
Él es fiel. No cambia. No me ama a cambio de nada (¿qué podría yo darle "a cambio" de su amor?, Cant. 8,7b). Me ama como soy, hoy, mañana y siempre.
Lo cual no quiere decir, claro está, que no me alegre si alguien más también me ama y me reconoce... Pero no pongo mi paz y mi bienestar en ese reconocimiento.
Así de libre era Jesús.
martes, 2 de febrero de 2010
Rema mar adentro
Lectura orante de Lucas 5, 1-11
La gente se agolpaba junto a él para escuchar la palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla del lago de Genesaret. Vio dos barcas junto a la orilla, pues los pescadores se habían bajado y estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco de tierra. Se sentó y se puso a enseñar a la gente desde la barca. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
-Boga lago adentro y echa las redes para pescar.
Le replicó Simón:
-Maestro, hemos bregado toda la noche sin cobrar nada; pero ya que lo dices, echaré las redes».
Lo hicieron, y capturaron tal cantidad de peces, que reventaban las redes. Hicieron señas a sus socios de la otra barca para que fueran a echarles una mano. Llegaron y llenaron las dos barcas que casi se hundían. Al ver esto Simón Pedro, cayó a los pies de Jesús y dijo:
-Apártate de mí, Señor, que soy un pecador. Pues el estupor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de peces que habían pescado. Lo mismo sucedía a Juan y a Santiago, que eran socios de Simón. Jesús dijo a Simón:
-No temas, en adelante pescarás hombres.
Entonces, atracando las barcas a tierra, lo dejaron todo y lo siguieron.
CUANDO LEAS
La gente se agolpaba junto a él para escuchar la palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla del lago de Genesaret. Vio dos barcas junto a la orilla, pues los pescadores se habían bajado y estaban lavando las redes. Subiendo a una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco de tierra. Se sentó y se puso a enseñar a la gente desde la barca. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
-Boga lago adentro y echa las redes para pescar.
Le replicó Simón:
-Maestro, hemos bregado toda la noche sin cobrar nada; pero ya que lo dices, echaré las redes».
Lo hicieron, y capturaron tal cantidad de peces, que reventaban las redes. Hicieron señas a sus socios de la otra barca para que fueran a echarles una mano. Llegaron y llenaron las dos barcas que casi se hundían. Al ver esto Simón Pedro, cayó a los pies de Jesús y dijo:
-Apártate de mí, Señor, que soy un pecador. Pues el estupor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de peces que habían pescado. Lo mismo sucedía a Juan y a Santiago, que eran socios de Simón. Jesús dijo a Simón:
-No temas, en adelante pescarás hombres.
Entonces, atracando las barcas a tierra, lo dejaron todo y lo siguieron.
CUANDO LEAS
- Llamada a la misión. Hasta este momento, en el relato de Lucas, Jesús actuaba solo por el territorio de Galilea. Ahora Jesús llama algunos colaboradores de su tarea. En los versículos que contemplamos hoy, Jesús escoge a tres. Más tarde (en el 27-28) llamará a Leví y en el cap. siguiente (6, 12-16) nombrará a los Doce.
- Para atender a la multitud. Esta primera llamada tiene como horizonte a la multitud a la que Jesús enseña "la palabra de Dios". Jesús de pie apretujado por la gente; Jesús sentado enseñando.
- En la sorpresa y en el fruto. El relato teológico de la llamada se sirve de la narración realista de una pesca que llenará de estupor a los pescadores.
Pedro será el personaje fundamental: de pescador a "pescador de hombres" (pescar será imagen del apostolado, como más tarde lo será la imagen del pastor).
CUANDO MEDITES
Pedro será el personaje fundamental: de pescador a "pescador de hombres" (pescar será imagen del apostolado, como más tarde lo será la imagen del pastor).
CUANDO MEDITES
Podemos hacer la petición que indica San Ignacio en los Ejercicios: "Conocimiento interno del Señor que, por mí... para que más le ame y le siga" (EE. nº 104).
Entre las diversas formas de hacer vivo el texto que nos ocupa, San Ignacio privilegia la contemplación. San Ignacio en los Ejercicios nos invita a hacernos presentes a la escena como si presente me hallase. Y así ver lo que hacen las personas, escuchar lo que dicen... Y, reflectir sacando algún provecho.
Saborear los matices; en los detalles encontramos a Dios. Supone una actitud de atención y paciencia. Contemplación: "... la advertencia amorosa simple y sencilla, como quien abre los ojos con advertencia de amor" (San Juan de la Cruz).
Entre las diversas formas de hacer vivo el texto que nos ocupa, San Ignacio privilegia la contemplación. San Ignacio en los Ejercicios nos invita a hacernos presentes a la escena como si presente me hallase. Y así ver lo que hacen las personas, escuchar lo que dicen... Y, reflectir sacando algún provecho.
Saborear los matices; en los detalles encontramos a Dios. Supone una actitud de atención y paciencia. Contemplación: "... la advertencia amorosa simple y sencilla, como quien abre los ojos con advertencia de amor" (San Juan de la Cruz).
Ver a Pedro cómo ha de experimentar su fracaso humano y su fruto al obedecer a Jesús. Cae en la cuenta de su condición de pecador al contacto con Jesús (como Is 6,5). Pero la llamada del Señor le reconcilia.
Verme en la escena, asombrado del gentío que rodea a Jesús. Necesitado de su enseñanza, necesitado de la palabra de Dios. Observar cómo Jesús necesita instrumentos: primero las barcas, después a los pecadores, a Pedro.
Saber y gustar la llamada de Jesús que ahora se dirige a mí y me invita: "boga lago adentro..., echa la red...". Tomar conciencia de mis resistencias, de mis temores, de mi sentirme pecador y así poder escuchar: "No temas... pescarás hombres". Confianza radical.
CUANDO ORES
Verme en la escena, asombrado del gentío que rodea a Jesús. Necesitado de su enseñanza, necesitado de la palabra de Dios. Observar cómo Jesús necesita instrumentos: primero las barcas, después a los pecadores, a Pedro.
Saber y gustar la llamada de Jesús que ahora se dirige a mí y me invita: "boga lago adentro..., echa la red...". Tomar conciencia de mis resistencias, de mis temores, de mi sentirme pecador y así poder escuchar: "No temas... pescarás hombres". Confianza radical.
CUANDO ORES
- Agradecimiento. Agradecer ser instrumento, esta dimensión tan honda de mi vida cristiana: me voy haciendo discípulo del Señor en la misma medida en la que soy enviado por El (por la Iglesia, por la Comunidad). Renovar la confianza y el abandono en su manos.
- Orar por la multitud. Imágenes de la TV, de los periódicos. Violencia, inhumanidad, las víctimas... La PAZ.
- Orar por la multitud. Imágenes de la TV, de los periódicos. Violencia, inhumanidad, las víctimas... La PAZ.
(Equipo de lectio divina de la Universidad Pontificia Comillas)
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