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jueves, 28 de noviembre de 2013

Primer domingo de Adviento: ¡Estad en vela!

Lectio Divina de Mateo 24,37-44: Estad en vela

* Canto: Ven, Señor, líbranos. Ven tu pueblo a redimir. La esperanza brillará. Ven, Señor Jesús.

Ven y sálvanos de nuestra ceguera para descubrirte presente,
de nuestra pereza para caminar contigo,
de nuestras excusas para alejarnos de ti.
Ven y sálvanos de nuestra dureza para comprender las Escrituras,
de nuestras luchas por los primeros puestos, de nuestra desconfianza en la semilla del Reino.
Ven y sálvanos de nuestra superficialidad,
de nuestra insensibilidad por las cosas de arriba, de nuestra pérdida de sentido.
Ven y sálvanos de los dioses que nos hemos fabricado, de la rutina que nos aprisiona,
de nuestras miras pequeñas.
Ven y sálvanos Dios salvador nuestro,
Dios amigo nuestro, Dios anunciado por Jesús. Amén.

LEEMOS

Isaías 2, 1-5

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén:
Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos.
Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.»
Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas.  No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

Romanos 13, 11-14a

Hermanos: Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz.
Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni contiendas. Vestíos del Señor Jesucristo.


Mateo 24, 37-44

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé.
Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»

PARA MEDITAR

1. Lee atentamente la lectura de Isaías. Es un sueño, una visión para el final de los tiempos. Es un deseo ardiente del profeta: todos los pueblos acudirán al Señor y se dejarán guiar por Él y por su Palabra. Todos los pueblos caminarán a su luz y el Reino de Dios lo será todo en todos. Será un Reino de paz. Habrá justicia y medios económicos para todos. No se invertirá en la guerra y nadie se preparará para ello. No será necesario… ¿Cómo puedes hacer realidad en tu vida y en tu entorno la visión de Isaías?

2. San Pablo, en la carta a los Romanos, nos exhorta a vivir en la luz, despiertos, dejando todo lo viejo, todo lo que son tinieblas para nosotros, y a revestirnos del Señor Jesús. ¿Qué es, para ti, revestirte de Jesús? ¿Qué obras oscuras debes dejar? ¿Cómo puedes vivir despierto/a y vivir en la luz?

3. La Iglesia vive esperando la venida del Señor Jesús. Él llegará el día que menos pensemos y los evangelistas, en sus discursos escatológicos, nos animan a vivir en vela y preparados… ¿Cómo puedes prepararte, durante este Adviento, a acoger la venida de Jesús, que llega a nosotros “en cada hombre y en cada acontecimiento? 
…………………………………………….

Oración final

Despiértanos, Señor,
socórrenos con tu fuerza
líbranos de lo que nos frena
y apresura nuestra felicidad.
Enséñanos a construir tu reino,
a inventar una vida compartiendo,
a trabajar aportando lo mejor,
y a complementarnos y apoyarnos.
Abre las puertas de nuestro pueblo
para que sea un lugar de justicia,
para que reine la igualdad entre todos,
tratando al otro como nos gusta que nos traten.
Impúlsanos a construir sobre el amor,
mantennos en comunicación contigo,
que vivamos en verdadera amistad.
No permitas que nos cansemos
y olvidemos tus sueños sobre nosotros.
Que caminemos hacia la felicidad,
que no es otra que vivir contigo. Amén


(Oraciones tomadas de Chuno Chávez Álva, CM)


* Canto final (éste u otro de Adviento)

Ven, ven, Señor no tardes.
Ven, ven, que te esperamos.
Ven, ven, Señor, no tardes.
Ven pronto, Señor.

1. El mundo muere de frío,
el alma perdió el calor.
Los hombres no son hermanos,
el mundo no tiene amor.

2. Envuelto en sombría noche,
el mundo, sin paz, no ve;
buscando va una esperanza,
buscando, Señor, tu fe.

3. Al mundo le falta vida,
al mundo le falta luz.
Al mundo le falta el cielo,
al mundo le faltas Tú.
...............................................

Ideas para la homilía en http://conchipddm.blogspot.com.es/2013/11/ideas-para-la-homilia-i-adviento.html

sábado, 10 de diciembre de 2011

¡Estad siempre alegres!

III Domingo de Adviento


La lectura del tercer Isaías atrae toda mi atención de la Palabra de este domingo.
Me detengo y saboreo algunos de sus mensajes más significativos para mí:

- "El Señor me ha ungido". Me viene a la memoria del corazón la imagen de Samuel con el cuerno de aceite ungiendo a David...; el descanso que encontró el huésped del salmo 23: "Me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa"; el gozo de Jesús, ungido en la cabeza por una mujer anónima, ungido en los pies por la mujer que amó mucho y por María de Betania... La unción se realizaba con aceite perfumado, penetraba la piel y los tejidos, y confería una nueva identidad. Eran ungidos los reyes, los profetas, los sacerdotes... Mesías significa Ungido. Isaías nos dice que el Señor nos unge con Espíritu Santo. El Espíritu se derrama como aceite perfumado de la cabeza a los pies, penetrando todo nuestro ser y transformándonos en mensajeros de buenas noticias y en sanadores de corazones desgarrados. Tenemos vocación de "vendadores" de heridas.
Necesitamos aprender a dejar de meter el dedo en la llaga y convertirnos en "médicos sin fronteras" para todo aquel que se sienta herido. Hay unas "pastillas contra el dolor ajeno" llamadas consuelo y alegría, que son altamente recomendables, necesarias y eficaces para todo tipo de males.

- "El Señor hace brotar..." Hace brotar justicia. Y hace brotar otras muchas cosas, con tal de que sembremos. ¿Qué deseo ardientemente que haga brotar en mí en el año nuevo que comenzará dentro de dos semanas?

- "Desbordo de gozo", "estad siempre alegres". La alegría es una consecuencia. Uno no se ríe a voluntad y por nada, como en una artificial sesión de risoterapia. Una de las cosas que más causan alegría es la experiencia de dar y de darse. "Hay más alegría en dar que en recibir", dicen que decía el Señor. La alegría del compartir, de la solidaridad, de dar desinteresadamente, de servir... es atrayente, contagiosa y evangelizadora.
Y está también la profunda alegría de saberse amadas por Dios...


- Y vayamos al Evangelio: "¿Quién eres?" es la pregunta clave. Juan sabía perfectamente quién era. "Yo, voz...". Una voz que prepara, anticipa y anuncia a alguien mayor que él. Y yo, ¿quién soy?, ¿para qué estoy aquí?, ¿cuál es mi misión y mi propósito en esta vida?, ¿por qué y para qué estoy precisamente aquí y no en cualquier otro lugar, con otras personas y otras circunstancias? Juan era "una voz". Y yo, ¿qué soy?, ¿quién soy?

Se acerca la Navidad. Que el Señor vaya iluminando los ojos de nuestro corazón...

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Canto para orar: Preparad el camino al Señor (Godspell)

sábado, 3 de diciembre de 2011

¡Consolad!

¡Consolad, consolad a mi pueblo..., hablad al corazón de Jerusalén!
II Domingo de Adviento

A menudo nuestro resentimiento no tiene límites. He conocido a hermanos que han dejado de hablarse durante años por un episodio sin importancia, por un malentendido que era catalogado como "ofensa imperdonable", o por una errónea interpretación de las supuestas malas intenciones del otro... Hermanos que se amaban han dejado de amarse durante años. ¿Tiene esto algún sentido?
Hay quien conserva el recuerdo de las "deudas" hasta el final. Perdonamos pero no olvidamos. Y dejamos caer el peso de nuestros castigos eternos con palabras hirientes y reproches continuos. Lo que no hemos aprendido es que, al no perdonar, no es a la otra persona a la que causamos daño, sino a nosotros mismos, atascándonos en el resentimiento e incapacitándonos para la paz y la alegría.
Dios no es así.
La Palabra nos dice que Dios "perdona las culpas, no nos trata como merecen nuestros pecados, no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo". Y eso es una buenísima y muy saludable noticia.
Israel interpretaba que el destierro a Babilonia tenía como causa la ira y el castigo de Dios por su infidelidad. Dios les hacía "morder el polvo" por haber sido "malos". Pero el segundo Isaías les grita palabras de consuelo de parte de Dios:
- "¡He perdonado tu deuda! ¡He borrado tus crímenes! ¡Volverás a tu tierra a través del desierto y yo iré delante de ti, guiándote hacia la vida! ¡Como un Pastor, tomándote en brazos, te guiaré hasta Sión, tu ciudad amada!"
- ¿Cómo dices, profeta? -pregunta, con incredulidad, el pueblo.
- "¡Consuela a mi pueblo!", me ha dicho Dios. "¡Grítale a su corazón! Deberás gritarle, porque no te creerá..."

Nos cuesta creer que somos perdonados porque nosotros no sabemos perdonar de corazón. Somos inexpertos en pronunciar palabras de consuelo. Y por eso Dios tiene que gritarnos la estupenda noticia de la consolación. Dios perdona nuestras deudas, nos habla al corazón, nos dice que podemos volver a nuestra tierra, a lo mejor de nosotros mismos, que podemos comenzar de nuevo.
Y quiere que nuestras vidas sean un eco de su consuelo para los desconsolados del mundo: "¡Consuela en nombre de tu Dios! ¡Prepárale un camino dentro de ti y fuera de ti para que pueda llegar! ¡El Señor viene siempre!"

Hna. Conchi, pddm
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Otros ecos de la Palabra de este domingo:

"Voy a escuchar lo que dice el Señor"
"Consolad, consolad a mi pueblo, dice el Señor, gritad..."
"Una voz grita en el desierto"

Escuchar: Escucho al Señor que me habla... (silencio). Tengo una duda. ¿No seré yo, más bien, la que hablo y me respondo? Porque ¡cuántas cosas oigo y me digo! Pero sí, en mi interior hacen eco estas palabras: "Quiero misericordia y no sacrificios". Es como ese grito que quiere allanar mi camino preparando el camino del Señor, con Amor y lealtad. Preparar el camino al Señor, que viene cada día en el corazón de toda persona.

Consolad: Señor, es consolador este silencio... Ya no hay piedras en el camino de hoy. Los valles han quedado nivelados, y los contratiempos han perdido su furia. Todo rezuma paz, porque me has consolado y me repites: '¡Ánimo, prepárate para mi llegada ofreciendo paz a la hermana, y a toda persona que encuentres!'

Grita: ¡Cuántos gritos oímos! Sí, pensaba que habían desaparecido, pero no. Han vuelto. Mas este grito tuyo es distinto, porque es para repetirme: "Allana el camino del Señor". No dejes que los valles y las colinas vuelvan y hagan desaparecer la paz, y te hagan sombra ocultando el Sol del camino...

Hna. Esperanza, pddm
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Tras escuchar y rumiar la Palabra, en mi interior ha quedado esta oración:

Tu Espíritu me ayude a preparar, un poco cada día,
el camino de tu Venida,
a abrir senderos de Amor, de gracia y de paz.
Que me haga pregonera, como pueda, de tu Voz,
del mensaje de Salvación,
de la vendida de tu Reino.

Hna. Josefina, pddm

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Canto: Consuela a mi pueblo (Glenda)

 

miércoles, 30 de noviembre de 2011

¡Despierta!

"¡Permaneced despiertos!... vendrá..."
I Domingo de Adviento


- ¡Permanece despierta!
Escucha el silencio, sobre todo, en la madrugada,
cuando todo duerme y puedes ser la atenta centinela
de su sueño apacible, o de su muda desesperación.
Escucha, en el silencio, los pasos callados
de Aquel que viene siempre.

- ¡Despierta! ¡Escucha! ¡Date cuenta!
Él siempre está como la Fuente de la que brota
la corriente saltarina y alegre de tu vida.
Él es la Fuente de toda vida,
la Luz de la que dimana toda luz.

- Respira y siente el flujo de vida que hay en tu cuerpo,
su movimiento y su continuo cambio.
Escucha los latidos de tu corazón, y siente el incesante fluir
de tu sangre nutriendo tus células.
¡Escúchate! ¡Eres un milagro de Dios!

- ¡Despierta! ¡Abre los ojos y mira bien!
Mira los rostros. Todos los rostros.
Lejanos y cercanos.
No te acostumbres a los que amas.
Mira a enemigos y a amigos.
No prejuzgues a quienes desconoces.
Allana senderos tortuosos.
Facilita encuentros.
Elimina juicios y etiquetas.
Date cuenta del hilo de oro invisible
que os recorre a todos por dentro
y os une con vínculo inquebrantable.
En la unidad de Dios no hay divisiones,
no hay señores y siervos,
no hay hombres y mujeres,
ateos o creyentes,
de derechas o de izquierdas,
del norte o del sur...
Todos somos Uno en Dios,
en la única corriente invisible de su Vida.
Todos tenemos dos únicos caminos a elegir:
el del miedo o el del amor.
Y todos deseamos elegir este último.

- ¡Despierta! Abre tus manos, tus brazos,
tu seno para abrazar.
Se te ha dado un cuerpo para hacer su voluntad.
Para dar gratis ternura, y cuidado y servicio.
Para sanar, como hacen las manos sanadoras de Dios.
Para crear, como crean las manos artesanas de Dios.

- ¡Despierta! ¡Tienes pies!
¿Adónde te conducen tus pasos en la mañana?
¿Adónde se inclina tu corazón?
¿Por dónde van tus preferencias?
¿Avanzas o estás anclada en el eterno retorno de tus inercias infecundas?

- ¡Despierta! ¡Se te ha dado una lengua de discípula
para decir a los abatidos mis palabras de aliento!
¿Cómo usas el don milagroso y extraordinario de la palabra?

- ¡Sí, despiértame, Señor!
¡Rasga tu cielo y baja hasta mí!
¡Hazme vivir como una que ha vuelto a nacer!

Y si me duermo,
vela mi sueño,
arropa mi cansancio
y deja que abra los ojos
con un beso tuyo.



(Estrofa final de Carmen Lorigados)

lunes, 28 de noviembre de 2011

Adviento


"Ni la tiniebla es oscura para ti"
Foto: Mi instagram
Ayer hemos empezado el ADVIENTO y un año NUEVO. Año litúrgico. Ciclo en espiral para aproximarnos al centro, como qien es subsumido por un huracán o un ciclón, pero con suavidad, y transportado hacia el corazón de uno mismo y de Dios.
La liturgia es, bajo cierto aspecto, una escuela de sabiduría. Una escuela para aprender a vivir desde Dios, y para conocer a Dios, a la que asistimos, anualmente, miles de cristianos. La Palabra es el texto base, y la oración, el momento en el que devoramos ávidamente el libro, como Jeremías, o lo saboreamos lentamente, como Ezequiel o Juan el presbítero.
En el año litúrgico "aprendemos" a Dios o, mejor, aprendemos a conocer como somos conocidos. El uso del pasivo es muy importante en la espiritualidad: somos buscadas, amadas, conocidas, llevadas, recreadas... Aprender el abandono y el consentimiento: sí, sí, sí, sí, sí...
El adviento no es tiempo de penitencia, ni de sacrificio, ni de ayunos, ni nada que se le parezca. Es tiempo para ESCUCHAR, para ALEGRARSE, para ESPERAR a quien hace nuevas todas las cosas.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Primer Domingo de Adviento: "Daos cuenta del momento en que vivís"

Cuenta San Agustín que, en su lucha contra Dios, que le llevaba molestando, asediando, persiguiendo y reclamando mucho tiempo, el episodio definitivo de su conversión tuvo lugar en el huerto de una casa donde estaba hospedado, en compañía de su madre y de su amigo Alipio.
La narración del suceso siempre me conmueve. Se encuentra en las Confesiones, Libro VIII, caps.8 y 12.
En aquel huerto, Agustín, oyendo la voz interior del Amor, se resistía, luchaba, se retorcía, lloraba con copiosas lágrimas... Él sabía la batalla interior que estaba librando, pero su amigo Alipio, allí presente, no salía de su estupor contemplando a Agustín en medio de tantas lágrimas y aspavientos. Hasta que, por fin, Agustín sintió la necesidad de alejarse para llorar a gusto y oyó una voz como de niños que cantaban en la casa vecina y decían insistentemente: Toma y lee, toma y lee.
Entonces Agustín entendió que esa voz estaba hablando con él, corrió al lugar donde se había dejando las cartas de San Pablo, y las abrió por este pasaje de la carta a los Romanos:
"Daos cuenta del momento en que vivís;
ya es hora de despertaros del sueño,
porque ahora vuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer.
La noche está avanzada, el día se echa encima:
dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz.
Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad.
Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno,
nada de riñas ni pendencias.
Vestíos del Señor Jesús
y no os preocupéis de la carne
para dar satisfacción a sus concupiscencias".

Es precisamente la segunda lectura de este domingo.
Comenzamos a recorrer el Adviento y el nuevo año litúrgico como peregrinos que andan su camino, con gozo y fatiga, buscando una meta.
La Palabra del primer domingo invita a vivir con consciencia lo que estamos viviendo, a elegir lo que queremos vivir y a aquilatar nuestras elecciones, y a estar atentos y vigilantes a las venidas del Señor a nuestra vida. El Señor viene siempre.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Cantos de Adviento y Confirmaciones

Esta tarde se confirmarán en nuestra parroquia sesenta y tres adolescentes y ayer estuvimos ensayando los cantos durante dos horas. Hay que afinar aún en algún canto y... ¡faltaban al mitad de "las chicas del coro"! Pero lo pasamos estupendamente, aunque las bromas y risas no constan en el video...
Invocad, con nosotras, al Espíritu para estas chicas y chicos que hoy serán ungidos por Él...

sábado, 13 de diciembre de 2008

Lectura orante de Juan 1,6-8.19-28

Estad siempre alegres
(Tercer domingo de Adviento)


Oración para disponer el corazón
 
En medio del silencio
invadido de palabras que no dicen nada,
necesito una palabra que abra caminos en mi vida,
que me muestre senderos
por los que transitar con ganas,
con gozo en el corazón,
con un proyecto y una meta.

En medio de la noche,
necesito una luz para dar el próximo paso,
con confianza y sin miedo.

En mi casa cerrada,
en la que sólo yo habito,
necesito unas manos que abran mis puertas y ventanas,
que me tomen, me levanten
y me saquen a un lugar espacioso,
habitado por muchos rostros.
Un lugar cuyo centro esté fuera de mí.

En la preocupación,
la inquietud, el vacío o la búsqueda,
te necesito a Ti, Dios mío,
mi paz, mi sabia quietud, mi tesoro hallado
y mi vida plena.


LEEMOS Juan 1,6-8.19-28
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.Los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:
- ¿Tú quién eres?
Él confesó sin reservas:
- Yo no soy el Mesías.
Le preguntaron:
- Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?
Él dijo:
- No lo soy.
- ¿Eres tú el Profeta?
Respondió:
- No.
Y le dijeron:
- ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?
Él contestó:
- Yo soy "la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor", como dijo el profeta Isaías.
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
- Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?
Juan les respondió:
- Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

MEDITAMOS LA PALABRA
 
1. Te han regalado un año más

Aun a riesgo de que pueda parecer una hipocondríaca sin remedio, he de confesar que a veces imagino cómo me sentiría si un médico me dijera que ese dolor tan molesto en el lado derecho de mi costado es una enfermedad terminal…
“¡Vaya unas ganas de pensar en tonterías y de “ponerse mal cuerpo” inútilmente!”, pondrán pensar algunos. Sin embargo, mi fantasía es útil y tiene una finalidad: confrontarme, de una manera despierta, con mi modo de vivir el presente. La razón de imaginar semejante episodio de mal gusto es que, desde la normalidad de lo rutinario, lo acostumbrado y lo cotidiano, no acertamos a calibrar el inmenso valor que tiene vivir un día más.
Imaginemos ahora que, sabiendo que mi fin está próximo y que mis días están contados, alguien viniera y me diera la noticia de que se me ha regalado un año más, trescientos sesenta y cinco días de “amnistía”. ¿Cómo me sentiría? ¿Cómo viviría esa “segunda oportunidad” que se me regala? (¡Cuántas veces habremos deseado, quizá, esa segunda oportunidad para deshacer daños causados y hacer “borrón y cuenta nueva”…!)
Pues bien, Jesús es el enviado del Padre para anunciarnos que cada día es una “segunda oportunidad”, una nueva ocasión para vivir “como Dios manda”, como desea Dios y como deseamos nosotros en lo más profundo del corazón.

¿Cómo quieres vivir este año de gracia del Señor
que ha comenzado en Adviento?
(Is 61,2)
 
2. Estad siempre alegres

La fe en Jesús es inseparable de la alegría.-“¿Qué razones puedo yo tener para estar alegre? La vida es dura. Nunca faltan achaques, dolores y sufrimientos. ¡El mundo está hecho una pena! ¿No es un poco cínico reír cuando no hay motivos para reír y sí los hay para llorar y lamentarse?”
-El cristiano siempre tiene un motivo para reír, para sonreír o, al menos, para no estar continuamente crispado o preocupado: la esperanza de que no hay proporción entre el bien y el mal, y de que la última palabra, en nuestra vida y en la historia, la tendrá Dios.
-“Esa esperanza está muy bien pero, ¿para qué me sirve ahora? Aterriza un poco más y dime algún motivo por el cual merezca la pena estar alegre en esta vida, no en la otra…
-Pues bien, mi motivo concreto y “aterrizado” no sé si te vale, pero te lo cuento: Jesús vivió una vida hermosa y feliz. Su vida me hace pensar que se puede vivir de otra manera.. Y aunque murió crucificado, vivió su final con sentido y con confianza. Él y una nube de testigos me demuestran que es posible vivir lo mejor y lo peor de la vida con valentía, con esperanza, con humor y con amor. Además, Jesús me revela a un Dios que ríe, que me hace reír (cf. Gn 21,6), que lleva mis cargas conmigo, que no me manda “castigos” y “desgracias” como un enemigo a la puerta, sino que me ayuda a vivir lo que la vida me trae con fortaleza y sin miedo.-Y si no tengo fe, ¿qué motivos puedo tener para estar alegre?
-No lo sé. Siento no poder responderte desde la increencia... Pero, seguramente, si no tuviera fe, estaría siempre alegre si viviera una vida con sentido, luminosa, entregada, altruista… Si no viviera sólo para mí. Si tuviera la certeza de que mi persona hace feliz a alguien y mi tarea está siendo fecunda para otros.
Y eso, por no hablar, egoístamente, de las ventajas que la alegría tiene para la salud... Ya lo decía un sabio de antaño: “El corazón alegre mejora la salud; el espíritu deprimido seca los huesos” (Prov 17,22).

Tómale el pulso a tu alegría:
¿te consideras una persona alegre?
¿Es esa la opinión que los demás tienen de ti?
¿Qué te hace estar alegre?
¿Qué puedes hacer para superar crispaciones y preocupaciones
que te roban la alegría?

3. Espera al que viene

En Betania, en la otra orilla del Jordán, un profeta anuncia, con humildad y convicción, la venida de otro más grande, más fuerte: el Mesías Esperado. Juan se convierte, con ello, en el mensajero de la mejor noticia que la humanidad podía esperar.
¿Cómo puedes tú ser anuncio del Dios que viene siempre?
Pon en práctica el proverbio:
“Una mirada luminosa alegra el corazón,
una buena noticia reanima el vigor”
(Prov 15,30)


ORAMOS LA PALABRA
 
- Dale gracias al Señor por cuantas veces ha “vendado tu corazón desgarrado”, te ha dado “anchura en el aprieto”, o te ha liberado de cosas que te oprimían…
- Pídele a Dios el don de la alegría cristiana, fruto del Espíritu, la que nada ni nadie nos puede arrebatar…
- Escribe tu propio “Magnificat” al Señor, expresándole los motivos por los que proclamas su grandeza y te alegras en Él.

Señor, con alegría proclamo
que no te cansas de dar
ni se pueden agotar tus misericordias,
que día y noche me sostienes en la vida,
que perdonas todas mis culpas
y curas todas mis enfermedades…
que rescatas mi vida del abismo
y me llenas de gracia y de ternura.
¡Gracias, Dios mío, amigo de la vida!

Cada respiro, cada latido,
cada rostro cercano,
es un regalo de tu Providencia.
La fe, la vocación, el envío,
la asistencia de tu Espíritu,
son un don para mí y para tu pueblo.
Sigue viniendo a nosotros.
Sigue mostrándonos tu Rostro.
Sigue encendiendo en nosotros
la llama de la fe, el amor y la esperanza.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Dos cantos para el día de la Inmaculada

Mañana viajo a mi pueblo (está cerca de Toledo) a pasar sábado y domingo y no tendré tiempo de escribir nada sobre el consolador segundo domingo de Adviento. Pero hoy, que hemos estado guitarreando de nuevo como cada viernes, deseo dejaros dos cantos "útiles" y bonitos para este tiempo que estamos viviendo. Las "chicas del coro" os los dedican con todo su cariño. Podéis verlos en youtube:



Soñaba Dios:
http://www.youtube.com/watch?v=wgtL8SnaqzA
Ven, Señor, líbranos:http://www.youtube.com/watch?v=iKKmaJ30LKk

Pronto pondremos las letras y los acordes de los cantos que vayamos colgando.
¡Feliz fin de semana a todos!

lunes, 1 de diciembre de 2008

¡Estad atentos! ¡Estad despiertos! ¡Velad!

Primera semana de Adviento
(Diálogos de María y Micaela)

Si hay algo por lo que el ciudadano medio "normal" y "moderno" no pierde el sueño en absoluto es por la cuestión "escatológica".
-¿Escato qué?
-He dicho "escatológica". Escatología es el tratado o la disciplina teológica sobre las realidades últimas: el fin del mundo, la parusía, la muerte como final de la propia existencia... Cosas como ésas.
-¡Espera, espera, espera! ¡Qué jerga más "eclesiástica" estás usando hoy, niña! ¿Parusía? ¿Qué significa "parusía"?
-Bueno, sí, tienes razón, Micaela. Reconozco que alguna palabrilla de las que estoy usando es, más que "eclesiástica", teológica. Pero, ante todo, es una palabra cristiana. "Parusía" es un término griego que aparece varias veces en las cartas paulinas (1 Cor 15,23; 1 Tes 2,19; 3,13; 2 Tes 2,1.8) y en Mateo 24,27.37 y 39 para hablar de la segunda y definitiva venida del Señor Jesús. Precisamente "parusía" significa "venida".

Me resulta siempre tremendamente llamativo cómo los primeros cristianos manifestaban públicamente sus ganas de que Jesús volviera, hasta el punto de que, en sus asambleas litúrgicas, expresaban ese deseo en forma de súplica, elevada a Dios como un grito: "¡Marana tha! ¡Ven, Señor Jesús!"
No me mires así, Micaela. Sí, querían que Jesús viniera de nuevo, porque Él lo había anunciado y ellos creían que esa venida sería inminente. Reconozco que a mí nunca me ha asaltado el deseo de que el Señor venga pronto, durante mi generación, por ejemplo, o de que desaparezca el mundo presente y Dios lleve a plenitud todas las cosas en Él... De momento, no me afecta esa "fiebre escatológica" que contagió a muchos cristianos en Tesalónica y les llevó a estar mano sobre mano, esperando que viniera el Señor, "embobados mirando al cielo" y "muy ocupados en no hacer nada".
Reconozco que amo muchísimo este mundo caduco e inconsistente. Amo la vida que tengo y no me invade aún el sentir del místico Pablo cuando dice: "Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir... Deseo partir para estar con Cristo" (Filp 1,21.23). No, yo no deseo partir (aunque, para mí, la vida también es Cristo y no la entiendo ni la quiero sin Él). No deseo partir porque la vida tendrá, además, todos sus momentos, y el momento actual es el de la esperanza, el de sembrar, el de construir, el de abrazar, el de acompañar, el de hablar...
-Vaya, me alegro de que no seas como tantos eclesiásticos que no hacen más que echar pestes contra este mundo tan malvado que nos rodea y siguen ansiando la fuga mundi de antaño...
-Sí, Micaela. Hay un teólogo que dijo: "la esperanza cristiana es una esperanza que ama la tierra". Me gusta esta forma de pensar.
-Oye, ¿y dices que los primeros cristianos rezaban a menudo: "¡Ven, Señor Jesús!" ¿Y para qué tenían tanta prisa? ¡Si hay que estar más tiempo "allí" que "aquí"!
-Los primeros cristianos participaban del modo de pensar y del sentir religioso judío de su época, que era muy apocalíptico. Y aunque muchos no hacían más que indagar sobre el cómo y el cuándo, Jesús y Pablo no soltaron prenda y sólo contestaron que ese día final sería inesperado, "como un ladrón que llega en la noche".
Desde luego, yo no sé si Jesús vendrá pronto y si es voluntad del Padre que llegue ya el momento de la consumación de la historia. Lo que sí sé es que el Señor está viniendo siempre y que los únicos sentimientos que me invaden son la gratitud, el amor y el deseo de estar siempre con Él.
- ¿Ah, sí? ¡Pues ya me contarás cómo vas a estar siempre con Él si no vas "a la casa del Padre", como se suele decir...! Ahhhhhhhhhh, ¡ya! ¡claro! Seguro que me dices que puedes estar con Él en la Eucaristía y los demás sacramentos, en la Palabra de Dios, en el prójimo... ¡Qué romántico que suena todo eso! Pero, permíteme una pregunta molesta: ¿cómo sabes que eso es verdad? ¿Cómo sabes que Jesús está ahí?

-Porque tengo fe, Micaela. Creo que el Señor Resucitado está en todo y en todos, sosteniéndonos en la vida por medio de su Espíritu, "con esa energía que tiene" en todo cuanto hace (cf. Filp 3,21). Creo que nos habla, que se comunica con nosotros y que, si estamos atentos y silenciosos, podemos llegar a oír su voz.
El evangelio de este domingo es una sirena de alarma que haría saltar a un sordo: ¡Atención! ¡Estad despiertos! ¡Velad! ¡Vendrá de repente, inesperadamente!
No quiero pensar que Dios "viene" por sorpresa a nuestra vida cuando uno se convierte en un número más de una lista de la DGT, o cuando va al médico y oye la palabra "terminal". Dios viene las veinticuatro horas del día, los 365 días del año, "en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la espera dichosa de su Reino".
-¡Ya te has subido otra vez a la parra, guapa!
-Es un prefacio de Adviento, Micaela.
-Anda, déjame pensar si me creo o no me creo eso de que "Dios viene siempre". Por cierto, ¿de qué me suena a mí esa frase?

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ÉL VIENE, VIENE, VIENE SIEMPRE

¿No oíste sus pasos silenciosos?
El viene, viene, viene siempre.
En cada instante y en cada edad,
todos los días y todas las noches,
él viene, viene, viene siempre.

He cantado muchas canciones y de mil maneras;
pero siempre decían sus notas:
"El viene, viene, viene siempre".
En los días fragantes del soleado abril,
por la vereda del bosque,
él viene, viene, viene siempre.
En la oscura angustia lluviosa de las noches de julio,
sobre el carro atronador de las nubes,
él viene, viene, viene siempre.
De pena en pena mía, son sus pasos
los que oprimen mi corazón,
y el dorado roce de sus pies
es lo que hace brillar mi alegría.

(Rabindranath Tagore)