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martes, 22 de septiembre de 2009

Septiembre, el mes de la Biblia

No sé si confesar que sólo hace unas semanas que me enteré de que septiembre es "el mes de la Biblia". ¿Por qué un mes dedicado a la Biblia? La razón es que el 26 de septiembre de 1569 se terminó de imprimir totalmente la llamada "Biblia del Oso", traducción española realizada por Casiodoro de la Reina, no de las lenguas originales sino, al parecer, de la Vulgata. Lo del oso no tiene nada que ver con Casiodoro, sino con la tapa de la Biblia en la que estaba representado un oso comiendo miel de un panal.
Me parece muy bien que en las iglesias cristianas se dedique un mes especial a promover iniciativas que estimulen la lectura de la Biblia pero yo quiero proponer un año de la Biblia: el que comienza este mes de septiembre y concluirá el año próximo por estas fechas. Un año en que los creyentes se decidan a leer la Biblia entera al menos una vez en su vida, desde "el principio" del Génesis hasta el "amén" del Apocalipsis. Y un año para que los no creyentes lean la Biblia al menos con idéntico interés con el que pueden leer El Quijote o cualquier clásico de la literatura universal. Más que nada porque la herencia cultural y religiosa en la que se desenvuelve nuestra vida occidental hunde sus raíces en la Biblia y sólo se entiende desde ahí.
Lidia y yo hemos comenzado hace unos días este "año de la Biblia". Todos los días dedicamos unos veinte minutos a leer cuatro capítulos juntas. No es necesaria mayor inversión de tiempo para leer la Biblia entera en un año. Siempre comenzamos con una breve oración espontánea, y terminamos con otra oración.
La de ayer, correspondiente a los capítulos 13 al 16 del libro del Génesis, decía algo parecido a esto:
Te damos gracias, Señor, por poder escuchar tu Palabra todos los días,
por estos hombres y mujeres
de los que aprendemos a confiar en tus promesas,
a vivir de fe,
a vencer nuestra ansiosa búsqueda de seguridades
y a recibirlo todo de ti.
Se Tú nuestro amigo, y elevaremos a Ti,
en cada rincón de nuestra vida y en cada acontecimiento,
un altar de Alabanza y Amor a tu Nombre.

Esta noche hemos asistido a las risas de desconfianza de Abrahán y de Sara, a sus cambios de nombre, a la intercesión del único justo, y al nuevo "patinazo" de Abrahán, cuando expone a su mujer a Abimélec por salvar el propio pellejo. ¡Menos mal que Dios estaba siempre al quite de sus meteduras de pata para que no llegara la sangre al río! El mismo hombre que se muestra compasivo, heroico y casi sublime en unos episodios, aparece cobarde y mezquino en otros. Así era Abrahán. Así somos nosotros. Y así nos ama Dios.
a Diálogo con un escéptico
-Oiga, no termino de entender para qué sirve leer la Biblia si uno no es creyente. Además, se me antoja un peñazo infumable.
-Pues mire, sirve, por ejemplo, para no ir al Museo del Prado y quedarse sin entender nada del contenido de la inmensa mayoría de sus obras. Y, por otra parte, con todos mis respetos, decir que la Biblia es aburrida denota su ignorancia al respecto. Porque la Biblia no es un libro. Son 73. Puede que alguno de los 73 libros le resulte aburrido, pero alguno será interesante, entretenido e incluso hermoso, ¿no le parece? En la Biblia encontrará de todo: poesía amorosa, epopeyas, textos de los sabios, cuentos edificantes... ¡De todo!
-No me convence usted.
-No trato de convencerle. Pero me gustaría acabar con la cantinela de la que la Biblia es el libro más vendido pero menos leído del mundo, y menos aún comprendido. Hay mucha gente no creyente que, movida por un interés meramente cultural, se pone a leer el Corán, los upanishads o el Baghavad-Gita. ¿Por qué no la Biblia?
-Quizá porque todo lo que huele a Iglesia católica nos resulta antipático a los agnósticos y ateos...
-Puede ser. Pero la Biblia no "huele" sólo a Iglesia católica, sino a Cristianismo en general, y también a Judaísmo e Islam. Le sorprendería saber que tampoco el Corán se entiende sin la Biblia. Le guste o no le guste, éste es su milenario bagaje cultural. Y me parece poco sabio decidir ignorarlo.
-Pues, diga usted lo que diga, no pienso ponerme a leer la Biblia. Además, la verdad es que lo he intentado y no entiendo nada de nada. Dígame, ¿quién entiende las invectivas desaforadas de los profetas?
-Y dígame usted: ¿quién entiende la Divina Comedia, o la Eneida de Virgilio sin leer un buen comentario que ponga un poco de luz a los textos y los contextos? Está usted ante unos libros que se escribieron hace, como poco, dos mil años. ¿No querrá entenderlos como si se hubieran escrito ayer? Quizá sería conveniente que leyera algo sobre el posible trasfondo histórico en el que se escribieron, o sobre poética hebrea...
-¡Ve cómo no se puede leer la Biblia! ¡Demasiado esfuerzo de comprensión para tan poco provecho!
-Sobre el "provecho", nunca se sabe, amigo mío, nunca se sabe... Y respecto al esfuerzo, tiene usted toda la razón.
Al menos espero que los creyentes se decidan a hacer el esfuerzo. Ellos saben bien que el provecho está asegurado.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Leyendo el Ciclo de Abrahán (III)

Leemos juntos la Biblia
Génesis 12-25

La tierra que da Dios

Nos preguntamos ahora cómo presenta el narrador a Abrahán y a Lot en Gn 13, qué rango social tenían.


2 Abram era muy rico en ganado, plata y oro.
3 Caminando de acampada en acampada se dirigió desde el Négueb hasta Betel, hasta el lugar donde estuvo su tienda entre Betel y Ay, 4 el lugar donde había invocado Abram el nombre de Yahveh. 5 También Lot, que iba con Abram, tenía ovejas, vacadas y tiendas.


a Como vemos, ambos personajes no tienen precisamente una economía precaria. Tienen abundantes posesiones de rebaños, oro y plata, hasta que llega un momento en que no caben en el mismo lugar. Necesitan espacio para que sus rebaños pasten, y comienza a haber disputas entre los pastores del uno y del otro, posiblemente a causa del agua para abrevar el ganado, o a causa de los pastos. Ésta es la razón por la que Abrahán y Lot tienen que separarse.

Y es interesante caer en la cuenta del modo tan distinto como uno y otro se hacen con la tierra que será suya.Abraham le dice a Lot que elija tierra, a izquierda o derecha, donde quiera y dice el narrador:
“Lot levantó los ojos y vio toda la vega del Jordán, toda ella de regadío, como el jardín de Yahveh, como Egipto, hasta llegar a Soar. Eligió, pues, Lot, para sí toda la vega del Jordán...”

Hay una gran diferencia entre este modo de hacerse con la tierra, según el cual él toma la iniciativa de la elección, levanta los ojos, ve y elige, y el modo de Abraham, invitado por Dios a alzar los ojos, ver todo lo que Dios le va a dar, y recibir el don de Dios (vv. 14-17).
El narrador, de algún modo, nos está diciendo que el modo correcto de andar por la vida es teniendo como compañero a Dios, contando con él para nuestras empresas, dejándonos guiar por él. Lot eligió y se equivocó en la elección, puesto que ya el narrador dice sutilmente que Lot eligió una tierra toda ella de regadío, pero esto era antes de destruir Dios Sodoma y Gomorra.
Abrahán, por el contrario, acogió lo que le fue dado y prosperó.
De Lot no se dice que se acordara de Dios agradecidamente en ninguna ocasión. Abrahán, por el contrario, estaba en continua relación con Dios a cada paso que daba.

a En estas dos figuras contrapuestas vemos reflejado el salmo 127/126 cuyo resumen sería “todo lo que hacemos sin Dios se desvanece y no prospera; lo que él da tiene promesa de eternidad y crecimiento”:

Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

Lot “ha madrugado”, se ha anticipado a tomar posesión de una tierra que, aunque en apariencia es buena, resultará estar corrompida y abocada a la destrucción.
Abraham “duerme” y espera a que el Señor le construya su casa, su presente y su futuro. En este caso, Abrahán es modelo de creyente abandonado a lo que Dios dispone de él, receptivo a lo que Dios desea darle, sin preocupación, sin ansiedad, sin afanes, como quien se sabe en buenas manos.

A la luz de estos personajes, Lot y Abrahán, podríamos preguntarnos hoy cuál es nuestra actitud de fondo ante la vida: si es una actitud confiada, abandonada, llena de esperanza en un presente y un futuro en el que están presentes las promesas de un Dios que no abandona nunca, o, por el contrario, es una actitud ansiosa, impaciente, exigente y posesiva.
¿Miramos la realidad con los ojos que Dios nos da o con nuestra mirada tan limitada y tan obtusa?

a Charles Péguy, un autor espiritual, tiene un escrito precioso que hace referencia al salmo 127/26, que nos puede servir para meditar la actitud de abandono que Dios desea de nosotros.

“...Sé que se puede pedir al hombre mucho corazón, mucha caridad
y mucho sacrificio, y que tiene gran fe y gran caridad.
Pero lo que no hay manera de lograr es un poco de esperanza,
un poco de confianza, de reposo, de calma,
un poco de abandono en mis manos, de renuncia.

Porque Yo no he negado nunca el pan de cada día
al que se abandona en mis manos
como el bastón en la mano del caminante.
Me gusta el que se abandona en mis brazos
como el bebé que se ríe
y que no se ocupa de nada,
y ve el mundo a través de los ojos de su madre
y de su nodriza.

El que no duerme de preocupaciones es infiel a la esperanza,y ésta es la peor infidelidad.
Yo creo que podríais despreocuparos durante una noche
y que al día siguiente no encontraríais vuestros asuntos
demasiado estropeados;
a lo mejor, incluso, no los encontraríais mal,
y hasta quizá los encontrarais algo mejor.
Yo creo que soy capaz de conducirles un poquito.

Pero Yo os conozco, sois siempre iguales:
estáis dispuestos a ofrecerme grandes sacrificios
a condición de que vosotros los elijáis.
Preferís ofrecerme grandes sacrificios
a condición de que no sean los que yo os pido.
Sois así, os conozco.
Haríais todo por mí, excepto ese pequeño abandono
que es todo para mí
.

Por favor, sed como un hombre
que está en un barco sobre un río
y que no rema constantemente
sino que, a veces, se deja llevar por la corriente."

sábado, 13 de septiembre de 2008

Leyendo el Ciclo de Abrahán (II)

Leemos juntos la Biblia
Génesis 12-25



Abrahán, el antihéroe

Frente a la presentación de Abrahán como un hombre lleno de fe, en los vv. 10-20 de Gn 12 asistimos a un episodio un tanto escabroso, sobre el que nos sería más fácil “correr un tupido velo”, y no comentarlo (entre otras cosas porque podría herir la sensibilidad de alguno de nuestros lectores). Pero hay que hacerlo para caer en la cuenta de la fragilidad e ineptitud de las personas de las que Dios suele valerse para llevar a cabo sus planes.

Resulta que hay un gran hambre en Canaán y Abraham se ve obligado a bajar a Egipto en busca de alimento. Entonces le pide a su mujer que se haga pasar por su hermana, porque, al parecer, Saray era muy hermosa y Abraham teme por su vida. Es decir, a Abraham no le importa entregar a su esposa al faraón con tal de salvar su vida, poniendo no sólo a su mujer en peligro, sino también el plan de Dios, la promesa de la descendencia y el futuro prometido.
El narrador dice que ese faraón trató bien a Abrahán a causa de Sara, que fue llevada a palacio, entre las concubinas del faraón, y le dio ovejas, vacas, asnos, siervos, siervas, asnas y camellos. Pero Dios salió en defensa de Saray y atacó al faraón con grandes plagas.


El mensaje que este relato nos quiere transmitir es que el destino de Abrahán dependerá de la guía y protección de Dios, no de su inteligencia, ni de su virtud, ni de su heroísmo que, en este caso, brillaron por su ausencia.

La intervención de Dios para enderezar el entuerto de Abrahán es como una pedagogía divina para mostrarle a su elegido cómo debe caminar sin recurrir al fraude o buscando el propio beneficio. Abrahán es el padre de la fe de Israel pero nos consuela saber que también se equivocaba, tenía miedo, quería aferrarse a seguridades aunque fuera a costa de la propia honestidad y verdad... y que si no hubiera sido porque Dios cuidaba de él, no habría podido llegar a ser un verdadero creyente.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Leyendo el Ciclo de Abrahán (I)

Leemos juntos la Biblia
Génesis 12-25

La familia de Abrahán y Sara


27 Esta es la descendencia de Téraj:
Téraj fue padre de Abrám, Najor y Harán.
Harán fue padre de Lot, 28 y murió en Ur de los caldeos, su país natal, mientras Téraj, su padre, aún vivía. 29 Abrám y Najor se casaron. La esposa de Abrám se llamaba Saray, y la de Najor, Milcá. Esta era hija de Harán, el padre de Milcá y de Iscá.
30 Saray era estéril y no tenía hijos.
31 Téraj reunió a su hijo Abrám, a su nieto Lot, el hijo de Harán, y a su nuera Saray, la esposa de su hijo Abrám, y salieron todos juntos de Ur de los caldeos para dirigirse a Canaán. Pero cuando llegaron a Jarán, se establecieron allí. 32 Téraj vivió doscientos años, y murió en Jarán.


a En primer lugar, es interesante notar que la genealogía de Teraj es, como todas las de la Biblia, patriarcal, es decir, tiene en cuenta la descendencia por vía paterna. Ni siquiera se nos menciona el nombre de la madre de Abrahán ni el de la madre de Lot. Tampoco se nos dan noticias sobre ellas, por lo que hay que suponer que Teraj y Harán fueran viudos.
En segundo lugar, para poder seguir con la imaginación este relato, nos vendría muy bien tener delante un mapa donde situar a los personajes.
Decimos que Téraj y sus hijos procedían de la ciudad de Ur, en Caldea, más o menos donde está el actual Irak. Ur quedaría hacia el centro de Irak, cerca del río Eúfrates.
Esta familia era nómada, una familia de pastores, que se dispone a marchar desde Ur hasta Canaán, posiblemente en busca de mejores pastos para sus ganados. ¿Dónde encontramos Canaán? Se correspondería con la zona de Israel, Líbano, y la parte oeste de Siria y de Jordania.


¿Quiénes emprenden el camino? El cabeza de familia, Téraj, su hijo Abram, su nuera Saray, y su nieto Lot, que era huérfano de padre, como nos dice el relato.
En estos últimos versículos del capítulo 11 nos interesa resaltar lo siguiente: en ellos el narrador nos presenta a los protagonistas de la película que vamos a ver después: Abram, Saray y Lot. De estos protagonistas es curioso el único dato que subraya el narrador: “ Saray era estéril, sin hijos”
. Para la mujer israelita, no tener hijos era la mayor pobreza. Los hijos eran signo de la bendición de Dios. La esterilidad suponía una maldición. Y, para una sociedad que no cree aún en la vida eterna, la supervivencia o la perpetuación en la historia, en el futuro, o sea, el modo de no morir, era perpetuarse en los hijos. Una mujer sin hijos estaba abocada a desaparecer en la historia y a que no quedara rastro de ella.

¿Por qué el narrador tiene tanto interés en que los que escuchamos o leemos sepamos este dato de la esterilidad de Saray? Porque precisamente por esa carencia de Saray va a entrar Dios en la historia haciendo posible lo imposible, haciendo fecundo lo estéril y dando vida allí donde parece que sólo hay un vientre yermo.
En la Biblia aparecen muchas mujeres estériles a las que Dios va a elegir precisamente para ser madres de personajes importantes de la historia de Israel.
¿Qué significa esta esterilidad? Precisamente la incapacidad humana de generar cauces de salvación y el hecho de que sólo Dios puede hacerlo.


La llamada a salir y la bendición
Pero dejábamos a Abram, Saray y Lot en Jarán. Allí murió su padre, Teraj, y fue entonces cuando Abrahán escuchó de Dios la siguiente llamada y la siguiente bendición:

1 Yahveh dijo a Abram: "Sal de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré.
2 De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y sé tú una bendición. 3 Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra."
4 Salió, pues, Abram, como se lo había dicho Yahveh, y con él Salió Lot. Tenía Abram 75 años cuando salió de Jarán.

Nos encontramos en los primeros versículos del capítulo 12. Fijémonos en la llamada que Dios le hace a Abrahán: “Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré”.

“¡Sal!”. La propia tierra, el propio país, el círculo familiar, los amigos, las raíces de la infancia, los recuerdos, las costumbres, los lugares conocidos... constituyen a menudo toda nuestra seguridad. Y lo que Dios le pide a Abrahán es un éxodo de todo lo conocido hacia una tierra que aún no ha visto, sin ninguna garantía de éxito en esa empresa, o con la única garantía que da el fiarse de alguien que nos parece merecedor de tal confianza. Abrahán no ha visto su futura tierra, pero sale fiándose de la palabra del Señor. Sale como un ciego que camina a tiendas.
En un momento de oración que tuvimos hace años un grupo de compañeros de la universidad, una de nuestras compañeras, Mariola, hoy profesora de Biblia y escritora, compartió con nosotros una imagen muy bonita para decirnos cómo entendía ella la fe: la fe es como un bastón de ciego que no te permite asegurar más espacio delante de tus pies que el del próximo paso. Con el bastón, un ciego no puede apreciar dónde está el final de la calle, pero tampoco lo necesita. Sólo necesita saber dónde ha de dar el próximo paso. Así es la fe: nos conduce paso a paso a la espera de que Dios nos muestre gradualmente el camino.

El fundador de la Familia Paulina, el beato Santiago Alberione, decía que Dios enciende las luces poco a poco, no de golpe, y eso nos permite saber qué tenemos que hacer y adónde tenemos que ir hoy con una absoluta confianza, sin pretender que Dios nos desvele todo su proyecto cuando nosotros queremos, dejando el mañana en sus manos.
Pues eso es lo que sucede en la vida de Abrahán y Sara cuando Dios les pide que salgan de su tierra sin saber adónde habían de ir.

El versículo 2 contiene una bendición que a este matrimonio ya anciano y estéril le debía sonar un poco surrealista:
De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre; y sé tú una bendición”.
Para los semitas, se notaba que una persona había sido bendecida por Dios cuando vivía una larga vida, es decir, cuando moría anciano; cuando tenía riquezas y posesiones y cuando tenía muchos hijos. Desde ese punto de vista, la esterilidad era un signo de maldición o de olvido de Dios, y ahora resulta que a Abrahán se le hace la promesa de que será “una nación grande”, es decir, hay que tener esperanza en aún llegará una descendencia numerosa.

Por otra parte, es importante notar que esa bendición de Abrahán tiene una dimensión universal, es decir, la bendición no se le ha dado sólo a él y a su descendencia sino para que, en él, serán benditas todas las naciones de la tierra. En esto se apoyará san Pablo para decir que la promesa de la fe no fue sólo para el pueblo escogido sino para todos, judíos y paganos, los de cerca y los de lejos.
Así pues, Abrahán hace lo que Dios le dice: sale con toda su familia y sus posesiones y en todas las paradas que va haciendo, a medida que se desplaza del norte al sur del país, va erigiendo altares a Yahveh e invocando su nombre. Es decir, va sustituyendo el culto pagano de Canaán por el culto a Yahveh. En los versículos 4 al 9 se mencionan distintos lugares sagrados, como “la encina de Moré”, que debía de ser un antiguo santuario cananeo, tal y como se describe en el libro del Deuteronomio. Precisamente allí se produce un encuentro entre Dios y Abrahán en el que Dios ratifica su promesa de la tierra y la descendencia: “A tu descendencia he de dar esta tierra”.

miércoles, 27 de agosto de 2008

¿Leer la Biblia en un año?

Leemos juntos la Biblia
Génesis 1-12


El 9 de octubre de 2007, es decir, hace casi un año, proponía yo, en este mismo blog, leer la Biblia entera en un año, lo cual suponía leer una media de cuatro capítulos diarios.
Han ido transcurriendo los meses y, por mi parte, no he podido realizar mi deseo. Tan sólo he podido leer los textos diarios de la liturgia y algunos libros completos (pocos) que requería mi tarea lectiva.

Pero comenzamos nuevo curso y vuelvo a las andadas. ¡Otra vez la misma propuesta! ¿Alguien se apunta? Sólo que, en lugar de comenzar por los evangelios, vamos a comenzar por el principio, es decir, por el Génesis.
Para esta semana propongo leer los 12 primeros capítulos del Génesis, que abarcan la llamada historia de los orígenes (Génesis 1-11) y el comienzo de las historias de los patriarcas y matriarcas del pueblo de Israel.
Acompañando esa lectura, iré ofreciendo unas palabras de introducción general a las diversas secciones de los libros.

Al acercarnos a las figuras de Abrahán y Sara (Gn 11,27 y capítulos siguientes) os invito a contemplar a estos personajes como modelos de fe en el Dios de los imposibles. Si una imagen de Dios emana de esas páginas bíblicas es precisamente ésta.

___________________________________

Abrahán y Sara, modelos de creyente

El libro del Génesis, uno de los más conocidos del A.T., está formado por dos grandes partes:
- La primera está constituida por los 11 primeros capítulos y corresponde a la llamada “historia de los orígenes”.- Y la segunda, que va de los capítulos 12 al 50, abarca los ciclos de los patriarcas y matriarcas.

No vamos a hablar de los once primeros capítulos del Génesis, aunque sí podemos decir que introducen los relatos que siguen a continuación proporcionando un marco a los grandes protagonistas de estos relatos, que son Abrahán, Isaac, Jacob con sus respectivas mujeres, y José.
Si nos fijamos, el narrador de los primeros capítulos del Génesis es como un director de cine que coge su cámara y trata de preparar para nosotros un reportaje que abarque el universo entero y al ser humano en general. Es como si quisiera mostrarnos cómo está hecho el universo y cómo es el ser humano, cómo se comporta y cómo está llamado a vivir. Por supuesto, este director de cine es profundamente religioso y ve, en toda la creación, una huella de Dios y ve, en el ser humano, el sueño de Dios para la humanidad: cómo quería Dios que fuera nuestra vida y cómo la hacemos nosotros, desde nuestra libertad. Ahí entran los relatos de la creación, el paraíso, el pecado, la torre de Babel, el diluvio y Noé con sus hijos.
Pues bien, de este punto de partida universal, el enfoque de la cámara se va estrechando hasta centrarse en unos personajes particulares: en un clan cuyos antepasados fueron Noé y sus hijos, y del que va a nacer el primer gran padre del pueblo de Israel: Abrahán.

Una pregunta que solemos hacernos respecto a los patriarcas es si son personajes históricos o si sus historias son una serie de cuentos más o menos edificantes que un redactor ha coleccionado y unido en el libro del Génesis.

Lo primero que hay que decir es que no es fácil situar cronológicamente a Abrahán, pero hoy sabemos, por los datos de que disponemos, que podríamos situarlo en el período de la edad del Bronce Medio, entre el año 1900 y el 1600 a.C. ¿En qué se basan los estudiosos para fechar a estos personajes en este período? En datos como las fórmulas de los tratados y pactos o las leyes sobre herencias que tratan por igual a todos los hijos.
Es verdad que los materiales de esta época fueron reelaborados en tiempo de la monarquía, pero el sustrato antiguo de los relatos pertenece al siglo XX o XIX a. C.

Respecto a si son históricos o no estos relatos antiguos hay tres posturas entre los estudiosos:
- La primera defiende que todo lo que se nos cuenta en estas narraciones es histórico, incluso aunque haya contradicciones narrativas o cronológicas. Esta postura es la de quienes se empeñan en entender la Biblia literalmente.
- La segunda postura, que mantuvieron estudiosos de principios del siglo XX, es la de rechazar toda historicidad y sostener que los relatos son una simple ficción puesta al servicio de la teología de la historia. Es decir, los autores sagrados, recogiendo o creando leyendas y mitos tratarían de ofrecer, con ellos, un sentido de la historia y de la vida humana.
- Y la tercera postura, predominante hoy entre los estudiosos de la Biblia, es la que, sirviéndose de los descubrimientos arqueológicos de los últimos tiempos, reconoce un fondo histórico que trata de transmitirnos una verdad religiosa o teológica.
Que existe un fondo histórico es incuestionable, puesto que en miles de tablillas de arcilla que han ido apareciendo en lugares como Mari tenemos atestiguados los nombres de Abrahán, Sara y también costumbres semejantes a las que aparecen en el libro del Génesis.
Ahora bien, ¿fue todo tal y como nos cuentan estos relatos patriarcales? Probablemente, lo que tenemos ante nuestros ojos es una lectura idealizada de un antepasado en el que queremos resaltar una serie de cualidades. O quizá la historia de Abrahán y su familia sea la síntesis de la propia historia del pueblo, un pueblo al que le tocó salir para preservar su fe y su identidad y para ser portador de unas promesas para toda la humanidad.

En todo caso, sea Abrahán un personaje histórico en el sentido estricto de la palabra, o no, lo cierto es que es un modelo para los creyentes de todas las épocas y de tres de las grandes religiones monoteístas:- para el judaísmo ha sido “el padre” de la nación. Recordemos la discusión que tiene Jesús con los judíos en el capítulo 8 de Juan, cuando los judíos le dicen: “Nosotros tenemos por padre a Abrahán...”. El Dios en el que creen los judíos es el Dios de nuestros padres, Abrahán, Isaac y Jacob.
- para los musulmanes, es el “amigo de Dios”;
- para los cristianos, es el hombre de la fe por excelencia. De ello nos ha quedado un testimonio precioso en las cartas de San Pablo a los Gálatas y a los Romanos, y en la carta a los Hebreos.

El autor de la carta a los Hebreos, tratando de animar y alentar la esperanza de los cristianos perseguidos, en el capítulo 11 presenta una gran nube de testigos de la fe, que han resistido y han mantenido la confianza en Dios y su apuesta por Él en situaciones límite de tribulación, persecución o martirio. Pues bien, entre esa nube de testigos se encuentran Abrahán y Sara, modelos de fe al salir de su tierra, al creer que podrían engendrar siendo ancianos, y al entregar, finalmente, a su hijo amado sin entender, en absoluto, el aparente absurdo proyecto de Dios. Un absurdo que lo que pretende es mostrarnos lo ilimitado de la confianza de este padre y de esta madre de la fe. Consideremos, con atención, lo que el autor de la carta a los Hebreos dice de Abrahán y de Sara:


Por la fe, Abrahán, al ser llamado por Dios,
obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia,
y salió sin saber a dónde iba.
Por la fe, peregrinó por la Tierra Prometida como en tierra extraña,
habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob,
coherederos de las mismas promesas,
pues esperaba la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Por la fe, también Sara recibió, incluso fuera de la edad apropiada,
vigor para ser madre, pues tuvo como digno de fe al que se lo prometía.
Por lo cual, también de uno solo y ya gastado,
nacieron hijos, numerosos como las estrellas del cielo,
incontables como las orillas del mar.
Por la fe, Abrahán, sometido a prueba, presentó a Isaac como ofrenda,
y el que había recibido las ofrendas,
ofrecía a su unigénito, respecto del cual se le había dicho:
Por Isaac tendrás descendencia.
Pensaba que poderoso era Dios aun para resucitar de entre los muertos.
Por eso lo recobró, para que Isaac fuera también figura.”

Con esta pequeña introducción sobre el significado de la figura de Abrahán para los creyentes, comenzamos su ciclo en el capítulo 11,27 del libro del Génesis, en donde encontramos la genealogía de su padre Téraj.