"Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todo, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre" (Jn 10,29)
Padre, eres más grande que todo y que todos.
Más grande que nuestras dudas.
Más grande que nuestro escepticismo.
Más grande que nuestro miedo.
Más grande que nuestros errores.
Más grande que nuestro pecado.
Más grande que nuestro cansancio.
Más grande que nuestra infidelidad.
Más grande que nuestras pérdidas.
Más grande que nuestras traiciones.
Más grande que nuestras negaciones.
Más grande que nuestras rutinas.
Más grande que nuestro desaliento...
Tu amor es siempre más grande.
Tu abrazo es más grande.
Tu perdón es más grande.
Tu fortaleza es más grande.
Tu fidelidad es más grande.
Tu sí a nosotros es más grande
que nuestro no a ti.
Házmelo conocer íntimamente.
Házselo conocer a aquellos a quienes amo.
Haznos sentir profundamente
que nada ni nadie nos arrebatará de tu mano,
que nada nunca nos apartará de tu cuidado.
Gracias, Dios, que eres Amor.
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sábado, 20 de abril de 2013
jueves, 18 de abril de 2013
Yo soy el Buen Pastor
Lectura
orante de Juan 10,1-18.27-30
...............................................
1
«En
verdad, en verdad os digo: el que no entra por la
puerta en el redil de las ovejas,
sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; 2
pero
el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 3
A
éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus
ovejas las llama una por una y las saca fuera. 4
Cuando
ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le
siguen, porque conocen su voz.
5
Pero
no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños.»
6
Jesús
les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les
hablaba.
7
Entonces
Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo
soy la puerta de las ovejas.
8
Todos
los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero
las ovejas no les escucharon. 9
Yo
soy la puerta;
si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y
encontrará pasto. 10
El
ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo
he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.
11
Yo
soy el buen pastor.
El buen pastor da
su vida
por las ovejas. 12
Pero
el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve
venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en
ellas y las dispersa, 13
porque
es asalariado y no le importan nada las ovejas.
14
Yo
soy el buen pastor;
y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, 15
como
me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las
ovejas.
16
También
tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las
tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un
solo pastor.
17
Por
eso me ama el Padre, porque doy
mi vida,
para recobrarla de nuevo.
18
Nadie
me la quita; yo
la doy voluntariamente.
Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la
orden que he recibido de mi Padre.»
… 27
Mis
ovejas escuchan
mi voz; yo
las conozco
y ellas me
siguen.
28
Yo
les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará
de mi mano. 29
El
Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede
arrebatar nada de la mano del Padre. 30
Yo
y el Padre somos uno.»
CUANDO LEAS
El
capítulo 10 de Juan está dedicado a la figura de Jesús, buen
pastor. Se puede dividir en cuatro partes: un discurso alegórico
sobre el pastor y la puerta (vv.1-21); el testimonio de Je´sus como
buen pastor en relación al Padre (vv. 22-31); una controversia sobre
Jesús, hijo de Dios (vv.32-39) y un sumario conclusivo (vv. 40-42).
La
segunda parte (10,22-31) a la que pertenece el evangelio del domingo
IV de Pascua está ambientada en la
fiesta de la Dedicación del Templo
(Hanukkah, en hebreo), en la que los judíos recuerdan la nueva
consagración del altar y del templo profanados por el ejército
seleúcida entre los años 167 y 164 aC. A la reticente pregunta de
los judíos, Jesús responde indirectamente, remitiendo al testimonio
de sus obras y afirmando que su
verdadera identidad solo puede ser conocida por aquellos que están
abiertos a la fe.
Así pues, sin mencionar en ningún momento la palabra Mesías,
Jesús se identifica como tal, pero no en el sentido que ellos lo
entienden sino en cuanto Hijo
de Dios.
El
v. 27 es un resumen de los vv.3-4 y 14 del precedente discurso
alegórico, aplicado a los creyentes. Se insiste en la actitud de las
ovejas (los fieles) en relación con Jesús y la disposición del
pastor a favor de las ovejas. También el v. 28 retoma la imagen del
ladrón que va al rebaño solo para robar, matar y destruir (v.10) y
del lobo que hace presa de las ovejas aprovechando el descuido del
asalariado (vv. 12-13). Quien pone su fe en Jesús encontrará una
seguridad absoluta que ninguna otra protección humana es capaz de
ofrecer. En el v. 29 contemplamos al Padre en relación con las
ovejas y con Jesús. Ellas son el regalo de Dios a su Hijo. El mismo
Padre las mantiene seguras en su mano invencible, como Jesús. Y esto
porque “yo
y el Padre somos uno”
(v.30).
El
contexto siguiente muestra cómo los oyentes comprendieron que Jesús
hablaba de su divinidad, lo cual para ellos era una blasfemia. Por
eso, intentaban lapidarlo.
(Nuria
Calduch Benages, Misa Dominical 2013 / 06)
CUANDO
MEDITES
1.
Cuando Jesús se compara con “el
Pastor bueno”,
recoge una imagen que ya estaba presente en los profetas de Israel.
En Ez 34,1-16
aparecen los rasgos de Dios como pastor de su pueblo.
1
La palabra de
Yahveh me fue dirigida en estos términos: 2
Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza.
Dirás a los pastores: Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay
de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No
deben los pastores apacentar el rebaño?
3
Vosotros os habéis tomado la leche, os habéis vestido con la lana,
habéis sacrificado las ovejas más pingües; no habéis apacentado
el rebaño. 4
No habéis fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a la
enferma ni curado a la que estaba herida, no habéis tornado a la
descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado
con violencia y dureza. 5
Y ellas se han dispersado, por falta de pastor, y se han convertido
en presa de todas las fieras del campo; andan dispersas. 6
Mi rebaño anda errante por todos los montes y altos collados; mi
rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra, sin que
nadie se ocupe de él ni salga en su busca.
7
Por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh... 11
…aquí estoy yo; yo
mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él.
12
Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de
sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré
de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y
brumas.
13
Las sacaré de en medio de los pueblos, las reuniré de los países,
y las llevaré de nuevo a su suelo. Las pastorearé por los montes
de Israel, por los barrancos y por todos los poblados de esta tierra.
14
Las apacentaré en buenos pastos, y su majada estará en los montes
de la excelsa Israel. Allí reposarán en buena majada; y pacerán
pingües pastos por los montes de Israel. 15
Yo mismo apacentaré mis ovejas y yo las llevaré a reposar, oráculo
del Señor Yahveh. 16
Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la
herida, confortaré a la enferma; pero a la que está gorda y robusta
la exterminaré: las pastorearé con justicia.
¿Son
éstas tus actitudes hacia las personas que se te han entregado para
que las cuides, protejas, ayudes a crecer?
2.
Observa las veces que
aparece en el texto el verbo “escuchar”.
“Escuchar”
es el primer mandamiento de Israel, según Dt 6,4. Escuchar es
obedecer,
rendir la vida
a la voluntad del Dios al que se ama y que nos ama. La expresión
“escuchar la voz”,
en Juan, recuerda el Cantar
de los Cantares 5,2:
“Yo dormía, pero mi corazón velaba. La voz de mi amor...”; Cant
2,8: “¡La voz de
mi amado! He aquí que viene saltando por los montes...”.
La
esposa conoce la voz de su esposo, la anhela y goza con ella. En
Juan, el tema de la
voz es recurrente:
- Jn 3,29: El Bautista “se alegra mucho con la voz del novio”.
- Jn 5,37: “Vosotros no habéis oído nunca su voz”.
- Jn 18,38: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.
- Y, al final del evangelio, María Magdalena es prototipo de la verdadera discípula a la que Jesús conoce, llama por su nombre, y ella lo conoce, lo escucha y lo sigue.
¿Te
pones, cada día, a la escucha de la voz de Jesús
para que Él y su evangelio guíen tu vida, o sigues voces de
extraños? ¿Qué voz
tira más de ti y arrastra tus actitudes y comportamientos?
………………………………..
Era
invierno. Jesús andaba paseando por el pórtico de Salomón, una de
las galerías al aire libre, que rodeaban la gran explanada del
Templo. Este pórtico, en concreto, era un lugar muy frecuentado por
la gente pues, al parecer, estaba protegido contra el viento por una
muralla. Pronto, un grupo de judíos hacen corro alrededor de Jesús.
El diálogo es tenso. Los judíos lo acosan con sus preguntas. Jesús
les critica porque no aceptan su mensaje ni su actuación. En
concreto, les dice: "Vosotros
no creéis porque no sois de mis ovejas".
¿Qué significa esta metáfora?
Jesús
es muy claro: "Mis
ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco; ellas me siguen, y yo les
doy la vida eterna". Jesús
no fuerza a nadie. Él solamente llama. La decisión de seguirle
depende de cada uno de nosotros. Solo si le escuchamos y le seguimos,
establecemos con Jesús esa relación que lleva a la vida eterna.
Nada
hay tan decisivo para ser cristiano como tomar la decisión de vivir
como seguidores de Jesús. El
gran riesgo de los cristianos ha sido siempre pretender serlo, sin
seguir a Jesús.
De hecho, muchos de los que se han ido alejando de nuestras
comunidades son personas a las que nadie ha ayudado a tomar
la decisión de vivir siguiendo sus pasos.
Sin
embargo, ésa es la primera
decisión de un cristiano. La decisión que lo cambia todo,
porque es comenzar a
vivir de manera nueva la adhesión a Cristo y la pertenencia a la
Iglesia: encontrar,
por fin, el camino, la verdad, el sentido y la razón de la religión
cristiana.
Y
lo primero para tomar esa decisión es escuchar
su llamada. Nadie se
pone en camino tras los pasos de Jesús siguiendo su propia intuición
o sus deseos de vivir un ideal. Comenzamos a seguirle cuando nos
sentimos atraídos y
llamados por Cristo.
Por eso, la fe no consiste primordialmente en creer algo sobre
Jesús sino en creerle
a él.
Cuando
falta el seguimiento a Jesús, cuidado y reafirmado una y otra vez en
el propio corazón y en la comunidad creyente, nuestra fe corre
el riesgo de quedar reducida a una aceptación de creencias, una
práctica de obligaciones religiosas y una obediencia a la disciplina
de la Iglesia.
Es
fácil entonces instalarnos en la práctica religiosa, sin dejarnos
cuestionar por las llamadas que Jesús nos hace desde el evangelio
que escuchamos cada domingo. Jesús está dentro de esa
religión, pero no nos arrastra tras sus pasos. Sin darnos cuenta,
nos acostumbramos a vivir de manera rutinaria y repetitiva. Nos
falta la creatividad, la renovación y la alegría de quienes viven
esforzándose por seguir a Jesús.
(José
Antonio Pagola)
CUANDO
ORES
1. Oración:
Entrar por ti…
Buen
Pastor, dame escuchar tu voz todos los días,
que
tu voz resuene en mí, como música de fondo,
todos
mis instantes.
Dame
conocerte como soy conocida.
Dame
entrar en comunión contigo y con el Padre.
Dame
poner mis pies sobre tus pisadas
de
compasión y de amor.
Dame
pertenecerte enteramente.
Dame
ser una contigo, como Tú y el Padre sois uno.
Dame
entrar en tu humanidad rebosante de divinidad.
Dame
entrar en ti y contagiarme de tu modo de pensar,
sentir
y amar.
Dame
saber cuidar a quienes tú has puesto en mi vida.
Dame
ser puerta y puente y camino
para
que lleguen a ti,
y
para que sean felices
con
esa vida abundante que quieres regalar a todos.
Dame
entrar en ti y por ti hacia la vida verdadera.
2. Oración: Lo que quiero ser
Quiero
ser pastor que vele por los suyos;
árbol frondoso que dé sombra al cansado;
fuente donde beba el sediento.
Quiero ser canción que inunde los silencios;
libro que descubra horizontes remotos;
poema que deshiele un corazón frío;
papel donde se pueda escribir una historia.
Quiero ser risa en los espacios tristes,
y semilla que prende en el terreno yermo.
Ser carta de amor para el solitario,
y grito fuerte para el sordo…
Pastor, árbol o fuente,
canción, libro o poema…
Papel, risa, grito, carta, semilla…
Lo que tú quieras, lo que tú pidas,
lo que tú sueñes, Señor…
eso quiero ser.
árbol frondoso que dé sombra al cansado;
fuente donde beba el sediento.
Quiero ser canción que inunde los silencios;
libro que descubra horizontes remotos;
poema que deshiele un corazón frío;
papel donde se pueda escribir una historia.
Quiero ser risa en los espacios tristes,
y semilla que prende en el terreno yermo.
Ser carta de amor para el solitario,
y grito fuerte para el sordo…
Pastor, árbol o fuente,
canción, libro o poema…
Papel, risa, grito, carta, semilla…
Lo que tú quieras, lo que tú pidas,
lo que tú sueñes, Señor…
eso quiero ser.
(José Mª Rodríguez
Olaizola, sj)
- Canto:
El Señor es mi Pastor
El
Señor es mi Pastor, con Él nada me falta,
en
verdes praderas Él me hace recostar.
1.
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y
repara mis fuerzas.
Me
guía por sendero justo,
por
el honor de su nombre.
2.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada
temo porque Tú, Tú vas conmigo,
tu
vara y tu cayado
me
sosiegan.
3.
Preparas una mesa ante mí
enfrente
de mis enemigos
me
unges la cabeza con perfume
y
mi copa rebosa.
4.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos
los días de mi vida.
Y
habitaré en la casa del Señor
por
años sin término.
...............................................
miércoles, 10 de abril de 2013
Pedro, ¿me amas?
Lectura orante de Juan 21,1-19
De José Antonio Pagola:
Canto: Si conocieras
cómo te amo (Glenda)
Si conocieras cómo te amo, si conocieras cómo te amo,
dejarías de vivir sin amor.
Si conocieras cómo te amo, si conocieras cómo te amo,
dejarías de mendigar cualquier amor.
Si conocieras cómo te amo, cómo te amo
serías más feliz.
Si conocieras cómo te busco, si conocieras cómo te busco,
dejarías que te alcanzara mi voz.
Si conocieras cómo te busco, si conocieras cómo te busco,
dejarías que te hablara al corazón.
Si conocieras cómo te busco, cómo te busco,
escucharías más mi voz.
Si conocieras cómo te sueño, si conocieras cómo te sueño,
buscarías lo que lo
que espero de ti.
Si conocieras cómo te sueño, si conocieras cómo te sueño
buscarías lo que he pensado para ti.
Si conocieras cómo te sueño, cómo te sueño,
pensarías más en mí.
………………..
Oración para
disponer el corazón: Tú me salvas
No te cansas de mí,
aunque a ratos
ni yo mismo me soporto.
No te rindes,
aunque tanto
me alejo, te ignoro, me pierdo.
No desistes,
que yo soy necio,
pero tú eres tenaz.
No te desentiendes de mí,
porque tu amor
puede más que los motivos
Tenme paciencia,
tú que no desesperas,
que al creer en mí
me abres los ojos
y las alas…
aunque a ratos
ni yo mismo me soporto.
No te rindes,
aunque tanto
me alejo, te ignoro, me pierdo.
No desistes,
que yo soy necio,
pero tú eres tenaz.
No te desentiendes de mí,
porque tu amor
puede más que los motivos
Tenme paciencia,
tú que no desesperas,
que al creer en mí
me abres los ojos
y las alas…
(José María Olaizola,
sj)
Juan 21,1-19
1 Después de esto, se
manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se
manifestó de esta manera.
2 Estaban juntos Simón
Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de
Zebedeo y otros dos de sus discípulos.
3 Simón Pedro les
dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo.»
Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
4 Cuando ya amaneció,
estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
5 Les dice Jesús:
«Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No.»
6 El les dijo: «Echad
la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no
podían arrastrarla por la abundancia de peces.
7 El discípulo a quien
Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido - pues
estaba desnudo - y se lanzó al mar.
8 Los demás discípulos
vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho
de tierra, sino unos doscientos codos.
9 Nada más saltar a tierra,
ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan.
10 Les dice Jesús:
«Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.»
11 Subió Simón Pedro y
sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun
siendo tantos, no se rompió la red.
12 Jesús les dice:
«Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién
eres tú?», sabiendo que era el Señor.
13 Viene entonces
Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez.
14 Esta fue ya la
tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de
entre los muertos.
15 Después de haber
comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le
dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.»
16 Vuelve a decirle
por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes
que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.»
17 Le dice por tercera
vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase
por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes
que te quiero.» Le dice Jesús: "Apacienta mis ovejas."
18 "En verdad, en
verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero
cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará
adonde tú no quieras."
19 Con esto indicaba
la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió:
«Sígueme.»
CUANDO LEAS
- El capítulo 21, el último del
cuarto evangelio, fue añadido a modo de epílogo, después de una primera
conclusión (20,30-31), en una segunda edición del texto. Se trata de una
meditación sobre Cristo Resucitado que ilumina y dirige la misión evangelizadora
de la Iglesia en el mundo. La escena, ambientada en la orilla occidental del
lago de Genesaret, se compone de dos grandes cuadros: la aparición en el lago
(21,1-14) y un diálogo entre Jesús y Pedro (21,15-19) que, de hecho, continúa
hasta el v. 23.
El primer cuadro, a su vez, se
desarrolla en dos momentos: la pesca milagrosa (21,1-8), signo que revela la
presencia de Cristo Resucitado, y la comida que Jesús comparte con sus
discípulos en la orilla del lago (21,9-13). El v. 14 es una conclusión
redaccional que coordina esta aparición con las dos precedentes.
- La escena de la pesca empieza con
una introducción, donde se mencionan el lugar, los nombres de los personajes
(siete discípulos) y la ardua tardea a la que se dedicaban: la pesca. En el v.
4, irrumpe un personaje nuevo y desconocido que los discípulos no reconocen.
Esta característica, típica de las apariciones, quiere mostrar la diferencia
entre el Jesús “según la carne”, fácilmente identificable, y el Cristo “según
el Espíritu”, reconocible sólo por medio de la fe.
Pedro toma la iniciativa y
todos le siguen. Salen a pescar, pero después de bregar toda la noche por su
cuenta no consiguen nada. El desconocido insiste en que echen de nuevo la red
al mar. Obedecen por instinto a su palabra y de una sola redada pescan 153
peces grandes, es decir, una cantidad inimaginable de peces. “Sin mí no podéis
hacer nada”, les había dicho el Señor pocos días antes (15,5). El primero que lo
reconoce es el discípulo amado, mientras Pedro reacciona impulsivamente, como
siempre. Jesús les espera en la orilla con la comida preparada. Sus gestos
recuerdan los de la última cena.
En el diálogo entre Jesús y
Pedro, éste confiesa tres veces su amor al Señor, como reparación de su triple
negación, y el Señor le confiere el cuidado del rebaño, que sigue perteneciendo
en exclusiva al Señor: “apacienta mis corderos” (v. 15), “apacienta mis ovejas”
(v. 17).
(Nuria Calduch Benages, Misa
Dominical 2013 / 06)
CUANDO MEDITES
- “Simón Pedro le dice: ‘Me voy a pescar’… y aquella noche no cogieron
nada…”
Cuando Jesús llama a sus primeros
discípulos, pescadores de profesión, les dice que serán “pescadores de
hombres”… Su misión será adentrarse, con riesgo, con entusiasmo y con amor, en
el océano del mundo, de pueblos y culturas diversas, para atraer a todos hacia
Jesús y su evangelio. Pero cuando la tarea es realizada sin fe, sin esperanza,
en la noche, y sin Jesús, no hay resultado. “Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque
sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5). Las iniciativas y estrategias pastorales
más sofisticadas son frías, vacías y no transparentan a Dios si no arde en
ellas el amor a Dios… Así trabajaba Pablo, urgido por el amor de Cristo: “El amor de Cristo nos apremia…” (2
Cor 15,14).
¿Estás unida a Jesús como el
sarmiento a la vid, como la llama al fuego, como la ola al mar?
- “Estaba ya amaneciendo cuando se presentó Jesús…”
Jesús es la luz y está siempre en
nuestra orilla, siempre cerca… Todo (interrogantes, búsquedas, desencuentros,
encuentros, errores, aciertos, pérdidas, alegrías, esperanzas, miedos…), todo
queda iluminado por Él. Cuando Él está, es posible creer que es posible
comenzar de nuevo… Con Él todo es posible: recomenzar una tarea, un proyecto, unas relaciones...;
incluso, toda una vida… “Su luz nos hace ver la luz” (Sal 36, 10).
- “Pero los discípulos no sabían que era Jesús…”
María Magdalena confunde a Jesús
con un hortelano, y le reconoce cuando Él pronuncia su nombre; los discípulos de Emaús sólo lo reconocen cuando él parte el pan; Pedro y los otros seis discípulos
no saben que es Jesús, pero tienen la certeza cuando Él realiza un gesto
conocido, familiar... La sobreabundancia de la pesca les recordó la
sobreabundancia de los panes y los peces con los que se sació la gente… El
pescado en las brasas y el pan partido les recordó la comida eucarística… Son
los ojos del amor los que reconocen al Señor (“¡Es es Señor!”). El amor siempre llega antes y es el discípulo
amado el que lo reconoce… El mismo que reclinó su cabeza en el regazo de Jesús durante la última cena…
Quien se acerca a Él, quien ora, quien cultiva la intimidad con Él, va tejiendo
lazos cada vez más profundos de amor y amistad y recibe luz para reconocerlo
allí donde Jesús dijo que estaría... ¿Cómo cuidas tu intimidad con Jesús? ¿Dónde encuentras a
Dios?
- “Simón de Juan, ¿me amas?… Apacienta…”
Es conmovedora la escena,
conmovedora la pregunta… Simón había dicho tres veces: “no conozco a este
hombre”… Y ahora se le da la oportunidad de decirle: “Sí, te conozco, te
conozco, soy de los tuyos, y te amo”… Aún así, Pedro dice, humildemente, “te quiero”… Es una
forma de amar más pequeña…, menos gratuita, menos “perfecta”… pero es su forma de
amar. Después de haber prometido que moriría con Jesús y haber roto su promesa,
no se atreve a decir más… No lo dice con sus palabras. Lo dirá con su vida, con
su servicio, apacentando el rebaño con un amor hasta el extremo, cuando sea
crucificado como su Maestro. ¿Cómo es tu amor a Jesús, a los otros, a todo lo
real? ¿Cómo es tu servicio y tu cuidado de los otros? Recuerda: lo único
importante en la vida es el amor.
- “… cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te
llevará…”
Pedro estaba acostumbrado a ser
el líder, a tomar la iniciativa, a llevar la voz cantante… Jesús le habla de lo
importante que es, en la vida, acoger las pasividades, las pérdidas, los
descensos… En la vejez, aunque se ganan muchas cosas, se pierden otras muchas:
belleza, fuerza, facultades, relevancia social, capacidad de influencia, compañía… Es el momento, si
no se ha hecho antes, de aprender a dejarse conducir y guiar, como un niño… Es
el momento de abandonarse, incluso a lo que no se desea… ¿Cómo te dejas
conducir, sin resistencias, por el Viviente?
- "Sígueme"
Pedro había seguido a Jesús, durante la pasión, "de lejos"... Sus pensamientos y sentimientos no eran los de Jesús. No estaba dispuesto a la kénosis, al vaciamiento, al despojamiento, a hacerse nada... Pero, cuando confirma su amor a su Señor, es el momento del auténtico seguimiento hasta el final... ¿Eres verdadero discípulo de Jesús? ¿Pones tus pies sobre sus huellas? ¿Vives como vivió Él, piensas como pensó Él, sientes como sintió Él...?
………………………………..
En el epílogo del evangelio de Juan se recoge un relato del encuentro de Jesús
resucitado con sus discípulos a orillas del lago Galilea. Cuando se redacta,
los cristianos están viviendo momentos difíciles de prueba y persecución:
algunos reniegan de su fe. El narrador quiere reavivar la fe de sus lectores.
Se acerca la noche y los discípulos salen a pescar. No están los Doce.
El grupo se ha roto al ser crucificado su Maestro. Están de nuevo con las
barcas y las redes que habían dejado para seguir a Jesús. Todo ha terminado. De
nuevo están solos.
La pesca resulta un fracaso completo. El narrador lo subraya con fuerza:
"Salieron, se embarcaron y aquella noche no cogieron nada". Vuelven
con las redes vacías. ¿No es ésta la experiencia de no pocas comunidades
cristianas que ven cómo se debilitan sus fuerzas y su capacidad evangelizadora?
Con frecuencia, nuestros esfuerzos en medio de una sociedad indiferente
apenas obtienen resultados. También nosotros constatamos que nuestras redes
están vacías. Es fácil la tentación del desaliento y la desesperanza. ¿Cómo
sostener y reavivar nuestra fe?
En este contexto de fracaso, el relato dice que "estaba amaneciendo
cuando Jesús se presentó en la orilla". Sin embargo, los discípulos no lo
reconocen desde la barca. Tal vez es la distancia, tal vez la bruma del
amanecer, y, sobre todo, su corazón entristecido lo que les impide verlo. Jesús
está hablando con ellos, pero "no sabían que era Jesús".
¿No es éste uno de los efectos más perniciosos de la crisis religiosa
que estamos sufriendo? Preocupados por sobrevivir, constatando cada vez más
nuestra debilidad, no nos resulta fácil reconocer entre nosotros la presencia
de Jesús resucitado, que nos habla desde el Evangelio y nos alimenta en la
celebración de la cena eucarística.
Es el discípulo más querido por Jesús el primero que lo
reconoce:"¡Es el Señor!". No están solos. Todo puede empezar de
nuevo. Todo puede ser diferente. Con humildad pero con fe, Pedro reconocerá su
pecado y confesará su amor sincero a Jesús:"Señor, tú sabes que te
quiero". Los demás discípulos no pueden sentir otra cosa.
En nuestros grupos y comunidades cristianas necesitamos testigos de
Jesús. Creyentes que, con su vida y su palabra nos ayuden a descubrir en estos
momentos la presencia viva de Jesús en medio de nuestra experiencia de fracaso
y fragilidad. Los cristianos saldremos de esta crisis acrecentando nuestra
confianza en Jesús. Hoy no somos capaces de sospechar su fuerza para sacarnos
del desaliento y la desesperanza.
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CUANDO ORES
Oración: Lo que
quiero ser
Quiero ser pastor que vele por los suyos;
árbol frondoso que dé sombra al cansado;
fuente donde beba el sediento.
Quiero ser canción que inunde los silencios;
libro que descubra horizontes remotos;
poema que deshiele un corazón frío;
papel donde se pueda escribir una historia.
Quiero ser risa en los espacios tristes,
y semilla que prende en el terreno yermo.
Ser carta de amor para el solitario,
y grito fuerte para el sordo…
Pastor, árbol o fuente,
canción, libro o poema…
Papel, risa, grito, carta, semilla…
Lo que tú quieras, lo que tú pidas,
lo que tú sueñes, Señor…
eso quiero ser.
árbol frondoso que dé sombra al cansado;
fuente donde beba el sediento.
Quiero ser canción que inunde los silencios;
libro que descubra horizontes remotos;
poema que deshiele un corazón frío;
papel donde se pueda escribir una historia.
Quiero ser risa en los espacios tristes,
y semilla que prende en el terreno yermo.
Ser carta de amor para el solitario,
y grito fuerte para el sordo…
Pastor, árbol o fuente,
canción, libro o poema…
Papel, risa, grito, carta, semilla…
Lo que tú quieras, lo que tú pidas,
lo que tú sueñes, Señor…
eso quiero ser.
(José Mª Rodríguez Olaizola, sj)
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Canto: Yo quiero ser
tu servidor
1. Con lo que soy vengo
ante Ti,
mi vida está en tus manos,
tómala.
Tú sabes bien, Señor, que soy
obstáculo en tu obra,
sin méritos ni fuerzas.
Pero Tú me has querido asociar
por amor a tu labor,
y tenerme siempre junto a Ti,
siempre juntos, Tú y yo,
Señor.
YO QUIERO SER TU SERVIDOR ,
YO QUIERO SER TU SERVIDOR,
ESCLAVO QUE NO SABE
LO QUE HACER SIN SU SEÑOR.
YO QUIERO SER TU
SERVIDOR,
VIVIR TAN SÓLO DE TU AMOR,
SENTIR LA SED DE ALMAS
QUE ME INFUNDE TU CALOR.
2. Quieres contar con mi
labor,
pudiéndolo Tú todo y nada yo.
Mira, Señor, mi corazón
y enciende en él el fuego
que nace en tu presencia.
Pero tú...
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lunes, 8 de abril de 2013
Antes de que el gallo cante...
Lectura orante de Marcos 14,66-72
66 Mientras Pedro estaba abajo en el patio,
llega una criada del sumo sacerdote, 67 ve a Pedro calentándose, lo
mira fijamente y dice:
–También tú estabas con el Nazareno, con
Jesús.
68 Él lo negó diciendo:
–Ni sé ni entiendo lo que dices.
Salió fuera al zaguán y un gallo cantó. 69
La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
–Este es uno de ellos.
70 Pero él de nuevo lo negaba. Al poco rato,
también los presentes decían a Pedro:
–Seguro que eres uno de ellos, pues eres
galileo.
71 Pero él se puso a echar maldiciones y a
jurar:
No conozco a ese hombre del que habláis.
72 Y enseguida, por segunda vez, cantó el
gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que
el gallo cante dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.
CUANDO LEAS
- Date cuenta de cómo la escena se
imbrica en el relato evangélico haciendo referencia a pasajes anteriores
narrados por el evangelista:
Es continuación de lo dicho en
14,53-54: «Condujeron a
Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y
los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior
del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para
calentarse».
En ella se cumple lo anunciado
por Jesús en 14,30 (tras la cena y antes de llegar al huerto de los Olivos): «En verdad te digo que hoy, esta
misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres».
- Fíjate en cómo el evangelista
plantea un doble interrogatorio y en la diversidad de respuestas y actitudes:
Jesús es interrogado por el sumo
sacerdote, supuestamente en el piso de arriba, y su testimonio es afirmativo:
«¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito… Yo soy…» (14,61-62);
Pedro es interrogado por los
criados del sumo sacerdote «abajo, en el patio», y su testimonio es negativo.
- Repara en que se trata del «pecado» del
primero de los discípulos en ser llamado (1,16) y del primero del grupo de los
Doce (3,16), el que había confesado a Jesús en Cesarea como el Mesías (8,29), pero
también el mismo del cual el evangelista dice durante la transfiguración: «No
sabía lo que decía» (9,6) (aquí Pedro no dice lo que sabe).
- Observa la graduación in crescendo en la reacción de Pedro: primero se desentiende, luego
niega y finalmente maldice y jura. (Jesús podría hacer suyos en este momento
los sentimientos de Job: «Mis hermanos se alejan de mí, mis conocidos me
abandonan», Job 19,13.) Pedro, que ha empezado la escena «abajo», efectivamente
ha tocado fondo.
- Date cuenta de que, en este evangelio, la
triple negación de Pedro no encuentra la correspondiente triple afirmación del
amor de Pedro a Jesús (y el consiguiente triple encargo de la tarea de
apacentar el rebaño, cf. Jn 21,15-18).
- Fíjate que, en la primera
negación, Pedro niega a la criada que estuviera con Jesús. Pero es precisamente
para eso para lo que Jesús llama a los Doce: «Instituyó a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14).
- «Los presentes» (vv. 69-70) son los criados
de la casa del sumo sacerdote, que aparecen al final del episodio anterior
(enlazando así con este). Deducen que Pedro es del grupo de
Jesús
porque también es galileo, probablemente debido a diferencias entre el arameo
hablado en Judea y en Galilea.
- Observa que, en la tercera
negación, la respuesta de Pedro: «No conozco a ese hombre del que habláis», recuerda en cierto modo la
que da Adán a Dios en el Edén: «La mujer que me diste por compañera me ofreció
el fruto del árbol, y comí» (Gn 3,12): en ninguna de las dos hay mención de
nombre propio (Jesús o Eva) y sí un intento de zafarse de la propia
responsabilidad.
CUANDO MEDITES
- Piensa en el doble interrogatorio
que plantea la escena. También a nosotros se nos ofrece muchas veces la
oportunidad de dar testimonio de Jesús. ¿Qué decimos en esas ocasiones?
¿Sabemos decir con valentía (aunque sin prepotencia) que Jesús es el Mesías, el
Hijo de Bendito, o, por el contrario, afirmamos no conocer a «ese hombre»? ¿De
qué forma afirmamos o negamos?
- Medita en el hecho de que hasta
el a veces llamado «príncipe de los apóstoles» es capaz de renegar de Jesús.
Eso significa que todos nosotros, naturalmente, lo hacemos también (y aquí no
vale consolarse con lo de «mal de muchos…»). Más bien habría que recapacitar en
nuestra adhesión a Cristo y en los motivos y ocasiones de nuestras negaciones.
- Reflexiona sobre el hecho de que,
como señala el evangelista Juan, Jesús resucitado confía precisamente a ese
discípulo que le ha negado la tarea de apacentar su rebaño (porque el rebaño es
y seguirá siendo siempre suyo). ¿Somos conscientes de que, en cierta medida, en
Pedro estamos representados todos, que somos acogidos a pesar de nuestras
negaciones?
CUANDO ORES
- Pide al Señor que no nos suelte
de su mano y, tal como pedimos cuando rezamos el Padrenuestro, no nos deje caer
en la tentación de negar a su Hijo (por comodidad, por cobardía…) y lleguemos
así a lo más bajo que puede caer un discípulo de Jesús.
- Da gracias a Dios porque, al
igual que a los Doce, el Señor Jesús nos ha elegido también a nosotros y nos sigue
llamando para «estar con él». Y eso a pesar de todas nuestras debilidades y
pecados.
- Alaba a Dios por Jesús, que ha
venido para salvar al mundo, no a condenarlo, y cuya vida entregada por
nosotros nos alcanza una vida abundante y plena.
El canto del gallo ha servido siempre como anunciador del día que
viene, es decir, como despertador. Por eso vamos a terminar nuestra oración con
la recitación del Salmo 51, verdadero despertador de nuestra conciencia de
pecado y, por tanto, el primer paso de nuestra conversión (aunque estemos en
Pascua).
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Autor: Pedro Barrado, equipo de Lectio Divina de la UPComillas
viernes, 5 de abril de 2013
¡Señor mío y Dios mío!
Lectura
orante de Juan 20,19-31
26Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». 27Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». 28Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». 29Le dice Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».
30Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. 31Éstas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
……………………..
Oración para disponer el corazón
Señor Resucitado, Vida de todas las vidas,
aliento que pone en pie
mis rodillas vacilantes,
Luz que penetra y transfigura
mi corazón adormecido e incapaz de sorprenderse:
sacude los cimientos de mi casa cerrada
con la Buena Noticia de tu Resurrección,
atisba los resquicios de mi débil esperanza,
y entra sin permiso,
y lléname de Luz.
Que no te extrañen mis dudas, Señor,
que no te decepcione mi miedo.
Muchas son las voces que dicen que estás muerto.
Muchas son las voces que preguntan ¿dónde está tu
Dios?
Pero tú, Señor, dime una palabra, tan sólo una palabra,
y mis oídos sordos se abrirán,
exhala sobre mí el aliento de tu Espíritu Divino,
y mi lengua muda cantará,
dame paz y la alegría que nadie puede quitarnos
y los cerrojos de mis puertas saltarán.
Mi vida quedará abierta a tu Vida,
mi boca, a ser anuncio y palabra,
mis manos serán evangelio que trabaja y que sirve,
para que muchos, creyendo,
tengan vida en tu Nombre.
Juan
20,19-31
19 Al
atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La
paz con vosotros». 20Dicho esto, les mostró las manos y el
costado. Los discípulos se alegraron
de ver al Señor. 21Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros.
Como el Padre me envió, también yo os
envío». 22Dicho esto, sopló
sobre ellos y les dijo: «Recibid el
Espíritu Santo. 23A quienes perdonéis
los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos».
24Tomás, uno
de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los
otros discípulos le decían: «Hemos visto
al Señor». 25Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no
creeré».
26Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». 27Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». 28Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». 29Le dice Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».
30Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. 31Éstas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
CUANDO LEAS
El
evangelio de este domingo está dividido en tres partes: a) La aparición del Señor Resucitado a los
discípulos, al anochecer del día primero de la semana; b) la aparición, ocho
días después, estando Tomás; c) el primer epílogo del evangelio de Juan.
Para
nuestra lectio divina hemos seleccionado la primera y la tercera parte.
Fíjate en el marco espacio-temporal de la escena.
Todo sucede “ya anochecido”, tras la
puesta de sol. La noche (y, junto a ella, la oscuridad, la tiniebla, la
ceguera) tiene, en Juan, un sentido profundamente metafórico. Alude a la falta
de fe, a la desorientación, a la incapacidad de comprensión. Nicodemo acude a
Jesús de noche (3,2); María Magdalena va a buscar a Jesús al sepulcro al
amanecer, pero “cuando todavía estaba oscuro” (20,1). La oscuridad de la noche
habla de la oscuridad del interior de una mujer que va a buscar al Viviente a
un sepulcro, y que, al encontrarlo vacío, llora sin consuelo porque “le han
quitado al Señor”.
Observa los personajes: Los discípulos: a pesar del testimonio de María Magdalena, los
discípulos no creyeron. Para creer, no basta el anuncio. Es precisa la
experiencia personal del Resucitado. Los discípulos están escondidos,
atemorizados, sin valor ni libertad para pronunciarse públicamente a favor del
injustamente condenado. Y esto es así “por miedo a los judíos”. Esta expresión ya había aparecido
tres veces en el evangelio: en 7,13,
donde el temor impedía a la multitud hablar abiertamente de Jesús; en 9,22, cuando los padres del ciego rehúsan, por miedo a
la expulsión de la sinagoga, responder a los judíos sobre el modo como su hijo
ha recobrado la vista, por miedo, y en 19,38, donde el miedo hacía de José de Arimatea un
discípulo clandestino.
Jesús: Lo que ocupa el centro de la comunidad es el
miedo. Pero Jesús entra en este espacio cerrado y oscuro, se pone en
medio, les desea la paz y disuelve su miedo. Él penetra la densa tiniebla
que envolvía a los discípulos porque, como dice el salmo 139,12: “ninguna
tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día”. No es la
primera vez que lo hace. En su discurso de despedida, les da su paz, “no
como la da el mundo” (Jn 14,27). Les dice muchas cosas “para que tengáis
paz en mí: en el mundo tendréis tribulación, pero ¡ánimo!, yo he vencido al
mundo” (16,33). Sin embargo, los discípulos se han olvidado de la palabra
de Jesús y han perdido la paz a causa del miedo, y Jesús vuelve como lo había prometido (14,19)
para confirmarles en ella.
El suyo es el saludo de quien ha vencido al mundo y la muerte.
Jesús
les muestra las manos y el costado, las señales de su amor hasta el extremo, los
signos de su crucifixión. El Resucitado es el mismo que murió en la cruz. Si
los discípulos tenían miedo de la muerte que podían infligirles los judíos,
ahora ven que nadie puede quitarles la vida que él les comunica. La mención del
costado prepara el don del Espíritu (20,22), simbolizado por el agua que salió
de Él (19,34).
La
reacción de los discípulos es la alegría, una alegría que nadie les podrá quitar (16,22), la
misma alegría que, tras los dolores de parto, siente una mujer cuando tiene al
niño entre sus brazos (16,21), la misma alegría del sembrador cuando recoge la
cosecha tras la fatiga de la siembra (Sal 126,6), la misma alegría que da saber
que el grano de trigo no se pudre inútilmente, sino que da mucho fruto (Jn 12,24).
El
primer saludo de paz quiere quitar el miedo a la persecución y a la muerte. El
segundo, quiere llenar de valentía y libertad para el envío. La misión de los discípulos es la misma que la de
Jesús: realizar las obras del que lo envió (9,4), producir mucho fruto, unidos
a Él (15,5) y amar hasta el extremo como amó el Resucitado, que ahora nos
enseña las manos y el costado, signos de su amor.
Jesús
sopla sobre ellos y les infunde el Espíritu. Esta acción está en conexión con las palabras de
envío. Al darles el Espíritu, Jesús les capacita para la misión. El verbo usado
por Juan se encuentra en Gn 2,7: sugiere que el Espíritu re-crea a los creyentes, una recreación según la cual nos
llamamos y somos hijos de Dios (1 Jn 3,1) y ya no vamos a olvidar la palabra de
Jesús, porque el Espíritu la escribirá, no en tablas de piedra, sino en los
corazones (Jn 14,16.26; cf. Jr 31, 33-34).
el
primer epílogo del evangelio
de Juan, en los vv. 30-31: la finalidad del evangelio es que, creyendo, todos
tengan vida en su Nombre. El evangelio no
está escrito para estudiarlo, aprenderlo de memoria, investigarlo... sino para
suscitar la fe y comunicar la Vida en abundancia de Jesús. Si no hace esto, es
letra muerta que no sirve para nada. Considera lo que Jesús dice a los judíos: “Vosotros
escudriñáis las Escrituras ya que creéis tener en ellas vida eterna; pero ellas
dan testimonio de mí, y vosotros no queréis venir a mí para tener vida” (Jn
5,39-40).
CUANDO MEDITES
El hombre moderno ha aprendido a dudar. Es propio del espíritu de
nuestros tiempos cuestionarlo todo para progresar en conocimiento científico.
En este clima, la fe queda con
frecuencia desacreditada. El ser humano va caminando por la vida lleno de
incertidumbres y dudas. Por eso, todos
sintonizamos sin dificultad con la reacción de Tomás, cuando los otros
discípulos le comunican que, estando él ausente, han tenido una experiencia
sorprendente: "Hemos visto al Señor". Tomás podría ser un
hombre de nuestros días. Su respuesta es clara: "Si no lo veo...no lo creo".
Su actitud es comprensible. Tomás no dice que
sus compañeros están mintiendo o que están engañados. Solo afirma que su testimonio no le basta para adherirse a su fe. Él
necesita vivir su propia experiencia. Y Jesús no se lo reprochará en ningún
momento.
Tomás ha podido expresar sus dudas dentro de
grupo de discípulos. Al parecer, no se han escandalizado. No lo han echado
fuera del grupo. Tampoco ellos han
creído a las mujeres cuando les han anunciado que han visto a Jesús
resucitado. El episodio de Tomás deja
entrever el largo camino que tuvieron que recorrer en el pequeño grupo de
discípulos hasta llegar a la fe en Cristo resucitado.
Las comunidades cristianas deberían ser en
nuestros días un espacio de diálogo donde
pudiéramos compartir honestamente las dudas, los interrogantes y búsquedas de
los creyentes de hoy. No todos vivimos en nuestro interior la misma
experiencia. Para crecer en la fe necesitamos el estímulo y el diálogo con
otros que comparten nuestra misma inquietud.
Pero nada
puede remplazar a la experiencia de un contacto personal con Cristo en lo hondo
de la propia conciencia. Según el relato evangélico, a los ocho días se
presenta de nuevo Jesús. No critica a Tomás sus dudas. Su resistencia a
creer revela su honestidad.
Jesús le muestra sus heridas. No son
"pruebas" de la resurrección, sino "signos" de su amor y entrega hasta la muerte. Por eso,
le invita a profundizar en sus dudas con confianza: "No seas incrédulo, sino creyente". Tomas renuncia a verificar
nada. Ya no siente necesidad de pruebas. Solo sabe que Jesús lo ama y le invita
a confiar: "Señor mío y Dios
mío".
Un día los cristianos descubriremos que muchas de nuestras dudas, vividas de manera
sana, sin perder el contacto con Jesús y la comunidad, nos pueden rescatar de
una fe superficial que se contenta con repetir fórmulas, para estimularnos
a crecer en amor y en confianza en Jesús, ese Misterio de Dios encarnado que
constituye el núcleo de nuestra fe.
(José
Antonio Pagola)
CUANDO ORES
Oración: Como Tomás
Como
Tomás…
también
dudo y pido pruebas.
También
creo en lo que veo.
Quiero
gestos. Tengo miedo.
Solicito
garantías.
Pongo
mucha cabeza y poco corazón.
Pregunto,
aunque el corazón me dice: “Él vive”.
No
me lanzo al camino sin saber a dónde va.
Quítame
el miedo y el cálculo.
Quítame
la zozobra y la lógica.
Quítame
el gesto y la exigencia.
Dame
tu espíritu, y que al descubrirte,
en
el rostro y el hermano,
susurre,
ya convertido:
“Señor
mío y Dios mío”.
(José Mª Rodríguez
Olaizola, sj)
………………………………………..
Oración: Todo esto deseo
Que
mi oído esté atento a tus susurros.
Que
el ruido cotidiano no tape tu voz.
Que
te encuentre, y te reconozca y te siga.
Que
en mi vida brille tu luz.
Que
mis manos estén abiertas para dar y proteger.
Que
mi corazón tiemble con cada hombre y mujer que padecen.
Que
acierte para encontrar un lugar en tu mundo.
Que
mi vida no sea estéril.
Que
deje un recuerdo cálido en la gente que encuentre.
Que
sepa hablar de paz, imaginar la paz, construir la paz.
Que
ame, aunque a veces duela.
Que
distinga en el horizonte las señales de tu obra.
Todo
esto deseo, todo esto te pido, todo esto te ofrezco,
Padre.
(José Mª Rodríguez
Olaizola, sj)
....................
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