viernes, 29 de octubre de 2010

Vengo a Ti, mi Señor

Vengo a Ti, un canto para orar:




    RE        SOL LA  RE
1. Vengo aquí, mi Señor,
                                     LA
a olvidar las prisas de mi vida.
SOL                        sim
Ahora sólo importas Tú.
SOL    mi           LA
Dale tu paz a mi alma.

2. Vengo aquí, mi Señor,
a que en mí lo transformes todo en nuevo.
Ahora sólo importas Tú.
Dale tu paz a mi alma.

3. Vengo aquí, mi Señor,
a pedir que me enseñes tu proyecto.
Ahora sólo importas Tú.
Dale tu paz a mi alma.

4. Vengo aquí, mi Señor,
a adentrarme en tu paz que me serena.
Ahora sólo importas Tú.
Dale tu paz a mi alma.


Nota: El original reza: "Vengo aquí...".

viernes, 22 de octubre de 2010

El fariseo y el publicano: dos actitudes existenciales

Lectio Divina del Domingo XXX del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Lucas 18,9-14: El fariseo y el publicano, dos actitudes existenciales


1. Oración para disponer el corazón

Aquí estoy, Señor y Maestro mío.
Soy toda oídos para Ti.
Soy toda escucha y deseo de acoger.
Soy pura indigencia que se acerca al Dador de todo bien.

Soy alma, respiro frágil
que necesita ser alentado y sostenido.
Soy cuerpo, manos que desean ayudar,
voz que desea sanar,
ojos que quieren mirar con ternura,
pies que suplican andar
por el único camino de la compasión y del servicio.

Convierte Tú, Señor, mi súplica y mi deseo
en mi verdad más profunda.


2. Leemos: Lucas 18,9-14

En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola por algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás:
- Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era un fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo".
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh, Dios!, ten compasión de este pecador".

Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.

3. Cuando leas:


Continuamos con el capítulo 18 del evangelio de Lucas: más enseñanzas sobre la oración y, sobre todo, acerca de la vida. Si la semana pasada veíamos, a través de la parábola de la viuda obstinada, que la oración debe ser perseverante, hoy vemos que también ha de ser humilde. Pero, claro, alguien no puede orar humildemente si no es una persona humilde. Por ello, aunque la parábola se refiere al modo de orar soberbio o humilde de dos personajes, en realidad, el pasaje completo se refiere a la humildad como actitud existencial profunda que afecta a nuestro modo de andar por la vida.

Por eso, los destinatarios de la parábola no son algunos que "cuando iban a orar alardeaban de sus buenas obras y despreciaban a los demás", sino a "algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás". La parábola es sólo un ejemplo de esa actitud altanera.

En la parábola aparece dos personajes contrapuestos: un fariseo y un publicano.
El fariseo pertenece a una secta judía caracterizada por el estricto cumplimiento de la ley. Jesús no critica ese cumplimiento. Incluso puede resultar loable que alguien ayune dos veces por semana y comparta el diezmo de todo lo que tiene con otras personas. ¿Quién de nosotros da a los pobres el 10% de lo que gana?...
Estamos de acuerdo, por tanto, en que algunas prácticas de los fariseos eran ejemplares y no hay nada que objetar al respecto. Lo que a Jesús le parece reprobable es que el fariseo se creyera mejor que los demás y sintiera desprecio por los que no eran como él.

El publicano, por su parte, pertenecía a un colectivo mal visto en época de Jesús: se consideraban "colaboracionistas" con el poder invasor romano. Cobraban impuestos y aduanas y, a menudo, caían en corruptelas para enriquecerse a costa de los demás. Pero Jesús viene a decir en la parábola: "¿Y tú qué sabes, realmente, de este publicano? Contra toda apariencia, este hombre despiadado puede sentir un profundo arrepentimiento, puede cambiar, puede estar más cerca de Dios que tú".

La parábola concluye de una manera sorprendente: el cumplidor se ha ido del templo como estaba, sin encontrarse con Dios ni experimentar ningún roce de la misericordia divina en su interior, mientras que el pecador ha experimentado un cambio. A éste sí que le ha tocado la bondad de Dios.
Y una segunda conclusión: el que se enaltece es humillado y el que se humilla es enaltecido. Un mensaje que ya encontrábamos en el Magnificat de María, al comienzo del evangelio, y que será una constante en el mensaje de Jesús.

A estas conclusiones explícitas, presentes en el pasaje de hoy, yo añadiría otra: no compararnos con nadie, no juzgar, no despreciar. Realmente nunca conocemos el interior del otro.

4. Cuando medites
- ¿Dónde me sitúo, en esta parábola? ¿Me veo reflejado en el fariseo o en el publicano?
- A nadie le gusta reconocerse en el fariseo. Está claro que todo buen cristiano ni presume de dus obras ni desprecia a los demás. Y yo... creo que soy medianamente buen cristiano... Pero, ¿nunca te descubres juzgando a los demás para mal...?
- Medita este cuento que recoge Anthony de Mello en "El canto del pájaro":

De camino hacia su monasterio, dos monjes budistas se encontraron con una bellísima mujer a la orilla de un río. Al quiel que ellos, quería ella cruzar el río, pero éste bajaba demasiado crecido. De modo que uno de los monjes se la echó a la espalda y la pasó a la otra orilla.
El otro monje estaba absolutamente escandalizado y por espacio de dos horas estuvo censurando su negligencia en la observancia de la Santa Regla: ¿Había olvidado que era un monje? ¿Cómo se había atrevido a tocar a una mujer y a transportarla al otro lado del río? ¿Qué diría la gente? ¿No había desacreditado la Santa Religión? etc...
El acusado escuchó pacientemente el interminable sermón. Y al final estalló: "Hermano, yo he dejado a aquella mujer en el río. ¿Eres tú quien la lleva ahora?".

5. Cuando ores


1) Da gracias a Dios por la salvación que sólo Él nos regala, y pídele que te enseñe a vivir y a orar en la humildad.
2) Escucha, en actitud orante, el canto "No juzgues", de Glenda. 

jueves, 21 de octubre de 2010

Mantenemos la luz encendida

¿Qué sentido tiene que yo esté aquí, en esta iglesia, a la intempestiva hora de comer, para dedicar una hora y media a la oración? ¿No da igual otra hora? ¿No da igual otro lugar más próximo y, por qué no decirlo, más cómodo?
Mi presencia aquí, y la de una docena de personas a lo largo del día, es un signo que desaparecería si cada cual rezara en su hora preferida y en lugares dispersos.
Nuestra presencia aquí, ante el Señor Eucarístico, tiene un valor de signo y de memoria. Somos signo de que que la Iglesia ora ininterrumpidamente en todos sus miembros, en cada instante de las veinticuatro horas del día, en todos los rincones del mundo. Somos memoria de que el centro de nuestra comunidad cristiana es el Señor Jesús. Somos memoria de que su forma de vivir puede expresarse simplemente en un trozo de pan partido para dar de comer a todos. Somos signo de que Él es nuestro Maestro y nos llama a una cita para aprender de Él y para recibir sabiduría, luz, fuerza, amor, esperanza... en este rato que estamos junto a Él conscientemente.

En lugar de contemplar sólo el Pan eucarístico expuesto en una demasiado vistosa custodia dorada, le miro a Él sentado en la silla de Maestro enseñándonos el Evangelio. Jesús Vivo y Resucitado está realmente presente en ese frágil Pan como Maestro.


El grupo de personas que sostiene la adoración todos los jueves en Santa Teresa representa a toda la comunidad que adora a su Señor y es sostenida por Él. Y representa a la Iglesia orante, que intercede por toda la humanidad.
Imagino la parroquia como un foco que, en medio de nuestro barrio y de la ciudad, irradia una luz muy blanca y llena de energía, de bendición, de gracia (que es el amor salvador de Dios derramado sobre todo y sobre todos).
Cuando la comunidad adora a su Señor en la Eucaristía, el templo se convierte en un faro encendido parecido al que sirve de guía a los pescadores para que lleguen, seguros, a puerto.
Y cada uno, mientras adora, es como un farero encargado de mantener la luz encendida para que todos los navegantes tengan una travesía feliz.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Le daré una piedrecita blanca y, en ella, un nombre nuevo

Lectio divina de Apocalipsis 2,12-19
Cartas a las Iglesia de Pérgamo y Tiatira


2,12 Al ángel de la Iglesia de Pérgamo escríbele: Esto dice el que tiene la espada afilada de doble filo. 13Sé dónde habitas, dónde tiene su trono Satanás.

Mantienes mi nombre sin renegar de mí, ni siquiera cuando Antipas, mi testigo fiel, fue asesinado en vuestra ciudad, donde habita Satanás. 14Pero tengo algo contra ti: que toleras allí a los que profesan la doctrina de Balaam, que indujo a Balac a poner un tropiezo a los israelitas haciéndolos comer víctimas idolátricas y fornicar. 15Lo mismo tú toleras a los que profesan la doctrina de los Nicolaítas. 16Arrepiéntete; de lo contrario, iré pronto allá para luchar contra ellos con la espada de mi boca. 17Quien tenga oídos que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias: Al vencedor le daré del maná escondido, le daré una piedra blanca y grabado en ella un nombre nuevo que sólo conoce el que lo recibe.
18Al ángel de la Iglesia de Tiatira escríbele: Esto dice el Hijo de Dios, el que tiene los ojos como llamas de fuego y los piés como bronce bruñido: 19Conozco tus obras: tu amor y tu fe, tu paciencia y tu honradez, tus obras recientes, mejores que las precedentes. 20Pero tengo contra ti que toleras a Jezabel, que se declara profetisa y engaña a mis siervos enseñándolos a fornicar y comer víctimas idolátricas. 21Le he dado tiempo para que se arrepienta, y no quiere arrepentirse de su fornicación. 22Mira, a ella la arrojaré a un camastro y a los que fornicaron con ella, si no se arrepienten de su conducta, les enviaré sufrimientos terribles. 23Daré muerte a sus hijos, y sabrán todas las Iglesias que soy yo quien examina entrañas y corazones, para pagaros a cada uno según vuestras obras. 24A los demás de Tiatira os digo que si no habéis aceptado esa doctrina ni aprendido los supuestos arcanos de Satanás, no os impondré otra carga. 25Basta que conservéis lo que ya tenéis hasta que yo vuelva. 26Al que venza y cumpla mis instrucciones hasta el final le daré poder sobre las naciones: 27los apacentará con vara de hierro, los quebrará como cacharros de loza 28-es el poder que recibí de mi Padre-; y le daré la estrella matutina. 29 Quien tenga oídos, escuche lo que dice el Espíritu a las Iglesias.”

CUANDO LEAS

No olvidar que en estas dos cartas se repiten las notas del conjunto: la presencia de Cristo en su interpelación eclesial, el Señor conoce a la Iglesia, la anima y consuela. Sus ojos son llama de fuego. Invitación a la conversión. La Iglesia universal se hace presente en cada Iglesia local o particular. Presencia del Espíritu que habla a las Iglesias. El Señor alienta a la Iglesia que sufre inmersa en la tribulación y la persecución. Para ello ofrece un premio que corone la fidelidad. La Iglesia es contemplada como la ciudad de la victoria…
“La espada de doble filo” sirve para ejecutar sentencia (Sal 149,6; Heb 4,12).
Pérgamo, ciudad importante, célebre por el culto a Asclepios (Esculapio, dios de la medicina) y por el culto a Roma y al emperador. Satánico.
Balaam, sería instigador de la idolatría según la tradición rabínica (Nm 25, 1-5): participación en banquetes idolátricos.
El maná escondido (en el cielo) es alimento de la inmortalidad que se anticipa en la Eucaristía (Jn 6, 48-58).
La piedra blanca era un instrumento jurídico de valor positivo y el nombre nuevo (Is 62, 2) alude a la criatura nueva en Cristo.
En la carta a la Iglesia de Tiatira: Al título de Hijo de Dios corresponde la expresión “mi Padre” (2,28), característico del evangelio de Juan.
Jezabel, como Balaam, promovía cultos idolátricos -a Baal- (1 Re 18-19; 21; 2 re 9). Según el comentario del P. Luis Alonso Schökel puede ser una profetisa o todo un grupo de la Iglesia de Tiatira ya que los amantes pueden ser los ídolos y fornicar la práctica idolátrica.
Invitación a la conversión: el “camastro” nos hace pensar en una enfermedad grave, en una situación que demanda reprensión y escarmiento para el resto de las Iglesias.
Soy yo quien examina entrañas y corazones… es el Juez que penetra el interior del hombre…
Los arcanos de Satanás pueden ser doctrinas esotéricas, alusión a los misterios muy de moda entonces y, que quizás, atraían a los creyentes.
La “estrella matutina” es el mismo Cristo Resucitado (1 Jn 5, 12) que da la Vida al discípulo.
“Mis instrucciones” en griego son mis obras. Se insiste más en la conducta que en la doctrina.
Presencia del Espíritu: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias (2,7.11.17.29).”

CUANDO MEDITES

Lo primero es hacer una relectura pausada del texto, deteniéndote en la que impresione, te llame la atención y te interpele. Toma conciencia de la presencia del Señor que desea -a través de este texto- decirte algo al corazón.
La presencia del Señor: Déjate impresionar por ella pues en estas dos cartas la presencia del Señor aparece con diferentes rasgos: espada de doble filo que ejecuta sentencias, Juez que nos conoce y penetra nuestra interioridad y saca a la luz nuestros espacios de oscuridad, el Hijo de Dios que nos dará la victoria, el maná escondido…
El Señor que te conoce y sabe que has mantenido su nombre te alienta e impulsa a la confianza en él. Incluso te invita a conservar lo que ya tienes… Hasta que vuelva…
Hay un llamada a la conversión que hoy día nos puede seguir resonando pues nos invita a tomar conciencia de nuestra tolerancia con el mal, con nuestros pequeños y grandes ídolos (poder, ambiciones, deseos poco honestos, corrupción, injusticia, violencia, pobreza inhumana a nuestro lado) y que -con frecuencia- aceptamos sin más; fuera y dentro de la Iglesia.

CUANDO ORES

Cuéntale al Señor lo que estás sintiendo: tus ilusiones, tus miedos, decepciones y esperanza. El cierto recelo a la no conversión, tantas veces intentada… Ábrete al Señor en fe, en acción de gracias, súplica, ofrecimiento, aceptación…
La piedra blanca y el nombre nuevo. Reflexiona y asómbrate… ¿cuál será el “nombre nuevo” que el Señor desea darte? ¿Qué sentimientos, deseos, esperanza… provoca en ti?

(Quique Climent, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)

lunes, 18 de octubre de 2010

El difícil arte de estar enteramente presente

Hoy no quería arriesgarme a quedarme sin la oración diaria, y he decidido asegurarla quedándome en la iglesia, tras la Eucaristía. En casa me reclaman muchas tareas pendientes y muchos cuidados inexcusables. Pero la oración es también inexcusable si quiero vivir en y desde Dios.
En el templo hace frío y el silencio está ausente. En su lugar, un ruido constante de coches y autobuses, con su chirrido estridente al frenar, constituyen la banda sonora de mi oración silenciosa. Aun así, prefiero estar lejos de la tentación de atender a lo urgente descuidando lo importante.

Llevo un minuto intentando silenciarme cuando una mujer mayor, sin presentación previa, se sienta junto a mí y comienza a hablarme: le ha hecho a la Virgen la promesa de "leer en misa", pero no sabe leer bien y quiere que alguna hermana (por ejemplo, yo) la escuche y la ayude a hacer "prácticas" para adquirir soltura y poder cumplir su promesa. (Por una parte, su deseo me resulta conmovedor).
-"Porque verá, mi marido..."

Y me cuenta toda la historia de su marido, fumador empedernido al que le diagnosticaron hace semanas un cáncer de pulmón bastante grave: su estancia en el hospital, su curación, la cabezonería del enfermo curado que no le ha dado las gracias a la Virgen por el don de su sanación... etc, etc.

Mientras escuchaba, interiormente me reía de mí misma y de mi pretensión de "retirarme apaciblemente" a rezar, a la vez que la voz de Jesús apaciguaba mi impaciencia: "No mires el reloooooj. ¿No estarás pensando en decirle que tienes que marcharte? ¿Vas a dejarla plantada como aquel sacerdote que dejó al hombre apaleado tirado en el camino porque tenía que rezar? Escúchala. Escucha con todo el corazón. Escucharla es ahora tu oración".
Y esas palabras batallaban con estas otras, clamorosas: "¡No hay derecho! ¡Será posible que no pueda yo descansar ni un rato de los problemas ajenos!..."

Y, a la vez, en medio de esa lucha, trataba de articular alguna respuesta sensata a la petición de esa mujer: "leer en misa, aunque no sé leer, porque se lo he prometido a la Virgen..."

Señor, ¡cómo la habrías escuchado Tú! ¡Cómo mirarías tú a esa mujer, como si sólo ella existiera en el mundo! Pero yo estoy dividida. No hay un único interés en mí, que es la absoluta ausencia de interés y la absoluta solicitud por esta mujer que, -por algo será-, hoy se ha acercado a mí.
Te lo suplico, Jesús: ¡Vive en mí! ¡Actúa a través de mí!

Pienso ahora que el encuentro con esa mujer era lo más importante de toda la mañana. Pero yo no estaba enteramente presente para darme del todo a ella.

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"No reces nunca en una habitación sin ventanas" (Talmud)


"Oramos para convertirnos en agentes santos del Dios que nos hizo
para que cuidáramos de la tierra y de todos sus pobladores.

Para asegurarnos de estar viviendo una auténtica vida de oración,
hemos de examinar siempre los frutos que produce en nosotros.
¿Estamos realmente preocupados por los demás por habernos acercado al Dios que los ama
o, por el contrario, hemos transformado la oración en un refugio que nos protege
de las exigencias que nos plantea el ser plenamente humanos?

La oración está destinada a hacernos ver el mundo tal como Dios lo ve.
El compromiso con las necesidades del mundo
es signo de la presencia de Dios en nosotros"


(Joan Chittister, El aliento del alma. Reflexiones sobre la oración, Sal Terrae 2010, 17-18)

sábado, 16 de octubre de 2010

Orar siempre sin desanimarse

Lectio Divina del Domingo XXIX del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Lucas 18,1-8: La viuda insistente

1. Invocamos al Espíritu, cantando:

"Ven, Espíritu de Dios y de tu amor enciende la llama.
Ven, Espíritu de Amor. Ven, Espíritu de Amor".



El Espíritu de Dios, unido a nuestro espíritu, nos susurra en el oído palabras de Sabiduría, palabras de vida.
El Espíritu de Dios nos da una nueva visión sobre el mundo y sobre la vida. Nos proporciona el mismo modo de mirar de Dios.
Con toda nuestra capacidad de acoger, nos abrimos a la Palabra pronunciada hoy sobre nosotros.

2. Leemos: Éx 17,8-13; Salmo 120/121; 2 Tim 3,14-4,2; Lucas 18,1-8.

3. Cuando leas:

El mensaje de la Palabra de este domingo podría resumirse en cuatro palabras: ORAR SIEMPRE SIN DESANIMARSE.
En el centro de la Palabra de hoy está la oración constante, incansable, perseverante, continua. La oración no debería ser algo que los cristianos "hacemos" de vez en cuando, ocasionalmente, con ritmo mensual. Ni siquiera con ritmo semanal. Igual que somos seres "pensantes", "sentientes", somos "orantes". La oración es algo que somos, que el Espíritu hace en nosotros. Nos acompaña desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.
Al despertar, sin pretenderlo, los ojos se elevan al único Rostro y, aun sin pronunciarlo, el corazón creyente musita el nombre de Dios. Y esa consciencia de la Presencia de Dios es ya oración.

Las lecturas de hoy nos muestran, al menos, cuatro modelos de personas orantes.
El primer modelo es Moisés. Ese episodio de la batalla de Israel contra los amalecitas durante la cual Moisés implora la ayuda de Dios, es un pasaje clásico para hablar de la importancia de la oración de intercesión. Es importante "permanecer en pie en la cima del monte", permanecer firme y resistente en la presencia de Dios, con la confianza de que la ayuda viene de Él que, como un Guardián cuidadoso y atento, no duerme. En el salmo 121, Dios es como un guardaespaldas pegado a nosotros para que nada ni nadie nos haga daño.

El segundo modelo de oración es el de la viuda perseverante y obstinada. Éste es un buen título para la famosa parábola "del juez inicuo". Esta mujer termina arrancándole una acción justa a un hombre cínico y desvergonzado que ocupaba el puesto de juez para el que no era digno (ni le importaban las personas ni tenía temor de Dios). La distancia entre el Dios justo y amoroso y este hombre es infinita. Y si ese hombre malvado hizo, al final, algo bueno, ¡cuánto más escuchará Dios los clamores de sus hijos, como ya lo hizo en el pasado de su pueblo!

Otro modelo de "orante" es Timoteo, al que Pablo exhorta a "permanecer" en lo aprendido y en la Escritura que conocía desde niño, de la que podía aprender sabiduría que conduce a la salvación y a la vida. La manera de "permanecer" en la Palabra es darle vueltas, rumiarla, orarla con fe.

Y el último modelo de orante es Jesús. Lo que Él recomienda a sus discípulos es lo que él mismo hace: orar siempre sin desanimarse. La acción de gracias era su oración habitual. Y los salmos. Y la invocación a su Abbá... Antes de amanecer, ya estaba Él despierto en algún lugar apartado, orando al Padre con el que era una sola cosa.

4. Cuando medites

- ¿Mi oración es continua y llena de confianza?
- ¿Cómo suelo orar?
- ¿Es una oración intimista y cerrada en mis propias necesidades o universal, inclusiva, compasiva, solidaria?

5. Cuando ores

1) Ora despacio, lentamente, el salmo 121, en primera y segunda persona:

Levanto mis ojos a los montes,
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene de Ti, Señor,
que hiciste el cielo y la tierra.

Tú no permites que resbale mi pie.
Tú, guardián mío, no duermes.
No duermes ni reposas,
Señor, Padre nuestro y de Jesús.

Tú, Señor, me guardas a tu sombra,
estás a mi derecha;
de día el sol no me hará daño,
ni la luna de noche.

Tú, Señor, me guardas de todo mal,
Tú guardas mi alma.
Tú guardas mis entradas y salidas
ahora y por siempre.

2) Una forma de permanecer en continua oración es repetir, al ritmo de la respiración, la oración de Jesús: "Señor Jesucristo, hijo de David, ten misericordia de mí...".

3) Tanto si se reza en grupo como individualmente, se pueden presentar oraciones espontáneas intercalando la antífona cantada (u otra similar): "Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá; pedid y se os dará".

6. Oración final

Jesús, Maestro y Señor, gracias por tu Palabra y por el don de tu Espíritu, que ora en nosotros con gemidos inefables y viene en ayuda de nuestra debilidad. Que Él nos ayude a orar siempre sin desfallecer, con confianza en Aquel para el que nada es imposible.

viernes, 15 de octubre de 2010

Oración a Santa Teresa, compañera de camino

Teresa, compañera de camino en la fe,
amiga fuerte de Dios:
enséñanos a confiar en Jesús
y a entregarnos del todo a Él,
con total abandono y confianza,
sin reservarnos nada de lo nuestro,
sin retirar nada de sus manos
una vez que se lo hayamos ofrecido.

Ayúdanos a creer que Él no se cansa nunca de dar,
ni se pueden agotar sus misericordias.
Despiértanos para que no nos cansemos nosotros de recibir,
con humildad y pobreza,
el perdón y la salvación que nos regala sin medida.

Teresa, compañera de camino en el amor:
enséñanos a acudir todos los días a su cita,
en oración y soledad,
para tratar de amistad
con quien sabemos nos ama.
Queremos aprender de ti a entrar todos los días
en la morada del centro del corazón,
allí donde pasan las cosas de mucho secreto
entre Dios y el alma.

Que el amor de Cristo nos apremie
y que los quehaceres cotidianos,
la pereza o la tibieza,
no nos impidan reservar
un espacio privilegiado
para el Dueño y Señor de nuestra vida.

Teresa, compañera de camino en la esperanza:
enséñanos a no tener miedo en la tribulación,
a no desanimarnos en la adversidad,
a no desfallecer en el fracaso,
a no temer la enfermedad,
a caminar como tú, andariega de Dios,
por los caminos de la vida,
dando a conocer su Nombre.

Teresa, enamorada de Dios,
ayúdanos a decir y a sentir contigo:
“Aunque todo lo pierda, sólo Dios basta;
siendo Dios mi tesoro, nada me falta”.





Cantado por Mina