domingo, 28 de noviembre de 2010

Primer Domingo de Adviento: "Daos cuenta del momento en que vivís"

Cuenta San Agustín que, en su lucha contra Dios, que le llevaba molestando, asediando, persiguiendo y reclamando mucho tiempo, el episodio definitivo de su conversión tuvo lugar en el huerto de una casa donde estaba hospedado, en compañía de su madre y de su amigo Alipio.
La narración del suceso siempre me conmueve. Se encuentra en las Confesiones, Libro VIII, caps.8 y 12.
En aquel huerto, Agustín, oyendo la voz interior del Amor, se resistía, luchaba, se retorcía, lloraba con copiosas lágrimas... Él sabía la batalla interior que estaba librando, pero su amigo Alipio, allí presente, no salía de su estupor contemplando a Agustín en medio de tantas lágrimas y aspavientos. Hasta que, por fin, Agustín sintió la necesidad de alejarse para llorar a gusto y oyó una voz como de niños que cantaban en la casa vecina y decían insistentemente: Toma y lee, toma y lee.
Entonces Agustín entendió que esa voz estaba hablando con él, corrió al lugar donde se había dejando las cartas de San Pablo, y las abrió por este pasaje de la carta a los Romanos:
"Daos cuenta del momento en que vivís;
ya es hora de despertaros del sueño,
porque ahora vuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer.
La noche está avanzada, el día se echa encima:
dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz.
Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad.
Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno,
nada de riñas ni pendencias.
Vestíos del Señor Jesús
y no os preocupéis de la carne
para dar satisfacción a sus concupiscencias".

Es precisamente la segunda lectura de este domingo.
Comenzamos a recorrer el Adviento y el nuevo año litúrgico como peregrinos que andan su camino, con gozo y fatiga, buscando una meta.
La Palabra del primer domingo invita a vivir con consciencia lo que estamos viviendo, a elegir lo que queremos vivir y a aquilatar nuestras elecciones, y a estar atentos y vigilantes a las venidas del Señor a nuestra vida. El Señor viene siempre.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Cantos de Adviento y Confirmaciones

Esta tarde se confirmarán en nuestra parroquia sesenta y tres adolescentes y ayer estuvimos ensayando los cantos durante dos horas. Hay que afinar aún en algún canto y... ¡faltaban al mitad de "las chicas del coro"! Pero lo pasamos estupendamente, aunque las bromas y risas no constan en el video...
Invocad, con nosotras, al Espíritu para estas chicas y chicos que hoy serán ungidos por Él...

viernes, 26 de noviembre de 2010

Llénanos de ojos

Orando al hilo de Ap 4,1-11: Llénanos de ojos...


No quiero olvidar, Señor, que siempre hay una puerta abierta a tu cielo. Que nunca cierras esa puerta y nos dejas encerrados en la inmanencia, en lo terreno, en "lo de aquí abajo", en "lo nuestro", tan superficial, tan hueco, tan cerrado a su verdad más profunda, la que sólo podemos ver cuando nos subes a Ti, nos entras y nos das ojos para reconocernos creaturas llamadas a la vida plena junto a su Creador.

No quiero olvidar qu existe esa puerta que me da anchura en el aprieto y bajo cuya Luz todo lo que acontece bajo el sol tiene un sentido, y los seres vivos, una identidad, un porqué, un proyecto, desde su participación en tu ser divino.
Y quiero suplicarte que me des ojos, que me llenes de ojos como a esos cuatro vivientes, para reconocer quién soy yo y quién eres Tú. Yo, criatura sentada en un trono que me es regalado, con una vestidura blanca y una corona de oro que son dones de mi Dios. Tú, el único Santo, el Santísimo, el lleno de luz, de Bondad y de Vida, el Viviente, el Creador y la fuente misma de la Vida.

Toda mi vida, en todos sus instantes, esté dormida o despierta, quiero que sea un acto de adoración, de alabanza y de gratitud al Único que merece la entrega total de cuanto somos.
Dame tu amor y gracia, que ésta me basta.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Una puerta abierta en el cielo

Lectio divina de Apocalipsis 4,1-11
Alabanza y adoración al Dios Creador

(1) Después tuve una visión. He aquí que una puerta estaba abierta en el cielo, y aquella voz que había oído antes, como voz de trompeta que hablara conmigo, me decía: “Sube acá, que te voy a enseñar lo que ha de suceder después”.
(2) Al instante caí en éxtasis. Vi que un trono estaba erigido en el cielo, y Uno sentado en el trono. (3) El que estaba sentado era de aspecto semejante al jaspe y al sardonio; y un arcoiris alrededor del trono, de aspecto semejante a la esmeralda.
(4) Vi veinticuatro tronos alrededor del trono, y sentados en los tronos, a veinticuatro Ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro sobre sus cabezas.
(5) Del trono salen relámpagos y fragor y truenos; delante del trono arden siete antorchas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios.
(6) Delante del trono como un mar transparente semejante al cristal. En medio del trono, y en torno al trono, cuatro Vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.
(7) El primer Viviente, como un león; el segundo Viviente, como un novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo.
(8) Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche:
“Santo, Santo, Santo,
Señor, Dios Todopoderoso,
Aquel que era, que es y que va a venir.”
(9) Y cada vez que los Vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por los siglos de los siglos, (10) los veinticuatro Ancianos se postran ante el que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas delante del trono diciendo:
(11) Eres digno, Señor y Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
por tu voluntad, no existía y fue creado.”


CUANDO LEAS


- En primer lugar, situamos el texto en la estructura general del libro, que comienza con un prólogo (1,1-3), al que siguen las dos grandes partes de que consta la obra: I. Las siete cartas a las Iglesias (1,4-3,22) y II. La interpretación profética de la historia (4,1-22,5), para terminar con un epílogo (22,6-21).
Si en la primera sección las siete cartas estaban precedidas por la visión del Hijo del hombre, que es el que está en el origen de las mismas, en la segunda sección que iniciamos, la presentación de los acontecimientos históricos va a ir precedida por la visión de aquellos que todo lo tienen en su mano y lo determinan todo: Dios Creador y el Cordero. Lo que vamos a ver en los próximos capítulos es que todo viene de Dios y del Cordero, todo está dispuesto por ellos y tiene sentido dentro de su proyecto.
- Así pues, los capítulos 4 y 5 del Apocalipsis, que presentan la visión de Dios y del Cordero, están estrechamente entrelazados, forman una rigurosa unidad teológica y, literariamente, constituyen un preludio sobrecogedor y majestuoso a la visión de la historia desde los ojos de Dios.
- El capítulo 4 nos presenta, por tanto, la visión de Dios, en la que descubrimos muchos elementos extraídos de las teofanías del A.T.: de la visión de Isaías en el episodio de su vocación (Is 6), de Ezequiel (cap. 1) y de la aparición de Dios en el Sinaí (Éx 19).

1. La ascensión del vidente (4,1-2a): Juan tiene una visión (una puerta abierta en el cielo), y oye una voz que lo invita a “subir”. La puerta abierta en el cielo es una expresión típicamente apocalíptica para indicar que Juan accede a la visión del mundo de Dios (así también en el Testamento de los Doce Patriarcas, se abre la puerta del cielo y se ofrece a Leví la visión del “Santo Altísimo sentado sobre el trono”). Dios es sublime y está oculto. No tenemos acceso a Él a menos que Él nos abra su puerta y nos eleve. Al instante, Juan cae en éxtasis.

2. El Creador y lo que le rodea (4,2b-8): Lo que Juan ve es un trono y “Uno sentado en el trono”. Es uno que no tiene nombre y cuyo nombre es impronunciable porque es Dios mismo, Adonai, el Pantocrátor, que se revela en la postura de Juez y Señor del Universo. Se describe su apariencia: semejante al jaspe y al sardonio, piedras preciosas, la una clara y transparente y la otra, roja (claridad de la luz y rojo del fuego, como en el A.T.). El arcoiris con el color verde esmeralda es signo del pacto entre Dios y todos los seres vivientes (Gn 9,12-17). Así se describen la majestad de Dios, su poder y autoridad, y su bondad que da vida.
En torno a Dios se sientan, en veinticuatro tronos, veinticuatro ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro. Los ancianos representan la totalidad del pueblo de Dios, tanto de la Antigua como de la Nueva Alianza (doce tribus y doce apóstoles). Sus tronos, vestiduras y coronas sugieren que participan de la vida de Dios.
Del trono salen relámpagos, torrentes de agua y truenos, como en el Sinaí (Éx 19,16). Delante del trono, las siete lámparas simbolizan la plenitud del Espíritu de Dios. Y se extiende también un mar trasparente como el cristal. En el Apocalipsis, el mar es símbolo de la potencia hostil a Dios. Quiere, pues, afirmarse, que Dios es el dominador de todas las fuerzas negativas que amenazan al hombre (cf. Sal 66,6; 74,13; Mc 5,39.41).
Los cuatro vivientes se parecen a los portadores del trono de Dios de Ezequiel (1,4-25) y a los serafines de Isaías (6,2-3). Representan a todas las criaturas vivientes y aluden a toda la creación representada en los cuatro puntos cardinales simbolizados por ellos (según la cosmología hebrea).

3. La adoración del Creador (4,8-11): Sus muchos ojos indican la ciencia y el conocimiento, la vigilancia perfecta, siempre despiertos y dispuestos a adorar a Dios. O bien, como otros autores indican, la acción múltiple del Espíritu (cf. 5,6).
Los cuatro vivientes incesantemente, de día y de noche, reconocen la gloria de Dios y le rinden honor y gratitud con el canto del trisagio de Is 6,3. Se reconoce la santidad de Dios, su justicia y amor, su gloria y majestad, su condición de Señor. Con la expresión “el que era, es y va a venir” (cf. 1,4.8) se afirma que Dios es Señor de toda la historia y contemporáneo de todas las épocas, y se evoca la revelación del Nombre de Éx 3,14.
El homenaje de los veinticuatro ancianos muestra que Dios es único: el único sentado en el trono, mientras que los ancianos sentados en veinticuatro tronos en círculo en torno a Dios se postran, lo adoran, arrojan sus coronas ante Él y pronuncian una doxología que lo proclama como el único digno de reconocimiento y alabanza (en polémica contra el emperador y los ídolos).

“Israel y la Iglesia reconocen que todo procede de Dios y le restituyen la gloria y el señorío que de él han recibido y del que ellos no son propietarios. Toda acción de gracias, toda ofrenda, es esencialmente un acto de restitución a Dios del don recibido, así como de reconocimiento de que todo procede de Él” (Enzo Bianchi).


CUANDO MEDITES


- La oración es la “puerta abierta al cielo” que te permite ver y escuchar la voz que te invita a “subir” y contemplar la vida y los acontecimientos con los ojos de Dios. ¿Cómo influye tu fe en el modo de valorar la realidad (personal, socioeclesial…) y de situarte en ella? ¿Tu fe te da ojos, te ilumina, te alienta, te ayuda a relativizar situaciones frente al único Absoluto?
- ¿Cómo enriquece tu imagen de Dios y tu experiencia de Él el texto del Apocalipsis que estamos orando? ¿Experimentas a Dios como el que ha estado siempre presente en tu pasado, es tu Compañero en el presente y te espera en el futuro que Él mismo te prepara?
- Dios es reconocido, alabado y adorado por los vivientes y ancianos y constituye el centro de sus vidas. ¿Es también el centro de la tuya? ¿Lo bendices, lo alabas, le das gracias… continuamente?
- Los ancianos arrojan sus coronas ante el único “Señor y Dios nuestro”. Reconoce que todo cuanto posees es don suyo y ponlo ante Él, amorosamente, en la ofrenda cotidiana y alegre de tu vida.
- ¿Qué emociones suscita en ti este pasaje tan lleno de imágenes evocadoras?

CUANDO ORES

- Contempla y adora a Dios como único Señor de tu vida, como el Viviente, el Eterno, el Creador de todo cuanto existe, el lleno de Luz y de Vida, el Santo, “El que era, es y vendrá”…
- Cae en la cuenta de que todo cuanto posees te ha sido dado por Dios y dale gracias de corazón…
- Puedes terminar orando:
Toma, Señor, y recibe
toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer.
Tú me lo diste, a ti, Señor, lo torno.
Todo es tuyo.
Dispón de todo según tu voluntad.
Dame tu amor y tu gracia,
que ésta me basta.

(Conchi López, pddm, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)

sábado, 13 de noviembre de 2010

"Me has agarrado y me has podido" (Jr 20,7b)

"... lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos,
lo que contemplamos y palparon nuestras manos
acerca de la Palabra de vida... os lo anunciamos" (1 Jn 1,1-2)

viernes, 12 de noviembre de 2010

"No eres ni frío ni caliente

Lectio divina de Apocalipsis 3,14-22
Carta a la Iglesia de Laodicea


Al Ángel de la Iglesia de Laodicea escribe:
Así habla el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la Creación de Dios.
Conozco tu conducta: no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente!
Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.
Tú dices: “soy rico; me he enriquecido; nada me falta”.
Y no te das cuenta de que eres un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo.
Te aconsejo que compres en lo mío oro acrisolado al fuego para que te enriquezcas,
vestidos blancos para que te vistas con ellos,
y no quede al descubierto la vergüenza de tu desnudez,
y un colirio para que te des en los ojos y recobres la vista.
Yo a los que amo, los reprendo y corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete.
Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta,
entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.
Al que está venciendo le concederé sentarse conmigo en mi trono,
como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono.
El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.


CUANDO LEAS

Destinatario: Al Ángel de la Iglesia.
Ángel se refiere a un ser trascendente, aunque siempre vinculado con la realidad humana. El ángel se convierte en un símbolo que expresa la relación de una realidad humana con Dios.
La trascendencia se expresa de dos maneras:
a) En Ap 1,20 nos dice: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias. Las estrellas (símbolo cósmico) expresan aquí la trascendencia. El ángel de la Iglesia, en cuanto que es equivalente a la estrella, se sitúa en el cielo, zona de la trascendencia.
b) En Ap 2,1 Jesucristo se presenta como: El que tiene las siete estrellas en su mano derecha. La trascendencia de las estrellas en manos de Cristo resucitado está referida a los ángeles de las Iglesias. Cristo comunica la trascendencia que tiene en la mano a las iglesias y la mantiene con firmeza. Los ángeles subordinados a la acción de Cristo ayudan a la Iglesia a alcanzar y realizar su dimensión trascendente.
Laodicea:
Ciudad fundada por Antioco II (261-252 a.C) y dedicada a su mujer Laodice. Contaba con un eficiente centro bancario. Era una ciudad rica y famosa por sus bancos. El cristianismo llegó gracias a la misión paulina en los años 50 d.C.
Autopresentación de Cristo:
Cristo se presenta con tres títulos:
a) El Amén: Cristo al presentarse como el amén concentra en sí, la fidelidad de Dios a sus promesas. La coherencia de Dios consigo mismo.
b) El Testigo fiel y veraz: Cristo es la realización concreta al alcance de los hombres, en el ámbito de su historia, de las promesas de Dios.
c) El principio de la creación de Dios. En Cristo resucitado se inició la nueva creación pero esta acción misteriosa creadora de Dios se está desarrollando hasta que llegue a su plenitud.
Juicio de Cristo sobre la iglesia: conozco tus obras…
El género literario es un río amoroso pues Dios llama a juicio a su Iglesia movido por el amor y para que se corrija. La Iglesia de Laodicea se encuentra en una situación de estancamiento en el amor, ni fría ni caliente, y eso tiene un efecto vomitivo. El lenguaje guiado por la lógica del amor le hace exclamar: ¡Oh, si fueras caliente o frío!
Exhortación particular: Te doy un consejo… ama fuertemente.
Dios ve a la Iglesia
Pobre: No tiene recursos de carácter espiritual o moral.
Ciega: Típico de Juan. A la Iglesia le falta la capacidad de una valoración sapiencial de las cosas, de lectura de la historia, de “discernimiento”.
Desnuda: Las buenas obras no la visten de cara a los demás.
Dios aconseja
Compra en lo de Cristo: La compra no disminuye la gratuidad de Cristo pero aumenta el interés de la Iglesia. Lo que pertenece a Cristo es su amor, su palabra, su vida. La riqueza que la Iglesia encuentra en Cristo es oro.
Colirio: Si en el Ap los ojos son símbolo del Espíritu, el colirio se puede interpretar como el ungüento que permite que penetre el Espíritu. La Iglesia, por medio del Espíritu, tendrá un mayor conocimiento de Cristo.
Vestidos blancos: La Iglesia es invitada a adquirir de Cristo una calificación positiva que la perfección en sí misma y ante los demás. El blanco refleja la participación en la resurrección de Cristo.
Cristo pedagogo:
La Iglesia de Laodicea, objeto de la acción pedagógica de Cristo, ha sido puesta en crisis por el juicio y por la exhortación particular y es “educada” también mediante pruebas, dificultades, etc. La acción pedagógica de Cristo, aun en su crudeza, está siempre inspirada en el amor y así ha de ser aceptado por la Iglesia.
Cristo llama, si alguien le oye…
Expresa felicidad, la intimidad de un amor entre Cristo y el cristiano que trata de ser un amor entre iguales, recíproco. Cristo asimila al cristiano a sí mismo, llevándolo a su nivel.
La promesa al vencedor.
Cristo es el vencedor y el que está ayudando al cristiano a vencer en virtud de una energía que deriva de Cristo resucitado.
La escucha del Espíritu.
El mensaje del Espíritu no es evidente a primera vista, está como expresado en código. Lo podrá comprender sólo quien tenga la capacidad de interpretar, de decodificar, quien “tenga oído”.


CUANDO MEDITES
- Escribe una carta como respuesta a los mensajes que han sido enviados a las siete Iglesias. Exprésate libremente.
- Descubre cómo Dios ha ido corrigiéndote a lo largo de tu vida y qué has aprendido de esas correcciones.
- Interiorizar las imágenes que aparecen en el texto y que conectan más con este momento de tu vida.
- Presenta a Cristo tus pobrezas, tus cegueras, tu desnudez y pídele que te regale su oro, que te cure con su colirio y que te vista con vestidos blancos.


CUANDO ORES
- Escucha el mensaje que tiene el Espíritu para ti ¿coincide con el de la Iglesia de Laodicea?
- Deja que resuenen en ti las frases del texto que más te han impactado y da gracias, pide perdón o alaba.

(Azucena Fernández, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)