Día de San Valentín. Convencionalmente, el día de los enamorados.
Lo primero (y más obvio) que se me ocurre es que no se puede vivir sin amor.
El amor es la fuerza que mueve todo el universo hacia el bien, hacia lo mejor de nuestra humanidad, hacia la alegría, hacia el servicio, hacia la construcción de un presente y un futuro con oportunidades para todos, con pan para todos.
El amor es fuente de salud. No hay más que darse cuenta de cómo el amor nos cambia la cara. Nos hace como niños. Y hace que nada nos parezca difícil.
El amor hace de un día gris el más luminoso de los días.
Da alas y hace que camines sin cansarte y corras sin fatigarte. Hace que trabajes con denuedo y no lo sientas. Convierte en diminutos los mayores sacrificios. Hace liviana la carga más pesada. El amor es la esencia de lo humano.
Por eso los sabios de todos los tiempos y de todas las culturas dicen que "vale más dos que uno", y que "no es bueno que la persona esté sola". Luego, la sabiduría popular ha añadido que "más vale solos que mal acompañados". Pero eso es otra cosa. La experiencia de la vida tiene muchas caras, y es verdad que cuando la compañía es ingrata, malsana y egoísta, mejor solos...
Pero lo mejor, con mucho, para el ser humano, es enamorarse con un amor de verdad. Con el amor que describe San Pablo en la carta a los Corintios.
En estos días he tenido la suerte de escuchar, de labios de uno de sus dos protagonistas, una historia de amor para contarla. ¿Por qué no la habrán escrito, publicado, contado a los cuatro vientos? Es realmente hermosa.
Él tenía dieciocho años. Y en esa tierna edad se planteó una cuestión metafísica: “¿Amo a mis padres gratuitamente o los amo porque los necesito?” Quiso probarse a sí mismo y decidió marcharse de casa durante cuatro meses, a ver si podía "sobrevivir" sin sus padres. Se puso en la calle, sin miedo a la aventura (o con miedo, pero daba igual) y se puso a recorrer rincones de España, de norte a sur. Porque él era del norte. Cuatro meses, cuatro mil kilómetros. Diez mil pesetas en una cartilla que le dio su padre, muy a su pesar (porque él quería probar la gratuidad), de las cuales sólo gastó mil.
En esos meses trabajó de cualquier cosa a cambio de su ración diaria de pan (eso es pobreza, abandono y confianza, pensé yo...). Y en esos meses llegó a un campo de trabajo en Ampurias. Allí estaba ella. La guitarra de unas amigas fue la excusa para conquistarla, para estarle cerca, para “tontear”, dice él.
Tras los veinte días de su turno en el campo de trabajo, se despidieron, pero él pasó a verla a su pueblo castellano manchego unas semanas después, con su tienda de campaña. Mala presentación en su primera visita al pueblo de sus futuros suegros. Plantó su tienda en el lugar más silencioso del entorno: junto al cementerio. Los paisanos iban a ver a ese joven tan raro que dormía junto a los muertos...
"Nadie daba nada por esta relación", me dice. Pero el noviazgo duró ocho años, alimentado de cartas, muchas cartas. Una carta diaria de ida y vuelta... Miles de cartas, durante ocho años. "Tres fines de semana trabajaba y ahorraba para gastármelo al cuarto, yendo a verla. En alguna ocasión hice el viaje de seis horas de ida y sus correspondientes de vuelta para verla sólo un rato. Así, ocho años. Y ahora, hace más de veinte años que es mi mujer."
Mientras escuchaba el entusiasmo con que me lo contaba, y veía cómo se le iluminaban los ojos y se le encendía el rostro, me pareció que a quien ama bien, realmente nada le es imposible. Y me pregunté si alguna vez yo he amado así, con esa paciencia, con esa esperanza, con esa constancia, de ese modo tan creativo, capaz de hacer nuevas todas las cosas.
6 comentarios:
Preciosa historia de amor, de tenacidad, de paciencia, como bien dices. Preciosa historia que renueva las ganas de «derrocharse» en el amor, que anima a no tener miedo a «echar toda la carne en el asador». La vida, a veces, parece muy negra, un error del creador, que nos deja aquí sin oportunidades para renunciar a la misma, pero estas pequeñas historias del día a día, de gente como nosotros que no ha temido comprometerse por el otro, te ayudan a serenar esos instantes “negros”, a «arriesgar» nuestro momento por el amor, por la amistad. La verdad es que conocer el amor es un gran don de ese Creador que nos ama sobre todo. Gracias por compartir esta bonita historia. Un beso
Sí, es una paciencia resistente, que aguanta. ¡Deberías verlos ahora!
Hace unos meses celebramos el cincuenta cumpleaños de ella. Él iba vestido con el traje de boda y dijo que "ponerse ese traje es lo mejor que ha hecho en su vida" (aún le estaba bien...). Es decir, conocerla, amarla, casarse con ella es lo mejor que ha hecho en su vida. En su día, le tenía preparada una fiesta sorpresa (como a otra cincuentona que yo sé ;).
¿A quién no se le cae la baba con un marido así? Y supongo que ella, para con él, es igual, aunque ella es más reservada en sus cosas.
En fin, ejemplos preciosos de lo que realmente importa en la vida.
Un beso
Conchi, aunque con retraso, feliz día de San Valentín a ti y a toda tu comunidad... sí, sí, porque todas estais enamoradas, que si no esa alegría no se explica.
Un fuerte abrazo.
¡Gracias, Víctor!
Pues claro que estamos enamoradas.
¡Y ójala lo estuviéramos más aún!
Un abrazo y buen día
:)
Bueno eso era antes, hoy en día no te esperan ni media hora.
Por cierto,el otro día fue a ver la peli "Más allá de la vida" de Clint Eastwood. Te la recomiendo, es muy bonita.
Un besote
jajajaja! Querida Yentl, tienes que venir de nuevo a Toledo. Subiremos al Valle y tocaremos juntas la campana de la ermita a ver si te sale un compañero de tu vida como el que describo.
Digo yo que ahora también los habrá así.
Gracias por la recomendación de la peli. Mi hermana también me la recomendó pero yo me resisto, porque me dijo que algún episodio que se cuenta ahí se parece a una experiencia que vivimos en familia y, la verdad, cuesta reencontrase con heridas aún sangrantes...
Pero bueno, quizá me atreva a ir.
Un beso y feliz día
Publicar un comentario