domingo, 8 de enero de 2012

Jesús llama a Leví y come con pecadores

Lectio divina de Marcos 2,13-17

Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme.» El se levantó y le siguió. Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: « ¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?» Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores



CUANDO LEAS

Jesús fue un hombre conflictivo que mereció el rechazo de los dirigentes de su pueblo. Entre todas las cosas que hizo hay una que fue considerada especialmente intolerable por la gente piadosa y religiosa de su tiempo: compartir la mesa con pecadores y gente de mal vivir. Entre ellos se contaban los publicanos o recaudadores de impuestos, algunos de los cuales formaba parte del grupo de sus discípulos. Tanto es así, que se ha llegado a decir que a Jesús le mataron por su manera de comer, y por lo que ésta significaba.

En la Antigüedad la forma de comer expresaba convicciones muy profundas respecto a la manera  de ver el mundo y las relaciones con los demás. Para un judío, por ejemplo, sentarse a la mesa con un no judío (pagano) o con un pecador suponía romper las fronteras que los diferenciaban de quienes no pertenecían al pueblo de la Alianza o habían quedado excluidos de él por su pecado.

Compartiendo la mesa con los pecadores, Jesús se salta toda la normativa judía. Con ello se pone a sí mismo en grave peligro de contaminarse, al entrar en contacto con quienes eran considerados impuros, esto es, indignos de acercarse a Dios y apartados de la comunidad a causa de su pecado. La actitud de Jesús les desorientaba profundamente, porque mezclar lo puro con lo impuro era un desbarajuste inaceptable que sólo podía traer malas consecuencias. Al actuar así Jesús ponía patas arriba el orden social y religioso establecido. Y eso era intolerable.

Además, obrando de este modo, Jesús se deshonraba a sí mismo y echaba por tierra su consideración y reconocimiento social. Su comportamiento resulta absolutamente vergonzoso: por aquello de “dime con quién comes y te diré quién eres”, cae en el ridículo más espantoso ante quienes le observan, y su fama queda en entredicho. No puede ser bueno un hombre que se sienta con esa “gentuza”. No es extraño que sus adversarios llegaran a tacharle de “comilón” y de “borracho”, “amigo de pecadores y publicanos” (Lc 7,34).

Ante el escándalo de los maestros de la Ley, Jesús les responde que Él no puede actuar de otra manera porque es el médico cuya misión es estar con los enfermos. Jesús come con los pecadores porque es una manera de salirles al encuentro, de ofrecerles el perdón capaz de curar las heridas abiertas por el pecado. Sentándose con ellos a la mesa les hace sentirse de nuevo en casa, en familia, les ayuda a establecer relaciones de solidaridad, de fraternidad, de acogida, de igualdad… Sólo así podrán reintegrarse a la comunidad, superar su marginación y recuperar la salud perdida.

Jesús no busca el conflicto por el conflicto; si actúa de este modo es porque ha tenido una experiencia singular, única, misericordiosa de Dios. El Dios de Jesús no busca excluir a los pecadores, sino incluirlos y sentarlos a la mesa en el banquete de su Reino (Is 25, 6-8), para celebrar con ellos la fiesta del perdón y la alegría. En sus comidas con los pecadores Jesús ya está haciendo presente el Reino de Dios

CUANDO MEDITES
- Pregúntate: ¿Por qué critican los maestros de la Ley a Jesús?; ¿cómo responde Jesús a esa crítica?; ¿qué razones tiene Jesús para comer con los pecadores?; ¿qué quiere expresar con este gesto?

- El libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 10, 1-11,19) y las cartas de Pablo (1 Cor 11, 17-34; Gál 2, 11-14) dan testimonio de las dificultades de los primeros cristianos para aprender a compartir la mesa sin hacer distinción de raza o condición social… ¿Crees que seguimos teniendo esas dificultades hoy en día?

- El hecho de “comer con” se convirtió en todo un símbolo de cómo la fe en Jesucristo es incompatible con las fronteras y discriminaciones que separan a los hombres. Por eso la celebración de la Eucaristía llegó a ser la expresión máxima del deseo de comunión y de apertura universal que animaba a los primeros cristianos. Tú, ¿con quién celebras la Eucaristía?

- Medita y recuerda que nosotros, seguidores de Jesús, cada domingo celebramos la cena del Señor como quienes anticipan ya en el presente el banquete del Reino de Dios, de manera que deberíamos ensanchar la mesa de nuestra vida para que pudieran sentarse a ella los que no caben en ningún sitio, sabiendo que somos nosotros mismos los necesitados de esta comunión y fraternidad que Jesús se esforzó por crear entre los suyos.

CUANDO ORES

- Hay personas a las que casi de un modo instintivo marginamos o tachamos de “mala gente”. Son los mismos a los que nuestra sociedad ha descartado como inútiles o inservibles. Por nada del mundo nos gustaría que nos vieran, ni a nosotros ni a los nuestros, en compañía de determinados individuos. Si queremos mantener nuestra buena fama, sabemos que debemos alejarnos de cierta clase de gente. De lo contrario, nos exponemos a que nos miren mal o a andar en boca de todo el mundo. ¿Podrías hacer una lista de personas concretas a las que nuestra sociedad o nosotros rechazamos y marginamos? ¿Qué razones tenemos para actuar así?

- La lectura del Evangelio de hoy nos invita a revisar nuestras actitudes y comportamientos. Descubrimos entonces que la manera en que normalmente valoramos a las personas no es la misma de Jesús. Le pedimos al Señor que nos ayude a cambiar el corazón para tener una mirada distinta sobre la realidad, para mirar el mundo como Él lo mira.

- En este momento de oración voy a tratar de hacer presentes a los marginados de nuestro mundo. Pido por ellos, para que no sienta nadie rechazo por el color de su piel, su status económico, sus creencias o su credo religioso.

- Haz un repaso de cuándo fue la última vez que te sentaste a comer con alguien que no es ni de tu familia ni de tu grupo de amigos-conocidos; ¿compartes la mesa alguna vez con gente desconocida? ¿Cómo te sientes en ese momento? ¿Aceptas fácilmente el compartir mesa con gente no conocida, no amiga, no cercana?

- Leví es llamado por Jesús en medio de los acontecimientos cotidianos de su vida, en medio de la actividad normal del día, en los afanes del mundo… Que no me olvide Señor que tu llamada se hace vocación fuerte en lo sencillo y usual de cada día…


Nota del autor: En gran medida las reflexiones de esta hoja han sido tomadas de “El auténtico rostro de Jesús. Guía para una lectura comunitaria del Evangelio de Marcos”, La Casa de la Biblia, Verbo Divino.


(Autor: Fernando Gálligo, sj. Equipo de animación de lectio divina de la U.P. Comillas)

2 comentarios:

Yentl dijo...

Pues sí la verdad es que estamos llenos de prejuicios, juzgamos a los demás sin conocerlos. También estamos siempre pendientes del "qué dirán" y Jesús muestra que él no lo estaba, iba con quien quería y le daba igual lo que la gente dijese. Si actuásemos así nos quitaríamos muchos dolores de cabeza. Pues ¡hala! a aprender del Rabbí.
Shalom

Conchi pddm dijo...

Shalom, Yentl! Tan buen Maestro como tenemos y tan malísimos discípulos que somos...!
A ver si el Señor nos cambia un poco este año, valiéndose de alguna de sus tretas, que tiene muchas.
Un beso