Lectura orante de Apocalipsis 2, 1-11
2“1 Al ángel de la Iglesia de Éfeso escríbele: Esto dice el que sujeta en la diestra las siete estrellas, el que camina entre las siete lámparas de oro: 2 “Conozco tus obras, tus fatigas, tu paciencia, que no toleras a los malvados; que has sometido a prueba a los que se dicen ser apóstoles sin serlo y has comprobado que son falsos; 3 has soportado y aguantado por mis causa sin desfallecer. 4 Pero tengo algo contra ti: que has abandonado tu amor del principio. 5 Fíjate de dónde has caído, arrepiéntete y haz las obras del principio. De lo contrario, si no te arrepientes, vendré y removeré tu lámpara de su puesto.
6 Aunque cuentas con esto, que detestas la conducta de los nicolaítas, como yo la detesto. 7 ¡Quien tenga oídos, escuche lo que dice el Espíritu Iglesias. Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida que está en el paraíso de Dios.
8 Al ángel de la Iglesia de Esmirna escríbele: Esto dice el primero y el último, el que estaba muerto y revivió. 9 Conozco tu aflicción y tu pobreza, pero eres rico; que te injurian los que se dicen judíos y son más bien la sinagoga de Satanás. 10 No te asuste lo que has de padecer; porque el diablo va a meter en la cárcel a algunos de vosotros y sufriréis durante diez días. Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida. 11 Quién tenga oídos escuche lo que dice el Espíritu a las Iglesias. El vencedor no padecerá la muerte segunda.
CUANDO LEAS
En la lectura del jueves pasado Juan narraba con abundancia de detalles, la génesis del encargo que Jesús, el Resucitado, le confía: “lo que ves escríbelo en un libro y envíalo a las siete iglesias”, (1,11). Juan se presenta como vidente y pone énfasis en ello: él vio -el verbo ver aparece unas 55 veces-, pero antes oyó (1,10). Lo que Juan atestigua está contenido en las cartas que forman la primera parte del Libro del Apocalipsis. La lectura orante de hoy y los dos próximos jueves está dedicada a estas cartas. Esta tarde veremos los mensajes dirigidos a las comunidades de Éfeso (2,1-7) y de Esmirna (2,8-11). Las cartas forman un conjunto que es preferible no dividir pero, en nuestro caso, es obligado. Por otra parte, parece útil una presentación general del conjunto de lo que algún historiador ha llamado cartas desde el exilio (pues son palabras de un desterrado), y también cartas de teofanía (el vidente escribe “lo que el mismo Señor pascual le encarga diga a las iglesias”). Estas composiciones son importantes para la comprensión del libro entero, pues proporcionan más información sobre este grupo de iglesias de lo que es habitual en los libros del N.T.
La sección que reúne las cartas (1,4-3,22) comienza con una fórmula de inicio (1,4-5a), como si las siete cartas que siguen fueran parte de una composición más amplia. En dicha fórmula de inicio, se destacan saludo, remitente y destinatario. Son siete las iglesias a las que se dirigen las cartas. Siete en el A.T. es el número de lo completo, de la totalidad determinada o definida. En el N.T. se mantiene este simbolismo, lo vemos aplicado desde la genealogía de Mateo hasta el Apocalipsis. Por una parte, que sean siete facilitó que adquirieran una dimensión simbólica y típica, aplicable a la Iglesia en general. Por otra, la cercanía entre dichas comunidades y los detalles concretos con los cuales Juan las caracteriza, hace pensar que se trata de comunidades reales e históricas, con problemas específicos que él conoce y manifiesta en las cartas, se pueden reunir en tres grupos: falsa doctrina (Éfeso, Pérgamo y Tiatira); persecución (Esmirna y Filadelfia); autocomplacencia (Sardes y Laodicea). Son comunidades fundadas en los años cincuenta por Pablo o alguno de sus colaboradores. El tiempo transcurrido ha erosionado su cristianismo y ya no tienen el empuje anterior.
En cada carta encontramos el mismo esquema:
- dirigidas “al ángel de” .. En el Apocalipsis los ángeles actúan constantemente,
- dirigidas “al ángel de” .. En el Apocalipsis los ángeles actúan constantemente,
- un título específico dado a Jesús, procedente de la visión del cap. 1,
- el cuerpo de la carta, en el que el Cristo se presenta como el que la conoce a fondo: “conozco”,
- un examen y una reprensión o alabanza según los casos,
- una promesa para el vencedor: se describe con alguna imagen asociada a la vida futura
El centro de todo lo narrado en el libro, desde el principio, es Jesucristo resucitado, “el que vive” (1,18). A su persona y a su actividad se refiere constantemente el libro. A lo largo de sus páginas se presenta a Cristo como Cordero sacrificado, aunque ya glorificado, que se desposa con la Iglesia. El mensaje es: se acercan momentos decisivos y, en tal encrucijada, los cristianos han de elegir y ser consecuentes, incluso exponiendo sus vidas. Las cartas son una poderosa llamada a la conversión.
Cartas a Éfeso y Esmirna . Ambas eran ciudades muy importante dentro del Imperio romano.
Éfeso, capital de la poderosa Provincia de Asia, con 250.000 habitantes y derecho a tener magistraturas, albergaba el Templo de Artemisa (Diana para Roma), considerado una de las siete maravillas del mundo antiguo. El mensaje para Éfeso del que “camina entre las siete lámparas de oro” (2,1-7), testifica que conoce “sus obras, su paciencia, su perseverancia”; el haber descubierto a quienes se presentan como apóstoles y no lo son; pero le reprocha el abandono de “amor del principio” (2,4), el “primer amor”, y le pide conversión, arrepentimiento y volver a las obra del principio (2,5). Primera ciudad en lo político, es invitada a mostrarse la primera en la fe, así “le dará a comer del árbol de la vida que está en el paraíso de Dios” (2,7b), es decir podrá participar del ágape , gozar de de una perenne plenitud de vida.
Esmirna es admiraba por los antiguos por el conjunto de magníficos monumentos que rodeaban la cima del monte Pago; se hablaba de la “corona de Esmirna”, además de estadios, uno de ellos para 24.000 espectadores; ciudad famosa por sus juegos, pero pobre como iglesia. La carta la presenta como “comunidad en lucha”, perseguida por la comunidad judía. Jesús es presentado como “el que estaba muerto y revivió” (2,8), como vencedor de la muerte. A esta comunidad pobre sólo se le aplican elogios porque en medio de la persecución, la pobreza y las injurias, la comunidad es rica por su adhesión a Jesús (2,9-10). La promesa al vencedor entregarle: “la corona de la vida”, no padecerá la “la muerte segunda” (20,14). “Además de la muerte física que, para el cristiano no interrumpe la vida, hay una muerte definitiva y total, que no padecerá quien colabora en la obra liberadora de Jesús”.
CUANDO MEDITES
Éste es un texto, un libro, para leerlo y releerlo.
Si Juan se dirigiera hoy directamente a nosotros, a nuestras Iglesias, ¿volvería a hacerlo como lo hizo hace dos mil años?
¿Encontraría como entonces un mundo tan lleno de injusticias y de “plagas” como el nuestro (guerras, hambre, crisis financiera, calentamiento global, prepotencia de los países ricos en sus relaciones comerciales, violencia contra la muerte y, en general, los más débiles, la droga como un cáncer social?
¿Encontraría unas comunidades vigorosas o, por el contrario, las encontraría “complacidas” por interpretaciones light del compromiso cristiano “que predican un cielo que no baja a esta tierra”, que no exige de nosotros un compromiso a favor del reinado de Dios, una opción por los excluidos del sistema?
Vería también la cantidad ingente de mártires por persecución, por confesión de la fe, por trabajar por unas Estructuras más dignas. Vería, sin duda, que sigue existiendo el imperio y que seguimos doblando nuestras rodillas ante él.
Pero en este mundo, tan parecido al que Juan conoció y padeció, volvería a escribir un mensaje de esperanza que fundamentara profundamente la resistencia y la esperanza de las comunidades cristianas que se mantienen fieles al “amor primero”.
¿Qué nos dice Juan de nosotros mismos? ¿Nos ayuda a conocer mejor algunos rasgos, positivos o negativos, de nuestra manera de ser cristianos? ¿Qué rasgos de fidelidad o infidelidad al Evangelio encontramos en nosotros, en nuestro grupo de fe? ¿Cómo influye la cultura dominante en nuestra fidelidad e infidelidad al evangelio?
En estos momentos de silencio repasemos lo que más nos ha llamado la atención, o lo que hemos descubierto en esta lectura y meditación.
CUANDO ORES
Hemos leído y meditado “lo que dice el Espíritu a las Iglesias”, las cartas dictadas por el Señor Resucitado. Dejemos que resuene en el silencio de nuestro corazón sus palabras a Juan “no temas”, que también son para nosotros, porque conoce bien nuestras flaquezas, problemas, olvidos, también nuestra fidelidad.
Hemos leído y meditado “lo que dice el Espíritu a las Iglesias”, las cartas dictadas por el Señor Resucitado. Dejemos que resuene en el silencio de nuestro corazón sus palabras a Juan “no temas”, que también son para nosotros, porque conoce bien nuestras flaquezas, problemas, olvidos, también nuestra fidelidad.
Quedémonos a su lado escuchando las promesas que contienen las cartas.
La promesa a la comunidad de Éfeso: al vencedor, es decir, al que renueva eficazmente su “amor primero” (2,4), “le daré a comer del árbol de la vida” (2,7), una comunión con Dios como aquella de que gozaban en el paraíso, puede ser también una promesa para nosotros, si “pasamos el examen”.
A Esmirna: “sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida”, la “corona que es la vida”, es decir, la vida en plenitud, como coronación de una fidelidad esforzada a Cristo.
Pidamos amplitud para nuestra esperanza, que se haga “teologal” de verdad. ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús! (20,6).
(Trinidad Brunet, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)
(Trinidad Brunet, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)
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