Diez y media de la mañana en el campus de la universidad. Camino apresuradamente (como casi siempre) de la librería hacia la biblioteca, cargada (como siempre también) con numerosos bártulos sobre los hombros, bajo el brazo y en las manos... Sólo me falta aprender el arte de cargar un cesto sobre la cabeza en perfecto equilibrio para llevar conmigo los utensilios que siempre considero "imprescindibles".
No es de extrañar que, entre las prisas y las cargas, me pasara desapercibido el mínimo escalón del acceso al nuevo edificio, tropezara y cayera de bruces. En el "aterrizaje", carpetas por el suelo, gafas en medio de la cara, restregón de rodillas y yo, sin poder desembarazarme de los cachivaches para ponerme en pie. Y, como siempre en estos casos, las carreras de los espectadores para auxiliarte, y las palabras consoladoras: "Ya decíamos nosotros que aquí se caería más de uno..."
En fin, sacudo mi falda, doy gracias con una sonrisa aturdida y me dirijo, dolorida, hacia la biblioteca, con aspecto de haber sido arroyada por el AVE.
Me siento. Me duele mucho la rodilla, pero no quiero ni mirarla. Sólo que, a los pocos minutos, siento que la falda se me pega a la piel y que la sangre se desliza pierna abajo. Discretamente me miro. ¡Necesito un botiquín!
Así es que me dirijo a preguntarle al bibliotecario, al que conozco sólo de vista desde hace años.
-Antes había un botiquín por aquí, pero ahora, con las obras, no tengo ni idea.-me dice-. Aunque yo tengo algunas cosas que nos pueden servir.
Me hace entrar hacia el depósito de libros y me hace sentar en una silla. Entonces saca agua oxigenada y unas gasas de su pequeño botiquín particular. Yo quiero llevarme todo el instrumental médico al aseo y curarme yo misma, pero él insiste y se convierte en mi enfermero improvisado. Lentitud, delicadeza, cuidado... Casi diría que, ternura.
Y yo me dejo hacer, porque estoy sorprendida de esa espontánea bondad y esa candidez. Soy religiosa. Se ve a la legua. En general, eso provoca una especie de respeto y distanciamiento añadido... Pero a él no le importa en absoluto. No se corta lo más mínimo y me trata como a una amiga de toda la vida. Y me cuenta sus "accidentes" de trabajo en la universidad mientras me venda con maña la herida y se queda limpiando el agua oxigenada vertida por el suelo y recogiendo las gasas manchadas de betadine.
Sí, hoy me he visto sorprendida por el gesto y por el modo de este hombre, hasta ahora extraño para mí. Ahora sé su nombre.
Y de nuevo vuelvo a experimentar, con gratitud, que la bondad puede alcanzarme cuando menos me lo espero a través de gente corriente en la que, habitualmente, ni me fijo. Samaritanos anónimos que diariamente me pasan desapercibidos.
Mosaico: Jesús, samaritano (Marco Rupnik) |
9 comentarios:
Qué haces por ahí dando traspies... Tu madre diría: ¡Si es que vais como "atrocias"!
Es cierto, esa gente buena que nos reconcilia con el mundo.
Un besito en esa rodilla y el sana sana culinto de rana...
Gracias, mi "culinto=rodilla" está mucho mejor... Pero la primera noche no pude pegar ojo. ¡Qué dolorrrrrrrrrrr con el roce de las sábanas! Tuve que hacerme una "tienda de campaña" con los cogines para que nada me tocara :(
Por ese andar siempre como una "atrociá" me he comprado un libro que se titula "Descanser", y yo lo subtitulo: "El arte de estar en lo que se está o de dejar de ir siempre como una loca por la vida". A ver si aprendo.
Tan reseñable es él, curando con "casi ternura" a una desconocida, como tú, dejándote curar con naturalidad por alguien con quien no habías hablado en tu vida.
Una escena preciosa, que, como dice "El patio", nos vuelve a reconciliar con el mundo.
Besos y cuídate esa rodilla.
Sí,un episodio realmente precioso.
Gracias, Carmen.
¡Dulces sueños!
¡Qué pena! Falta la fotografía del momento para que ello quedara plasmado con hechos evidentes: Del buen samaritano.
Siempre queda algo en el corazón cuando se recibe una "caricia", y no digamos si la cura es benéfica. Que se te cure pronto.
Pues sí, falta la foto. Yo que voy con la cámara pegada al cuerpo a todas horas... Iba a ser la mar de cómico...
Gracias por pasar por aquí.
Sí, la "caricia" de mi cuidador me ha quedado muy grabada.
Un beso
Espero que tu rodilla esté mejor.
Un beso
... "la curación de la rodilla de Conchi". Padrenuestroqueestasenloscielos...Creo que voy a incorporarlo como Misterio del Santo Rosario... pero ¿Misterio gozoso o doloroso? ;-)
Un abrazo y, sería bueno que en Navidades te pasaras por casa... voy a pedirle a los Reyes Magos una mochila para ti... y fijo que te la traen.
Si será por mochila, Víctor... Llevo una en la que caben diez kilos de libros. Comprobado. De todos modos, gracias. Quizá me lo piense y vaya por mis Reyes...
¡Y menos guasa con mi rodilla! Misterio gozoso, por supuesto (salvo la primera noche). Los trompazos de la vida siempre sirven para abrirnos los ojos :))
Un abrazo
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