martes, 11 de octubre de 2011

¿Hacemos las paces?

Termina un día largo y cansado, y quiero regalaros, y regalarme de nuevo, este hermoso escrito de mi hermana. Es un don, y una delicia, narrar la vida como acariciándola con palabras tan audaces y tan auténticas. Incluso si lo que se narra son sólo sucedáneos.
 

Esa era una frase muy común en la infancia, en mi infancia: ¿Hacemos las paces? Y hacer las paces significaba que el enfado se olvidaba, que esa soledad que conllevaba la enemistad pasajera y esa pequeña marea interior de desamparo por la pérdida de la amistad, de la complicidad y del dañado afecto, desaparecía ipso facto con solo asentir con la cabeza. Que todo tenía arreglo con ese humilde gesto afirmativo que admitía el deseo de paz; que había un borrón y cuenta nueva; que ya había de nuevo motivos para reír y jugar; que el mundo se había vuelto a recomponer. Y, ciertamente, recuerdo una agradable sensación de paz cuando hacíamos las paces, cuando a través de la persona que te importaba, y a la que demandabas esa alianza de paz, te reconciliabas de alguna manera con el mundo.

No estoy segura de si, con los años, se aprende a convivir en paz con el mundo, creo que más bien se trata de indiferencia, deliberada indolencia. Lo cierto es que, a pesar de que el mundo parece librar una batalla contra los seres que lo habitan, mis cuentas particulares están saldadas, y que con quien únicamente tengo necesidad de hacer las paces es conmigo misma. No traigo más luchas, me basta con ésa. Creo que llevo media vida (año arriba, año abajo) pidiéndome de vez en cuando hacer las paces.

El espíritu de superviviencia me ha llevado a encontrar muchos sucedáneos de paz: la escritura, escuchar música, la lectura, un paseo vespertino descalza por una playa, el deporte... Mantengo una alianza permanente con todos ellos; son el otro lado de la balanza. Pero hay dos cosas que me reconcilian especialmente con la vida: Mis hijas cuando duermen y la voz de mi hermana unida a la mía en una canción, esta última es una auténtica tabla de salvación... Es aquel gesto afirmativo que me devolvía la paz cuando era niña.

5 comentarios:

Carmen López dijo...

Gracias por traerlo hasta aquí y hacerlo tuyo. Y gracias por ser tan agradecida.

Un beso.

Conchi pddm dijo...

:D
No es que quiera ser "repetía" pero, ¿a que la ilustración es muy bonita? ¡Qué tierna, para tan bello escrito!Tres y seis añitos (año arriba año abajo).

M Luisa dijo...

Realmente precioso... el escrito y la foto, todo. Gracias a las dos por este regalo compartido. Ojalá siguiéramos de "mayores" viviendo el "perdón" de esta forma. Saludos

Víctor M. Fdez. dijo...

Hola! De antemano, un saludo a tu hermana y otro para ti. Lo de "hacemos las paces" está lleno de verdad, es una frase típica de los niños y que creo que no la he vuelto a utilizar en los últimos 25 ó 30 años. Me la apunto porque la cuestión del perdón "de verdad, sin fisuras" y la "reconciliación con Dios, los demás y uno mismo" son temas que últimamente les estoy dando vueltas. Un fuerte abrazo!!

Conchi pddm dijo...

Gracias a los dos por pasaros por aquí.
Sí, ojalá podamos recuperar esa candidez infantil que en seguida olvida las heridas y vuelve a decir: "Ya te junto" :)