lunes, 11 de junio de 2012

Una obediencia liberadora

En la búsqueda de una vida consagrada más auténtica, que transparente realmente algo de Jesús, una llega fácilmente a las conclusiones que pueden leerse a continuación. No son nada extraordinario ni original. Son consideraciones evidentes, "normales", de sentido común, y de "sentido espiritual". Pero en la vida práctica, en muchas ocasiones, no parecen serlo. Cualquier ciego lo ve. Pero la vida consagrada no es capaz de verse a sí misma y de plantearse seriamente una conversión hacia el estilo de Jesús, al que decimos seguir.

"La cuestión básica es, naturalmente, es si la obediencia religiosa tiene por objeto controlar o liberar a la persona...  El religioso hace voto de obediencia, no de infancia perpetua ni de dependencia ni de irreflexión.
Si lo que pretende la obedicencia es el control, el sistema raya la inconsecuencia. La verdad es que resulta muy sencillo controlar a los niños. Lo único que una persona necesita para asegurar el control sobre otra es una autoridad capaz de respaldar sus amenazas con la fuerza correspondiente. Hacer equivalente el voto de obediencia a la promesa de vivir una vida controlada, haciendo cosas banales, imposibles o incluso personalmente destructivas, ridiculiza su significado. La obediencia no puede reducirse a un ejercicio consistente en saltar obstáculos cada vez más altos.
(...) 

Hna. Joan Chittister, OSB
La función de la obediencia no consiste en menoscabar o manipular la voluntad humana. La obediencia, por el contrario, libera al alma humana para cosas más grandes que las banales exigencias cotidianas o el capricho espiritual de unos guías arbitrarios. La obediencia libera, no reduce ni, mucho menos, esclaviza a la persona. El objeto del voto no es lograr marionetas humanas. Eso es algo que, sencillamente, no constituye el propósito espiritual que induce a los adultos a entregar su vida para cumplir la voluntad de Dios en la vida religiosa en un periodo en el que esa obediencia de marioneta pone en peligro a la población del planeta.

(...) La obediencia genuina exige considerable madurez, así como la suficiente independencia, autonomía y humildad como para arriesgarse a la inquietud personal que puede conllevar la defensa ante la autoridad de una postura impopular o contraria.

(...) La obediencia escucha a todos y todo a través del filtro de la Escritura, la voz de Dios y la llamada de Jesús a un mundo necesitado de Eucaristía y en búsqueda de las bienaventuranzas. 

En definitiva, pues, la obediencia verdadera hace que el alma se remonte sobre las trivialidades organizativas y las intituciones humanas y vaya hacia un estado de mayor humanidad que no sabe de falsas limitaciones, no tolera reglas que hagan imposible el reino de Dios, no respeta leyes que interfieran en el Espíritu y no se inclina ante nadie que no se incline previamente ante la Voluntad de Dios respecto de la humanidad y ante los propios gobernados. Es una empresa de iguales en busca de la Voluntad de Dios, no un ejercicio de niños que pretendan tener satisfechas y contentas a todas las figuras paternas de la vida.

Cuando el voto de obediencia funciona bien, la conformidad y el cumplimiento, las recompensas y los sistemas, no ocupan el lugar de Dios. Cuando la autoridad funciona bien, el liderazgo significa más que coerción, las preguntas son más importantes que las respuestas y proporcionar ideas es más importante que recibir órdenes. (...) Sólo quienes carecen de liderazgo recurren a la autoridad. Sólo quienes insisten en su propia autoridad destruyen toda posibilidad de obediencia y toda esperanza de liderazgo."


Joan Chittister, OSB, El fuego en estas cenizas. Espiritualidad para la vida religiosa hoy, Sal Terrae 1998, 175-177

6 comentarios:

Carmen dijo...

Me ha encantado. Yo me atrevería, desde el otro lado, a añadir algo más: creo que las cosas cambiarían mucho en la VR si el discernimiento fuera comunitario, es decir, si los destinos, responsabilidades...se decidieran en comunidad en vez de individualmente y por supuesto contando con el-la interesada. Nunca he entendido esas entrevistas superior-hermano en el que sencillamente se comunica o "propone" algo que ya no tiene vuelta de hoja.
Afortunadamente la VR cuenta con gente como tú: gente valiente, luchadora y fiel a sí misma. Sigue así. Y un abrazo.

Conchi pddm dijo...

Comparto plenamente lo que dices, Carmen. Sí, así sería. Las cosas cambiarían. Desgraciadamente, ese discernimiento comunitario existe sólo en los papeles (que por papeles no será)... Es más, considero que en muchas ocasiones no hay ni siquiera un discernimiento individual por parte de "detenta" la autoridad. Lo de la "arbitrariedad" que dice Joan funciona...
La misma lucha social para sacudirnos el autoritarismo y opresión de los poderosos es la lucha que a veces hay que mantener en una institución religiosa. Y eso sí que es triste, cuando la institución presume de vivir el evangelio y la libertad, y el amor de Jesús...
Gracias. Un abrazo

M Luisa dijo...

Esperanzadora reflexión... La obediencia como don de Dios para la libertad, para la madurez, para la "corresponsabilidad". Parece que la obediencia es una posibilidad de crecimiento y compromiso personal. Quien es libre ayuda a los demás a ser libres, no les ata y coarta. El voto de obediencia es algo muy serio porque es algo muy comprometido, no es obedecer ciegamente, es reflexionar juntos para la mejor elección. Gracias por estos párrafos, muy sugerentes.

Conchi pddm dijo...

Joan siempre es muy sugerente.
Así la consideramos todos: valiente, inspirada, lúcida...
Sin embargo, si a cualquier religiosa joven se le ocurriera decir algo parecido en su comunidad o su provincia... no la calificarían como lúcida precisamente...

Un beso y gracias por pasarte por aquí, amiga mía.

Yentl dijo...

Pero en la vida real eso no es así. La Orden Franciscana se va de Alicante. Ha sido un "Ordeno y mando", sin contar con la opinión de nadie. ¡Qué poco (o más bien nada) les importamos! ¿Es una orden religiosa o una empresa que sólo mira por sus propios intereses? Yo ya no distingo entre la una y la otra.

Conchi pddm dijo...

Mónica, yo tampoco lo distingo a veces, te lo aseguro. Por eso traigo aquí la reflexión de Joan...

Un beso