46 Llegaron a Jericó. Más tarde, cuando Jesús salía de
allí acompañado por sus discípulos y por bastante gente, el hijo de Timeo,
Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. 47
Cuando se enteró de que era Jesús el Nazareno quien pasaba, se puso a gritar:
–¡Hijo
de David, Jesús, ten compasión de mí!
48 Muchos lo reprendían para que callara. Pero él
gritaba todavía más fuerte:
–¡Hijo
de David, ten compasión de mí!
49 Jesús se detuvo y dijo:
–Llamadlo.
Llamaron
entonces al ciego, diciéndole:
–Ánimo
levántate, que te llama.
50 Él, arrojando su manto, dio un salto y se acercó a
Jesús.
51 Jesús, dirigiéndose a él, le dijo:
–¿Qué
quieres que haga por ti?
El
ciego le contestó:
–Rabuní [Maestro], que recobre la vista.
52 Jesús le dijo:
–Vete,
tu fe te ha salvado.
E
inmediatamente recobró la vista y le siguió por el camino.
CUANDO LEAS
- Observa que estamos en la última
etapa del viaje de Jesús a Jerusalén, ante el último episodio inmediatamente
anterior a la entrada en la Ciudad Santa.
- Fíjate en que esta será también la
última curación que Jesús lleve a cabo: en el evangelio de Marcos, Jesús no realizará
ningún milagro en Jerusalén, epicentro de la hostilidad hacia él.
- Si la comparamos con la primera
curación (exorcismo de un poseído en la sinagoga de Cafarnaún, 1,21-28),
encontraremos algunas semejanzas interesantes:
Uso de la expresión «Jesús el
Nazareno», de los verbos epitimaô
(«reprender» o «amenazar») y foneô («dar
una voz», «llamar»), y del adverbio euthys
(«inmediatamente»).
Observa las semejanzas entre este
episodio y el inmediatamente anterior, con los hijos de Zebedeo solicitando
ocupar los mejores puestos en el Reino (10,35-45).
Jesús pregunta lo mismo a sus
interlocutores: «¿Qué quieres/queréis que haga por ti/vosotros?».
- Los hijos de Zebedeo piden
«sentarse» a la derecha y la izquierda de Jesús, mientras Bartimeo, que está
«sentado» al borde del camino, da un salto y se acerca a Jesús.
- Date cuenta de que es la primera
vez que Jesús se detiene (v. 49) en todo el evangelio, donde siempre le vemos
en permanente movimiento.
- Observa que el episodio está
enmarcado por el camino (vv. 46 y 52: inclusión), un camino en el que se acaba
de producir el tercer anuncio de su pasión, muerte y resurrección (cf. 10,32-34),
y que concluirá en el Gólgota.
- Presta atención a la rica figura
de Bartimeo:
Es un personaje activo (está
sentado, grita, se levanta, salta, deja su manto, va hacia Jesús, le habla y lo
sigue) y con relieve (tiene nombre, no como en los otros evangelistas [dos
ciegos en Mt, uno en Lc], y un estatus social, aunque sea el de mendigo).
Es un ciego «clarividente»:
descubre (en parte) la identidad de Jesús como «Hijo de David», y Jesús no se
lo reprocha (posteriormente, sin embargo, parece que el Señor se desmarcará del
título, cf. 12,35-37: ¿será porque entonces está en labios de los «maestros de
la Ley»?).
Está asimilado a los discípulos,
ya que actúa como ellos:
- «Deja su manto», como los
discípulos habían «dejado las redes» (1,18).
- Llama a Jesús «rabuní», igual que los discípulos, que lo llaman «rabí» (9,2; 11,21; 14,45).
- Se convertirá en modelo de
discípulo: «Le siguió [a Jesús] por
el camino» (verbo akoloutheô, término
técnico del discipulado).
CUANDO MEDITES
- Piensa en tu vida y observa quién
tiene habitualmente la iniciativa en tu relación con el Señor: ¿eres tú quien
escucha el «rumor» de su paso por tu vida o esperas que sea él quien te llame
para acudir a su lado? ¿Quiénes son las personas que en tu vida te dan ánimo y
te ayudan para acudir a la presencia del Maestro? ¿Las hacemos caso o nos
resistimos?
- Bartimeo le pide al Señor, en
primer lugar, compasión, y después el don de la vista. Reflexiona sobre las
peticiones que le hacemos habitualmente nosotros al Señor. ¿Son las más
adecuadas? ¿Deberíamos revisar su jerarquía? Imagina que Jesús te está
preguntando ahora: «¿Qué quieres que haga por ti?». ¿Qué le dices?
- Medita sobre la reacción de
Bartimeo ante las palabras de Jesús. El Señor ha reconocido su fe o su
confianza (con las mismas palabras que en el episodio de la hemorroísa, 5,34), claramente
apreciable en su insistencia en la petición y al sobreponerse a la reprensión
de algunos. Y, nada más recuperar la vista, «inmediatamente» le sigue por el
camino. ¿Cuál es mi confianza en el Señor? ¿Cómo es mi seguimiento?
CUANDO ORES
- Da gracias a Dios por el paso de
Jesús por nuestro lado. Sabemos que ha venido a curar nuestras cegueras y
vendar nuestros corazones desgarrados: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a
su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo
por medio de él» (Jn 3,16-17).
- Pide al Señor la fuerza y la
ayuda necesarias para dejar el manto y, de un salto, acudir a su lado nada más
oír su voz, la voz del pastor que conoce a sus ovejas y las llama por su nombre
(Jn 10,3).
- Alaba a Dios, todopoderoso en el
amor, que cada día nos invita a seguir a su Hijo Jesús. Ojalá que, como
Bartimeo, sepamos ser discípulos cabales del Maestro.
En este Año de la fe, acabamos hoy la oración recitando juntos el Credo
apostólico. (Pero lo haremos tapándonos los ojos, porque, ¿quién puede decir
que ya ha recobrado completamente la vista?)
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Autor: Pedro Barrado, equipo de Lectio Divina de la UPComillas
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