Los padres
de la muchacha y un numeroso grupo de vecinos se dirigieron al templo,
interrumpieron bruscamente la meditación del maestro, censuraron su hipocresía
y le dijeron que, puesto que él era el padre de la criatura, tenía que hacer
frente a su mantenimiento y educación. El maestro respondió únicamente: “Muy
bien, muy bien…”
Cuando se
marcharon, recogió del suelo al niño y llegó a un acuerdo económico con una mujer
de la aldea para que se ocupara de la criatura, la vistiera y la alimentara.
La
reputación del maestro quedó por los suelos. Ya no se acercaba nadie a recibir
instrucción.
Al cabo de
un año de producirse esta situación, la muchacha que había tenido el niño ya no
pudo aguantar más y acabó confesando que había mentido. El padre de la criatura
era un joven que vivía en la casa de al
lado.
Los padres
de la muchacha y todos los habitantes de la aldea quedaron avergonzados.
Entonces acudieron al maestro, a pedirle perdón y a solicitar que les
devolviera el niño. Así lo hizo el maestro. Y todo lo que dijo fue: “Muy bien,
muy bien…”
¡El hombre
despierto!
¿Perder la
reputación…? No difiere demasiado de perder aquel contrato que uno estaba a
punto de firmar en sueños.
(Anthony de
Mello, El canto del pájaro)
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1 comentario:
Si, muy bien. ¡Cuanto ejemplos, cuántas lecciones recibimos!
Es emocinante, y alentador.
Gracias Conchi.
Esperanza
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