66 Mientras Pedro estaba abajo en el patio,
llega una criada del sumo sacerdote, 67 ve a Pedro calentándose, lo
mira fijamente y dice:
–También tú estabas con el Nazareno, con
Jesús.
68 Él lo negó diciendo:
–Ni sé ni entiendo lo que dices.
Salió fuera al zaguán y un gallo cantó. 69
La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
–Este es uno de ellos.
70 Pero él de nuevo lo negaba. Al poco rato,
también los presentes decían a Pedro:
–Seguro que eres uno de ellos, pues eres
galileo.
71 Pero él se puso a echar maldiciones y a
jurar:
No conozco a ese hombre del que habláis.
72 Y enseguida, por segunda vez, cantó el
gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que
el gallo cante dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.
CUANDO LEAS
- Date cuenta de cómo la escena se
imbrica en el relato evangélico haciendo referencia a pasajes anteriores
narrados por el evangelista:
Es continuación de lo dicho en
14,53-54: «Condujeron a
Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y
los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior
del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para
calentarse».
En ella se cumple lo anunciado
por Jesús en 14,30 (tras la cena y antes de llegar al huerto de los Olivos): «En verdad te digo que hoy, esta
misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres».
- Fíjate en cómo el evangelista
plantea un doble interrogatorio y en la diversidad de respuestas y actitudes:
Jesús es interrogado por el sumo
sacerdote, supuestamente en el piso de arriba, y su testimonio es afirmativo:
«¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito… Yo soy…» (14,61-62);
Pedro es interrogado por los
criados del sumo sacerdote «abajo, en el patio», y su testimonio es negativo.
- Repara en que se trata del «pecado» del
primero de los discípulos en ser llamado (1,16) y del primero del grupo de los
Doce (3,16), el que había confesado a Jesús en Cesarea como el Mesías (8,29), pero
también el mismo del cual el evangelista dice durante la transfiguración: «No
sabía lo que decía» (9,6) (aquí Pedro no dice lo que sabe).
- Observa la graduación in crescendo en la reacción de Pedro: primero se desentiende, luego
niega y finalmente maldice y jura. (Jesús podría hacer suyos en este momento
los sentimientos de Job: «Mis hermanos se alejan de mí, mis conocidos me
abandonan», Job 19,13.) Pedro, que ha empezado la escena «abajo», efectivamente
ha tocado fondo.
- Date cuenta de que, en este evangelio, la
triple negación de Pedro no encuentra la correspondiente triple afirmación del
amor de Pedro a Jesús (y el consiguiente triple encargo de la tarea de
apacentar el rebaño, cf. Jn 21,15-18).
- Fíjate que, en la primera
negación, Pedro niega a la criada que estuviera con Jesús. Pero es precisamente
para eso para lo que Jesús llama a los Doce: «Instituyó a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14).
- «Los presentes» (vv. 69-70) son los criados
de la casa del sumo sacerdote, que aparecen al final del episodio anterior
(enlazando así con este). Deducen que Pedro es del grupo de
Jesús
porque también es galileo, probablemente debido a diferencias entre el arameo
hablado en Judea y en Galilea.
- Observa que, en la tercera
negación, la respuesta de Pedro: «No conozco a ese hombre del que habláis», recuerda en cierto modo la
que da Adán a Dios en el Edén: «La mujer que me diste por compañera me ofreció
el fruto del árbol, y comí» (Gn 3,12): en ninguna de las dos hay mención de
nombre propio (Jesús o Eva) y sí un intento de zafarse de la propia
responsabilidad.
CUANDO MEDITES
- Piensa en el doble interrogatorio
que plantea la escena. También a nosotros se nos ofrece muchas veces la
oportunidad de dar testimonio de Jesús. ¿Qué decimos en esas ocasiones?
¿Sabemos decir con valentía (aunque sin prepotencia) que Jesús es el Mesías, el
Hijo de Bendito, o, por el contrario, afirmamos no conocer a «ese hombre»? ¿De
qué forma afirmamos o negamos?
- Medita en el hecho de que hasta
el a veces llamado «príncipe de los apóstoles» es capaz de renegar de Jesús.
Eso significa que todos nosotros, naturalmente, lo hacemos también (y aquí no
vale consolarse con lo de «mal de muchos…»). Más bien habría que recapacitar en
nuestra adhesión a Cristo y en los motivos y ocasiones de nuestras negaciones.
- Reflexiona sobre el hecho de que,
como señala el evangelista Juan, Jesús resucitado confía precisamente a ese
discípulo que le ha negado la tarea de apacentar su rebaño (porque el rebaño es
y seguirá siendo siempre suyo). ¿Somos conscientes de que, en cierta medida, en
Pedro estamos representados todos, que somos acogidos a pesar de nuestras
negaciones?
CUANDO ORES
- Pide al Señor que no nos suelte
de su mano y, tal como pedimos cuando rezamos el Padrenuestro, no nos deje caer
en la tentación de negar a su Hijo (por comodidad, por cobardía…) y lleguemos
así a lo más bajo que puede caer un discípulo de Jesús.
- Da gracias a Dios porque, al
igual que a los Doce, el Señor Jesús nos ha elegido también a nosotros y nos sigue
llamando para «estar con él». Y eso a pesar de todas nuestras debilidades y
pecados.
- Alaba a Dios por Jesús, que ha
venido para salvar al mundo, no a condenarlo, y cuya vida entregada por
nosotros nos alcanza una vida abundante y plena.
El canto del gallo ha servido siempre como anunciador del día que
viene, es decir, como despertador. Por eso vamos a terminar nuestra oración con
la recitación del Salmo 51, verdadero despertador de nuestra conciencia de
pecado y, por tanto, el primer paso de nuestra conversión (aunque estemos en
Pascua).
....................
Autor: Pedro Barrado, equipo de Lectio Divina de la UPComillas
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