Señor, cuando me encierro en mí, no existe nada,
ni tu cielo y tus montes, tus vientos y tus mares,
ni tu sol, ni la lluvia de estrellas,
ni existen los demás, ni existes tú, ni existo yo.
A fuerza de pensarme, me destruyo
y una oscura soledad me envuelve,
y no veo nada, y no oigo nada.
ni tu cielo y tus montes, tus vientos y tus mares,
ni tu sol, ni la lluvia de estrellas,
ni existen los demás, ni existes tú, ni existo yo.
A fuerza de pensarme, me destruyo
y una oscura soledad me envuelve,
y no veo nada, y no oigo nada.
Cúrame, Señor, cúrame por dentro.
Como a los ciegos, mudos y leprosos
que te presentaban,
yo me presento.
Cúrame el corazón, de donde sale
lo que otros padecen
y donde llevo mudo y reprimido
el amor tuyo que les debo.
Despiértame, Señor, de este coma profundo
que es amarme por encima de todo.
Que yo vuelva a ver, a verte, a verles,
a ver tus cosas, a ver tu vida, a ver a tus hijos.
Y que empiece a hablar como los niños, balbuceando,
las dos palabras más redondas de la vida:
Padre nuestro.
(rezandovoy.org, para orar a partir de Lc 15,11-32)
Vuelta del hijo pródigo, Arturo Asensio |
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