viernes, 29 de noviembre de 2013

Ideas para la homilía: I Adviento

I Domingo de Adviento. Ideas para la homilía

1. Comenzamos el tiempo de Adviento y, junto al Adviento, un nuevo año litúrgico y un nuevo ciclo de lecturas que quieren llevarnos, como de la mano, 

  • a conocer mejor al Dios que se ha manifestado en Jesús, 
  • a acercarnos a Él,
  • a estrechar la unión con Él, el amor y la entrega de nuestro ser y de nuestra voluntad a la suya,

y todo esto, en el ámbito de la familia creyente que es la iglesia.
Este año, en el ciclo A, se nos ofrece el evangelio de Mateo como lectura habitual de los domingos. Una amiga me ha dicho que hará, durante las cuatro semanas de Adviento, una lectura continua de este evangelio para tener una primera aproximación al mismo. Puede ser un buen ejercicio para este tiempo de escucha y esperanza.

El Adviento es espera, esperanza, alegría, atención, despertar. Es tiempo de luz, o de puertas y ventanas que se abren a la luz de Jesús.
Él ya ha venido, hace veinte siglos, haciéndose carne en María. Ha caminado con nosotros. Se ha hecho uno como nosotros. Ha sido el Reino de Dios en medio de nosotros. Y ahora es el Reino de Dios en nosotros, porque está Vivo y nos habita. Su venida es Presencia continua dentro de nosotros y en las fuerzas amorosas, luminosas y positivas que mueven la historia.

2. Por eso es importante lo que nos dice San Pablo: ¡Despertaos! ¡Daos cuenta! San Pablo y sus contemporáneos pensaban que Jesús vendría de nuevo, de forma inminente, a juzgar al mundo. Y describían esa venida al modo como los libros apocalípticos judíos lo hacían: en medio de sonidos de trompetas, entre las nubes del cielo, rodeado de ángeles... La certeza de que esto se produciría no tardando mucho les llevaba a animar a los creyentes a despertarse y darse cuenta de que la salvación estaba cerca porque Jesús estaba a las puertas. Esa urgencia no ha dejado de ser válida porque Jesús no haya venido de modo definitivo. De hecho, para cada uno de nosotros, existe la certeza de ese encuentro, más o menos lejano, pero inminente con Dios. Con él nos encontraremos al final de la vida. Esa es nuestra fe.

¡Despierta! ¡Date cuenta del momento en que vives y de cómo vives! A nivel social, vivimos un momento de escasez económica para muchos, de injusticia y reparto desigual de los bienes, de recortes en las ayudas sociales, mientras muchos se enriquecen injustamente y viven en el lujo y el despilfarro vergonzante. La corrupción a causa de la ambición afecta a toda la clase política, de uno y otro signo, y a instituciones como la monarquía. Esas instituciones no son ejemplo de rectitud, honestidad, justicia y solidaridad. La mayor parte de la gente está sometida a unos recortes salariales y a unas subidas de impuestos y costes difíciles de sobrellevar. La balanza de la justicia está quebrada. ¿Qué podemos hacer nosotros, en todo esto? 
La Palabra habla de situaciones de oscuridad, noche y tinieblas y de situaciones de luz, día y claridad. Hay dos caminos, dos opciones para nuestra libertad: noche o día; tinieblas o luz. ¡Vivid en la luz y haced las obras de la luz!, dice San Pablo. En su carta a los Romanos, San Pablo enumera unas cuantas obras de las tinieblas, propias de las "listas de vicios" de la época: comilonas, borracheras, desenfreno, contiendas... Es una lista actual. Un estilo de vida de despilfarro, ambición y violencia están a la orden del día. En contraposición, ¿podemos vivir nosotros de una manera alternativa, con austeridad y solidaridad, con cuidado de los otros, con un estilo no violento?

La paz y la justicia son dos rasgos esenciales del Reino de Dios. 
Revestirse de Jesús es una tarea del Adviento. Preguntarse, en cada momento, qué diría Jesús, qué haría Jesús, cómo miraría Jesús esta situación o a esta persona. Orar, como Él, al Padre, y actuar como Él cuando no sabemos cómo actuar.

3. Isaías, en la primera lectura, presenta una visión "escatológica", sobre el final de los días. En el centro espacial de esa visión está el monte Sión y, en su cima, el impresionante templo de Jerusalén, la casa de Dios. A esta casa peregrinan todos los pueblos porque allí habita Dios. La casa de Dios irradia su Palabra, portadora de justicia y paz. Dios será el juez de las naciones. No habrá guerras. No habrá gastos en armamentos sino que todos los recursos se destinarán al progreso material de los pueblos: instrumentos para labrar la tierra, arados y podaderas...

Isaías comunicó esta visión en el siglo VIII a.C. En el siglo XXI, miles de personas mueren de hambre todos los días, en un holocausto interminable, mientras la industria de armamentos goza de buena salud. Las guerras merman poblaciones y destruyen ciudades y campos todos los días, y el terrorismo es una amenaza constante en gran parte del mundo.
¿Qué sueño tengo yo para el mundo en que vivo?
¿Qué puedo hacer para que algo de lo que vio Isaías se haga realidad?
¿Cómo puedo caminar a la luz del Señor?

La lectura de Isaías me invita a caminar hacia la casa del Señor, a dejarme instruir por su palabra, a caminar por sus sendas. Pero Jesús me lleva más allá: Yo soy la casa de Dios. Él me habita y me habita su Palabra. ¿Cómo puedo irradiar su luz y encarnar esa "economía de la paz" de la que habla la visión del profeta?

4. El evangelio de este domingo tiene, para muchos cristianos, resonancias negativas. Perciben en él un tono amenazante y la insinuación de un castigo, si no se vive de una determinada manera. Es el estilo de los discursos escatológicos, de los que este pasaje forma parte. Esos discursos, presentes al final de los evangelios sinópticos, están llenos de metáforas e imágenes que solo pretenden una cosa: despertarnos para que nos tomemos la vida en serio y vivamos de modo coherente según el evangelio. ¡Estad en vela! ¡Estad preparados! Es lo que nos dice el evangelio. Sed como centinelas en la noche, con los ojos bien abiertos, para descubrir su presencia "en cada hombre y en cada acontecimiento".
¿Qué puedo hacer para estar en vela? 
¿Cómo puedo ser centinela de la presencia de Jesús en el mundo?

Dios de justicia y de paz,
que haces de nosotros tu casa,
que nos habitas, nos sostienes y nos mueves:
haz que de las espadas forjemos arados 
y de las lanzas, podaderas.
Haz que no haya violencias en nuestras ciudades
ni hambre en la mesa de nadie.
Haz que caminemos a tu luz 
llevando nuestras lámparas encendidas 
para iluminar a otros.

Revístenos de Jesús. Que Él viva en nosotros.
Que en todo momento pongamos nuestros pies 
sobre sus huellas de ternura, compasión y amor.
Haznos centinelas de su venida y su presencia.
Despiértanos y ayúdanos a caminar, 
en este tiempo de Adviento,
en la alegría del evangelio, a la espera de encontrarte
naciendo de nuevo en nuestro corazón y en la historia.
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Lectura orante en: http://conchipddm.blogspot.com.es/2013/12/primer-domingo-de-adviento-estad-en-vela.html

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