Lectio divina de
Mateo 3,1-12
Oración inicial
“¡Cielos,
lloved vuestra justicia,
ábrete,
tierra,
haz
germinar al Salvador!”
El
cielo y la tierra se han unido en Jesús,
Hijo
del eterno Padre e Hijo de María.
La
omnipotencia de Dios está en Él
unida
a la debilidad de nuestra condición humana.
La
infinitud y la inmensidad
habitan
en la pequeñez de nuestra carne.
Fortaleza
y debilidad se abrazan en Jesús,
divinidad
y humanidad se unen.
El
Dios eterno cabe en una cuna
y prueba
lo que es ser humano en su Hijo amado,
Emmanuel.
El
Dios eterno se mete en nuestra piel
y quiere
que nos metamos en la suya:
que
probemos qué es ser uno con Él.
Preparemos nuestra tierra para que en ella
brote el Salvador.
Preparemos nuestra tierra para que en ella
brote el Salvador.
Leemos Mateo 3,1-12
Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
Éste es el que anunció el
profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto:
"Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."»
Juan llevaba un vestido de
piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de
saltamontes y miel silvestre. Y acudía a
él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban
sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los
bautizará, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del
castigo inminente? Dad el fruto que
pide la conversión. Y no os hagáis
ilusiones, pensando: "Abrahán es nuestro padre", pues os digo que
Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la
base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo os bautizo con agua para
que os convirtáis; pero el que viene
detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os
bautizará con Espíritu Santo y fuego.
Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el
granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.»
CUANDO LEAS
- Fíjate en los personajes que
aparecen en el texto (Juan Bautista, Isaías, la gente, los fariseos y saduceos, Jesús…), en los lugares (el
desierto, el Jordán), en los diálogos (¿qué transmiten: paz, inquietud, alegría,
miedo, deseo de conversión…?-…
- El evangelio de Mateo comienza
con dos capítulos denominados “evangelio de la infancia” en los que aparece una
genealogía de Jesús y el relato del anuncio a José y su misión de custodiar al
Hijo de Dios desde su nacimiento. Tras esos capítulos, el evangelio prosigue
narrando el comienzo de la vida pública de Jesús, precedida por un precursor
que entra en escena para “preparar el camino al Señor”. Ese precursor es Juan Bautista.
En el evangelio de Lucas se
nos presenta esta figura con más detalle: su nacimiento extraordinario es
anunciado a su padre Zacarías. Su madre Isabel, pariente de María, es una mujer
anciana y estéril. Juan será un niño que traerá gozo y alegría, no solo a sus
padres sino a todo Israel, por la misión especial a la que será llamado. Cuando
María visita a Isabel, él salta de alegría en el seno de su madre. Lo que Lucas
nos dice es que Juan será el precursor gozoso del Mesías Jesús. Él será el
amigo del novio que se alegra con la voz del novio, en ese banquete de bodas
que es el Reino de Dios.
Juan Bautista es de familia
sacerdotal. No sabemos si ejerció ese oficio pero lo cierto es que recibió una
vocación profética que lo condujo al desierto de Judea, donde vivió de modo
austero y donde proclamó este anuncio: “Convertíos, porque está cerca el Reino
de los cielos”.
Es el mismo anuncio que
Marcos pone en boca de Jesús cuando comienza su vida pública: “El Reino de Dios
ha llegado a vosotros. Convertíos y creed en el evangelio” (Mc 1,15).
¿Qué significa convertirse?
En griego se emplea el verbo
metanoeo. La “nous” es el pensamiento, nuestro modo de ver las cosas, nuestra
programación sobre cómo debería ser el mundo, las cosas, yo mismo… La metanoia, la conversión es ir más allá de
esos modos aprendidos de pensamiento, es transformarse por la renovación de la
mente, como dice Pablo en Rom 12,3.
La psicología, sobre todo la
psicología cognitiva, tiene algo que decirnos al respecto. Ella sostiene la
convicción de que si cambiamos nuestro pensamiento podemos cambiar nuestra
vida. Pero también la Palabra es iluminadora al respecto: “Tened los mismos sentimientos-pensamientos
de Cristo Jesús…” (Filp 2,5), “nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Cor
2,16). Convertirse es darse cuenta de que mi modo de pensar a menudo está lleno
de ego, de autoafirmación sobre los demás, de vanidad, de narcisismo, de
ambición, de juicio… La “mente” de Dios no es así. Él es Amor.
¿Qué significa que el Reino de
los cielos está cerca?
Mateo habla del Reino de los
cielos porque no quiere nombrar a Dios para salvaguardar su trascendencia. El
Reino de los cielos es el Reino de Dios, que es Dios mismo y el modo de vivir
deseado por Él: una vida en la justicia, la paz, la bendición, el cuidado
especial de los últimos. El modo de vivir de Jesús.
No es un reino
socio-político sino un “reinado” que está “dentro” de nosotros y que se expresa
en modos de pensar, de actuar, de organizar la sociedad y las relaciones entre
los pueblos. El Reino de Dios es un estilo de vida con unos principios, unos
valores y unos modos de actuar derivados del Evangelio. Comienza aquí y ahora y
se prolonga en un tiempo sin tiempo, en la trascendencia de la vida en Dios.
Con Jesús ese Reino está
cerca porque él es la encarnación del Reino en el mundo. Por cierto que Juan
esperaba a un Jesús muy distinto del que llegó. Esperaba a alguien con un hacha
en la mano que cortara los árboles sin fruto, y vino alguien que pedía, con
paciencia amorosa, un año más para el árbol estéril; lo esperaba con el bieldo
que separara buenos de malos, y vino a llamar a los pecadores y a sanar a los
que están mal… De ahí el desconcierto de Juan y su pregunta: “¿Eres tú el que
ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.
Quizá Juan, que no comía ni bebía, también tuvo que convertirse para
poder acoger al “comilón y borracho, amigo de pecadores y prostitutas” (cf. Mt
11, 18-19)
Para acoger a Jesús hay que
transformar la mente: para amar a los enemigos, hay que cambiar algo en
nosotros; para compartir los bienes hay que cambiar algo…; para perdonar
setenta veces siete hay que cambiar algo…; para no juzgar y aprender a bendecir
incluso a nuestro enemigos políticos hay que cambiar algo…; para decir “Padre
nuestro” sin excluir a nadie, hay que cambiar algo…
Convertirse es ya preparar
caminos para que el Señor venga a habitar en nuestra tierra, en nuestra casa,
en nuestras relaciones, en nuestras elecciones.
¡Ven, Señor Jesús!
CUANDO MEDITES
- “Convertíos”… ¿Qué necesito cambiar en mi mentalidad, en mi programación, en mis
ideas sobre la vida, el mundo, yo mismo, mis límites y mis posibilidades?
¿Cuáles son mis juicios y mis prejuicios? ¿Cuáles son mis autolimitaciones?...
- “Está cerca el Reino de los cielos”… Jesús está cerca, Dios nos
habita… ¿Cómo puedo colaborar con el proyecto del Reino? ¿Qué está a mi
alcance aportar, construir o denunciar para que el modo de vivir de Jesús se
extienda en nuestra tierra?
- “Preparad el camino del Señor…” “Después de veinte siglos, el Papa Francisco nos está gritando el
mismo mensaje a los cristianos: Abrid
caminos a Dios, volved a Jesús, acoged el Evangelio.
Su propósito es claro: “Busquemos ser
una Iglesia que encuentra caminos nuevos”. No será fácil. Hemos vivido
estos últimos años paralizados por el miedo. El Papa no se sorprende: “La
novedad nos da siempre un poco de miedo porque nos sentimos más seguros si
tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y
planificamos nuestra vida”. Y nos hace una pregunta a la que hemos de
responder: “¿Estamos decididos a
recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos
atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido capacidad de respuesta?“ (…)
El mismo Francisco nos está indicando todos los días los cambios de actitudes que necesitamos. Señalaré algunos de gran
importancia. Poner a Jesús en el centro
de la Iglesia: “una Iglesia que no lleva a Jesús es una Iglesia muerta”. No vivir en una Iglesia cerrada y
autorreferencial: “una Iglesia que se encierra en el pasado, traiciona su
propia identidad”. Actuar siempre
movidos por la misericordia de Dios hacia todos sus hijos: no cultivar “un
cristianismo restauracionista y legalista que lo quiere todo claro y seguro, y
no halla nada”. “Buscar una Iglesia pobre y de los pobres”. Anclar nuestra vida en la esperanza, no
“en nuestras reglas, nuestros comportamientos eclesiásticos, nuestros
clericalismos”. (José Antonio Pagola)
PARA ORAR
- Esperaré
Esperaré a
que crezca el árbol
y me dé
sombra.
Pero abonaré
la espera con mis hojas secas.
Esperaré a
que brote el manantial
y me dé
agua.
Pero
despejaré mi cauce
de memorias
enlodadas.
Esperaré a
que apunte
la aurora y
me ilumine.
Pero
sacudiré mi noche
de
postraciones y sudarios
Esperaré a
que llegue
lo que no sé
y me sorprenda
Pero vaciaré
mi casa de todo lo enquistado.
Y al abonar
el árbol,
despejar el
cauce,
sacudir la
noche
y vaciar la
casa,
la tierra y
el lamento se abrirán a la esperanza.
Benjamín González Buelta, sj
.........................................................
No hay comentarios:
Publicar un comentario