martes, 10 de diciembre de 2013

Juan había oído hablar de las obras de Cristo...

Lectio divina de Mateo 11,2-19

Canto: Tu Palabra (Marcela Gandara)



LEEMOS MATEO 11,2-19

2 Juan, que en la cárcel había oído hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle: 3«¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» 4 Jesús les respondió: «Id y contad a Juan lo que oís y veis: 5 los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio; 6 ¡y dichoso aquel que no se escandalice de mí!»

7 Cuando éstos se marchaban, se puso Jesús a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? 8 ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? Los que visten con elegancia están en los palacios de los reyes. 9 Entonces ¿a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. 10 Éste es de quien está escrito: He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino.
11 En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. 12 Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. 13 Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. 14 Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. 15 El que tenga oídos, que oiga.

16 ¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: 17 "Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado."
18 Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio." 19 Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis un hombre comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores." Pero la sabiduría se ha acreditado por sus obras

CUANDO LEAS

El pasaje de nuestra lectura orante de hoy tiene como protagonistas a Jesús, a Juan y a “esta generación” que no sabe interpretar los signos de Dios ni acoger la salvación tal y como llega.
En el evangelio que hemos escuchado, podemos descubrir tres partes:

a) La pregunta de Juan (vv. 2-6)
Juan está en la cárcel y ha oído hablar de las “obras” de Cristo. Las obras son tanto las palabras como las acciones que encontramos en Mt 5-9. En Jesús se están cumpliendo las esperanzas anunciadas en el A.T., y descubrimos, en el trasfondo, pasajes como Is 35,5ss; 42,18; 61,1, y la curación de leprosos y resurrección de muertos de la época de Elías y Eliseo (1 Re 17, 17-24; 2 Re 4,18-37; 2 Re 4,18,37; 5,1-27).
La proclamación de felicidad (macarismo) del v. 6 sitúa a Israel (no sólo a los discípulos de Juan que interpelan a Jesús) frente a la acogida o el rechazo de la salvación y de la misma persona de Jesús.

b) Juan Bautista, el nuevo Elías (vv. 7-15)
A través de una serie de preguntas retóricas, Jesús habla de la identidad de Juan, de su lugar en el Reino y de su relación con Jesús. Juan no es un predicador oportunista, ni un lujoso cortesano. Es un profeta y más que profeta. Es Elías, el precursor que tenía que venir (Mal 3,1; 23-24). Sin embargo, los que han entrado en el Reino a través del seguimiento de Jesús son más grandes que él.
El v. 12 admite dos interpretaciones: el Reino exige hacerse violencia y sólo los que son capaces de ello entran en él, o bien, el Reino encuentra una violencia oposición en los que no quieren entrar en él. En Mateo, esta segunda interpretación parece la más probable.
  
c) Esta generación obstinada (vv. 16-19)
Jesús compara a su generación con unos niños caprichosos a los que nada les viene bien: ni la austeridad y el ascetismo del profeta Juan, en quien no reconocieron a Elías, ni la alegría del Hijo del hombre, al que insultaban llamándolo “comilón, borracho y amigo de publicanos y pecadores”. Para Jesús, sin embargo, las comidas con pecadores y el no ayuno eran signos del Reino.
En la frase final, Jesús se identifica con la sabiduría de Dios cuyas obras son más elocuentes que los juicios de rechazo y los razonamientos de los contemporáneos de Jesús.

CUANDO MEDITES

La actuación de Jesús dejó desconcertado al Bautista. Él esperaba un Mesías que extirparía del mundo el pecado imponiendo el juicio riguroso de Dios, no un Mesías dedicado a curar heridas y aliviar sufrimientos. Desde la prisión de Maqueronte envía un mensaje a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”.
Jesús le responde con su vida de profeta curador: “Decidle a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia”. Este es el verdadero Mesías: el que viene a aliviar el sufrimiento, curar la vida y abrir un horizonte de esperanza a los pobres.
Jesús se siente enviado por un Padre misericordioso que quiere para todos un mundo más digno y dichoso. Por eso, se entrega a curar heridas, sanar dolencias y liberar la vida. Y por eso pide a todos: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo”.
Jesús no se siente enviado por un Juez riguroso para juzgar a los pecadores y condenar al mundo. Por eso, no atemoriza a nadie con gestos justicieros, sino que ofrece a pecadores y prostitutas su amistad y su perdón. Y por eso pide a todos: “No juzguéis y no seréis juzgados”.
Jesús no cura nunca de manera arbitraria o por puro sensacionalismo. Cura movido por la compasión, buscando restaurar la vida de esas gentes enfermas, abatidas y rotas. Son las primeras que han de experimentar que Dios es amigo de una vida digna y sana.
Jesús no insistió nunca en el carácter prodigioso de sus curaciones ni pensó en ellas como receta fácil para suprimir el sufrimiento en el mundo. Presentó su actividad curadora como signo para mostrar a sus seguidores en qué dirección hemos de actuar para abrir caminos a ese proyecto humanizador del Padre que él llamaba “reino de Dios”.
El Papa Francisco afirma que “curar heridas” es una tarea urgente: “Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor, cercanía y proximidad a los corazones... Esto es lo primero: curar heridas, curar heridas”. Habla luego de “hacernos cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela”. Habla también de “caminar con las personas en la noche, saber dialogar e incluso descender a su noche y oscuridad sin perderse”.
Al confiar su misión a los discípulos, Jesús no los imagina como doctores, jerarcas, liturgistas o teólogos, sino como curadores. Su tarea será doble: anunciar que el reino Dios está cerca y curar enfermos.

(José Antonio Pagola)

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El evangelio de hoy nos invita a contemplar a Jesús como la realización de las promesas de Dios, el esperado, el Reino que se hace presente en acontecimientos salvadores, la alegría de los pobres, los pecadores y los enfermos, la esperanza de los excluidos, la extraña sabiduría de Dios, que desconcierta incluso a Juan el Bautista y suscita el rechazo
de gran parte de su generación…
  • ¿Cómo te sitúas tú ante el que ha venido?
  • ¿Cómo lo acoges?
  • ¿Qué signos intuyes, oyes o ves, de su presencia?
  • ¿Tu generación puede apreciar en ti signos que te acreditan como seguidor/a de Jesús?
CUANDO ORES

w Dale gracias a Dios por Jesús, el esperado que nos trae a todos su vida en abundancia.
w Dale gracias por todas las “obras de Cristo”, por todos los signos del Reino que ves a tu alrededor, realizaciones de justicia, paz, solidaridad… vengan de donde vengan.
w Pídele la gracia, la fuerza y la sabiduría de anunciar lo que has visto y oído, en la dicha de seguir a Aquel que viene.
w Ora el Salmo 145(7.8-9a.9bc-10) de la liturgia del domingo. El Salmo 145 canta la fidelidad de Dios. Ora el salmo en segunda persona, hablándole a Jesús, dándole gracias por su fidelidad, su misericordia, su ternura…

Cantamos:
(C3)

(Puedes encontrar la música de esta antífona aquí: Tu fidelidad...)

Tú, Jesús, mantienes tu fidelidad perpetuamente, 
Tú haces justicia a los oprimidos,
Tú das pan a los hambrientos.
Tú libertas a los cautivos.

Tú abres los ojos al ciego, 
Tú enderezas a los que ya se doblan, 
Tú amas a los pecadores y a los justos,
Tú nos guardas en el camino de la vida. 

Tú sustentas a los pobres entre los pobres 
y trastornas el camino de los malvados. 
Tú, Señor, reinas eternamente, 

Tú, Jesús, de generación en generación. 
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