lunes, 28 de abril de 2014

Elogio del vacío


Tengo mi cuarto lleno de libros. Libros que no leeré aunque viva diez vidas de cien años cada una. ¿Para qué tengo todos esos libros inundando mi paisaje, cubriéndose de polvo, haciendo pesada la estancia en la que habito? Poseo cosas que no me aprovechan. Lo que no me sirve me estorba, y tengo mi lugar lleno de estorbos que me impiden un respiro limpio, fresco, profundo.

Tengo mi cuarto lleno de cables y aparatos electrónicos. La belleza del silencio, del vacío, de lo natural no puebla mis espacios dotándoles de apacibilidad y libertad. Necesito que esa belleza me recuerde que la vida tiene peso por sí misma, en su desnudez tan vacía y tan llena. Lo que está lleno de un ruido incesante cae en la estrepitosa desesperación de la nada cuando el ruido cesa. Cuando agitada y compulsivamente busco llenar todos mis tiempos, sin pausa, llego a creerme que soy lo que me ocupa: las tareas que me llenan, las personas que me llenan, las palabras que me llenan… Pero todo eso está paradójicamente fuera de mí, aunque las que tocan el amor y el corazón aparentemente estén dentro, en el profundo centro. Cuando todo eso que me llena no está, puedo llegar a pensar, equivocadamente, que se me ha ido el sentido y el sostén de mis días.

El silencio es hermoso y necesario. La soledad es una soledad habitada. Los espacios vacíos hablan de cómo es mejor que camine el ser humano: libre y vacío, rico y consistente en la aparente pobreza y debilidad de la desposesión. Es ahí, en ese silencio, donde una descubre que no está hueca por dentro, y que todos los tesoros exteriores existen ya en un lugar del corazón.


Foto: MCMonroy

jueves, 24 de abril de 2014

A Paula, con profunda gratitud

En ocasiones viví de su fe en mí, cuando yo desesperaba de mí misma.
En ocasiones me sostuvo su apoyo incondicional y su cariño.
Tenía mirada de ojos verdes, vivos y profundos,
y voz como de quien recita poesías en grandes certámenes.
Voz recia, hermosa y áspera, parecida a la arcilla de una vasija sin esmaltar.
Cuando inicié esta vida, siendo casi adolescente, ella fue mi madre y mi padre,
mi indicadora de caminos y mi sostén.
Me enseñó a cocinar, me enseñó a rezar, (quiso enseñarme a no batallar...),
me enseñó a abrazar, me enseñó que era bueno amarse a una misma,
me enseñó a confiar en mí, me enseñó a resistir,
me enseñó a considerar la bondad de las demás...

La amé y la admiré en esa paciencia tan inacabable, parecida a un agujero negro
en el que entraban todo tipo de episodios desagradables sin que jamás hubiera fondo.
Ella callaba. Y dejaba pasar.
La admiré en su sencillez y en su entrega a fondo perdido
sin reclamar nunca una pizca de nuestra gratitud y correspondencia.
La amo y la echo de menos, como si hubiera formado parte de mi otra vida,
de una vida tan lejana que parece otra.



Hace tiempo encontré una hoja con un texto fotocopiado y unas palabras finales escritas a mano por ella, a modo de dedicatoria. No tiene fecha, pero fue enviada entre el año dos mil y el dos mil tres, cuando ella estaba en Bilbao y yo en Madrid.
El texto es luminoso y un tesoro para mí. Como una herencia suya... y quiero compartirlo con vosotros hoy.
No sé por qué, hoy estoy con el corazón en ascuas y con el recuerdo en esos ojos verdes que siempre me miraron con tanto amor, con tanta compasión y con tanta esperanza.
¡Gracias, amada Paula!
................

"Quisiera estar segura de haberte enseñado...

A disfrutar del amor,
a confiar en tu fuerza,
a enfrentar tus miedos,
a entusiasmarte con la vida,
a pedir ayuda cuando la necesites,
a permitir que te consuelen cuando sufres,
a tomar tus propias decisiones,
a hacer valer tus elecciones,
a ser amiga de ti misma,
a no tenerle miedo al ridículo,
a darte cuenta de que mereces ser querida,
a hablar a los demás cariñosamente,

a decir o callar según tu conveniencia,
a quedarte con el provecho de tus éxitos,
a amar y a cuidar la pequeña niña que hay en ti,
a no absorber las responsabilidades de todos,
a ser consciente de tus sentimientos y actuar en consecuencia,
a no perseguir el aplauso sino tu satisfacción con lo hecho,
a dar porque quieres, nunca porque creas que es tu obligación,
a exigir que se te pague adecuadamente por tu trabajo,
a aceptar tus limitaciones y tu vulnerabilidad sin decepción,

a no imponer tu criterio ni permitir que te impongan el de otro,
a decir que sí solo cuando quieras y a decir que no sin culpa,
a vivir en el presente y no tener expectativas,
a tomar más riesgos,
a aceptar el cambio y revisar tus ideologías,
a trabajar para curar tus heridas viejas y actuales,
a planear para el futuro pero no vivir en él,
a valorar tu intuición,
a celebrar las diferencias,
a desarrollar relaciones sanas y de apoyo mutuo,
a hacer de la comprensión y del perdón tus prioridades,

a aceptarte así como eres,
a no mirar atrás para ver quién te sigue,
a crecer aprendiendo de los desencuentros y de los fracasos,
a permitirte reír a carcajadas por la calle sin ninguna razón,
a no idolatrar a nadie, y a mí, menos que a nadie".

Esta foto nos la hicimos en un "fotomatón" del metro.
Llevo el velo de novicia y las dos, unas gafas del tiempo... :))



martes, 22 de abril de 2014

Donde hay amor, allí hay visión

Presento aquí unos textos para orar en este primer domingo de Pascua, en el que el evangelio nos ofrece varias escenas de los encuentros de Jesús Resucitado con sus discípulos.
Tras la ejecución en cruz de aquel al que habían seguido y amado, los discípulos están en un lugar de puertas cerradas. Les habita el miedo y la angustia. Y Jesús se pone en medio de ellos y les desea con insistencia la paz. El lugar que ocupaba el miedo, ahora lo ocupa él, con su aire fresco de libertad y respiro. Paz y alegría es lo que llena ahora a aquellos que estaban invadidos por el desencanto. 
Tomás, uno de ellos, no está allí, y no le basta el testimonio de sus amigos. Necesita tocar con sus manos, ver con sus ojos. La fe de otros, la fe heredada, la fe sociológica, no sostiene una vida. La vida la sostiene el encuentro personal con Jesús, que sigue vivo. De todos modos, Jesús proclama felices a aquellos que creen "sin ver"... El evangelio se refiere ahora a aquellos cristianos que no vivieron con él, ni vieron sus gestos, ni oyeron sus palabras, ni tocaron algo de su presencia divinizante; a esos discípulos y discípulas de generaciones posteriores, a nosotras.
La fe da ojos. Donde está el amor, allí van los ojos. Donde hay amor, allí hay visión (Ubi amor, ibi oculus). La ciencia no puede garantizar ni demostrar la resurrección. Los dogmas no son demostración de nada, ni la tumba vacía tampoco lo fue. Es el amor, es la fe las que dan testimonio de que Jesús está vivo. La resurrección y el don del Espíritu se notan por sus efectos: donde había miedo, hay confianza; donde había angustia, hay paz; donde había ruptura de fraternidad, abandono, traición, hay perdón; donde había puertas cerradas, hay puertas abiertas, salida valiente hacia el mundo, y acogida del otro... Jesús, en nuestro centro, es quien actúa esa transformación en nosotros. 
¡Dejémonos resucitar y conducir de las tinieblas a la luz!
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"Cristo, te amo
no porque bajaste de una estrella
sino porque me descubriste
que el hombre tiene sangre,
lágrimas, congojas...
¡llaves, herramientas!
para abrir las puertas cerradas de la luz...."

(León Felipe)
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Como Tomás,
también dudo y pido pruebas.
También creo en  lo que veo.
Quiero gestos. Tengo miedo.
Solicito garantías.
Pongo mucha cabeza y poco corazón.
Pregunto, aunque el corazón me dice: “Él vive”.
No me lanzo al camino sin saber a dónde va.
Quítame el miedo y el cálculo.
Quítame la zozobra y la lógica.
Quítame el gesto y la exigencia.
Dame tu espíritu, y que al descubrirte,
en el rostro y el hermano, 
susurre, ya convertido: 
“Señor mío y Dios mío”.

(José Mª Rodríguez Olaizola, sj)


Foto: Javier Barquilla Sánchez


sábado, 19 de abril de 2014

En el silencio

"... En el silencio se descubre que no estamos huecos por dentro,
y que todos los tesoros exteriores existen ya en un lugar del corazón".


Foto: MCMonroy


miércoles, 16 de abril de 2014

El lugar de nuestras raíces

"No todas las raíces van al suelo".

Así ha titulado su foto un joven cacereño cuyo lugar de instagram conocí hace poco gracias a una amiga.
Su foto me ha ayudado a vivir hoy un momento profundo de interioridad...
No todas nuestras raíces están hundidas en la tierra, pegadas a lo que vemos, a lo que tocamos, a aquello a lo que accedemos por nuestros sentidos o por la razón. 

El corazón tiene razones que la razón desconoce. Mis raíces más hondas están hundidas en el cielo, en algún lugar del Trascendente, en un corazón cuyo latido sostiene mi latido y me hace vivir.


Foto: Javier Barquilla Sánchez

miércoles, 9 de abril de 2014

Dios sí, pero ¿qué Dios?

"El Hijo de Dios encarnado nos invitó a la revolución de la ternura" (EG 88)

A vueltas con la ternura para un curso de fin de semana, y con algo que alguien me dijo ayer:
- "Yo creo. Pero no puedo creer en un Dios así."

El caso es que no hablábamos de esas caricaturas de Dios que a veces se hacen en ciertas predicaciones y discursos sobre él. Hablábamos de algo "razonable" y casi que aceptable respecto a Dios... 
Está bien poner en cuestión seriamente nuestras creencias de vez en cuando, aunque ese cuestionamiento nos desestabilice e incluso llegue a desarraigar de nosotros lo que creíamos pilares irrenunciables durante años. Dios no se va a molestar por ello.

Yo he elegido vivir una vida desde Dios y en Dios. Mi vida se define por esta búsqueda, siguiendo a Jesús. A medida que pasan los años, me doy cuenta de la osadía que supone decir que Dios es esto o aquello, de este modo o de aquel; que su voluntad es ésta y que ya le conozco como si estuviera dentro de su Misterio insondable.

"Creo en Dios, pero no así..."
Es como decir... Dios es así, pero no así.
Dios se parece a esto, pero es distinto.
Dios no puede entretenerse en pormenores tan ridículos de nuestra vida corriente y cotidiana como a veces podemos creer...

Alguien me llama por teléfono y me pregunta de qué manera puede vivir la Semana Santa de forma más "intensa". Por intensidad entiende una especie de "autoinmolación" y renuncia de todo lo que le resulta agradable hacer. Le digo que si esas cosas que piensa hacer le dan paz y le acercan más a Dios de alguna forma, adelante, que lo haga. Pero... no puedo dejar de decirle, sinceramente, que no creo que Dios quiera eso de nosotros... Dios es amor, y vida, y alegría, y salud, y bondad, y generosidad, y ternura, y justicia... y muchas otras cosas luminosas que, creo, no tienen nada que ver con nuestras autoaniquilaciones. Causarnos daño no puede agradar a Dios. Y el Dios que ha creado la inmensidad de un universo tan milagroso, bello y maravilloso, no puede detenerse en reclamos tan mezquinos como que nos privemos de cosas que podrían hacernos bien durante una semana o dos, o incluso durante toda la vida. Si esas privaciones nos hacen sentir mejor por el motivo que sea, hagámoslo. Es cosa nuestra. Pero no lo hagamos en nombre de Dios. 

Dios sí, pero ¿qué Dios? ¿Cuáles son mis creencias al respecto? 
¿Qué creencias tienen que ver con lo que Jesús dice de él, y qué creencias son solo proyecciones de nuestra raquítica humanidad, tan poco magnánima y generosa en ocasiones?


"... el Dios que ha creado la inmensidad de un universo tan milagroso,
bello y maravilloso, no puede detenerse en reclamos tan mezquinos..."

(Foto: Javier Barquilla Sánchez)

miércoles, 26 de marzo de 2014

"El que me come vivirá por mí"

Lectio divina de Juan 6,41-59

41Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo
42Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo
43 Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros.
44«Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día.
45Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
46No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.
47En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna.
48Yo soy el pan de la vida.
49Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; 50 este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.
51aYo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre;
51by el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.»
52Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»

53Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
56 El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí,  y yo en él.
57 Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.
58 Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»         
59Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.
CUANDO LEAS

- Haz memoria del contexto pascual en el que se encuentra nuestro evangelio: Juan 6, con los relatos de la multiplicación de los panes, Jesús caminando por el mar, y el diálogo de Jesús con la gente, a orillas del mar, sobre el maná del desierto, a partir del salmo 78,24: “Les dio a comer pan del cielo”.
Jesús hace, entonces, una relectura de ese versículo y se aplica a sí mismo las tres características del maná: Lo da el Padre, ha bajado del cielo y da la vida al mundo (v.33).
A partir de aquí, comienza el discurso de Jesús en el que se revela a sí mismo como “Yo soy el pan de vida… he bajado del cielo” (vv.35.38). Y la voluntad de Dios es que creamos en su Hijo y tengamos vida eterna (v.40). Es la finalidad del evangelio de Juan, según su primer epílogo: el evangelio ha sido escrito “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su  nombre” (Jn 21,30).
- En nuestro evangelio de hoy, retomamos el discurso en el v.41. La reacción de los judíos ante las palabras de Jesús es la murmuración, el escándalo, la incredulidad; una murmuración que, en contexto pascual, evoca la murmuración del pueblo en el desierto por la falta de alimento (Éx 16,2.7.8.12). En esta ocasión murmuran porque no pueden aceptar la encarnación. ¿Cómo puede decir que desciende del cielo aquel galileo cuyo padre y madre conocemos? Los sinópticos refieren también este escándalo, referido a los paisanos de Jesús en Nazaret: “¿No es éste el carpintero, el hijo de María…?” (Mc 6,1-6). Y dice Marcos que no pudo hacer allí ningún milagro por su falta de fe.
- Jesús les pide que no murmuren. La actitud ante Jesús ha de ser venir a él y creer en él (vv. 44.45.47), expresiones que son equivalentes. Podemos venir a Jesús porque el Padre nos atrae a él. Citando a Is 54,13, Dios mismo nos enseña a ir a Jesús. Quien escucha a Dios y aprende de Él, va a Jesús, imagen de Dios invisible (Jn 12,45; 14,7-9; Col 1,15). Como apunta el relato de la transfiguración, el Padre tira de nosotros hacia Jesús, a escucharlo y creer en él: “Éste es mi Hijo amado, escuchadlo” (Mc 9,7).
- El que cree, tiene vida eterna (v.47), una vida abundante que comienza ya en el presente y que se prolongará en la vida de resucitados. La vida eterna, según Jn 17,3, es conocer al Padre y a su enviado, Jesucristo. Conocer al Padre y al Hijo es amar  (1 Jn 4,7), permanecer en él por el amor (1 Jn 4,12.16), vivir como vivió Jesús (1Jn 2,6), vivir nuestra filiación divina, que es nuestra identidad más profunda (1Jn 3,1).
- En esta primera parte del discurso, Jesús como pan de vida (vv.35.48) que sacia el hambre y la sed de quien cree en él (v.35) evoca la Sabiduría del A.T. Allí se habla de comer el banquete de la Sabiduría (Prov 9,5s; Sir 24,18-25; Is 55,1-5), el pan de inteligencia (Eclo 15,3). E incluso se habla de comer el rollo de la Palabra (Ez 3,3). Jesús es la Palabra-Sabiduría del Padre hecha carne para que comamos-creamos en ella.
- En la segunda parte del discurso (vv.51b-58), los términos claves son dar (entregar), carne, comer (masticar) y beber. Hay una clara alusión a la Eucaristía y a la muerte de Jesús, a Jesús que se entrega a sí mismo por la vida del mundo (1 Cor 11,24; Lc 22,19 y paralelos).
- La invitación de Jesús a comer su “carne” (sarx, no soma-cuerpo, para subrayar la verdadera encarnación) provoca, no solo la murmuración de los judíos, sino una discusión en torno a cómo puede ser esto. Jesús responde, hablando con autoridad (“amén, amén”): hay que comer (masticar) su carne y beber su sangre para tener vida en nosotros; hay que entrar en comunión con su persona, hacerse uno con él, como él es uno con el Padre. Al participar de la eucaristía, permanecemos en él como el sarmiento está unido a la vid (Jn 15,4-7). Lo mismo que Jesús vive por el Padre, al que Juan llama “el que vive”, “el que tiene la vida”, la fuente de la vida (cf.5,26), así también quien “come” a Jesús tendrá su misma vida (v.57)

CUANDO MEDITES

1. Los judíos murmuraban… Se escandalizaban de Jesús… Discutían cómo puede darnos a comer su carne… Jesús pide que creamos en Él, que nos alimentemos de él, que permanezcamos en él, que vivamos como vivió él, con sus actitudes, sus preferencias, su fe en el Padre… ¿Puedes decir que permaneces en Jesús y que Él vive en ti (cf. Gál 2,20)?
2. Fíjate en las veces que aparece el término vida. ¿De qué vida habla Jesús? ¿Cómo sientes que participas tú, en el presente, de esa vida abundante de Dios?
3. Jesús es Palabra-Sabiduría. ¿Escuchas a Jesús? ¿Es él tu único Maestro?...  Jesús es Pan-Eucaristía. Es pan tomado, bendecido, partido y entregado para la vida del mundo… ¿Reconoces que tu vida es, como la suya, pan que se parte y se entrega a los demás? ¿Vives las celebraciones eucarísticas con el deseo de que Jesús te transforme en aquello que recibes?
CUANDO ORES

- Da gracias a Jesús por ser el pan que se entrega para la vida del mundo…, por ser tu alimento en  la Palabra, en la Eucaristía y en su continua presencia en los otros, en el mundo, en la historia…
- Pídele que te transforme en aquello que recibes para que puedas ser, también tú, pan para otros…
- Puedes terminar rezando el siguiente poema-oración de Pedro Casaldáliga: Eucaristía
Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu Muerte y en Tu Vida.
Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los Humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu Memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo historia,

fraterna y subversiva Eucaristía. 
........................................................
Lectio divina preparada por Conchi López, pddm (Equipo de animación de San Francisco de Borja, Madrid)