domingo, 28 de octubre de 2007

Somos Tierra Sagrada en la que habita Dios

Contemplación en Tierra Santa

Son las 16:40 y tengo un ratito antes de acudir al último ensayo de los cantos que precederá a la Eucaristía de Jesús Maestro.
Toda la Familia Paulina de Madrid y numerosos amigos participan en esta celebración. Jesús es el Señor, la razón de nuestra vida y queremos celebrarlo en esta fiesta anual.

Esta mañana, en mi parroquia de Toledo, un catequista les decía a los numerosos chavales de su grupo de confirmación que "no hay que avergonzarse de ser cristiano". Y yo no he podido reprimir el ímpetu de acercarme y decirles que "no sólo no hay que avergonzarse, sino que hay que estar agradecidos y dichosos por serlo, porque la vida cristiana es una vida hermosa, plena, desbordante de sentido, como lo es la de Jesús, 'el más bello de los hombres".
Y eso es precisamente lo que los hermanos y hermanas que van llegando a nuestra casa esta tarde quieren testimoniar con su presencia: la dicha de amar, seguir y servir a tan Buen Amigo...


Mientras tanto, se me ocurre leer, en el ordenador, una meditación-oración que escribí hace días, a las dos de la madrugada (la noche siempre es tiempo de inspiración para mí...). Estaba pensando en Tierra Santa y en un encuentro que tendría al día siguiente con un grupo en la parroquia San Bonifacio de Madrid. Y se me ocurrió lo que sigue.
Lo pongo aquí por si a alguien le sirve para algún encuentro en torno a ese tema.
Mis amigos de San Bonifacio y de la Santísima Trinidad de Madrid se van esta semana de peregrinación a la tierra de Jesús. Yo fui el año pasado, más o menos en estas fechas.
Mientras se contemplan algunas de las fotos colgadas en discipulasdm.org, se puede leer este texto con actitud orante, y deseando, con todo el corazón, que Dios nos transforme en Tierra Sagrada en donde Él habita.





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Una Tierra para una historia de Amor

Hoy quiero poner los ojos
en la tierra
que un día , Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob,
Dios de Judá y de José,
Dios de Moisés, de Aarón y de María,
Dios de Débora, de Gedeón, Jefté, Sansón y Samuel,
Dios de David,
Dios de los profetas y los sabios,
Dios de José y de María,
Dios y Abbá de tu Mesías Jesús,
Padre de todos nosotros,

miraste con predilección
para hacer de ella tu morada.

“El Señor ha elegido a Sión,
ha deseado morar en ella.
Aquí está mi reposo para siempre,
aquí viviré, porque lo he querido”
(Sal 132,13-14)

Hoy quiero contemplar este misterio de tus preferencias:
el pueblo que Tú escogiste como heredad (1),
no por ser el más sabio, numeroso, rico e inteligente,
sino por puro amor, porque así te pareció bien (Dt 7,7; cf. Lc 2,14; Mt 3,17; 11,26).

Hoy quiero poner los ojos en ese rincón del mundo
en el que hiciste una historia de salvación
con tu pueblo amado

para mostrar a todos los demás pueblos, en él,
cómo ERES y cómo ACTÚAS, Dios, rico en misericordia (2).

Hoy recorreré la misma senda de Abrahán, de Sara y de Lot (cf. Gn 12, 1-5)
en busca de un presente y un futuro mejores,
llevada en volandas por la voz del Invisible,
que me invita a salir de mi tierra y de mis caminos trillados
para adentrarme, con los ojos de la fe (3), en la promesa sorprendente de Dios.

Llevada de la mano, iré a la tierra que mana leche y miel (4),
tierra de dulzura y bienaventuranza.
y levantaré santuarios en cada lugar
que se halle sin noticias de Dios (Gn 12,6-9)

Con Jacob, bajaré a Egipto (también hay “egiptos” en mi vida…).
Miraré de frente lo que me esclaviza y clamaré a Ti,
cuyo Nombre es una promesa: “Yo soy el que soy”, (Ex 3,14)
Yo soy el que está contigo siempre para librarte”.

Y, desde el fondo de mi esclavitud, clamaré que tires de mí a un lugar espacioso,
que en el aprieto me des anchura (Sal 4)
que me lleves con alas como de águila,
que me rodees cuidando de mí,
que me guardes como un pastor a su rebaño (5).

Con Moisés, recorreré un inmenso desierto,
con hambre
del alimento que perdura hasta la vida eterna, (Jn 6, 27)
y con sed del agua viva que sólo Tú puedes dar (Jn 4,15)
y que es tu Espíritu (Jn 7,37-39)

Con Moisés, atisbaré la tierra de la promesa (Dt 34,1-4).
Con Josué, entraré atravesando el Jordán sin miedo (Jos 3,14-4,18).
Y allí haré memoria agradecida de una historia
poblada de héroes y heroínas que supieron amarte con todo el corazón;
historia de profetas convertidos en Voz y Fuego de Dios (1 Re 17-18),
reyes justos conforme a tu corazón (1 Sm 16; 2 Sm 6),
mujeres sagaces, en cuya debilidad triunfó tu fuerza (6),
sabios que descubrieron tu Rostro Amigo de la Vida… (Sab 11,26)

Me adentraré después, no sin riesgo, en la Galilea de los gentiles (Is 8,23b-9,1ss),
“gentuza” para los “verdaderos hijos de Abrahán” (cf. Jn 8,39-41).
Y descubriré que, sobre ese pueblo que yace en tinieblas,
has hecho brillar una gran Luz:
Una doncella está encinta y dará a luz un hijo, (Is 7,14)
que será Dios con nosotros,
Luz para alumbrar a las naciones (Lc 2,32)
y Sol de Justicia que nace de lo alto (Lc 1,78).

Miraré a la humilde María y a José, pobre de Yahveh,
en camino hacia la aldea más pequeña de Judá (cf. Mi 5,1):
a la patria de Noemí, Booz, Obed, Jesé y David.
Y contemplaré allí el nacimiento del Gran Rey, despojado, anonadado,
hecho uno de tanto, Siervo nuestro por Amor (Filp 2, 6-11).

Recorreré sus pisadas por los caminos de Galilea,y contemplaré cómo pasó haciendo el bien (Hch 10,38)
dando la Buena Noticia a los pobres (Lc 4,18-19),
a los ciegos, la vista,
y a los oprimidos, la libertad,
como Único Maestro y dador de Vida abundante (Jn 10,10; Mt 23,8).

Me contagiaré de sus preferencias,de su mirada compasiva,
de sus palabras y de sus gestos de misericordia,
y aprenderé con Él el camino del amor.

Le seguiré de cerca a rincones apartadosen donde aprendía de Ti, Padre Bueno, tus sentires y tus proyectos,
el sencillo y deseable arte de ser feliz construyendo el Reino desde el Amor.


Y finalmente, subiré a Jerusalén, a la Sión amada (Lc 9,51),
corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de su Dios” (Is 62,3)

Allí expulsaré a los vendedores de tu Templo (Mc 11,15-19),
y haré de su casa una casa de oración y de encuentro en la que quepan todos.
Oraré con tu Hijo Jesús, mi Señor, en el pavor de su entrega, (Mc 14,32-42)
le seguiré de cerca hasta el Calvario (Lc 23,49)
y, en la mañana de Pascua,
correré con mis perfumes en las manos para robarle a la muerte,
por breves instantes, la posesión del Viviente (Lc 24,1-8).

Después de esto, al tercer día, en la Jerusalén morada de su Gloria,
me veré sorprendida por la noticia
de que no está entre los muertos el que Vive.
Su Espíritu nos habita
y ahora somos nosotros
la tierra sagrada
donde Él quiere morar.

La Jerusalén del cielo somos nosotros,
los que llevamos en nuestro cuerpo las marcas de Jesús, (Gál 6, 17)
y estamos habitados por el Amor de la Trinidad (Jn 14,23).

Volvamos de esta contemplación de Tierra Santa
convertidos en tierra sagrada,

de la que el Señor se prenda y toma posesión hoy,
en la que el Señor se forma y nace hoy,
para ser de nuevo, en nuestra carne,
Dios-con-nosotros para toda la Humanidad.

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(1) Sal 32,12: “Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él se escogió por heredad”.
Sal 46,5: “Él nos escogió por heredad suya, gloria de Jacob, su amado”.
Dt 33,29: “¡Dichoso tú, Israel! ¿Quién como tú, pueblo salvado por el Señor? Él es tu escudo protector, tu espada victoriosa”.[2] Éx 34,6; Ef 1,4[3] Hebreos 11,8: "Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba".[4] Ez 20,15: “… tierra que mana leche y miel, la más hermosa de todas las tierras”; Éx 3,8; Dt 8,7-20. “Cuando me miras, yo me siento hermosa” (Gabriela Mistral) ; “Yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de su hermosura” (Cántico Espiritual, San Juan de la Cruz”)[5] Dt 32,10-12; Is 40,11: “Como un pastor que apaciente el rebaño, su brazo los reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres”; 49,10: “no pasarán hambre ni sed, no les dará el bochorno ni el sol, porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua”.[6] Sara, Rebeca, Raquel, Débora, Yael, Ana, Ester, Judit, Rut…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Shalom!

Me ha gustado mucho la oración, es bastante "judía" aunque yo haría una pequeña corrección: donde has escrito "...y una virgen está encinta..." yo hubiese puesto "...y una doncella está encinta..." ya que es esto lo que dice el texto original de Isaías.

(o sea que al final no te has ido)

Mónica

Anónimo dijo...

Shalom!
No, no me he ido... Espero repetir mi viaje antes de mis bodas de plata (para las que quedan 9 añitos). Pero, esta vez, las "resistencias" han sido insalvables.

Mi querida "rabina", con usted no hay quien se descuide un instante. Promete mucho en el campo bíblico. Siga sus estudios con dedicación, constancia y pasión, como hace hasta ahora. Efectivamente, tienes toda la razón, Yentl: el texto hebreo de Isaías 7,14 dice "una doncella" (almah), no "una virgen" (betulah) como traduce el texto griego de los LXX (en gr., parthenos). De la traducción griega beben los evangelistas y por eso Mateo nos dice lo de "una virgen está encinta". Así es.

Lo cambiaré para hacer honor al texto primitivo y a tan buena discípula de la Escritura.

Lehitraot!

Anónimo dijo...

Todá rabá por tus piropos.

Mónica

Anónimo dijo...

No hay de qué...; "porque tú lo vales"...

Shalom uberaka!