Lectio divina
de Juan 7, 1-24
ESCUCHA-LEE LA PALABRA:
“A Dios le
escuchamos cuando leemos la Sagrada Escritura” (LG). Escuchar viene de la palabra
"obediencia": ob-audientia que significa "escuchar lo que está
debajo"; escuchar la
voz de Dios en sentido bíblico significará
obedecerle y realizar su voluntad. Los maestros espirituales nos
aconsejan que lo más importante de la oración es la ESCUCHA y efectivamente la Palabra de Dios
insiste continuamente sobre la ESCUCHA:
“Escucha
Israel amarás al Señor tú Dios…” (Dt 6,4)
Escuchar la
palabra es recibir más que palabras,
aunque sean las palabras que
salen de la boca de Jesús, es escucharle a Él que es la Palabra: “la palabra se
hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,4).
Escuchemos y
acojamos lo que Jesús nos quiere decir a
través de este texto de Jn 7, 1-24
7 1Después
de esto, Jesús andaba por Galilea; y es que no podía andar por Judea, pues los
judíos trataban de matarle. 2Al acercarse la fiesta judía de las Tiendas,
3le dijeron sus hermanos: “Sal de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean
las obras que haces, 4pues nadie actúa en secreto cuando quiere ser
conocido. Si haces estas cosas,
muéstrate al mundo.” 5Es que ni siquiera sus hermanos creían en él.
Jesús le replicó: “Todavía no ha llegado mi tiempo; en cambio vuestro tiempo
siempre está a mano. 7El mundo no puede odiaros; a mí,
sin embargo, me aborrece, porque doy testimonio de que sus obras son perversas.
8Subid vosotros a la fiesta. Yo no subo, pues aún no se ha cumplido
mi tiempo. 9Dicho esto se quedó en Galilea. 10Pero
después, que sus hermanos subieron a la fiesta, él también subió, aunque no
manifiestamente, sino de incógnito. 11Los judíos, durante la fiesta,
andaban buscándole, y se preguntaban: “¿Dónde estará ése?”. 12Entre
la gente había muchos comentarios acerca de él. Unos decían: “Es bueno”. Otros
decían: “Nada de eso; lo que hace es
engañar a la gente.”. 13Pero nadie hablaba de él abiertamente por
miedo a los judíos.
Mediada ya la
fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. 15Los judíos
decían extrañados: “¿Cómo entiende de letras sin haber estudiado?” 17Jesús
les respondió: “Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. 17Si
alguno quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios o hablo yo
por mi cuenta. 18El que habla por su cuenta busca su propia gloria;
pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ése es veraz; y no hay
impostura en él. 19¿No es Moisés el que os dio la Ley? Y ninguno de
vosotros cumple la Ley. ¿Por qué tratáis de matarme?”. 20 Respondió
la gente: “Tienes un demonio. ¿Quién trata de matarte?”. 21Jesús les
respondió: “Una sola obra he hecho y todos os maravilláis. 22Moisés
os dio la circuncisión (no que provenga de Moisés, sino de los patriarcas), y
vosotros circuncidáis a la gente en sábado. 23Si se circuncida un
hombre en sábado, para no quebrantar la Ley de Moisés, ¿os irritáis contra mí
porque he devuelto la salud plena a un hombre en sábado? 24No
juzguéis por apariencias, juzgad con criterio justo”.
ORA LA
PALABRA
Jesús se halla
en Galilea, los dirigentes judíos le buscan para matarle… y la causa de su
muerte es haber dado la vida plena a un hombre.
Desde el inicio
su vida está en riesgo, pero él no ha venido para morir sino para realizar la
misión que el Padre le ha encomendado, por ello actúa con prudencia.
Jesús no acude
a la fiesta de los Tabernáculos con sus hermanos, representan un mesianismo con
el que Jesús no está de acuerdo, no tienen ninguna intención de adherirse a las
palabras de Jesús, más bien le ven como
un fracasado, en Jn 6,66 muchos le han abandonado y quieren que haga una
demostración pública para recuperar su fama. Ante esta situación Jesús no
retrocede, es consciente de que el mundo (dirigentes judíos) le odia, porque con su palabra y su vida denuncia el
comportamiento de los dirigentes.
Aparece
posteriormente enseñando en el Templo hablando no en nombre propio sino en
nombre de Dios, no por su cuenta, por su “propia gloria”; la propia gloria es
exterior, constatable, por ello su búsqueda o la renuncia a ella puede servir
de criterio para juzgar la procedencia de una doctrina. La búsqueda del propio
prestigio delata que la doctrina que se propone no procede de Dios sino del
hombre. En definitiva las palabras revelan la actitud del que la enseña, son
expresión de su persona.
Las palabras de
Jesús llevan detrás su propia vida, y denuncian la forma de interpretar la
Ley y cuestionan la forma de actuar de
los dirigentes, por eso buscan a Jesús para matarlo. El texto acaba con una
paradoja: vosotros circuncidáis a un hombre en sábado (circuncisión es curación
de un miembro), y queréis matar a Aquel
que no ha curado un miembro sino que ha
dado la vida plena a un hombre
revelando el verdadero sentido de las palabras y de la vida de Jesús
“dar la vida al hombre”. “He venido para que tengan vida y vida
abundante”.
ASIMILA LA
PALABRA
Jesús no
propone una doctrina abstracta, pues él es la verdad, las palabras y obras de
Jesús expresan lo que él es. Sus obras dan sentido a sus palabras y sus
palabras se comprenden en relación con sus obras.
La Palabra
comunica la presencia de Dios y su acción por ello “son espíritu y vida” (Jn
6,63) Quien con su palabra no pretende comunicar vida sino su propio prestigio,
ese no conoce a Dios ni tiene experiencia de Él. Más aún falsifica a Dios. No
se puede hablar de Dios distanciándose de él, porque no es una fórmula, sino
una persona.
De Dios solo
podemos hablar cuando lo hemos experimentado, cuando vivimos con él, cuando le
escuchamos y tratamos de obedecer las palabras que él nos comunica. Cuando
salimos de esta relación, la palabra se torna vacía, hueca, no tiene sonido, no
trasmite nada.
El que no
busca su gloria, trasmite y manifiesta la gloria de Dios, su amor leal al
hombre, es de fiar. No manipula la ley, ni explota al hombre. Sus palabras son
creíbles, es digno de fe.
VIVE LA
PALABRA
La vida de
Jesús está en peligro porque es coherente con las palabras que escucha del
Padre y las vive con toda la radicalidad aún a sabiendas de que caerán mal, e
indignarán a sus oyentes. Él es consciente que solo así el hombre recibe la
vida divina.
¿Cuido que mi
oración esté fundamentada en la Palabra,
sabiendo que solo de ella procede la vida divina?
¿En qué medida
trato de ser coherente con lo que
escucho de Dios y mi vida cotidiana?
¿Hasta dónde
estoy dispuesto a arriesgar, no de mis cosas, sino de mi persona por ser fiel a
las intuiciones que despierta la Palabra de Dios en mí?
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Lectio divina preparada por Conchi Alonso (Equipo de animación de San Francisco de Borja, Madrid)
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