jueves, 15 de mayo de 2014

Señor, tú tienes palabras de vida eterna

Lectura orante de Juan 6,60-71

60Muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: «Esto que dice es inadmisible. ¿Quién puede admitirlo?» 61Jesús, conociendo que sus discípulos le hacían esas críticas, les dijo: «¿Esto os escandaliza? 62¡Pues si vierais al hijo del hombre subir adonde estaba antes! 63El espíritu es el que da vida. La carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. 64Pero entre vosotros hay algunos que no creen» (Jesús ya sabía desde el principio quienes eran los que no creían y lo iban a traicionar.) 65Y añadió: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no le es dado por el Padre». 66Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y no andaban con él.
67Jesús preguntó a los doce: “¿También vosotros queréis iros?” 68Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. 69Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios». 70Jesús le respondió: «¿No os elegí yo a los doce? Y, sin embargo, uno de vosotros es un diablo». 71Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote; pues éste lo iba a traicionar, y era uno de los doce. 
CUANDO LEAS
Estamos ante uno de esos momentos de crisis por los que cualquier persona y cualquier comunidad pasa en algún momento de su existencia. La crisis, en sí misma, no es mala; puede ayudarnos a crecer. Aunque en la mayoría de las ocasiones, pueda parecer lo contrario, y tiramos la toalla.
En el pasaje evangélico que nos ocupa observamos cómo Jesús acaba de poner ante sus discípulos una serie de condiciones (Jn 6,41-59) a las que muchos no son capaces de hacer frente o no quieren. Jesús no nos propone ser los primeros ministros de un reino, ni acabar con aquellos que nos hacen sombra o nos caen mal. La propuesta de Jesús es renunciar a toda ambición de poder y dar la vida por los otros; seguir a Jesús no consiste únicamente en dar los bienes, sino que, aquel que quiera ir tras de él tiene que darse a sí mismo. Ésta es una condición indispensable para ser discípulo de Jesús. Ni a nosotros, ni a sus contemporáneos nos convence esto mucho. ¿Verdad?
Pero, Jesús quiere hacernos entender que dar la vida no significa conclusión, no significa muerte; al contrario, esta máxima expresión del amor genera vida.

Para entender esto es indispensable que acojamos la acción del Espíritu Santo, el único capaz de comunicarnos la Vida. Es necesario pensar, sentir y actuar como Jesús. Es indispensable que nos dejemos formar por el Espíritu, que Él nos transforme según la forma del hombre ideal: Jesús.
Si no nos dejamos hacer por el Espíritu, las palabras de Jesús nos resultarán escandalosas y entraremos en crisis. Incluso si nos dejamos llevar por nuestros propios intereses o por los de la sociedad que nos rodea podemos llegar a traicionar a Jesús. La llamada no nos hace invulnerables.
En esta difícil situación, Jesús se dirige a los más cercanos a él, a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?» Él no está dispuesto a renunciar a su misión. ¿Y ellos? Simón Pedro, reacciona: «¿A quién vamos a ir?... Tú eres el Santo de Dios». Pero la adhesión de Pedro no garantiza la unión de todos los demás a Jesús. Simón Pedro se opone a Judas, hijo de Simón Iscariote. Existen dos clases de discípulos: el que está dispuesto a afrontar la crisis, aunque le niegue, como Pedro y el que tira la toalla, porque el programa de Jesús es inadmisible, como Judas.
Solo aquel que esté dispuesto a luchar y entregar su vida por los demás puede contarse entre los discípulos de Jesús. 

CUANDO MEDITES

- ¿Cómo afronto yo los momentos de crisis que pueden llegar a mi vida? Sobre todo, los momentos de crisis espiritual o de mi propia existencia como discípulo de Jesús.
- ¿Estoy dispuesto/a a asumir las condiciones del seguimiento de Jesús?
- ¿Estoy dispuesto/a a aceptar que entregar la vida como máxima expresión del amor es generar vida?
- ¿Acojo la llamada de Jesús y asumo el dejarme transformar por el Espíritu Santo?
- ¿Recibo a Jesús como mi Mesías, como «el Santo de Dios»? 

CUANDO ORES
La oración de Abandono de Carlos de Foucauld nos puede ayudar para afrontar los momentos de crisis, te invito a que oremos juntos con ella.

Padre mío,
me abandono a Ti.
Haz de mí lo que quieras.
Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.
Pongo mi vida en Tus manos. 
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.

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Lectio divina preparada por Pepe Pedregosa, ssp (Equipo de animación de San Francisco de Borja, Madrid)

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