sábado, 12 de junio de 2010

La mujer que amó mucho

Lectura orante de Lucas 7,36-50
XI Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C

(36) Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. (37) Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, (38) y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume.
(39) Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.»
(40) Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte.» El dijo: «Di, maestro.»
(41) Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta.
(42) Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?»
(43) Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más.» El le dijo: «Has juzgado bien», (44) y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. (45) No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies (46) No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume.
(47) Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.»
(48) Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.»
(49) Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?»
(50) Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz.»


* Cuando leas

Hazlo activando todos tus sentidos:
- mira la escena como si estuvieras presente en ella. Contempla la sala del banquete, y a los tres personajes centrales: el fariseo, Jesús y la mujer. Fíjate en sus acciones: es la mujer quien aparece como el sujeto de la mayor parte de ellas;
- escucha las palabras que Jesús dirige al fariseo y las que dirige a la mujer; también las palabras no pronunciadas: los juicios del fariseo, los gestos silenciosos pero expresivos de la mujer;
- huele el olor del perfume inundando la casa, siente a qué saben estas palabras: “se le ha perdonado mucho”, “muestra mucho amor”, “tu fe te ha salvado” “vete en paz”...

* Cuando medites

- Observa el contraste entre el fariseo y la mujer, entre las apariencias y la realidad: él a los ojos de todos representa la Ley, la justicia, la pureza, la suficiencia, el autocontrol, el mérito, la ausencia de pecado. Está seguro en su propia casa, no se siente en deuda con nadie y por eso se cree capacitado para juzgar a otros: emite un juicio severo contra Jesús, descalificándole como profeta, y contra la mujer a la que desprecia y sentencia como “pecadora”.
- La mujer aparece en relación con la ciudad, una manera de señalarla como prostituta conocida por todos. Viene de fuera, es una transgresora de la Ley y de las costumbres de la hospitalidad ya que irrumpe en el banquete sin ser invitada; sus gestos resultan inadecuados y ambiguos ya que el sólo contacto de sus manos envilece a quien toca.
- Jesús interpreta las cosas de otra manera y des-vela lo que esconden las apariencias:
Al fariseo la Ley le ha resecado el corazón, se engaña en sus juicios y está incapacitado para la hospitalidad; se creía por encima del perdón y su ausencia de amor se convierte en el peor pecado. Debe mirar a la mujer y aprender de sus aptitudes de relación, es ella quien puede iniciarle en la verdadera hospitalidad. Aquella a quien miraba por encima, es ahora su modelo, su rabbi: y en comparación con ella que está bajo el signo del más y del mucho, todo lo de él es poco y menos.
- La mujer posee el secreto de la circularidad del amor: ha recibido el de Jesús y lo vuelve sobre él, es quien sabe acoger y agradecer y conoce lo que hace heredar la vida eterna: “Amarás al Señor con todo tu corazón...” (Lc 10,27). Posee la verdadera sabiduría porque a través de Jesús ha conocido el corazón misericordioso de Dios. Su don expresado en lágrimas, besos, caricias y perfume son su respuesta al per-don recibido. Una excluida que al principio estaba fuera, detrás y abajo, está para Jesús arriba y se convierte en punto de referencia y en modelo de fe; ha arrebatado al que se creía intachable el puesto de anfitrión. Cuando se marcha, lo hace perdonada, salvada y escoltada por la paz.

* Cuando respondas a Dios con la oración:
- Haz memoria del perdón que has recibido tantas veces y alégrate de estar en deuda con el Señor y por lo tanto en disposición de amar mucho. Siente tu existencia como un frasco lleno de perfume: tus cualidades y dones, tu tiempo, tus recursos... Está en tu mano retenerlo y escatimarlo o entregarlo y derramarlo. Y hoy es en favor de los otros donde puedes realizar tus gestos de ternura, acogida y derroche.
- Imagina que Jesús te llama por tu nombre: “Tengo algo que decirte”. Lo que pone ante ti es la posibilidad de vivir una vida regida por la “lógica de la ley y el cálculo” (el plano de la medida, la severidad, lo razonable…), o por la “lógica del don y la gratuidad” (es decir el agradecimiento, el amor creativo, la esplendidez... ) .
- Pídele a él, el “Señor de la desmesura”, que te ponga “del lado de la mujer” que es también el suyo, que cure los “ramalazos fariseos” que pueden esconderse en tu corazón, que te enseñe a mirar a las personas como él, que te inspire los gestos del “mucho amor”.


(Equipo de lectio divina de la U.P. Comillas)

viernes, 4 de junio de 2010

"Ver al Invisible", II Curso Bíblico con las Concepcionistas Franciscanas

"Ver al Invisible". Le tomo el título prestado a Bruna Costacurta porque me parece que describe perfectamente el proceso que he querido seguir en este segundo curso bíblico que he tenido con las religiosas de vida contemplativa, Concepcionistas Franciscanas, en Madrid, del 25 al 29 de mayo.

El año pasado Dolores Aleixandre me propuso animar con ella un curso de cinco días a las Concepcionistas. Le dije que sí, pero le expresé también mis reservas: "Evidentemente, ellas te buscan a ti. A mí no me conocen y, si yo estuviera en su lugar, no me agradaría que nadie te sustituyera ni un sólo día". Dolores hizo caso omiso de mis reticencias y las hermanas hicieron un verdadero acto de fe aceptando la propuesta de Dolores: el primer día se encargaría ella y los cuatro restantes, yo.
¿Cómo podría describir aquellos días? Divertidos, intensos, sorprendentes, entrañables, fraternos..., en los que pude experimentar a Dios muy cerca. Fue un viaje a través de toda la Biblia con un estilo narrativo. Las hermanas Concepcionistas, realmente amables y acogedoras, nos hicieron sentir como en casa a Lidia (mi "apoyo logístico", hermana, colaboradora y amiga) y a mí.
Este año hemos vuelto a encontrarnos. Algunas de las 49 participantes eran rostros conocidos pero, en su mayoría, las asistentes venían por primera vez. En esta ocasión nos hemos centrado en el A.T., que hemos recorrido a través de sus personajes, como he ido haciendo a lo largo del curso en los distintos grupos bíblicos.

Los relatos bíblicos y los tiempos para la danza, la oración (lectio divina) y la re-creación han sido, básicamente, los ingredientes del curso.
Por una parte, me siento afortunada por haber conocido a estas mujeres tan llenas de entusiasmo, de vitalidad, de Espíritu y de deseo de servir a la Iglesia y al mundo desde su carisma contemplativo.
Y, por otro, siento que es un regalo y un privilegio acercarme, con ellas, a la Palabra llena de Luz y de Vida y a la historia que Dios hace con nosotros a través de hombres y mujeres que, como nosotros, vivieron su vida desde Dios en todos los momentos: juventud y vejez, salud y enfermedad, éxitos y fracasos, noches, "descensos", "aprietos" y "anchuras"...
En todas esas circunstancias, todos deseaban ver al Invisible. Exactamente como nosotras.

¡Gracias a Dios por su Palabra, en la que encuentro tanta Vida!
¡Y gracias a las Concepcionistas Franciscanas por darnos la oportunidad de compartir con ellas nuestros caminos de búsqueda del Rostro de Dios!

jueves, 3 de junio de 2010

Ada quiere creer

Vengo después de muchos días de ausencia y encuentro un comentario a un post de febrero en el que una tal “Ada” dice que le gustaría tener fe, pero no la tiene. Incluso hubo un tiempo en que quiso dedicar su vida a Dios, “pero algo pasó” y ahora es agnóstica. Dice que “le gustaría creer” y yo pienso que eso ya es un comienzo de fe.

Me ha recordado a mi hermana. Hubo un tiempo en que incluso, quizá, llegó a pensar en la vida religiosa. Ahora también ella es agnóstica. O atea. No sé dónde se sitúa. Pero lo cierto es que Dios se ha quedado muy lejos de sus búsquedas. Al menos, de sus búsquedas explícitas.
Ada me ha hecho recordar también a Unamuno y su “oración del ateo”: “… Sufro yo a tu costa, Dios no existente, pues si Tú existieras existiría yo también de veras”.

Y, finalmente, me ha traído a la memoria del corazón a Madeleine Delbrêl, esa mujer que encarnó el Evangelio maravillosamente entre los obreros ateos de Ivry, y que en su adolescencia y primera juventud proclamó, con un ateísmo agresivo y amargo: "¡Dios ha muerto!¡Viva la muerte!"

Pasó una etapa de su vida en la que simplemente buscaba el sentido de estar aquí. Ni siquiera buscaba a Dios. Sólo dice que "en aquel momento habría dado todo el universo por saber lo que yo pintaba en él".
Tenía novio, un brillante ingeniero con el que iba a casarse. Y un día, inesperadamente, ese novio se marchó para ser dominico. No volvieron a verse. Pero ella quedó sacudida por el hecho de que ese Dios que para ella estaba muerto estuviera tan vivo para la persona que ella había amado.
Entonces comenzó a preguntarse: "¿Estás bien segura de lo que quiere decir no existe? ¿Estás bien segura de lo que quiere decir existe? ¿Cómo se confirma la inexistencia de un Dios?" Y comenzó a plantearse la hipótesis: "¿Existirá Dios?"

Para responder a esta pregunta, decidió orar. Con muchas reticencias y resistencias, dada su mente racionalista. Pero se puso a orar.
"A los veinte años, una conversión violenta siguió a una razonable búsqueda de Dios", dice ella misma.
La vida de esta mujer fue hermosa. Podéis encontrarla en un pequeño librito de Jacques Loew, publicado en Sal Terrae: Vivir el evangelio con Madeleine Delbrêl.

Dios es demasiado importante como para vivir ignorando la posibilidad de su existencia, entreteniendo el tiempo en mil asuntos insustanciales, intrascendentes.
Yo diría que Dios es la única cuestión importante y que todos estamos llamados a ser “personas espirituales” que lo buscan y que viven desde Él lo cotidiano.
Cuando olvidamos que tenemos una dimensión espiritual con un hambre infinito de Trascendencia, la insoportable levedad del ser nos sofoca y no sabemos qué inventar para calmar la angustia que nos produce el haber dejado de lado la única búsqueda que tira de nosotros de manera irrefrenable.