martes, 26 de marzo de 2013

La entrega de Judas y la condena del Sanedrín

Lectio divina de Marcos 14,43-65
43 Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas  y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.
44 El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela.» 45 Nada más llegar, se acerca a él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso.
46 Ellos le echaron mano y le prendieron.
47 Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja.
48 Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? 49 Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan  las Escrituras.»
50 Y abandonándole huyeron todos.
51 Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen. 52 Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.

53 Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. 54 También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego.
55 Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban.
56 Pues muchos daban falso testimonio contra él, pero los testimonios no coincidían. 57 Algunos, levantándose, dieron contra él este falso testimonio: 58 «Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho  por hombres.» 59 Y tampoco en este caso coincidía su testimonio.
60 Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?»
61 Pero él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?»
62 Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes  del cielo.»
63 El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas y dice: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? 64 Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?» Todos juzgaron que era reo de muerte.
65 Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían: «Adivina», y los  criados le recibieron a golpes.
CUANDO LEAS
1. El relato del prendimiento de Jesús de Marcos tiene dos partes: la primera presenta la carga emotiva de un beso que, según el texto, es traidoramente efusivo, y nos presenta también la vergonzosa nocturnidad de la policía del Templo ante un profeta que ha hablado a la luz, cada día, en el mismo Templo. Y la segunda nos presenta la reacción de protesta de Jesús –única vez en toda la pasión de Marcos- ante la violencia de la nocturnidad y de las formas (con espadas y palos). Nos presenta también la bochornosa huída de los discípulos, que lo habían seguido durante su vida pública, cuando parecía que el éxito y la fama de Jesús les acompañaban.
La escena del prendimiento conecta con la de Getsemaní, pues mientras todavía estaba hablando Jesús, se presenta Judas, del que se resalta que era uno de los doce. En Marcos, éste es el “sobrenombre” de Judas Iscariote: “el que lo entregó” (cf. Mc 3,19; 14,44). El grupo viene de parte del Sanedrín, sumos sacerdotes, escribas y ancianos. Estos pertenecen al partido saduceo y son los responsables más inmediatos de la muerte de Jesús. Se trata de una turba informal, pues vienen con espadas y palos como para detenerlo como a un ladrón cualquiera.
La contraseña que elige Judas para la entrega es un beso (muestra de amistad), que, según el texto, parece ser un beso cariñoso, efusivo, para dar tiempo a que los enemigos de Jesús se fijaran y lo identificaran.
Cuando Jesús es detenido, uno de los presentes (Pedro, según Jn 18,10) sacó la espada y le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote, una acción indigna de un seguidor ideal de Jesús, pero propia de sus seguidores reales, hombres rudos y violentos, como deja entrever el texto de la elección de los 12 en los sinópticos, cf. Mc 3,13-19: Simón, Pedro (= piedra de tropiezo), Judas Iscariote (=sicario, “el que lo entregó”), Santiago y Juan (=”los hijos del Trueno”) o Simón el Zelote (Lc 6,15).
Jesús se queja de que vengan a detenerle como a un ladrón, a escondidas, en la noche. Él enseñaba todos los días en el templo, como un maestro con autoridad, y allí no se atrevieron a echarle mano por temor a la gente (Mc 12,12). Se afirma que esto sucedió así “para que se cumplieran las Escrituras”, expresión rara en Marcos y más propia de Mateo. ¿Qué pasaje concreto de la Escritura se cumple en la entrega de Jesús en la noche? Quizá la expresión del cumplimiento se refiere a “y abandonándole, huyeron todos”. Hay muchos pasajes en la Escritura en los que se puede leer el abandono que experimenta el hombre justo (Sal 27,10; 31,12; 38,12; 41,10, 69,9). En el Talmud se lee: “A la puerta del comerciante de aceite hay muchos hermanos y amigos; a la puerta de la cárcel, no hay ni hermanos ni amigos”. Probablemente Marcos se refiere a aquellos textos bíblicos que hablan del justo perseguido (en Jeremías, el Siervo de Yahveh, o al justo traspasado de Zacarías).
El abandono de “todos” está lleno de ironía y de fuerza. Se cumplen así sus palabras: “Todos os vais a escandalizar” (14,27). Todos, menos un joven que, en principio, le sigue y que termina escapando desnudo. ¿Es un dato autobiográfico del propio Marcos? ¿Es un discípulo cualquiera? ¿Es una referencia al profeta Amós: “El más esforzado entre los bravos huirá desnudo el día aquel” (2,16)?...
2. Jesús, conducido al Sumo Sacerdote, es confrontado con representantes de tres facciones del sanedrín: los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.
Pedro sigue a Jesús, pero le sigue “de lejos”. Para que el seguimiento sea verdadero es necesario estar dispuesto a asumir la suerte del maestro e ir con Jesús hasta la cruz. Con la alusión a Pedro se introduce también el relato de la  negación.
Cuando se habla de “todo el sanedrín”, se habla la reunión plenaria de las supremas autoridades judiciales, que constaba de 70 miembros a los que se sumaba el sumo sacerdote en el cargo. La finalidad de la reunión es encontrar un testimonio contra Jesús para eliminarlo, y esa intención de matar hace que el juicio aparezca como ilegal. Esta intención de dar muerte a Jesús cierra un proceso iniciado en 3,6.
Para el narrador, los testimonios son falsos (cf. Sal 27,12; 35,11). Sus testimonios no sirven porque son contradictorios. La acusación gira en torno a las afirmaciones de Jesús respecto al templo: “Yo destruiré este Santuario…” Quizá Jesús nunca dijo esas palabras, pero su actitud de fondo era ésa. Hay un nuevo templo, un nuevo santuario, un nuevo modo de aproximarse a Dios… Jesús es el nuevo santuario de Dios en el que es posible encontrarse con el Padre, conocer su Rostro, encontrar la vida... “Él hablaba del templo de su cuerpo”… (Jn 2,21).
Viene a continuación el interrogatorio del acusado, realizada por el sumo sacerdote, que se sitúa en el centro. La primera pregunta se refiere al silencio de Jesús. La segunda exige que Jesús tome postura respecto a sus acusadores. Pero Jesús calla, como calla el justo perseguido del salterio (sal 38,14-16) o el Siervo de Yahveh (Is 53,7). Pero cuando el sumo sacerdote le interroga sobre el mesianismo, él hace una confesión mesiánica con unas palabras que dejan traslucir su trascendencia divina: “Sí, yo soy”, expresión que oculta una referencia al nombre de divino (“Yo soy el que soy”). La respuesta de Jesús remite al Salmo 110,1 y a Daniel 7,13. La blasfemia de Jesús, para muchos autores, consiste en que Jesús se coloca en el lugar perteneciente a Dios. Para los judíos, el confesar a Jesús crucificado como Mesías e Hijo de Dios (=Hijo del Bendito) era blasfemia.
El proceso se cierra con el escarnio de Jesús, en el que toman parte algunos miembros del sanedrín y los servidores. No se nos dice nada de la reacción de Jesús. Él permite, indefenso y en silencio, que caiga sobre él esta deshonra.

CUANDO MEDITES

- “Es un amigo de confianza quien traiciona a Jesús, y con un beso. La forma en que Jesús afrontó la violencia contiene un mensaje para nuestros tiempos. La violencia es suicida —dice a Pedro— y no se vence con más violencia, sino con una energía espiritual superior, que se extiende a los demás en forma de amor sanador. Jesús toca al siervo del sumo sacerdote y lo cura. El hombre violento puede tener necesidad también hoy de un gesto sanador, que brota de un amor que trasciende las cuestiones inmediatas.
En tiempos de conflictos entre personas, grupos étnicos y religiosos, naciones, intereses económicos y políticos, Jesús dice que la respuesta no es el enfrentamiento y la violencia, sino el amor, la persuasión y la reconciliación. Incluso cuando parece que no logramos nada con estos esfuerzos, plantamos semillas de paz, que traerán fruto a su debido tiempo. La justicia de nuestra causa es nuestra fuerza”.

- “Traición y abandono por parte de aquellos que había elegido como Apóstoles, a los que había confiado los secretos del Reino y en los que había puesto toda su confianza. Un rotundo fracaso. 
La traición sorprende, sobre todo si se refiere a los pastores del rebaño. ¿Cómo pudieron hacerle esto a él? El espíritu es fuerte, pero la carne es débil. Las tentaciones, las amenazas y chantajes, doblegan la voluntad. 
No nos escandalicemos. Las defecciones nunca han faltado en las persecuciones. Y después se han producido con frecuencia los regresos. En aquel joven, que arrojó la sábana y huyó desnudo (cf. Mc 14, 51-52), intérpretes autorizados han visto al futuro evangelista san Marcos”.

- “Esa traición y ese beso, a lo largo de los siglos, se han transformado en el símbolo de todas las infidelidades, de todas las apostasías, de todos los engaños. Cristo, por tanto, afronta otra prueba, la de la traición que engendra abandono y aislamiento. No es la soledad que tanto amaba, cuando se retiraba a los montes a orar; no es la soledad interior, fuente de paz y de serenidad porque con ella nos asomamos al misterio del alma y de Dios. Es, por el contrario, la experiencia dolorosa de tantas personas que también en esta hora en que nos encontramos aquí reunidos, al igual que en otros momentos del día, están solas en una habitación, ante una pared desnuda o ante un teléfono mudo, olvidados por todos por ser viejos, enfermos, extranjeros o extraños. Jesús bebe con ellos también este cáliz que contiene el veneno del abandono, de la soledad, de la hostilidad.”

- “Conocemos bien esta escena de condena: ¡es la crónica de todos los días! Pero nos queman en el alma unas preguntas: ¿Por qué es posible condenar a Dios? ¿Por qué Dios, que es omnipotente, se presenta revestido de debilidad? ¿Por qué Dios se deja avasallar por el orgullo de la arrogancia humana? ¿Por qué Dios calla?
Nuestro tormento es el silencio de Dios, es nuestra prueba. Pero es también la purificación de nuestra prisa, es la cura de nuestro deseo de venganza.
El silencio de Dios es la tierra donde muere nuestro orgullo y brota la verdadera fe, la fe humilde, la fe que no hace preguntas a Dios, sino que se entrega a él con la confianza de un niño.”
CUANDO ORES
Te sentirás solo, sin testigos.
Te encontrarás aislado, sin puentes.
Te abrumará el silencio, sin palabras.
Te dolerá el olvido, sin aplausos.
Te inquietará la duda, sin respuestas.
Te pesará la carga, sin ayudas.
Te asustará el compromiso, sin seguridades.
Te verás desnudo, sin mentiras.
Y Yo seré tu testigo, tu puente y tu palabra.
Yo seré tu aplauso, tu respuesta y tu apoyo.
Yo seré tu refugio y amaré tu desnudez
y te enseñaré a vivir de verdad.

(José Mª Rodríguez Olaizola, sj)

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Autora: Conchi López, pddm, equipo de Lectio Divina de la UPComillas
Nota: Los comentarios están tomados de Secundino Castro y de J. Gnilka; las propuestas de meditación, de diversos Via Crucis del Viernes Santo, en el Coliseo.

jueves, 21 de marzo de 2013

Padre, aparta de mí este cáliz

Lectio divina de Mc 14, 21-42

Llegaron a una finca que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: ‘Sentaos aquí mientras yo voy a orar’. 

Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, y empezó a sentir horror y angustia, y les dijo: ‘Me muero de tristeza, quedaos aquí y estad en vela’. Adelantándose un poco, cayó a tierra, pidiendo que si era posible se alejase de él aquella hora; decía: ‘¡Abba! ¡Padre!: todo es posible para ti, aparta de mí este trago, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú’. 
Se acercó, los encontró adormilados y dijo a Pedro: ‘¿Estás durmiendo, Simón? ¿No has podido velar ni una hora? Estad en vela y pedid no ceder en la prueba: el espíritu es animoso, pero la carne es débil’. 
Se apartó de nuevo y oró repitiendo las mismas palabras. Al volver los encontró otra vez adormilados, porque se morían de sueño, y no sabían qué contestarle. 
Volvió por tercera vez, y les dijo: ‘¿Así que durmiendo y descansando? ¡Basta ya, ha llegado la hora! Mirad, el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos!; ya está ahí el que me entrega’.

CUANDO LEAS

Jesús llegó a Jerusalén aclamado por sus seguidores. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!, Mc 11, 10. Parecía que el hijo de David, el Mesías, iba a tomar posesión de su trono y a inaugurar su reinado. Pero Jesús entró en el templo como uno de los muchos rabinos que subían con sus discípulos a Jerusalén para la celebración de la Pascua, y se dedicó a enseñar. Primero, con un gesto profético: entró en el templo y se puso a echar a los que vendían y a los que compraban allí. ‘Mi casa será casa de oración para todos los pueblos. Pues vosotros la tenéis convertida en una cueva de ladrones’, Mc 11, 15.17. Jesús denunciaba así el uso que los sacerdotes y los escribas hacían del templo. Habían convertido el lugar del encuentro con Dios y con los hermanos israelitas en una casa de cambio de moneda y un mercado de animales, donde ellos obtenían pingües beneficios a costa de los sacrificios del pueblo y con el pretexto de rendir a Dios el culto debido. No es extraño que los sacerdotes y los escribas decidieran en ese momento acabar con él y estudiaran la mejor forma de lograrlo (cf. Mc 11, 18-19).
Jesús siguió enseñando en el templo durante los días siguientes. Cuestionó la legitimidad de los sacerdotes y los escribas, que no eran los pastores del pueblo que Dios deseaba. Discutió con ellos sobre la ley, poniendo en entredicho la interpretación que ellos hacían de ella en aras de su prestigio social, de su poder y de sus cuentas corrientes. Se atrevió a profetizar el fin del templo, signo visible de la presencia de Dios en medio del pueblo y garantía de la pervivencia de Israel como entidad política. Los sumos sacerdotes y los letrados no ocultaban lo mucho que les disgustaba aquel galileo advenedizo. Conclusión: andaban buscando una manera de darle muerte prendiéndolo a traición, Mc 14, 1-2. Jesús era consciente de la amenaza que suponían para él las autoridades del pueblo: Ella ha hecho lo que podía, ha embalsamado mi cuerpo para la sepultura, Mc 14, 8. Jesús celebró la Pascua clandestinamente, porque sabía que sus enemigos le acechaban. Más aún, sabía que habían hecho un trato con uno de sus íntimos: Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar, uno que está comiendo conmigo, Mc 14, 18. Así, Jesús hace de aquella cena pascual su cena de despedida, y deja claro que en su inminente muerte Dios se compromete de nuevo en favor de todos: Esta es mi sangre, la sangre de la alianza, que se derrama por todos, Mc 14, 24.
¿Qué opciones tenía Jesús en esta situación? Salir de Jerusalén a escondidas y regresar a Galilea, donde se le apreciaba. Dicho con una palabra: huir. Hubiera podido armar a sus partidarios y hacerse coronar rey a la fuerza. Incluso podía romperse por dentro, deprimirse hasta el suicidio. Pero Jesús, acabada la cena, marchó a una finca que se llama Getsemaní para orar. Allí Jesús se hizo plenamente consciente de los sentimientos que se agitaban en su interior. Marcos dirá que sentía horror y angustia, que se moría de tristeza, que se sentía solo: ¿Así que durmiendo y descansando? La oración de Jesús en Getsemaní consistió en gritar a aquel que se le había revelado en el bautismo: Tú eres mi Hijo, a quien yo quiero, mi predilecto, Mc 1, 11, y que en una montaña alta y apartada, señalándole a él, había dicho a sus discípulos: Este es mi Hijo, a quien yo quiero, escuchadlo, Mc 9, 7. Jesús recurrió a aquel que se le había manifestado amorosamente como origen de su ser y de su misión: ¡Abba! ¡Padre! La oración de Jesús fue agónica, un auténtico combate. Él era perfectamente consciente de su debilidad, al contrario que Pedro: Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré, Mc 14, 31. Jesús confiaba en el Padre: todo es posible para ti, y le manifestó con toda sinceridad lo que deseaba en aquel momento: aparta de mí este trago. Pero, a la vez, quería ser fiel a su Padre, corresponderle con un amor sin condiciones: no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú. Jesús acabó entregándose al que reconocía como único Señor de su vida, cuya voluntad se le estaba revelando en las circunstancias concretas que estaba viviendo. 

CUANDO MEDITES

¿Cuál es tu primera reacción cuando estás en una situación angustiosa? ¿Orar? ¿Dar vueltas a la cabeza? ¿Culpabilizarte? ¿Culpar a otros, a las circunstancias, a Dios? Si no te encuentras en una situación semejante, contempla la agonía de Jesús en Getsemaní. Afirmas que le amas, hazte eco de su horror, angustia, tristeza y soledad. ¿Reconoces que su fidelidad al Padre hasta la muerte es al mismo tiempo amor por ti? Echa un vistazo al dolor de tantos. ¿Tienes alguna responsabilidad en él? Haz tuyos esos dolores, y dale al que sufre tu amor. Es decir, regálale tu fe en el Señor crucificado y resucitado, tu esperanza de que el dolor se acabará y compartirás la vida feliz de tu Señor, tu ayuda eficaz en las circunstancias concretas en que se haya. 

CUANDO ORES

- Deja que el Espíritu ore en ti con tu cuerpo, tus sentimientos, tus palabras. ¿Te postras en adoración? ¿Te arrodillas? ¿Te sientas? ¿Alzas las manos? ¿Estás en pie? ¿Susurras? ¿Gimes? ¿Lloras? ¿Le alabas? ¿Le agradeces? ¿Le suplicas? ¿Le cuentas cómo te sientes? ¿Desahogas tus preocupaciones ante él? ¿Le confías tus inquietudes y proyectos? ¿Le hablas del sufrimiento de tantos? ¿Le preguntas? ¿Te abandonas a su amor y a su voluntad?
- ¿Sientes el amor de Dios? Déjate amar. Déjate convertir. Déjate fortalecer para que tu vida, animada por el Espíritu y obediente a él, sea  testimonio, servicio y evangelización.

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Autor: Rafael Chavarría, equipo de Lectio Divina de la UPComillas

miércoles, 20 de marzo de 2013

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!

Lectura orante de Is 50,4-7, Fil 2,5-11 y Lc 19,18-40

Canto: El siervo

1. No gritará, no alzará su voz,
no voceará por las calles,
no quebrará la caña cascada
ni apagará la llama vacilante.

Éste es mi siervo
en quien me complazco.
Es mi elegido
a quien sostengo,
para que traiga la salvación
a todos los pueblos (bis).

2. Yo, el Señor, te llamé,
te tomé de la mano,
para dar vista a los ciegos
y liberar al cautivo.

3. Sin apariencia humana,
desfigurado y humillado,
se escandalizan ante tu rostro,
ante Ti, mi Siervo amado. 



……………………..

Oración para disponer el corazón

1. Exulta de gozo, hija de Sión,
grita de alegría, hija de Jerusalén,
porque se acercan los días de la Pascua
y tu Señor viene a ti,
humilde y montado en un asno,
justo y victorioso
sobre todo orgullo y altanería humana.

2. Aclámalo como un niño,
corre tras Él,
pon a sus pies todo lo que eres,
expón tu vida ante sus ojos,
pues Él viene a ti como poderoso Salvador.

3. Él te mostrará la victoria de la paz
sobre las violencias humanas,
porque hoy se anuncia la paz
a través de su mansedumbre sin medida.

4. Él te hará ver la victoria de la humildad
sobre las grandezas humanas,
porque hoy son los pequeños
el centro de todas las miradas.

5. Él te enseñará la victoria de la alegría del Espíritu
sobre las tristezas humanas,
porque, a su paso, se desborda
el entusiasmo que viene de Dios.

6. Él abrirá tu corazón para que acojas
la victoria de la esperanza
sobre los desencantos humanos,
porque el Reino de Dios viene a nosotros en Él
y llena de Vida todos los rincones de nuestra casa.
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* Isaías 50,4-7

4 Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido
una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído
para que escuche, como los iniciados.
5 El Señor Dios me ha abierto el oído;
y yo no me he rebelado ni me he echado atrás.

6 Ofrecí la espalda a los que me apaleaban,
la mejilla a los que mesaban mi barba.
No oculté el rostro a insultos y salivazos.
7 Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido,
por eso ofrecí el rostro como pedernal,
y sé que no quedaré avergonzado.

* Filipenses 2,5-11

5Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:
6El cual, siendo de condición divina,
no retuvo ávidamente
el ser igual a Dios.
7Sino que se despojó de sí mismo         
tomando condición de siervo         
haciéndose semejante a los hombres         
y apareciendo en su porte como hombre;
8y se humilló a sí mismo,         
obedeciendo hasta la muerte         
y muerte de cruz.

9Por lo cual Dios le exaltó         
y le otorgó el Nombre,         
que está sobre todo nombre. 
10Para que al nombre de Jesús     
toda rodilla se doble       
en los cielos, en la tierra y en los abismos,
11y toda lengua confiese
que Cristo Jesús es Señor
para gloria de Dios Padre.
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Canto: En mi debilidad (Brotes)

En mi debilidad, me haces fuerte.
En mi debilidad, me haces fuerte.
Sólo en tu amor, me haces fuerte,
sólo en tu vida, me haces fuerte.
En mi debilidad, te haces fuerte en mí.


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Lucas 19,18-40

28 …Marchaba por delante subiendo a Jerusalén.
 29 Y sucedió que, al aproximarse a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, 30 diciendo: «Id al pueblo que está enfrente y, entrando en él, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha  montado todavía ningún hombre; desatadlo y traedlo.
31 Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", diréis esto: "Porque el Señor lo necesita."»
32 Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho.
33 Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: «¿Por qué desatáis el pollino?»
34 Ellos les contestaron: «Porque el Señor lo necesita.»

35 Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús.
36 Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino.
37 Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron  a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto.
38 Decían: «Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.»
39 Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos.»
40 Respondió: «Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.»

CUANDO LEAS

- Puesto que el Evangelio de la celebración narra la Pasión de Jesús que también contemplaremos el próximo viernes –aunque narrado por Juan y hoy por el evangelista Lucas-, vamos a orar hoy con el evangelio de la entrada de Jesús en Jerusalén y las dos primeras lecturas de la celebración del Domingo de Ramos.

- La primera lectura invita a detener nuestra mirada sobre la figura del Siervo de Yahveh. Éste es también el protagonista de las lecturas que la liturgia nos presentará los próximos días: lunes, martes, miércoles y viernes santo.
- Las palabras de Isaías 50, 4-7 constituyen lo que se denomina el tercer oráculo o canto del Siervo y nos volveremos a encontrar con él el miércoles, con una ampliación de dos versículos más. Lo que conocemos como primer oráculo podremos contemplarlo el lunes santo: Is 42,1-7; el segundo canto del Siervo, Is 49, 1-6, la Iglesia nos lo presenta el martes santo y el cuarto y más largo, el que encontramos en Is 52,13-53,12, nos es ofrecido para la celebración del Viernes santo con objeto de conocer mejor al autor de nuestra salvación, Jesús, el Cristo.
El objeto de esta elección no es sino adentrarnos más en las actitudes y sentimientos que Jesús hizo suyas, que lo mantuvieron firme hasta su entrega radical y amorosa y que caracterizan al discípulo que, como el Siervo, saben bien que “el Señor ayuda” (Is 50,7).
- El texto se centra en la figura del Siervo de YHWH, que habiendo recibido una misión desea mantenerse en fidelidad a Dios y a los hombres, por ello permanece firme en el sufrimiento y en el aparente fracaso. La suerte de este atento discípulo de la Palabra de Dios prefigura la de Cristo, el humilde que no opuso resistencia a la voluntad del Padre, sino que “a pesar de su condición divina… se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz” (segunda lectura, Flp 2, 6-11).
La vocación del siervo lo muestra como un discípulo que, por don y misión de Dios, trasmite la Palabra a los desanimados e indecisos (“para saber decir al abatido una palabra de aliento” Is 50, 4a). Pero esto sólo ocurrirá si él el primero se abre diariamente como un discípulo pronto a escuchar la Palabra que no es suya y de la cual no puede disponer ni a su gusto ni exclusivamente para él.
- En este tercer poema se acentúa el tema del fracaso, presente también en el segundo oráculo (“me había cansado en vano y había gastado mis fuerzas para nada” Is 49,4). El siervo encuentra hostilidad y persecución, incluso violencia: golpes, insultos, salivazos y ultrajes (Is 50, 6-7). Pero consciente desde el principio de las exigencias de su vocación, el Siervo no opone resistencia a Dios; y su pleno consentimiento le hace fuerte y manso de cara a los perseguidores: ni huyó ante la Palabrayo no me he rebelado ni me he echado atrás” (Is 50,5), ni se arredró ante las injurias y la violencia de los que quisieron acallarla, reduciéndola al silencio.
- Si no se rinde ante el sufrimiento es porque confía en la ayuda de Dios: "El Señor me ayuda, por eso soportaba… sabiendo que no quedaría defraudado” (Is 50,7), porque confía en que es valioso para el Señor, y "en Dios se halla mi fuerza” (Is 49,5), y porque confía en que Dios le sostiene y le dará su Espíritu, como se afirmará el lunes: “Este es mi siervo a quien sostengo, mi elegido en quien me complazco. He puesto sobre él mi espíritu” (Is 42,1).
…………….

El evangelio de Lucas 19,28ss

Fíjate en dónde ocurre cada escena: en la primera, están más o menos en la mitad del Monte de los Olivos y los personajes son Jesús y sus discípulos. La segunda escena tiene lugar en la aldea cercana y los personajes son los discípulos enviados y los propietarios del pollino. En la tercera, están ya bajando del Monte y los personajes son Jesús y la multitud de los discípulos. En lugar de conversación, hay exclamaciones de alegría y alabanza.  En la cuarta el clima jubiloso anterior es reemplazado por la murmuración de los fariseos y la respuesta tajante de Jesús.
Observa cómo todo el texto está marcado por el descenso: Jesús desciende de “arriba” (Betania, Betfagé, el Monte de los Olivos...) y va hacia “abajo” ( Jerusalén lo está con relación al Monte,  el pollino es un animal pequeño, los mantos están en el suelo...).
Mira el verde de los olivos, el colorido de los mantos tendido en el suelo, el esplendor de las murallas que rodean Jerusalén. Siente la fuerza deslumbrante del sol de la mañana,  el polvo del camino, el lomo cálido del pollino. Escucha el griterío de la gente, las alabanzas, la bendición, la aclamación que repite la que oyeron los pastores en Belén. Escucha las protestas de los fariseos que ofrecen un trasfondo oscuro a la luminosidad de la escena. Trata de escuchar también a esas piedras que gritan...

CUANDO MEDITES

Detente en algunas palabras claves del texto:

REY: al proclamar a su manera el evangelio, Lucas ha querido, más aún que los otros evangelistas, presentar a Jesús entrando en Jerusalén como para una entronización regia. El trasfondo del texto son otras dos entronizaciones célebres del AT: la del rey Salomón. «Los allegados de David hicieron montar a Salomón sobre la mula del rey... todo el pueblo gritó: 'Viva el rey...'. Subió después todo el pueblo detrás de él; la gente tocaba las flautas y manifestaba tan gran alegría que la tierra se hendía con sus voces» (1 Re 1, 38-40). Y la de Jehú: «Los oficiales se apresuraron a tomar cada uno su manto que colocaron bajo él encima de las gradas; tocaron el cuerno y gritaron: 'Jehú es rey'» (2 Re 9, 13). Jesús sigue el patrón de sus antepasados y se presenta como rey en Jerusalén y como un Rey poderoso, que da órdenes con un tono soberano, prevé las dificultades con que chocará su realización pero afirma su cumplimiento seguro: “Id al pueblo que está enfrente y encontraréis... Y si alguien os pregunta... Encontraron... Les preguntaron...»...
Pero la realeza de Jesús aparece marcada por signos diferentes: el de la paz y el de la humildad. La semejanza con la coronación de Salomón, cuyo nombre significa «el pacífico», es pretendida, con el fin de apoyar el tema, como también el recuerdo del himno cantado por los ángeles la noche de Navidad. Jesús es un rey de paz que trae a Jerusalén, la ciudad cuyo nombre significa «ciudad de paz» (Sal 122,6), la paz que su nombre reclama.

POLLINO. El término aparece 4 veces como sustantivo y 7 como pronombre (van subrayados) y evoca la profecía de Zacarías:  “Alégrate, ciudad de Sión; aclama, Jerusalén; mira a tu rey que está llegando: justo, victorioso, humilde, cabalgando un pollino, una cría de borrica.” (Zac 9, 6) Nos recuerda que nuestro rey está en medio de nosotros como el que sirve y su realeza aparece marcada por la pobreza y la mansedumbre. Ya el samaritano había echado mano de una cabalgadura para llevar al hombre herido. Aquí el pollino “sube de importancia” y de él se dice algo muy importante: ¡Jesús tiene necesidad de él!

PIEDRAS. Las palabras de Jesús están seguramente tomadas de un texto de Habacuc: ¡Ay del que mete en casa ganancias injustas y anida muy alto para librarse de la desgracia! Las piedras de las paredes gritarán alternando con las vigas de madera (Hab 2,9). Se diría que tanto el profeta como Jesús están capacitados para captar una “frecuencia de onda” inaudible para nuestros atrofiados oídos. En el contexto de Habacuc,  las piedras gritan ante la injusticia. En el de Jesús, y frente a la dureza de corazón y de mente de los fariseos, las piedras tomarían el relevo de la proclamación de su realeza si callara la aclamación de sus discípulos.

CUANDO ORES

Todos: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel!

¡Bendito eres Tú, Jesús, Señor y Maestro nuestro,
que, desde el seno del Padre, desde tu Cielo,
bajaste a nuestra Tierra y abrazaste nuestra carne
para ser la Presencia Viva de Dios
en medio de nosotros!

¡Bendito eres, Señor de todo lo creado,
porque no hiciste alarde de tu categoría de Dios,
sino que te despojaste y, por amor a nosotros,
tomaste la condición de esclavo, pasando por uno de tantos!

¡Bendito eres, Señor y Salvador nuestro,
que pasaste por el mundo haciendo el bien
y curando a muchos sus enfermedades y dolencias!

¡Bendito eres Tú, Médico y medicina!
¡Bendito eres Tú, Esperanza de los pobres!

¡Bendito eres Tú, Perdón de los pecadores,
bendito eres Tú,  Luz de los que andan en tinieblas!

¡Bendito eres Tú, manantial para el sediento,
bendito eres Tú, Pan vivo bajado del cielo!

¡Bendito eres Tú, Rostro del Padre, reflejo de su Gloria e impronta de su Ser,
misericordia hecha gesto y palabra
para la humanidad destinada a la salvación!

¡Bendito eres Tú, Jesús, que ahora subes a Jerusalén
y entras aclamado como Rey poderoso
sobre un asnillo, cabalgadura de pobres y de pacíficos!

¡Bendito eres Tú, Rey convertido en Siervo!
¡Bendito eres Tú, Príncipe de la Paz!

¡Bendito eres Tú, Maestro y Dador del Amor, la Reconciliación y la Vida!
¡Bendito eres Tú, Pan eucarístico de la Nueva Pascua
sellada con tu Cuerpo entregado y tu Sangre derramada!

¡Bendito eres Tú, el Divino hecho humano,
El Grande hecho pequeño,
El Rico convertido en pobre,
El Fuerte convertido en débil,
El Todopoderoso sometido a la impotencia...

... El Bondadoso sentenciado como a un malhechor,
El Justo condenado injustamente,
El Amado del Padre tenido por “abandonado de Dios”,
El Digno de adoración despreciado y crucificado!

Bendigamos, con todo el agradecimiento del corazón, al Bendito,
hecho maldito por amor a nosotros,
porque maldito es el que cuelga del madero!

Fijemos los ojos en Él,
entremos con Él a Jerusalén
y aprendamos su lección de amor y fidelidad.

Todos: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel!
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Canto: En la cruz  (Maite López)

En la cruz está la vida
y el consuelo
y ella sola es el camino
para el cielo (bis)

1. En la cruz está es Señor de cielo y tierra
 y el gozar de mucha paz aunque haya guerra.
Todos los males destierra en este suelo
y ella sola es el camino para el cielo.

2. De la cruz dice la esposa a su querido
que es una palma preciosa donde ha subido.
Y su fruto le ha sabido a Dios del cielo
y ella sola es el camino para el cielo.

3. El alma que a Dios está toda rendida,
y muy de veras del mundo desasida,
la cruz le es “Árbol de Vida” y de consuelo
y un camino deleitoso para el cielo.

4. Después que se puso en cruz el Salvador,
en la cruz está la gloria y el honor;
y en el padecer dolor, vida y consuelo:
y el camino más seguro para el cielo.

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La lectio divina contiene se vale de comentarios de Mª Pilar Casarrubios Lucas, del equipo de lectio divina de la UPComillas, y de mis propios materiales (oraciones) y comentarios.

viernes, 15 de marzo de 2013

Muy bien, muy bien...

En una aldea de pescadores, una muchacha soltera tuvo un hijo y, tras ser vapuleada, al fin reveló quién era el padre de la criatura: el maestro zen, que se hallaba meditando todo el día en el templo situado a las afueras de la aldea.

Los padres de la muchacha y un numeroso grupo de vecinos se dirigieron al templo, interrumpieron bruscamente la meditación del maestro, censuraron su hipocresía y le dijeron que, puesto que él era el padre de la criatura, tenía que hacer frente a su mantenimiento y educación. El maestro respondió únicamente: “Muy bien, muy bien…”

Cuando se marcharon, recogió del suelo al niño y llegó a un acuerdo económico con una mujer de la aldea para que se ocupara de la criatura, la vistiera y la alimentara.
La reputación del maestro quedó por los suelos. Ya no se acercaba nadie a recibir instrucción.
Al cabo de un año de producirse esta situación, la muchacha que había tenido el niño ya no pudo aguantar más y acabó confesando que había mentido. El padre de la criatura era un  joven que vivía en la casa de al lado.
Los padres de la muchacha y todos los habitantes de la aldea quedaron avergonzados. Entonces acudieron al maestro, a pedirle perdón y a solicitar que les devolviera el niño. Así lo hizo el maestro. Y todo lo que dijo fue: “Muy bien, muy bien…”


¡El hombre despierto!
¿Perder la reputación…? No difiere demasiado de perder aquel contrato que uno estaba a punto de firmar en sueños.

(Anthony de Mello, El canto del pájaro)
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jueves, 14 de marzo de 2013

Hoy suelto piedras...

Hoy suelto mi corazón de piedra
y me hago un corazón obstinado
en creer en el amor,
un corazón que late al compás
del mundo que sufre, del mundo doliente.

Hoy suelto mi mente rígida y dogmática de piedra
y me hago una mente fluida y simple,
como la de un niño,
una mente que piensa bien y se niega a etiquetar.

Hoy suelto mis miradas duras y estáticas como piedras,
y me hago una mirada comprensiva y compasiva,
mirada que penetra en los posibles porqués de los otros,
en su historia, que me es desconocida…;
mirada que va más allá de lo aparente,
mirada inclusiva,
que rescata la belleza y la bondad escondidas
en la aparente fealdad de muchas realidades.

Hoy suelto mis palabras cortantes,
mis palabras hirientes como guijarros afilados,
y me hago palabras dulces,
palabras que dicen bien, que bendicen,
palabras que acarician y no hieren.
Y me hago labios que deciden
no pronunciar juicios ni condenas,
labios que sonríen, que animan y que alientan.

Hoy suelto mis manos y mis brazos cerrados
a la ternura,
y me hago unas manos que cuidan, que sirven,
unas manos que levantan,
unas manos que sostienen,
unos brazos que abrazan sin miedo
y que estrechan lazos con lo diferente.

Hoy suelto piedras
y abro un camino,
y dejo espacio a la compasión,
que todo lo hace nuevo.
















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miércoles, 13 de marzo de 2013

Soltando piedras...

Lectura orante de Juan 8,1-11

Oración para disponer el corazón: Salmo 119 (Elogio de la Palabra)

Dichoso el que, con una vida coherente y fiel,
camina en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando su Palabra,
lo busca de todo corazón;
el que, sin cometer injusticias,
anda por sus senderos.

Tú revelas tu Evangelio
para que ponga mis pies
en las huellas que me traza.
Ojalá esté firme mi camino,
para abrazar y realizar tu proyecto sobre mí,
y no me desvíe tras otras palabras
y otros maestros que no conducen a la Vida.

Te alabaré con sincero corazón
cuando aprenda tu único mandamiento:
el mandamiento antiguo y nuevo del Amor sin límites.
Quiero guardar tu Palabra en mi corazón,
como María, y rumiarla en mi interior día y noche.
Tú, Señor, no me abandones.
Asísteme con el don de tu Espíritu,
para que tu Palabra se haga carne en mi carne,
en gestos y palabras cotidianas.
¿Cómo podrá alguien andar honestamente?
Viviendo tu Evangelio.
Te busco con sincero corazón,
no consientas que me desvíe de tu senda.
En mi corazón escondo tus consejos,
así no me alejaré de ti ni te daré la espalda.

Bendito eres, Señor!
Pon, como un sello en mi corazón,
la Buena Noticia de tu misericordia.
Mis labios van enumerando
las bienaventuranzas, que son la puerta de tu Reino;
mi alegría es la vida hermosa que nos has mostrado,
más valiosa y deseable que todas las riquezas.

Lectura del profeta Isaías 43,16-21

Así dice el Señor, que te abrió camino en el mar
y senda en las aguas impetuosas;
que sacó a batalla carros y caballos,
tropa con sus valientes:
caían para no levantarse,
se apagaron como mecha que se extingue.

No recordéis lo de antaño,
no penséis en lo antiguo;
mirad que realizo algo nuevo;
ya está brotando, ¿no lo notáis?
Abriré un camino por el desierto,
ríos en el yermo;
me glorificarán las bestias del campo,
chacales y avestruces,
porque ofreceré agua en el desierto,
ríos en el yermo,
para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido,
el pueblo que yo formé,
para que proclamara mi alabanza.

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Juan 8,1-11

La mujer adúltera, Antonio José da Silveira
(ilustración de El rostro femenino de Dios,
Benjamín González Buelta, sj)
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».



CUANDO LEAS

- Cuando leas el pasaje de Isaías, ten en cuenta el momento en que el profeta escribió este texto tan hermoso: fue durante el tiempo en que el pueblo de Israel estaba desterrado en Babilonia, muy lejos de su tierra y en manos de un imperio opresor (Babilonia). En esa situación, Israel se acuerda de los tiempos pasados, de aquel episodio de su historia en que Dios los sacó de la esclavitud de Egipto. La primera estrofa de la lectura hace alusión al paso del Mar Rojo, cuando el Señor les preparó un camino o una senda por el mar, que se abrió en dos para dejarles pasar. Y alude también al desastre que sufrió el ejército egipcio en su persecución.
- Israel recuerda aquella liberación con nostalgia, pero el profeta les dice que lo mismo que Dios obró esas maravillas en el pasado, lo hará ahora y aún mayores. Por eso les dice: “No recordéis lo de antaño... mirad que hago algo nuevo. Ya está brotando, ¿no lo notáis?”. Dios está ideando un modo de salvar a su pueblo y conducirlo de nuevo a su tierra, a través de un desierto en el que se abrirán caminos y quedará convertido en un manantial para dar de beber a su pueblo. Porque para Dios nada hay imposible.

- ¿Por qué la liturgia habrá escogido este texto en relación al relato de Juan 8,1-11? Se me ocurren varias posibilidades:
- Porque alguien que carga y arrastra una antigua identidad no deseada (porque no se ajusta a lo que realmente es, porque se ha perdido, porque se ve arrastrado por inercias que no quiere… ) va a ser renovado enteramente.
- Porque Dios hará “algo nuevo”, le dará un nombre nuevo, lo hará todo nuevo en aquel ser que había perdido la frescura, la inocencia primera, la integridad…
- Porque Dios pondrá liberación y libertad en esa situación de esclavitud. Pondrá agua donde hay sed. Pondrá camino donde no se acierta a ver ningún camino, mostrará una salida donde no se ve salida alguna…
Eso tienen en común Israel y la mujer adúltera.

Hay un texto de Ezequiel, mucho más duro y explícito, que nos puede ayudar a comprender mejor la situación interior de Israel y la mujer, y también el alcance de la actuación de Dios. Como si cuando Dios libera, restaura y perdona…
- el viejo se volviera niño (Nicodemo…),
- la prostituta, una mujer capaz de un inmenso amor (Lc 7, 36-50),
- la adúltera, una esposa fiel,
- el discípulo que niega al Maestro, un discípulo capaz de morir con su Maestro (Juan 21,15-19),
- el publicano ladrón, un hombre generoso y desprendido (Lc 19,1-10),
- la mujer poseída por siete demonios, la mujer más libre del mundo para seguir y anunciar a Jesús (Mc 16,9-11; Lc 8,2)…

Ezequiel 16, 30

30 ¡Oh, qué débil era tu corazón - oráculo del Señor Yahveh - para cometer todas estas acciones, dignas de una prostituta descarada!
31 Cuando te construías un prostíbulo a la cabecera de todo camino, cuando te hacías una altura en todas las plazas, despreciando el salario, no eras como la prostituta. 32 La mujer adúltera, en lugar de su marido, toma ajenos. 33 A toda prostituta se le da un regalo. Tú, en cambio, dabas regalos a todos tus amantes, y los atraías con mercedes para que vinieran a ti de los alrededores y se prestasen a tus prostituciones. 34 Contigo ha pasado en tus prostituciones al revés que con las otras mujeres; nadie andaba solicitando detrás de ti; eras tú la que pagabas, y no se te pagaba: ¡ha sido al revés!
35 Pues bien, prostituta, escucha la palabra de Yahveh (…)
53 Yo…  te restableceré a ti… 60 … yo me acordaré de mi alianza contigo en los días de tu juventud, y estableceré en tu favor una alianza eterna.
61 Y tú te acordarás de tu conducta y te avergonzarás de ella (…)
62 Yo mismo restableceré mi alianza contigo, y sabrás que yo soy Yahveh, 63 para que te acuerdes y te avergüences y no oses más abrir la boca de vergüenza, cuando yo te haya perdonado todo lo que has hecho, oráculo del Señor Yahveh.

CUANDO MEDITES

- Hoy, tú eres Israel. ¿Qué te oprime o te esclaviza? ¿Qué te preocupa o te agobia? ¿Qué “desiertos” y “sequías” amenazan tu vida?
- Trae a la memoria episodios de tu vida en que Dios te ha liberado, salvado, cuidado... ¿Crees que Dios puede salvarte hoy? ¿Crees en “el Dios de los imposibles”? ¿Crees que Dios es capaz de recrear toda la realidad, incluida toda tu persona, librándote de tus esclavitudes?
- En el evangelio de Juan encontramos a una mujer sorprendida en adulterio. Una vez más, como en otros casos, vemos a los fariseos y escribas confrontados con Jesús: ellos, dispuestos a acusar, juzgar y condenar; Él, compasivo, dispuesto a perdonar.
- Por grande que sea tu pecado, Dios te perdona y anima a estrenar una vida nueva: “Tampoco yo te condeno. Anda y, en adelante, no peques más”. ¿Crees que Dios perdona todas tus culpas, por graves que sean? ¿Crees que Él te hace nuevo/a cada vez que te equivocas, cada vez que tropiezas, cada vez que lo niegas, cada vez que haces daño a otros, cada vez que te autoagredes, cada vez que te sientes incapaz de amar...?
- ¿Has experimentado alguna vez cómo el perdón y la paciencia de alguien que te ama, te han levantado de tu caída, de tu error y ha sanado tus heridas interiores?
- ¿Cómo es tu actitud espontánea ante el prójimo: de juicio o de misericordia?

CUANDO ORES

1. Salmo 103 (adaptado)

- Bendito seas, Jesús, Dios de misericordia infinita,
imagen del Padre, encarnación de su bondad.
Desde el fondo de mi ser te bendigo, Señor,
y recuerdo siempre tus muchos beneficios.

- Bendito seas Tú, que perdonas todas mis culpas
y sanas todas mis enfermedades.
Bendito seas Tú, que rescatas mi vida de la infelicidad,
del desánimo y la desesperanza,
y saturas de bienes mi existencia.

- Bendito seas, Jesús, misericordioso y cercano.
Como se alzan los cielos por encima de la tierra,
así de alto e inmenso es tu amor para con nosotros.
Tan lejos como está el oriente del ocaso,
así alejas de nosotros todas nuestras rebeldías.

- Como un padre y una madre sienten ternura por sus hijos,
así sientes ternura por nosotros,
porque Tú nos conoces enteramente,
y sabes que somos tan frágiles como el barro.

- Bendito seas, Jesús, el Amigo de los niños y de los pobres,
de las mujeres, de los enfermos y de los extranjeros,
de los extraviados y pecadores:
Dame un corazón lleno de compasión
para que pueda ofrecer a otros
el mismo amor que Tú derrochas conmigo.

- Bendito seas, Jesús, que nos recreas y nos haces nuevos.
Como un alfarero, pones sobre mí tus manos
y modelas mi corazón a tu imagen
para que sea enteramente tuyo.
Gracias porque no me juzgas, porque me miras con bondad,
porque, como a la mujer adúltera,
me das la oportunidad de comenzar otra vez
y estrenar vida nueva.

2. La mujer adúltera

Mientras enseñabas
en el primer aire de la mañana,
un tumulto de cacería
se fue acercando excitado
por la explanada del templo.
Arrastraban a una mujer
sorprendida en adulterio
en la noche confundida (Jn 8,1-11).
¿Dónde estaba el varón?

Mirando desde la ley,
no había salida alguna,
y tú también estabas cercado
con la mujer encogida.
Pero el amor, cuando mira,
en las murallas de piedra
siempre descubre puertas
que se abren hacia la vida.

Con tu pausa de silencio
abriste otro universo.
Dibujabas en el suelo
como el dedo de Yahveh
en las piedras de Moisés,
y con una sola propuesta,
Desarmaste los puños cerrados
con las piedras del crimen:
“El que esté libre de pecado,
que tire la primera piedra”.

En el encuentro contigo,
la mujer
liberó a los varones,
amos de la sociedad;
la condenada
liberó a los jueces,
dueños de la vida y de la muerte;
a adúltera
liberó a los justos
según las leyes del templo.
Los hombres,
los amos,
los justos,
fueron dejando caer al suelo
las piedras de la muerte
que llevaban dentro
y se alejaron en el silencio
del primer día del mundo.
La mujer,
la condenada,
la adúltera,
quedó sola y renacida
ante tu mirada creadora,
en el centro de la libertad,
estrenando el corazón
y un nuevo tiempo de vida.

Y en ti, Jesús de Nazaret,
liberado también del cerco,
brilló para todo el pueblo
la ternura eterna del Padre.

Benjamín González Buelta, sj