viernes, 28 de enero de 2011

Dios enjugará las lágrimas de sus ojos

Lectio divina de Apocalipsis 7,1-17


(1) Después de esto, vi a cuatro Ángeles de pie en los cuatro ángulos de la tierra, que sujetaban los cuatro vientos de la tierra, para que no soplara el viento ni sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre ningún árbol.
(2) Luego vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes se había encomendado causar daño a la tierra y al mar: (3) «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»
(4) Y oí el número de los marcados con el sello: 144.000 sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel.
(5) De la tribu de Judá 12.000 sellados; de la tribu de Rubén 12.000; de la tribu de Gad 12.000; (6) de la tribu de Aser 12.000; de la tribu de Neftalí 12.000; de la tribu de Manasés 12.000; (7) de la tribu de Simeón 12.000; de la tribu de Leví 12.000; de la tribu de Isacar 12.000; (8) de la tribu de Zabulón 12.000; de la tribu de José 12.000; de la tribu de Benjamín 12.000 sellados.

(9) Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
(10) Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.» (11) Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios (12) diciendo: «Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.»
(13) Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Esos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?» (14) Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.» Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. (15) Por esto están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su Santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. (16) Ya no tendrán hambre ni sed; ya nos les molestará el sol ni bochorno alguno. (17) Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.»


CUANDO LEAS


Nos encontramos con lo que podríamos llamar un intermedio o un entre acto. Lo lógico sería la apertura del séptimo sello. Sin embargo, el autor nos sorprende con este relato de dos visiones relacionadas con el destino de la Iglesia. La primera visión (7,1-8) la que ciento cuarenta y cuatro mil siervos de Dios reciben una señal y, la segunda visión (7,9-17) en la que aparece una incontable multitud que han sido preservados en la gran tribulación. Esto nos puede servir también para estructurar el pasaje en dos partes.

Es un pasaje lleno de simbolismos por lo que creo útil que hagamos un repaso por los distintos símbolos que en él aparecen:
- Los cuatro rincones de la tierra, representan los cuatro puntos cardinales. O si lo preferimos, el mundo entero.
- Los ángeles son los servidores de Dios y en este caso cuatro de ellos son los encargados de retener a los cuatro vientos. Estos ángeles han recibido la orden de no permitir a los vientos que inicien su obra nefasta. Los vientos son símbolos del poder devastador y destructor.
- El ángel que sube del oriente tiene en su mano el sello del Dios vivo. Es el sello en el que está sobreimpresionado el nombre de Dios y con él serán marcados los elegidos como propiedad de Dios, aquellos a quienes Él protegerá (cf. Ez 9,1ss).
- La tierra, el mar y los árboles. La tierra para los judíos es símbolo de Israel, el mar es usado para referirse a naciones paganas, y los árboles simbolizan a personas (recordemos el Salmo 1).
- La cifra 144.000 es el producto de 12 por 12 por mil. Aunque esta cifra no tiene por qué representar a la comunidad judeocristiana, sino a todo el pueblo de Dios disperso sobre la tierra. Representan aquí el nuevo Pueblo de Dios.
- Una muchedumbre inmensa e incontable, como inmenso e incontable es el Pueblo Dios, los cuales habitan en su presencia y por ello llevan túnicas blancas; y porque han vencido al mal llevan palmas en las manos. Son los que superaron con éxito la gran tribulación y poseen la felicidad plena.
- La gran tribulación representa los duros y sangrientos momentos de persecución que ha sufrido la Iglesia.
- La salvación no se ha producido por el esfuerzo de los humanos, sino gracias a la sangre del Cordero, en la que los salvados lavaron y purificaron sus vestiduras.
- Las necesidades terrenas han dejado de tener importancia, Cristo los apacentará y guiará las fuentes de la salvación


CUANDO MEDITES


- Teniendo en cuenta que la salvación es un regalo, un don de Dios y no lo merezco en ningún momento, ¿me comporto como uno de los que han sido sellados con el nombre de Dios?
- También a ti te vienen momentos de tribulación, duros momentos, incluso, tal vez de persecución, ¿cómo afrontas estos momentos? ¿te agarras a la mano de Dios, a la sangre del Cordero?
- ¿Han dejado de tener importancia para ti las necesidades terrenas y confías en que Cristo te apacentará y llevará a fuentes de agua viva?


CUANDO ORES


- Da gracias a Dios por haberte sellado con su sello.
- Pide a Dios que te ayude en los momentos de tribulación.
- Da gloria Dios porque te protege siempre, te apacienta y te conduce hacia fuentes tranquilas.


(Pepe Pedregosa, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)

jueves, 27 de enero de 2011

Dopajes (Dolores Aleixandre)

Como la Biblia da para todo, ya un profeta del s.VI a.C. reconocía, sin cortarse un pelo, que veía muchachos cansados, fatigados, tropezando y cayéndose, mientras que otros en cambio “renovaban sus fuerzas, echaban alas como las águilas, corrían sin cansarse y marchaban sin fatigarse” (Is 40,31).


Estaban dopados, no cabe duda, pero con una sustancia no tóxica que Isaías llama confianza y que les aumentaba la capacidad de rendimiento dándoles ventaja sobre otros corredores.
Una buena metáfora para mirar el año transcurrido poniendo nombre a aquello que ha estimulado nuestra resistencia y remediado nuestros cansancios y detectando qué transfusiones o suplementos energéticos hemos empleado para acrecentar nuestros ánimos, evitar el agotamiento y seguir adelante sin perder ni la esperanza ni el humor.

A mí me ha salido una larga lista: el primer café de la mañana; ver amanecer y disfrutar de ese momento de silencio mágico (y eso que todavía estoy haciendo el duelo por la ausencia Gomaespuma que me ponía las pilas para el día entero). Luego, abrir la Palabra y dejarla hacer su camino, siempre sorprendente, nunca idéntico a otro.


A veces, un trayecto largo en metro en hora punta, sintiéndome fundida con esa humanidad apresurada y variopinta a la que los ángeles en Belén avisaron de que le había caído en gracia a Dios, no por hacer nada especial, sino porque Él en esto de amar gratuitamente no tiene remedio.

Tener noticia de tantos ‘cristianos por el mundo’, casualmente situados en esos lugares preferenciales que señala Mateo 25, en los que está la gente más hundida y maltrecha: por ahí andan siempre los misioneros, y Caritas, y Manos Unidas, y tantos otros y su memoria me despliega internamente una cola de pavo real (las pavas carecen de esa competencia) porque su compromiso y su generosa solidaridad me llenan de orgullo.
El mismo que siento al recordar que mis hermanas de Haití siguen allí, impertérritas (o “pertérritas”, pero aguantando). Escuchar a tumba abierta los relatos de vida de tantos hombres y mujeres buscadores y honestos, empeñados en vivir más de verdad el Evangelio.

Recordar el rostro de Keny (de Guinea Bissau, con tres niños), aplaudiendo de alegría después de ver en la pantalla del ordenador la primera línea escrita por ella. O los de los jóvenes de la JOC reunidos en asamblea y que, en lenguaje suyo, me resultaron “un crack”.

Mirar en un revistero las portadas de Vida Nueva, Sal Terrae, Catequistas, El Ciervo, Alandar, Misión Joven, R21 y otras cuantas, y poder leerlas asintiendo internamente a tantas de sus opiniones, propuestas y preguntas; y tener la suerte de conocer algunos rostros de los que están detrás de ellas pensando, escribiendo, arriesgando, inquietando y creando red eclesial.

Tengo más sustancias dopantes en mi lista pero ya no me caben aquí. Hagan la suya y cuéntensela a otros: nos vendrá bien a todos tenerlas almacenadas con vistas al próximo año.



(Publicado en la revista Vida Nueva)

miércoles, 26 de enero de 2011

Los siete sellos

Lectio divina de Apocalipsis 6,1-17


1 Vi entonces cómo el Cordero rompía el primero de los siete sellos, y vi a uno de los cuatro seres vivientes que decía con una voz como de trueno: “¡Ven!”

2 Miré y vi aparecer un caballo blanco. El que lo montaba tenía un arco; se le dio una corona y salió como vencedor, dispuesto a vencer.
3 Cuando el Cordero rompió el segundo sello, oí al segundo ser viviente que decía: “¡Ven!”
4 Y salió otro caballo de color rojo. Al que lo montaba se le entregó una gran espada con poder para arrancar la paz de la tierra y hacer que los hombres se maten unos a otros.
5 Cuando el Cordero rompió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía: “¡Ven!” Miré y vi aparecer un caballo negro. El que lo montaba tenía una balanza en la mano. 6 Y en medio de los cuatro seres vivientes oí como una especie de voz que decía: “Por un kilo de trigo, el salario de un día; por tres kilos de cebada, el salario de un día; pero no causes daño al aceite ni al vino”.
7 Cuando el Cordero rompió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente que decía: “¡Ven!”
8 Miré y vi aparecer un caballo amarillento. El que lo montaba se llamaba Muerte, y el Abismo lo seguía. Y se les dio poder sobre la cuarta parte de la tierra, para causar la muerte por medio de la espada, el hambre, la peste y las fieras terrestres.
9 Cuando el Cordero rompió el quinto sello, vi debajo del altar, con vida, a los degollados por anunciar la palabra de Dios y por haber dado el testimonio debido. 10 Y gritaban con voz potente diciendo: “Señor, santo y veraz, ¿cuándo nos harás justicia y vengarás la muerte sangrienta que nos dieron los habitantes de la tierra?”
11 Se les entregó entonces un vestido blanco a cada uno y se les dijo: “Aguardad un poco todavía. Aguardad hasta que se complete el número de vuestros compañeros y de vuestros hermanos que, como vosotros, van a ser martirizados”.
12 Y cuando el Cordero rompió el sexto sello, vi cómo se producía un formidable terremoto. El sol se tornó negro como un sayo de crin; la luna toda entera se volvió como sangre; 13 las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, igual que una higuera suelta sus higos verdes cuando es azotada por un viento huracanado; 14 el cielo se replegó como un pergamino que se enrolla y no quedó monte ni isla sin removerse de su sitio. 15 Los reyes de la tierra, los nobles, los grandes jefes militares, los ricos y poderosos, y todos los esclavos o libres, se escondieron en las cavernas y entre las rocas de los montes, 16 diciendo a montes y peñascos: “Caed sobre nosotros; ocultadnos de la vista del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero. 17 Porque ha llegado el gran día de su ira, y ¿quién podrá mantenerse en pie?”


CUANDO LEAS


- Observa que estamos ante la sección de los siete sellos (aunque en nuestro texto sólo se abrirán seis de ellos). Los sellos que cierran el libro simbolizan el sentido de la historia, el plan de Dios: el único que tiene acceso a él es el Cordero.
- Fíjate en los jinetes y caballos que aparecen en los sellos primero al cuarto: van a emprender una expedición de castigo (aunque éste no será total). Salvo que el primer jinete sea una alusión irónica al poder político (Roma), no se trata en realidad de cuatro, sino de uno y tres (blanco / rojo-negro-amarillento)
- o blanco: victoria (corona, Cristo), es el color de Dios
- o rojo: sangre (espada, violencia, guerra)
- o negro: injusticia social (balanza, precios, carestía: de 8 a 16 veces más en lo básico [trigo, cebada], que no afecta a los artículos refinados [aceite, vino])
- o amarillento (chlôrós): es el color del cadáver (Muerte, Abismo: espada, hambre, peste, fieras)


- Date cuenta de lo que hay en el quinto sello:
- o degollados: mártires (testimonio)
- o “debajo del altar”: quizá alusión al sacrificio o a tradiciones rabínicas
- o oración de los mártires: venganza (sentimiento muy humano)
- o vestido blanco: signo de triunfo


- Fíjate en el sexto sello: se produce una conmoción cósmica
- o sol, luna, estrellas, montes, islas: elementos típicos de la apocalíptica
 el sol vestido de luto (“sayo de crin”)
 el cielo como pergamino (cf. Sal 104; Gn 1)
- o siete categorías de personas: todos los seres humanos
- o el “día de la ira” (préstamo de los profetas, cf. Sof 1,14-15)


CUANDO MEDITES


- Reflexiona sobre los males que aquejan nuestro mundo: violencia, hambre, injusticias… ¿Crees que forman parte del plan de Dios? ¿En qué sentido? ¿Cómo se puede entender que Dios –a cuya esfera pertenecen los “seres vivientes” que llaman a los jinetes– vaya convocando desgracias y pesares? ¿Acaso no hemos de combatirlos o enfrentarnos a ellos?
- Tómate algún tiempo para meditar a propósito de los “mártires” que, aunque degollados, están vivos bajo el trono de Dios. ¿Crees que tú eres uno de ellos? ¿Por qué? ¿También sientes el anhelo de venganza? ¿En qué situaciones?
- Piensa en el vestido blanco con el que también a ti te viste el Señor. Es el mismo de tu bautismo, por eso quizá esté algo ajado o sucio con el paso del tiempo. ¿Crees que le hace falta un buen lavado (por supuesto no con Ajax o Skip, sino con la sangre del Cordero)?


CUANDO ORES


- Da gracias a Dios por ese Cordero capaz de abrir los sellos del libro en que están escritos todos nuestros azares y nuestros gozos, es decir, el que nos revela el sentido profundo de nuestra historia personal y colectiva.
- Pide al Señor que te ayude a descubrir su rostro en medio de un mundo surcado por el mal, que esté a tu lado para que no te deje caer en la tentación de pagar mal por mal.
- Alaba a Dios por tenerte “bajo su trono”, custodiado como su tesoro y posesión más preciados. Disfruta de su presencia junto con todos tus hermanos que están a tu lado.


Acabamos nuestra oración leyendo juntos el siguiente texto del evangelio de san Juan: “Al día siguiente, Juan se encontraba en aquel mismo lugar con dos de sus discípulos. De pronto vio a Jesús que pasaba por allí y dijo: ‘Éste es el Cordero de Dios’. Los dos discípulos le oyeron decir esto y siguieron a Jesús” (Jn 1,35-37).


(Pedro Barrado, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)

domingo, 23 de enero de 2011

Jesús, nuestra luz, nuestra alegría

Lectio divina de Mt 4,12-23
III Domingo del Tiempo Ordinario (ciclo A)


Oración inicial:

Amado Dios,
Tú que eres Luz sin tiniebla alguna,
ilumina los ojos de nuestro corazón
para que podamos contemplar, conocer,
amar y seguir a Jesús
cada día más intensamente.

Leemos el evangelio: Mt 4,12-23

12 Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea. 13 Y dejando Nazará, vino a residir en Cafarnaúm junto al mar, en el término de Zabulón y Neftalí; 14 para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías:

15 ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, allende el Jordán, Galilea de los gentiles!
16 El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto una gran luz;
a los que habitaban en paraje de sombras de muerte una luz les ha amanecido.
17 Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: "Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado."


18 Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, 19 y les dice: "Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres." 20 Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron.
21 Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus redes; y los llamó. 22 Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron.


23 Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. 24 Su fama llegó a toda Siria; y le trajeron todos los que se encontraban mal con enfermedades y sufrimientos diversos, endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curó. 25 Y le siguió una gran muchedumbre de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán.



CUANDO LEAS

Comenzamos, en este tercer domingo del tiempo ordinario, a hacer la lectura continua del evangelio de Mateo, que es el correspondiente al ciclo A.
Los dos primeros capítulos de Mateo (evangelio de la infancia) ya los hemos leído en Navidad, y el primer episodio del Bautismo lo hemos meditado hace dos domingos. Así es que seguimos hoy con el comienzo de la vida pública de Jesús como "misionero itinerante del Padre".

En el pasaje de hoy podemos descubrir tres partes:
1. El anuncio del Reino y la llamada a la conversión.
2. La llamada de los primeros discípulos al seguimiento.
3. Un resumen o sumario de la actividad de Jesús en Galilea.

1. Con motivo del encarcelamiento de Juan (prototipo del destino martirial de todo profeta y anticipo del destino de Jesús), Jesús se retira a Galilea, se establece en Cafarnaúm y allí comienza a anunciar: "Convertíos porque está cerca el Reino de los cielos".
El Reino de Dios viene con Jesús y necesita un cambio del corazón, una transformación interior para poder acogerlo, porque a menudo supone una subversión total de nuestros "valores" y criterios mundanos. Jesús mismo es el Reino.

Lo que más me llama la atención de esta primera parte del evangelio es la presentación de Jesús como Luz que ilumina las tinieblas del mundo. Y si leemos el texto más amplio de Isaías, citado por Mateo para decir que todo eso se cumple en Jesús, Jesús es también nuestra alegría y la liberación de todas nuestras opresiones (Is 8,23b-93: "... Aumentaste la alegría, acreciste el gozo. Se alegran en tu presencia como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín; porque la vara del opresor, el yugo de carga, el bastónd e su hombro, has roto...").
"Donde está Jesús hay una concentración de gente contenta por km2", decía una conocida biblista en una conferencia sobre "la felicidad en la biblia".
Así es Jesús: luz, alegría y liberación.

2. El relato de vocación de los primeros cuatro discípulos subraya la inmediatez y radicalidad de la llamada. No hay ningún otro valor por encima del tesoro escondido o la perla preciosa que los discípulos han encontrado al encontrarse con Jesús: ni profesión, ni familia, ni casa, ni seguridades. Todo lo dejan para ir detrás de Jesús como misioneros itinerantes, también ellos, sin lugar fijo de residencia y con una nueva familia: la comunidad de discípulos y discípulas que viven con Jesús.

3. La descripción de la actividad de Jesús, que recorría Galilea enseñando, predicando y curando. Mateo subraya, más que otros evangelistas, la tarea sanadora de Jesús.

CUANDO MEDITES

Fíjate en los "nombres" de Jesús que aparecen en este evangelio:
- Jesús es Luz. ¿Cómo lo es para mí? ¿Cómo torno yo en luz los aspectos oscuros de la vida?
- Jesús es Alegría. Alguien ha dicho que el setenta y cinco por ciento de las conversaciones cotidianas son negativas: nos quejamos del tiempo, del tráfico, del cansancio, de los otros... Incluso nos quejamos de aquellos a quienes amamos y les hacemos la vida fastidiosa y pesada. ¿Podemos hacer un pequeño (o gran) esfuerzo para pasar de la queja y el lamento al agradecimiento y la alegría?
- Jesús es Maestro: ¿De quién aprendo? ¿A quién sigo? ¿Qué valores son esenciales para mi vida? ¿Son los de Jesús?
- Jesús es Sanador: ¿Acudo a Él para que sane mis heridas?

CUANDO ORES

Gracias, Jesús.
Tú me has dado una vida hermosa.
La iluminas con tu Presencia y con muchas presencias de hermanos y hermanas
que me ayudan a vivir.
La guías con tus Palabras y tu ejemplo.
La alegras con tus dones y con tanto bien que encuentro a mi alrededor.
La sanas con la presencia consoladora de tu Espíritu.

Transforma mi vida para que desprenda luz, sanación y alegría para los demás.

martes, 18 de enero de 2011

Uno diez

Los martes de las últimas semanas, a nuestro regreso de Madrid, en plena hora punta, siempre nos pilla un atasco realmente cansado y exasperante hasta pasar la última salida de Parla. Así es que hoy decidí probar un camino alternativo para evitarle la pesadez a mi compañera de viaje: la autopista AP-41 hacia Toledo, maravilloso trayecto cómodo y seguro, "treinta minutos sin atascos".

El caso es que, como eso lo pensé poco antes de tomar el desvío hacia la susudicha autopista, no había preparado unas monedas, a mano, para el pago del pequeño primer trayecto que une la M-40 con la AP-41. Cuando detuve el coche ante el control de peaje, la chica exclamó: "Uno diez". Eché mano al bolso que había dejado en el asiento trasero y tras rebuscar afanosamente, no había manera de encontrar la cartera por ninguna parte. En ninguno de sus cinco bolsillos, ni en el bolso propiamente dicho, oculta entre mis libros, mi libreta, mis lápices y una cámara de fotos. Busqué entonces en el bolsillo de la falda, sin éxito. Tiré ya con cierta agitación de la chaqueta, que también estaba en el asiento de atrás, y rebusqué con impaciencia en sus bolsillos. Nada. ¿En la guantera del coche? Tampoco. Y, sin embargo, yo había cogido la cartera. Estaba segura, porque minutos antes había hecho uso de ella en el parking. "Disculpa, joven. No encuentro la cartera. Espérame un momento...". Ella esperaba sin impaciencia, casi con bondad. Bajé del coche y abrí la puerta trasera, buscando en los asientos con los ojos y con las manos (se veía poco, a pesar de la luna casi llena que luego nos alumbró todo el "cómodo" camino solitario en medio de una gran neblina). Entre tanto, seis coches más hacían cola y ellos sí comenzaban a impacientarse... 

Tras constatar finalmente la evidencia de que debía de haberme dejado la cartera en el parking miré a la joven cajera con ojos de cordero degollado y me disponía a rogarle: "Mira, págame tú el peaje, por favor, porque he debido de perder la cartera en Madrid...". Pero sólo le dije: "De verdad te aseguro que tenía la cartera. Mira el ticket del parking. Si acabo de pagar...". Pero mientras le decía esas palabras bajé la mirada y mis ojos fueron a caer en una espléndida moneda, en el suelo, junto a la puerta delantera del coche. Me agaché a cogerla y vi otra monedita junto a ella. "¿Cuánto has dicho que tengo que darte?" "Uno diez", repitió ella, mientras yo le mostraba, incrédula, el euro con diez, recogidos del suelo. Hasta tal punto llegó mi desconcierto (y creo que el suyo) que llegué a preguntarle: "¿No lo habrás puesto tú, verdad?" (quería decir si no se le habría caído a ella desde la ventanilla de su puesto.) "No, claro", dijo ella, recibiendo las monedas de mis manos. "Pues adiós". "Adiós".

A veces pasan cosas que son... perfectamente explicables, claro. Aunque a una le queda la sensación de que ... no lo son. Son gratamente sorpresivas, extrañas, oportunas, y te dejan la impresión de que son más que un mero golpe de suerte o pura casualidad.


Por cierto, a nadie le recomiendo huír del atasco de Parla, por ningún motivo, al menos, de noche. La rápida y cómoda AP-41 queda un poco a desmano, parece una carretera fantasma y bancos de niebla la invaden cada poco en estas gélidas noches de invierno.

lunes, 17 de enero de 2011

Agradecer lo ordinario

Después de un largo paréntesis, reemprendo este diario de viaje. Ante mí, un nuevo año: el 2011 (¡ya!). Trescientos sesenta y cinco días para estrenar vida nueva en cada uno de ellos.
Y es que me pasa que necesito estrenar vida nueva. No sé vosotros. Necesito y quiero cambiar y mejorar muchas cosas.

Nuestro fundador, Santiago Alberione, hombre hiperactivo donde los haya, y también hombre orante como pocos, consideraba, siguiendo a San Pablo, que la meta de la vida es que Cristo se forme en nosotros. Pablo se lo decía a los cristianos de Galacia con gran vehemencia: "¡Hijitos míos, por quienes sufro de nuevo dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros!" (Gál 4,19). Y Alberione trazó un itinerario en tres etapas para alcanzar esta meta, a modo de ejercicios espirituales para la Familia Paulina que estaba fundando. El libro se llamó así: "Donec formetur Christus in vobis" ("Hasta que Cristo se forme en vosotros"), y pretendía ser una "guía de cristificación" tanto para un curso de ejercicios como para un año de noviciado o, incluso, para toda una vida.

Pintura: Isabel Guerra
Para mí, el "Donec formetur" a seguir es el Evangelio, preferentemente leído y vivido según el camino que nos traza el año litúrgico que va de Adviento a Adviento, pasando por Navidad, el tiempo ordinario, la cuaresma, la Pascua, y, de nuevo, el tiempo ordinario.

Desde el domingo del Bautismo del Señor hemos entrado en este tiempo, el ordinario. Tendremos ahora ocho semanas por delante sin nada "extraordinario" que celebrar salvo... el mero hecho de estar vivos y de poder hacer cosas tan ordinarias como levantarnos, vestirnos, asearnos, comer, trabajar, amar, cuidar a otros, leer, pasear y cosas por el estilo.
Cuando el poder hacer lo habitual y trivial no se da por descontado, el más pequeño acto de la existencia siempre resulta admirable y extraordinario.

En mi agenda, para el mes de enero, he escrito en rojo y en mayúscula, una recomendación que no quiero olvidar:
"AGRADECE TODOS LOS DÍAS EL HECHO DE ESTAR VIVA".