jueves, 26 de abril de 2012

Ánimo. Soy yo. No temáis

Lectio divina de Marcos 6, 45-56
 
45 Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a ir por delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente.  46 Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.

47 Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo, en tierra. 48 Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. 49 Pero ellos viéndole caminar sobre el mar creyeron que era un fantasma  se pusieron a gritar, 50 pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante, les habló, diciéndoles: “¡Ánimo, que soy yo, no temáis.”  51 Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron en su interior completamente  estupefactos, 52 pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.
53 Terminada la travesía llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. 54 Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida,  55 recorrieron toda aquella región y  a comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían  que él estaba.  56 Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.

CUANDO LEAS

- El relato de Marcos que hoy oramos se inserta claramente dentro del fragmento en el que el evangelista quiere subrayar y exponer la proclamación de la buena noticia ya no sólo en Galilea sino más allá (6, 6b-8,26). Tras el envío de los Doce (6,6b-12) y su regreso (6,30), contemplado la semana pasada, Marcos presenta un ciclo de hechos prodigiosos: una multiplicación de alimentos (vv.31-44), una travesía en el mar y un resumen de curaciones (6,45-56).
Tal esquema se repite en el cap. 8: una multiplicación de alimentos, un recorrido por el mar y una curación milagrosa. Y entre ambos ciclos se produce un importante debate con fariseos y escribas (7, 1-23) y dos curaciones que ocurren nada casualmente en tierra de gentiles (7, 24-37)
-  En nuestra perícopa  no se dice por qué “inmediatamente” urge Jesús a sus discípulos a que partan (les obligó –dice el texto; ni por qué despide a la multitud y se retira al monte a orar (cf. los retiros orantes de  Jesús en 1, 35 y 14, 32-42, así como su retirada “al monte” de 3, 13). Es sorprendente la concentración de lugares que representan aislamiento y peligro, por un lado, y la presencia divina (desierto, monte, mar), por otro.
- Hoy contemplamos el segundo episodio de Marcos relacionado con el mar (6, 47-52; cf. 35-41). Y podemos comprobar sorprendidos que se ajusta al modelo general de los relatos de milagro: los discípulos están en peligro y Jesús camina hacia ellos sobre las aguas, calma sus temores, hace amainar el viento y deja atónitos a los que han visto tales maravillas y prodigios.
- Pero aún así existen algunos aspectos desconcertantes. Dada la frase  “quería pasarles de largo” (48b), hacer ademán de pasar e ignorar a sus discípulos, parece como si la primera intención de Jesús no fuera aliviar la angustia que les invadía, sino hacerles una demostración de sus poderes milagrosos, más dirigida a producir una teofanía, (una manifestación de  ese poder que no les permite creer en el Maestro) que a calmar los bruscos elementos desenvueltos en la naturaleza. Tal frase no aparece en las versiones mateanas y joánicas. Puede que Marcos haya utilizado el motivo del antiguo testamento del “paso” de Dios (Ex 33, 19.22;  I Re 19,11) para poner de relieve el carácter divino de la actuación de Jesús al caminar sobre el mar para acudir en ayuda de los suyos.
-  En el v. 52, la perplejidad de los discípulos ante la milagrosa aparición de Jesús y al verle calmar el viento se relaciona con su incapacidad para entender “lo de los panes” (cf.8, 17-21): así como Jesús manifiesta el poder de Dios contra la amenaza del desierto, lo manifiesta también al hacer frente a la amenaza del mar.
 
- Pero los Doce no captan esto porque sus corazones estaban (orig.: eran) endurecidos; aunque desconozcamos como en otros relatos bíblicos si la responsabilidad de tal endurecimiento es divina o humana, tal es la ambigüedad. Lo que está claro en 6,52 es que los discípulos son criticados porque con su asombro, muestran incomprensión y falta de fe cuando Jesús acude en su ayuda.
La actitud de ellos, la de los que viven diariamente con Jesús  contrasta fuertemente con la de la gente, que lleva ante su presencia numerosos enfermos para que los cure (6, 53-56), procedentes de todo tipo de población que siguen los pasos de Jesús, pendientes de enterarse “adonde él estaba” (v. 55b), profundamente convencidos como aquella mujer (la hemorroisa) que se atrevió a rozar sencillamente el borde del manto del “único que puede salvar bajo el cielo, porque no se nos ha dado otro nombre”.

CUANDO MEDITES

-  Jesús obliga a marcharse  inmediatamente a los discípulos; también despide a la multitud. Y se dirige a un lugar separado a orar. Pero a Jesús no le molesta nadie, ama a las multitudes y cada uno personalmente. Jesús no huye de los seres humanos, de ninguno. Pero tiene bien claro que sin la fuerza que le infunde la comunicación e intimidad con el Padre es incapaz de llevar adelante y cumplir la misión para la que vino a este mundo.
-  Sus prisas no son malas, de las que desordenan y ofuscan la paz del corazón, la mente y las entrañas. Jesús es un ser humano responsable en cada instante. Ni la gente ni los propios discípulos le deslumbran ni le apartan de esa profunda y vital necesidad de estar solo, de orar, de reforzar la relación con el que le envió.
La relación entre ambos no cesa. No deja que se enfríe tanta intimidad, la necesita para seguir obrando el bien. Sólo el que conoce al Padre puede revelárnoslo, haciéndonos partícipes de su filiación. Situación de total dependencia de Dios Padre. Toda su sabiduría, su fuerza, su voluntad… son las del Padre.
- Jesús sale al encuentro de sus discípulos y todo el que lo necesita, calmando nuestros temores, incluso aquellos que desconocemos y no hemos percibido. Porque él nos conoce mejor que nosotros mismos y únicamente en él puedo encontrarme en mi verdadero yo;  sólo  en mí  puedo hallarlo a él. ¡Dichosos los que no esperan la salvación grandiosamente y dejan a Dios ser Dios, permitiéndole entrar y actuar!
- Jesús amaina y sosiega todas nuestras tormentas y angustias, su paz nos saca de la oscuridad, la incertidumbre y de todo aquello que aparentemente parece que nos va a superar y hundir sin remedio alguno.
Jesús quiere aliviar el peso de tus fatigas. Como siempre, nada tuyo le es ajeno. El vino para liberar y salvar, no para hacer más dura tu existencia. Jesús nos ofrece su amistad.
- El Maestro sólo quiere y anhela tu paz. Los designios de Dios no son de aflicción sino de paz.

CUANDO ORES

- Mira a Jesús y permítele que te contagie su confianza y comunión con el Padre, pero no te agobies ni te condenes a ti misma, a ti mismo. Contémplalo solamente, acompáñale, sin prisas y él irá asemejándote a él sin interrumpir tu crecimiento y el desarrollo de tu existencia, que  seas tú mismo y esa criatura que él un día soñó y llamó a este mundo… ¡Dame hambre y sed de ti y líbrame de la autosuficiencia! ¡Renueva mi fe y haz que me sostenga una fe humilde y agradecida!     
- ¡Gracias Padre por tu Hijo! ¡Gracias Jesús por revelarme al Padre y por llevarme hasta Él!
¡Gracias por vuestra comunión estrecha, fuente de vida y amor! ¡Fortalece la nuestra!
- Considera los agobios de tu vida, aquello que nubla tu paz. Jesús desea que te acerques. ¡Descansa en Él  con todo lo que albergas en estos momentos en tu corazón! Confía en las palabras del salmista: “Contemplad al Señor y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará” (Sal 33). Nada puede alejarte de Dios. Él sólo desea que tú nunca llegues a creer que cualquier realidad puede hundirte y ahogarte. Atrévete a creer y a “tocar”  o rozar su manto; pídele cómo hacerlo. Sin ningún miedo a escucharlo.

¡DADME VUESTRO AMOR Y GRACIA
QUE ESTAS ME BASTAN!

(Autora: Mª del Pilar Casarrubios Lucas, pddm. Equipo de lectio divina de la UPComillas) 

jueves, 12 de abril de 2012

María Magdalena, apóstol de los apóstoles


María Magdalena de Tiziano
Si buscamos en internet imágenes de María Magdalena (hagamos el experimento), encontraremos numerosas obras de pintores clásicos que nos ofrecen una versión muy alejada de la tradición evangélica y, por el contrario, muy próxima a la idea que la mayor parte de las personas tienen de esta mujer. María Magdalena suele representarse como una mujer joven y hermosa, de largos cabellos, en ocasiones semidesnuda, con un frasco de perfume en sus manos y en actitud penitente. Puesto que ésta es la idea común, tampoco el cine es ajeno a la presentación distorsionada y errónea de este personaje, que es identificado, en la famosa “Pasión” de Mel Gibson, con la mujer adúltera de Juan 8,1-11, y en el Jesús de Zeffirelli, con la pecadora pública de Lucas 7,36-50.
¿Es eso lo que los evangelios nos dicen sobre María Magdalena? ¿Es eso lo que la liturgia de la Iglesia, en la memoria de esta discípula de Jesús, nos transmite sobre ella en sus lecturas y oraciones?
Vamos a intentar conocer mejor a María de la mano de los textos bíblicos y litúrgicos para llegar, por medio de ella, a rozar la experiencia del Resucitado, y a proclamar, como ella, llenos de alegría pascual: “¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!”

María Magdalena en los sinópticos

Marcos nos habla por primera vez de María Magdalena al final de su evangelio: “Había también unas mujeres mirando de lejos, entre ellas, María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de Joset, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén” (15,40). Es impresionante este dato en contraste con lo que Marcos nos ha dicho en 14,50, en el relato de Getsemaní: “Y abandonándole, huyeron todos”. Todos, menos las discípulas que le habían seguido desde Galilea y habían subido con él a Jerusalén. Entre esas mujeres fieles y valientes destaca María Magdalena, que se fija en dónde es depositado el cuerpo del Señor y acude allí el primer día de la semana, muy de madrugada, a ungirle, junto a otras dos mujeres. Pero el final de Marcos es desconcertante: un joven vestido con una túnica blanca les anuncia que Jesús de Nazaret ha resucitado y les encarga decir a los discípulos y a Pedro: “Irá delante de vosotros a Galilea, allí le veréis, como os dijo”. Mas ellas, “no dijeron nada a nadie porque tenían miedo” (Mc 16,1-8). Así nos deja el evangelista, con incertidumbre y quizá llenos de preguntas respecto a estas mujeres aterrorizadas y silenciosas, hasta que otro redactor añade al evangelio un final más acorde a los datos de las otras tradiciones evangélicas.
Mateo sigue a Marcos en su presentación de María (aunque con variantes). Nos la presenta junto a la cruz, “mirando de lejos”, vigilando dónde es sepultado Jesús, y recibiendo el encargo del ángel, en la mañana del primer día de la semana: “Id enseguida a decir a los discípulos: Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis” (Mt 28,7). Y ellas corrieron, llenas de gozo, a dar la noticia a los discípulos. Por el camino, Jesús les salió al encuentro y les dio el mismo encargo: “No tengáis miedo. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”.
Lucas difiere de Marcos y Mateo respecto al papel de las mujeres en los relatos de resurrección: ellas reciben la noticia de los ángeles de que Jesús “está vivo” (Lc 24,5), pero no reciben el encargo de anunciarlo. Sin embargo, ellas van a decirlo a los Once y a los demás, que no las creen y consideran que sus palabras son desatinos. Lucas, a diferencia de Mc y Mt, no presenta a María como primer testigo de la resurrección, pero nos aporta un dato hasta ahora desconocido: “… [a Jesús] le acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios…” (Lc 8,2). Mucho han dado qué hablar los demonios de María. No podemos detenernos a explicar en qué consisten los fenómenos de posesión que aparecen en los evangelios. Lo que sí es evidente es que nada tienen que ver con el adulterio, la prostitución, u otro tipo de pecado sexual. María era una mujer muy enferma que había sido sanada por Jesús. Y esa experiencia hizo de ella no sólo una discípula fiel, sino una figura tipo de la “Iglesia esposa”, tal y como veremos en el evangelio de Juan.

María Magdalena, imagen de la Iglesia esposa

Noli mi tangere, de Correggio
Tanto en la liturgia de las horas como en las oraciones y antífonas de la Eucaristía de la memoria de María Magdalena, que la tradición celebra el 22 de julio, la Iglesia acude al evangelio de Juan para decirnos quién es María: la que, el primer día de la semana fue al sepulcro, al amanecer, cuando todavía estaba oscuro; aquella cuyo corazón ardía en deseos de ver a su Señor y no lo encontraba; la que escuchó la voz de Jesús diciéndole: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?” (Jn 20,15); la que escuchó su nombre de labios de su Maestro y fue enviada a sus hermanos.
Muchos comentarios subrayan que el encuentro de María con el Resucitado tiene como trasfondo referencias al Cantar de los Cantares. “A medida que avanza la narración, va apareciendo que el sepulcro no es tal, es más bien un lecho nupcial. En efecto, Cristo ha sido ungido por sus amigos con cien libras de mirra y áloe, los perfumes del esposo del Salmo 45 y los del Cantar (4,14-15). Estos aromas se usaban para perfumar la alcoba (Prov 7,17), y no para embalsamar un cadáver. Por otra parte, la búsqueda de la mujer nos recuerda la de la novia del Cantar, corriendo por calles y plazas (Cant 3,2). La Magdalena, una vez que le descubre, quiere llevárselo, lo agarra, al igual que la del Cantar quiere retener a su Amado y conducirlo a la casa de su madre (Can 3,4)…” (Secundino Castro).

El descendimiento de la Cruz (¿Guido Reni?). María, preparada con los perfumes para ungir su cuerpo, besa su mano.
El simbolismo esponsal nos habla de una relación especial entre María Magdalena y Jesús. Una relación que fue deformada y tergiversada, a lo largo de los siglos, por uno u otro extremo: la literatura gnóstica del s.II convirtió a María en “la compañera de Jesús”, a la que Él “amaba más que al resto” (evangelio de Felipe), mientras que una parte de la tradición eclesiástica occidental la identificó con la pecadora de Lc 7,37-50. Sin embargo, otra parte de esa misma tradición la elogió reconociéndola “apóstol para los apóstoles” (Rabano Mauro, s.IX). El mismo santo Tomás de Aquino la proclama “Apostolorum Apostola”. Y es que “Cristo le confió, antes que a nadie, la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual” (oración de la memoria).

En este tiempo de Pascua, recorramos el itinerario de fe y amor de María Magdalena: dejémonos liberar de nuestras opresiones y “demonios” por Jesús; sigamos las huellas de nuestro Maestro de Galilea a Jerusalén; permanezcamos junto a su cruz; que nuestro corazón enamorado no se resigne a que la muerte nos lo arrebate; que nuestra fe pueda reconocer su voz y lo abrace, que nuestros ojos lo vean y nuestros labios anuncien a todos “lo que hemos visto y oído y han tocado nuestras manos” acerca del Señor Crucificado y Resucitado.

* Para la reflexión personal

1. A menudo se confunde a María Magdalena con la pecadora pública de Lc 7,36-50, con la adúltera de Jn 8,1-11 y con las mujeres que ungen a Jesús en Betania (Mc 14,3-9; Mt 26,6-13; Jn 12,1-8). Lee atentamente esos textos y date cuenta de sus semejanzas y diferencias, así como de la identidad de las mujeres que allí aparecen. ¿Quiénes son? ¿Cómo se llaman?
2. Busca los pasajes del evangelio que mencionan explícitamente a María. ¿Qué dicen de ella? ¿En qué aspectos de su persona los testimonios son unánimes? ¿Qué no dicen de ella?
3. ¿Has experimentado, como María, que Jesús te ha liberado de muchos “demonios”? Nombra esas experiencias y agradece, una vez más, la sanación.
4. El Señor Resucitado seca tus lágrimas, pronuncia tu nombre, enciende tu esperanza y te envía a anunciarlo. ¿Cómo realizas esta misión en tu vida cotidiana? ¿Anuncias, con el amor y la fe de María Magdalena: “He visto al Señor”?
María Magdalena a los pies del Resucitado
 
Para orar: Anuncio de María Magdalena

Escuchad, no estéis ya con las puertas cerradas,
que no os aprisionen más la duda y el miedo.
No ha vencido la muerte al que es la Vida.
El sepulcro está vacío, ¡ha resucitado!

Aquel que nos ama sigue aquí, con nosotros.
Ha secado mis lágrimas al nacer la mañana.
Fui de noche a la tumba, dando tumbos y a oscuras,
y me llenó de luz el rostro con una palabra suya.

Me lo decía el corazón, que no podía estar muerto,
y, en el huerto, mi nombre resonó en su garganta.
Se me quitó la losa de su ausencia que oprimía mi vida
y corrí a abrazarlo, a llenar de besos sus pies atravesados.

Rabbuní, en mi angustia madrugué para buscarte.
Te encontré, te agarré y no te soltaré, Maestro mío.
Quédate con nosotros, camina a nuestro lado para siempre.
Danos suficiente amor para cambiar el mundo a tu manera.

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* Bibliografía:


- Isabel Gómez Acebo (eds), María Magdalena. De apóstol a prostituta y amante, DDB 2007
- Régis Burnet, María Magdalena. De pecadora arrepentida a esposa de Jesús. Historia de la recepción de una figura bíblica, DDB 2006

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Conchi López, pddm
Publicado en la revista de comunicación social y pastoral "Cooperador Paulino", nº 161, abril-junio 2012

martes, 10 de abril de 2012

Dadles vosotros de comer

Lectio divina de Marcos 6, 30-44

30 Los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. 31 Él les dijo: «Venid vosotros solos a un lugar solitario, para descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían que no tenían tiempo para comer.
32 Se fueron en la barca, ellos solos, a un lugar despoblado. 33 Pero los vieron marchar y muchos los reconocieron, y corrieron allá a pie, de todos los pueblos, llegando incluso antes que ellos. 34 Al desembarcar, vio Jesús un gran gentío, sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. 35 Como se hacía tarde, los discípulos se acercaron a decirle: «El lugar está despoblado y ya es muy tarde. 36 Despídelos para que vayan a los caseríos y aldeas del contorno y se compren algo de comer».

37 Jesús les replicó: «Dadles vosotros de comer». Ellos le contestaron: «¿Cómo vamos a comprar nosotros pan por valor de doscientos denarios para darles de comer?». 38 Él les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver». Cuando lo averiguaron, le dijeron: «Cinco panes y dos peces». 39 Jesús mandó que se sentaran todos por grupos sobre la hierba verde, 40 y se sentaron en corros de cien y de cincuenta.
41 Él tomó entonces los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los fue dando a los discípulos para que los distribuyeran. Y también repartió los dos peces entre todos.
42 Comieron todos hasta quedar saciados, 43 y recogieron doce canastos llenos de trozos de pan y de lo que sobró del pescado. 44 Los que comieron los panes eran cinco mil hombres.

CUANDO LEAS

- Observa que estamos ante una sección del evangelio de Marcos en el que destacan dos «multiplicaciones» de panes. La primera, que es nuestro texto, se sitúa en territorio judío. La otra (8,1-10), en territorio pagano. Quizá por eso las sobras llenarán en nuestro episodio «doce» canastos, mientras que en Mc 8,8 serán «siete».
- Fíjate en las ricas evocaciones presentes en el texto: Una referencia directa la encontramos en el milagro de Eliseo (2 Re 4,42-44), donde el profeta da de comer a cien hombres con veinte panes de cebada.
- Múltiples referencias al Éxodo
  1. Alusión al «descanso» (menuhá), que es el final (y la finalidad) del Éxodo (Dt 3,20; 12,10; Sal 95)
  2. Lugar «despoblado» (literalmente, «desierto», eremos)
  3. Sentarse en «corros de cien y de cincuenta», como los responsables de la comunidad elegidos por Moisés (Ex 18,21.25)
  4. Dar de comer, como Yahvé en el desierto con el maná, hasta «quedar saciados» (Sal 78,29; 105,40)
- Imagen del pastor
  1. La muchedumbre se encuentra «como ovejas sin pastor», igual que en Ez 34,5 (diatriba contra los pastores de Israel)
  2. «Sobre la hierba verde»: referencia a las «verdes praderas» de Sal 23,2 más que una indicación histórica al momento primaveral en que quizá tuvo lugar el milagro
  3. Imagen del banquete
  4. «Recostados» (como el banquete de Sal 23,5, pero imaginado al estilo grecorromano)
- «Dos peces»: podría tratarse de una referencia al banquete mesiánico, donde la tradición judía considerará que Leviatán, un animal acuático, será el plato principal
- Advierte las claras referencias a la eucaristía en las acciones de Jesús: toma los panes, levanta los ojos, pronuncia la bendición, parte los panes y los da (cf. Mc 14,22, donde también aparecen los verbos «tomar», «pronunciar», «partir» y «dar»): esta comida se convierte así en prefiguración de la eucaristía.
- Observa el contraste entre el cálculo cicatero de los discípulos (un denario de pan por cada veinticinco hombres) y la generosidad derrochadora de Jesús: comen todos hasta quedar satisfechos y sobra, porque estamos ante la esencia del Reino de Dios.

CUANDO MEDITES

- Piensa en los sentimientos de Jesús: se quiere retirar a un lugar solitario para descansar con sus discípulos; pero, al desembarcar, ve al gentío como ovejas sin pastor, y se «compadece» de ellos (literalmente, se le «conmueven las entrañas»). La compasión es el motor de la actividad de Jesús. ¿Son esos también nuestros sentimientos?
- Reflexiona en el hecho de que nosotros tenemos la suerte de poder participar anticipadamente cada semana (o de forma diaria) en ese banquete del Reino que es Jesús cuando se nos entrega en la eucaristía. ¿Sabemos valorarlo como se merece?
- Medita sobre el papel «servidor» de los discípulos: son ellos los que tienen que repartir a la multitud los pedazos de pan que Jesús les da (bien es verdad que un tanto obligados por el Señor, que prácticamente no les deja otra opción). ¿Somos nosotros servidores de nuestros hermanos? ¿Nos resistimos a la dulce instancia del Señor?


CUANDO ORES

- Da gracias a Dios por las eucaristías que tenemos la suerte de poder celebrar, por los presbíteros que las presiden y por las asambleas que las constituyen (aunque a veces haya deficiencias en aquellos que las componemos).
- Pide al Señor que nos conceda tener esos mismos sentimientos que animaban la vida de Jesús: la misericordia entrañable hacia los que sufren y lo pasan mal, y también la sabiduría para poner remedio a esas situaciones de forma eficaz.
- Alaba al Padre misericordioso y Dios de todo consuelo por habérsenos revelado en su Hijo Jesucristo, que nos ha enseñado que el único camino a la gloria es el del servicio amoroso («Mi alma se ha empleado,/ y todo mi caudal, en su servicio;/ ya no guardo ganado/ ni ya tengo otro oficio,/ que ya solo en amar es mi ejercicio», san Juan de la Cruz, Cántico espiritual).

Podemos acabar nuestra oración meditando las siguientes frases, tomadas de Jn 6:
  • El pan de Dios viene del cielo y da la vida al mundo.
  • Yo soy el pan de vida; el que viene a mí no volverá a tener hambre.
  • Este es el pan del cielo, y ha bajado para que quien lo coma no muera.
  • Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan vivirá para siempre.
  • Este es el pan que ha bajado del cielo.
(Autor: Equipo de lectio divina de la UPComillas)

domingo, 8 de abril de 2012

Ha vencido el Viviente


(Anuncio de María Magdalena)

“El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando todavía estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn 20,9ss)


Escuchad, no estéis ya con las puertas cerradas,
sacudid vuestros miedos, alegrad la mirada:
no ha vencido la muerte a Aquel que es la Vida.
Ya no está en el sepulcro, ha vencido el Viviente.

Está aquí con nosotros el Señor que nos ama.
Ha cesado mi llanto al nacer la mañana.
Fui de noche a la tumba dando tumbos y a oscuras
y Él me dejó radiante, sin temores ni dudas.

-¡María! - ¡Rabbuni!
-¡María! - ¡Rabbuni!
¡He visto al Señor! ¡He escuchado al Señor!
¡He tocado al Señor! ¡Y me envió a vosotros!

No podía estar muerto, el amor lo decía.
Y en el huerto mi nombre resonó en aquel día.
Se me quitó la losa del dolor y la ausencia
y corrí a abrazarlo, a aferrar su presencia.

Madrugué para buscarte, mi Señor y Maestro.
Encontré mi tesoro, a mi Dios y mi todo.
Quédate con nosotros, camina a nuestro lado,
Que seamos reflejo de tu amor entregado.

-¡María! - ¡Rabbuni!
-¡María! - ¡Rabbuni!
¡He visto al Señor! ¡He escuchado al Señor!
¡He tocado al Señor! ¡Y me envió a vosotros!

¡He visto al Señor! ¡He escuchado al Señor!
¡He tocado al Señor!
¡Y me  envió a anunciar  QUE VI-VE!