miércoles, 22 de septiembre de 2010

Contemplativas en el mundo

-"¿Cómo podéis ser contemplativas "en el mundo"? Tiene que ser muy difícil ponerse a rezar tanto tiempo sin que te asalten las preocupaciones del día, las imágenes, los recuerdos, la memoria de conversaciones, de sucesos..."

Nos lo decía hace unos días precisamente un monje cuya vida está totalmente dedicada a la contemplación mediante una peculiar organización del día en torno a las horas de oración.
Para este hombre joven, como para el resto de los monjes de su orden, el día termina a las 7:30 de la tarde. Se levanta a las 11.30 de la noche y ora hasta las 3, momento en que vuelve a acostarse para después levantarse a las 6 y continuar la oración hasta las 8. El resto del día, hasta el tiempo de descansar, estudia, ora y trabaja. Todos sus días transcurren entre los muros de piedra de su "celda", sumido en un gran silencio, movido por un único deseo: el deseo de Dios.
"¿Cómo podéis ser contemplativas en el mundo?" No es una tarea fácil. Yo, de hecho, no lo soy, aunque pertenezco a una Congregación que, siendo activa, propone en su Regla de vida cuatro horas diarias de oración.
-"¡Será que no rezas lo que debes! Las religiosas de hoy en día sois tan... `callejeras'"
Es cierto, confieso que no siempre rezo lo que debo y, seguramente, tampoco rezo bien el tiempo que rezo. Aprender a orar es tan difícil como aprender a amar o a vivir. Por muchos libros que se lean sobre "teoría y práctica de la oración", la experiencia es otra cosa y creo que nunca podré tener la certeza de estar orando realmente, y mucho menos de "hacerlo bien".
Lo cierto es que sólo puedo poner de mi parte el hecho de acudir a la oración y estar, en silencio, ante Dios que, como sabemos, está en todas partes (aunque ya decía Madeleine Delbrêl: "Señor, si tú estás en todas partes, ¿cómo es que yo estoy a veces en otro lugar?").
Sólo podemos buscar un pequeño rincón y dedicar algo de nuestro tiempo a darnos cuenta de su Presencia, a agradecer, a escuchar, a suplicar, a amar... Y creer que Dios se hace presente en ese momento y en ese lugar con la voluntad de entrar en contacto con nosotros y decirnos su amor.
Aunque yo no lo soy, y muchos "profesionales de la religión" no lo sean, sé que se puede ser contemplativo en medio del mundo. Y lo creo porque Jesús no se retiró a ningún claustro a vivir; vivía entre la gente que lo apremiaba hasta el punto de no tener tiempo ni para comer, lo que no impidió que fuera el mayor y el mejor contemplativo de la historia.

martes, 21 de septiembre de 2010

Afasia PP

Anoche estuve hasta la una de la madrugada buscando "ejercicios para la afasia". Encontré un powerpoint útil y un programa informático, en versión de prueba, llamado aphasia tutor 1. Hasta hace unos meses, ha sido Lidia la que ha trabajado con Paula ejercicios parecidos a los que propone este método. Pero hace tiempo que Paula no está dispuesta a trabajarse y es preciso buscar una ayuda especializada.
Gracias a Rosa Blanca, una amiga de Paula, hemos conocido la existencia de una asociación de enfermos de afasia (http://www.afasia.org/index.html) y este año comenzaremos a asistir a sesiones individuales de ejercicios cognitivos con la esperanza de frenar el avance de la enfermedad.

El elemento más importante en el proceso de recuperación es la firme voluntad de curarse por parte del paciente. Querer curarse. Que el enfermo luche, con todas sus fuerzas, por hacer cuanto esté en su mano para vencer la enfermedad. Parece obvio, pero no lo es, porque no todos los enfermos colaboran positivamente en su proceso curativo.

El domingo me llamó la atención la noticia de Pascual Maragall y su batalla contra el Alzhéimer. Sí, sé que la afasia no es la enfermedad de Alzhéimer, pero ambas tienen, al menos en una etapa inicial, efectos parecidos. Sobre Pascual han realizado un documental titulado "Bicicleta, cuchara, manzana", en el que se ve lo absolutamente necesaria que es esta voluntad de vivir para afrontar la enfermedad, no desde la pasividad y la depresión, sino como quien lleva las riendas de su vida y va a hacer lo posible por no soltarlas.
En esta historia, la tarea de la familia es motivar al enfermo a no resignarse a su suerte. Y, aparte de los cuidados que necesita, la tarea de la familia es darle mucho cariño y tratarle con extremada paciencia, suavidad y lentitud.
Por ello, para quienes vivimos con estos enfermos, esta situación es también la ocasión para aprender la lentitud, la compasión y el valor de lo cotidiano. La ocasión para reconocer el milagro que supone poder nombrar, con total naturalidad: "bicicleta, cuchara, manzana".


domingo, 19 de septiembre de 2010

De rutinas e itinerancias

No puedo escribir sobre mi rutina diaria porque ningún día es igual a otro desde que vivo en Toledo. Aquí, a menudo hay imprevistos, contratiempos, novedades, alteraciones de los planes previstos y mucha diversidad en las actividades de cada uno de los días de la semana, lo que puede llegar a resultar realmente disperso y estresante. Sólo Dios sabe cuánto añoro una vida regular.En casi todas nuestras casas, el ritmo de vida viene marcado por los momentos de oración y trabajo, perfectamente establecidos y siempre iguales: levantarse a las seis y media de la mañana, laudes, Eucaristía, meditación, desayuno, trabajo o adoración de hora y media, más trabajo, comida, continuación del trabajo, vísperas, cena y descanso. En total, cuatro horas de oración, siete de trabajo y, el resto, tiempo para las comidas y el descanso.
En mi comunidad es imposible establecer un horario y una programación fija e inalterable. Hay un marco general de oración que no puede faltar (las cuatro horas que digo), pero el resto es muy variable. Una hermana da clase de liturgia (y, este año, de vida consagrada), además de conferencias y cursos diversos. Otra da clase de biblia. Otra trabaja en el taller de confección de casa. Otra está enferma y necesita el cuidado de todas, aunque también contribuye a las tareas domésticas ocupándose del planchado (que no es poco). Y, por fin, está la más joven, la postulante Lidia, que vive como una más entre nosotras. Un “tesorillo” que sirve para todo: espléndida cocinera, decoradora, cuidadora, estudiante…
Por turno semanal realizamos las tareas domésticas, organizándonos como podemos, porque tres de nosotras vivimos entre Toledo y Madrid, y esa itinerancia continua es molesta y desestabilizadora.
Un religioso conocido me decía este verano, con cierta sorpresa:
-“¿Llevas siete años en Toledo? ¿Y dónde está la itinerancia de la vida consagrada?”No le respondí, pero pensé: ¿Quizá en los cuarenta mil km que hice el curso pasado? ¿Quizá en estar dispuesta a estar donde hay que estar, más allá de toda preferencia? ¿Quizá en el viaje interior que hay que realizar para pasar de la tentación del cambio y la huida de situaciones difíciles a la opción por la perseverancia y la resistencia?
Esa “itinerancia” (el cambio de comunidad para, entre otras cosas, renovarse) es un lujo que pocos se pueden permitir. Para el resto, la resistencia amorosa es su “itinerancia” o su "peregrinación" que va del deseo de cambio a la oblación y el desprendimiento de todo tipo de deseo.
Pero, hablando de itinerancias, no puedo dejar de pensar en Lidia y en el cambio de vida que le espera muy pronto. El día 29 tenemos previsto que viaje a Roma para comenzar el pre-noviciado con tres jóvenes italianas y una polaca. ¿Dónde tendríamos la cabeza, a la búsqueda de un billete “económico”, para no caer en la cuenta de la huelga general del 29? Sea como sea, el caso es que saldrá ese día cuando los servicios mínimos nos lo permitan. En estas semanas previas, muchos “adioses”, muchas lágrimas… y mucha gratitud a Dios por el bien que Lidia nos ha traído y por la gracia que le espera en Roma.