sábado, 20 de abril de 2013

Tú eres más grande

"Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todo, y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre" (Jn 10,29)

Padre, eres más grande que todo y que todos.
Más grande que nuestras dudas.
Más grande que nuestro escepticismo.
Más grande que nuestro miedo.
Más grande que nuestros errores.
Más grande que nuestro pecado.
Más grande que nuestro cansancio.
Más grande que nuestra infidelidad.
Más grande que nuestras pérdidas.
Más grande que nuestras traiciones.
Más grande que nuestras negaciones.
Más grande que nuestras rutinas.
Más grande que nuestro desaliento...

Tu amor es siempre más grande.
Tu abrazo es más grande.
Tu perdón es más grande.
Tu fortaleza es más grande.
Tu fidelidad es más grande.
Tu sí a nosotros es más grande
que nuestro no a ti.
Házmelo conocer íntimamente.
Házselo conocer a aquellos a quienes amo.
Haznos sentir profundamente 
que nada ni nadie nos arrebatará de tu mano,
que nada nunca nos apartará de tu cuidado.
Gracias, Dios, que eres Amor.
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jueves, 18 de abril de 2013

Yo soy el Buen Pastor

Lectura orante de Juan 10,1-18.27-30

1 «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; 2 pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 3 A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. 4 Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.
5 Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
6 Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba.
7 Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. 9 Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. 10 El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.
11 Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. 12 Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, 13 porque es asalariado y no le importan nada las ovejas.
14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, 15 como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.
16 También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor.
17 Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo.
18 Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre.»

27 Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen.
28 Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. 29 El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. 30 Yo y el Padre somos uno

CUANDO LEAS

El capítulo 10 de Juan está dedicado a la figura de Jesús, buen pastor. Se puede dividir en cuatro partes: un discurso alegórico sobre el pastor y la puerta (vv.1-21); el testimonio de Je´sus como buen pastor en relación al Padre (vv. 22-31); una controversia sobre Jesús, hijo de Dios (vv.32-39) y un sumario conclusivo (vv. 40-42).
La segunda parte (10,22-31) a la que pertenece el evangelio del domingo IV de Pascua está ambientada en la fiesta de la Dedicación del Templo (Hanukkah, en hebreo), en la que los judíos recuerdan la nueva consagración del altar y del templo profanados por el ejército seleúcida entre los años 167 y 164 aC. A la reticente pregunta de los judíos, Jesús responde indirectamente, remitiendo al testimonio de sus obras y afirmando que su verdadera identidad solo puede ser conocida por aquellos que están abiertos a la fe. Así pues, sin mencionar en ningún momento la palabra Mesías, Jesús se identifica como tal, pero no en el sentido que ellos lo entienden sino en cuanto Hijo de Dios.
El v. 27 es un resumen de los vv.3-4 y 14 del precedente discurso alegórico, aplicado a los creyentes. Se insiste en la actitud de las ovejas (los fieles) en relación con Jesús y la disposición del pastor a favor de las ovejas. También el v. 28 retoma la imagen del ladrón que va al rebaño solo para robar, matar y destruir (v.10) y del lobo que hace presa de las ovejas aprovechando el descuido del asalariado (vv. 12-13). Quien pone su fe en Jesús encontrará una seguridad absoluta que ninguna otra protección humana es capaz de ofrecer. En el v. 29 contemplamos al Padre en relación con las ovejas y con Jesús. Ellas son el regalo de Dios a su Hijo. El mismo Padre las mantiene seguras en su mano invencible, como Jesús. Y esto porque “yo y el Padre somos uno” (v.30).
El contexto siguiente muestra cómo los oyentes comprendieron que Jesús hablaba de su divinidad, lo cual para ellos era una blasfemia. Por eso, intentaban lapidarlo.
(Nuria Calduch Benages, Misa Dominical 2013 / 06)

CUANDO MEDITES

1. Cuando Jesús se compara con “el Pastor bueno”, recoge una imagen que ya estaba presente en los profetas de Israel. En Ez 34,1-16 aparecen los rasgos de Dios como pastor de su pueblo.
1 La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: 2 Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza. Dirás a los pastores: Así dice el Señor Yahveh: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño?
3 Vosotros os habéis tomado la leche, os habéis vestido con la lana, habéis sacrificado las ovejas más pingües; no habéis apacentado el rebaño. 4 No habéis fortalecido a las ovejas débiles, no habéis cuidado a la enferma ni curado a la que estaba herida, no habéis tornado a la descarriada ni buscado a la perdida; sino que las habéis dominado con violencia y dureza. 5 Y ellas se han dispersado, por falta de pastor, y se han convertido en presa de todas las fieras del campo; andan dispersas. 6 Mi rebaño anda errante por todos los montes y altos collados; mi rebaño anda disperso por toda la superficie de la tierra, sin que nadie se ocupe de él ni salga en su busca.
7 Por eso, pastores, escuchad la palabra de Yahveh... 11aquí estoy yo; yo mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él. 12 Como un pastor vela por su rebaño cuando se encuentra en medio de sus ovejas dispersas, así velaré yo por mis ovejas. Las recobraré de todos los lugares donde se habían dispersado en día de nubes y brumas.
13 Las sacaré de en medio de los pueblos, las reuniré de los países, y las llevaré de nuevo a su suelo. Las pastorearé por los montes de Israel, por los barrancos y por todos los poblados de esta tierra.
14 Las apacentaré en buenos pastos, y su majada estará en los montes de la excelsa Israel. Allí reposarán en buena majada; y pacerán pingües pastos por los montes de Israel. 15 Yo mismo apacentaré mis ovejas y yo las llevaré a reposar, oráculo del Señor Yahveh. 16 Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida, confortaré a la enferma; pero a la que está gorda y robusta la exterminaré: las pastorearé con justicia.

¿Son éstas tus actitudes hacia las personas que se te han entregado para que las cuides, protejas, ayudes a crecer?

2. Observa las veces que aparece en el texto el verbo “escuchar”.
Escuchar” es el primer mandamiento de Israel, según Dt 6,4. Escuchar es obedecer, rendir la vida a la voluntad del Dios al que se ama y que nos ama. La expresión “escuchar la voz”, en Juan, recuerda el Cantar de los Cantares 5,2: “Yo dormía, pero mi corazón velaba. La voz de mi amor...”; Cant 2,8: “¡La voz de mi amado! He aquí que viene saltando por los montes...”.
La esposa conoce la voz de su esposo, la anhela y goza con ella. En Juan, el tema de la voz es recurrente:
  • Jn 3,29: El Bautista “se alegra mucho con la voz del novio”.
  • Jn 5,37: “Vosotros no habéis oído nunca su voz”.
  • Jn 18,38: “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.
  • Y, al final del evangelio, María Magdalena es prototipo de la verdadera discípula a la que Jesús conoce, llama por su nombre, y ella lo conoce, lo escucha y lo sigue.
¿Te pones, cada día, a la escucha de la voz de Jesús para que Él y su evangelio guíen tu vida, o sigues voces de extraños? ¿Qué voz tira más de ti y arrastra tus actitudes y comportamientos?
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Era invierno. Jesús andaba paseando por el pórtico de Salomón, una de las galerías al aire libre, que rodeaban la gran explanada del Templo. Este pórtico, en concreto, era un lugar muy frecuentado por la gente pues, al parecer, estaba protegido contra el viento por una muralla. Pronto, un grupo de judíos hacen corro alrededor de Jesús. El diálogo es tenso. Los judíos lo acosan con sus preguntas. Jesús les critica porque no aceptan su mensaje ni su actuación. En concreto, les dice: "Vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas". ¿Qué significa esta metáfora?
Jesús es muy claro: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco; ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna". Jesús no fuerza a nadie. Él solamente llama. La decisión de seguirle depende de cada uno de nosotros. Solo si le escuchamos y le seguimos, establecemos con Jesús esa relación que lleva a la vida eterna.
Nada hay tan decisivo para ser cristiano como tomar la decisión de vivir como seguidores de Jesús. El gran riesgo de los cristianos ha sido siempre pretender serlo, sin seguir a Jesús. De hecho, muchos de los que se han ido alejando de nuestras comunidades son personas a las que nadie ha ayudado a tomar la decisión de vivir siguiendo sus pasos.
Sin embargo, ésa es la primera decisión de un cristiano. La decisión que lo cambia todo, porque es comenzar a vivir de manera nueva la adhesión a Cristo y la pertenencia a la Iglesia: encontrar, por fin, el camino, la verdad, el sentido y la razón de la religión cristiana.
Y lo primero para tomar esa decisión es escuchar su llamada. Nadie se pone en camino tras los pasos de Jesús siguiendo su propia intuición o sus deseos de vivir un ideal. Comenzamos a seguirle cuando nos sentimos atraídos y llamados por Cristo. Por eso, la fe no consiste primordialmente en creer algo sobre Jesús sino en creerle a él.
Cuando falta el seguimiento a Jesús, cuidado y reafirmado una y otra vez en el propio corazón y en la comunidad creyente, nuestra fe corre el riesgo de quedar reducida a una aceptación de creencias, una práctica de obligaciones religiosas y una obediencia a la disciplina de la Iglesia.
Es fácil entonces instalarnos en la práctica religiosa, sin dejarnos cuestionar por las llamadas que Jesús nos hace desde el evangelio que escuchamos cada domingo. Jesús está dentro de esa religión, pero no nos arrastra tras sus pasos. Sin darnos cuenta, nos acostumbramos a vivir de manera rutinaria y repetitiva. Nos falta la creatividad, la renovación y la alegría de quienes viven esforzándose por seguir a Jesús.

(José Antonio Pagola)

CUANDO ORES

1. Oración: Entrar por ti…

Buen Pastor, dame escuchar tu voz todos los días,
que tu voz resuene en mí, como música de fondo,
todos mis instantes.

Dame conocerte como soy conocida.
Dame entrar en comunión contigo y con el Padre.
Dame poner mis pies sobre tus pisadas
de compasión y de amor.
Dame pertenecerte enteramente.

Dame ser una contigo, como Tú y el Padre sois uno.
Dame entrar en tu humanidad rebosante de divinidad.
Dame entrar en ti y contagiarme de tu modo de pensar,
sentir y amar.

Dame saber cuidar a quienes tú has puesto en mi vida.
Dame ser puerta y puente y camino
para que lleguen a ti,
y para que sean felices
con esa vida abundante que quieres regalar a todos.

Dame entrar en ti y por ti hacia la vida verdadera.

2. Oración: Lo que quiero ser

Quiero ser pastor que vele por los suyos;
árbol frondoso que dé sombra al cansado;
fuente donde beba el sediento.
Quiero ser canción que inunde los silencios;
libro que descubra horizontes remotos;
poema que deshiele un corazón frío;
papel donde se pueda escribir una historia.

Quiero ser risa en los espacios tristes,
y semilla que prende en el terreno yermo.
Ser carta de amor para el solitario,
y grito fuerte para el sordo…

Pastor, árbol o fuente,
canción, libro o poema…
Papel, risa, grito, carta, semilla…
Lo que tú quieras, lo que tú pidas,
lo que tú sueñes, Señor…
eso quiero ser.

(José Mª Rodríguez Olaizola, sj)

- Canto: El Señor es mi Pastor

El Señor es mi Pastor, con Él nada me falta,
en verdes praderas Él me hace recostar.

1. Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por sendero justo,
por el honor de su nombre.

2. Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo porque Tú, Tú vas conmigo,
tu vara y tu cayado
me sosiegan.

3. Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos
me unges la cabeza con perfume
y mi copa rebosa.

4. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida.
Y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.


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miércoles, 10 de abril de 2013

Pedro, ¿me amas?

Lectura orante de Juan 21,1-19

Canto: Si conocieras cómo te amo (Glenda)

Si conocieras cómo te amo, si conocieras cómo te amo,
dejarías de vivir sin amor.
Si conocieras cómo te amo, si conocieras cómo te amo,
dejarías de mendigar cualquier amor.
Si conocieras cómo te amo, cómo te amo
serías más feliz.

Si conocieras cómo te busco, si conocieras cómo te busco,
dejarías que te alcanzara mi voz.
Si conocieras cómo te busco, si conocieras cómo te busco,
dejarías que te hablara al corazón.
Si conocieras cómo te busco, cómo te busco,
escucharías más mi voz.

Si conocieras cómo te sueño, si conocieras cómo te sueño,
buscarías lo que  lo que espero de ti.
Si conocieras cómo te sueño, si conocieras cómo te sueño
buscarías lo que he pensado para ti.
Si conocieras cómo te sueño, cómo te sueño,
pensarías más en mí.


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Oración para disponer el corazón: Tú me salvas

No te cansas de mí,
aunque a ratos
ni yo mismo me soporto.
No te rindes,
aunque tanto
me alejo, te ignoro, me pierdo.
No desistes,
que yo soy necio,
pero tú eres tenaz.
No te desentiendes de mí,
porque tu amor 
puede más que los motivos

Tenme paciencia,
tú que no desesperas,
que al creer en mí
me abres los ojos
y las alas…

(José María Olaizola, sj)

Juan 21,1-19

1 Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera.
2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos.
3 Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo.» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
4 Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

5 Les dice Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No.»
6 El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces.
7 El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar.
8 Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
9 Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan.
10 Les dice Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.»
11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red.
12 Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor.
13 Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez.
14 Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

15 Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.»
16 Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.»
17 Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: "Apacienta mis ovejas."

18 "En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras."
19 Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.»

CUANDO LEAS

- El capítulo 21, el último del cuarto evangelio, fue añadido a modo de epílogo, después de una primera conclusión (20,30-31), en una segunda edición del texto. Se trata de una meditación sobre Cristo Resucitado que ilumina y dirige la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo. La escena, ambientada en la orilla occidental del lago de Genesaret, se compone de dos grandes cuadros: la aparición en el lago (21,1-14) y un diálogo entre Jesús y Pedro (21,15-19) que, de hecho, continúa hasta  el v. 23.
El primer cuadro, a su vez, se desarrolla en dos momentos: la pesca milagrosa (21,1-8), signo que revela la presencia de Cristo Resucitado, y la comida que Jesús comparte con sus discípulos en la orilla del lago (21,9-13). El v. 14 es una conclusión redaccional que coordina esta aparición con las dos precedentes.

- La escena de la pesca empieza con una introducción, donde se mencionan el lugar, los nombres de los personajes (siete discípulos) y la ardua tardea a la que se dedicaban: la pesca. En el v. 4, irrumpe un personaje nuevo y desconocido que los discípulos no reconocen. Esta característica, típica de las apariciones, quiere mostrar la diferencia entre el Jesús “según la carne”, fácilmente identificable, y el Cristo “según el Espíritu”, reconocible sólo por medio de la fe. 
Pedro toma la iniciativa y todos le siguen. Salen a pescar, pero después de bregar toda la noche por su cuenta no consiguen nada. El desconocido insiste en que echen de nuevo la red al mar. Obedecen por instinto a su palabra y de una sola redada pescan 153 peces grandes, es decir, una cantidad inimaginable de peces. “Sin mí no podéis hacer nada”, les había dicho el Señor pocos días antes (15,5). El primero que lo reconoce es el discípulo amado, mientras Pedro reacciona impulsivamente, como siempre. Jesús les espera en la orilla con la comida preparada. Sus gestos recuerdan los de la última cena.

En el diálogo entre Jesús y Pedro, éste confiesa tres veces su amor al Señor, como reparación de su triple negación, y el Señor le confiere el cuidado del rebaño, que sigue perteneciendo en exclusiva al Señor: “apacienta mis corderos” (v. 15), “apacienta mis ovejas” (v. 17).

(Nuria Calduch Benages, Misa Dominical 2013 / 06)

CUANDO MEDITES

- “Simón Pedro le dice: ‘Me voy a pescar’… y aquella noche no cogieron nada…”
Cuando Jesús llama a sus primeros discípulos, pescadores de profesión, les dice que serán “pescadores de hombres”… Su misión será adentrarse, con riesgo, con entusiasmo y con amor, en el océano del mundo, de pueblos y culturas diversas, para atraer a todos hacia Jesús y su evangelio. Pero cuando la tarea es realizada sin fe, sin esperanza, en la noche, y sin Jesús, no hay resultado. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5). Las iniciativas y estrategias pastorales más sofisticadas son frías, vacías y no transparentan a Dios si no arde en ellas el amor a Dios… Así trabajaba Pablo, urgido por el amor de Cristo: “El amor de Cristo nos apremia…” (2 Cor 15,14).
¿Estás unida a Jesús como el sarmiento a la vid, como la llama al fuego, como la ola al mar?

- “Estaba ya amaneciendo cuando se presentó Jesús…”
Jesús es la luz y está siempre en nuestra orilla, siempre cerca… Todo (interrogantes, búsquedas, desencuentros, encuentros, errores, aciertos, pérdidas, alegrías, esperanzas, miedos…), todo queda iluminado por Él. Cuando Él está, es posible creer que es posible comenzar de nuevo… Con Él todo es posible: recomenzar una tarea, un proyecto, unas relaciones...; incluso, toda una vida… “Su luz nos hace ver la luz” (Sal 36, 10).

- “Pero los discípulos no sabían que era Jesús…”
María Magdalena confunde a Jesús con un hortelano, y le reconoce cuando Él pronuncia su nombre; los discípulos de Emaús sólo lo reconocen cuando él parte el pan; Pedro y los otros seis discípulos no saben que es Jesús, pero tienen la certeza cuando Él realiza un gesto conocido, familiar... La sobreabundancia de la pesca les recordó la sobreabundancia de los panes y los peces con los que se sació la gente… El pescado en las brasas y el pan partido les recordó la comida eucarística… Son los ojos del amor los que reconocen al Señor (“¡Es es Señor!”). El amor siempre llega antes y es el discípulo amado el que lo reconoce… El mismo que reclinó su cabeza en el regazo de Jesús durante la última cena… Quien se acerca a Él, quien ora, quien cultiva la intimidad con Él, va tejiendo lazos cada vez más profundos de amor y amistad y recibe luz para reconocerlo allí donde Jesús dijo que estaría... ¿Cómo cuidas tu intimidad con Jesús? ¿Dónde encuentras a Dios?

- “Simón de Juan, ¿me amas?… Apacienta…”
Es conmovedora la escena, conmovedora la pregunta… Simón había dicho tres veces: “no conozco a este hombre”… Y ahora se le da la oportunidad de decirle: “Sí, te conozco, te conozco, soy de los tuyos, y te amo”… Aún así, Pedro dice, humildemente, “te quiero”… Es una forma de amar más pequeña…, menos gratuita, menos “perfecta”… pero es su forma de amar. Después de haber prometido que moriría con Jesús y haber roto su promesa, no se atreve a decir más… No lo dice con sus palabras. Lo dirá con su vida, con su servicio, apacentando el rebaño con un amor hasta el extremo, cuando sea crucificado como su Maestro. ¿Cómo es tu amor a Jesús, a los otros, a todo lo real? ¿Cómo es tu servicio y tu cuidado de los otros? Recuerda: lo único importante en la vida es el amor.

- “… cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará…”
Pedro estaba acostumbrado a ser el líder, a tomar la iniciativa, a llevar la voz cantante… Jesús le habla de lo importante que es, en la vida, acoger las pasividades, las pérdidas, los descensos… En la vejez, aunque se ganan muchas cosas, se pierden otras muchas: belleza, fuerza, facultades, relevancia social, capacidad de influencia, compañía… Es el momento, si no se ha hecho antes, de aprender a dejarse conducir y guiar, como un niño… Es el momento de abandonarse, incluso a lo que no se desea… ¿Cómo te dejas conducir, sin resistencias, por el Viviente?

- "Sígueme"
Pedro había seguido a Jesús, durante la pasión, "de lejos"... Sus pensamientos y sentimientos no eran los de Jesús. No estaba dispuesto a la kénosis, al vaciamiento, al despojamiento, a hacerse nada... Pero, cuando confirma su amor a su Señor, es el momento del auténtico seguimiento hasta el final... ¿Eres verdadero discípulo de Jesús? ¿Pones tus pies sobre sus huellas? ¿Vives como vivió Él, piensas como pensó Él, sientes como sintió Él...? 
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De José Antonio Pagola:

En el epílogo del evangelio de Juan se recoge un relato del encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos a orillas del lago Galilea. Cuando se redacta, los cristianos están viviendo momentos difíciles de prueba y persecución: algunos reniegan de su fe. El narrador quiere reavivar la fe de sus lectores.
Se acerca la noche y los discípulos salen a pescar. No están los Doce. El grupo se ha roto al ser crucificado su Maestro. Están de nuevo con las barcas y las redes que habían dejado para seguir a Jesús. Todo ha terminado. De nuevo están solos.
La pesca resulta un fracaso completo. El narrador lo subraya con fuerza: "Salieron, se embarcaron y aquella noche no cogieron nada". Vuelven con las redes vacías. ¿No es ésta la experiencia de no pocas comunidades cristianas que ven cómo se debilitan sus fuerzas y su capacidad evangelizadora?
Con frecuencia, nuestros esfuerzos en medio de una sociedad indiferente apenas obtienen resultados. También nosotros constatamos que nuestras redes están vacías. Es fácil la tentación del desaliento y la desesperanza. ¿Cómo sostener y reavivar nuestra fe?
En este contexto de fracaso, el relato dice que "estaba amaneciendo cuando Jesús se presentó en la orilla". Sin embargo, los discípulos no lo reconocen desde la barca. Tal vez es la distancia, tal vez la bruma del amanecer, y, sobre todo, su corazón entristecido lo que les impide verlo. Jesús está hablando con ellos, pero "no sabían que era Jesús".
¿No es éste uno de los efectos más perniciosos de la crisis religiosa que estamos sufriendo? Preocupados por sobrevivir, constatando cada vez más nuestra debilidad, no nos resulta fácil reconocer entre nosotros la presencia de Jesús resucitado, que nos habla desde el Evangelio y nos alimenta en la celebración de la cena eucarística.
Es el discípulo más querido por Jesús el primero que lo reconoce:"¡Es el Señor!". No están solos. Todo puede empezar de nuevo. Todo puede ser diferente. Con humildad pero con fe, Pedro reconocerá su pecado y confesará su amor sincero a Jesús:"Señor, tú sabes que te quiero". Los demás discípulos no pueden sentir otra cosa.
En nuestros grupos y comunidades cristianas necesitamos testigos de Jesús. Creyentes que, con su vida y su palabra nos ayuden a descubrir en estos momentos la presencia viva de Jesús en medio de nuestra experiencia de fracaso y fragilidad. Los cristianos saldremos de esta crisis acrecentando nuestra confianza en Jesús. Hoy no somos capaces de sospechar su fuerza para sacarnos del desaliento y la desesperanza.
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CUANDO ORES

Oración: Lo que quiero ser

Quiero ser pastor que vele por los suyos;
árbol frondoso que dé sombra al cansado;
fuente donde beba el sediento.
Quiero ser canción que inunde los silencios;
libro que descubra horizontes remotos;
poema que deshiele un corazón frío;
papel donde se pueda escribir una historia.

Quiero ser risa en los espacios tristes,
y semilla que prende en el terreno yermo.
Ser carta de amor para el solitario,
y grito fuerte para el sordo…

Pastor, árbol o fuente,
canción, libro o poema…
Papel, risa, grito, carta, semilla…
Lo que tú quieras, lo que tú pidas,
lo que tú sueñes, Señor…
eso quiero ser.

(José Mª Rodríguez Olaizola, sj)
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Canto: Yo quiero ser tu servidor

1. Con lo que soy vengo ante Ti,
mi vida está en tus manos, tómala.
Tú sabes bien, Señor, que soy
obstáculo en tu obra,
sin méritos ni fuerzas.

Pero Tú me has querido asociar
por amor a tu labor,
y tenerme siempre junto a Ti,
siempre juntos, Tú y yo, Señor.
YO QUIERO SER TU SERVIDOR ,
YO QUIERO SER TU SERVIDOR,
ESCLAVO QUE NO SABE
LO QUE HACER SIN SU SEÑOR.
YO QUIERO SER TU SERVIDOR,      
VIVIR TAN SÓLO DE TU AMOR,
SENTIR LA SED DE ALMAS
QUE ME INFUNDE TU CALOR.

2. Quieres contar con mi labor,
pudiéndolo Tú todo y nada yo.
Mira, Señor,  mi corazón
y enciende en él el fuego
que nace en tu presencia.

Pero tú...

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lunes, 8 de abril de 2013

Antes de que el gallo cante...

Lectura orante de Marcos 14,66-72

66 Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llega una criada del sumo sacerdote, 67 ve a Pedro calentándose, lo mira fijamente y dice:
–También tú estabas con el Nazareno, con Jesús.
68 Él lo negó diciendo:
–Ni sé ni entiendo lo que dices.
Salió fuera al zaguán y un gallo cantó. 69 La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
–Este es uno de ellos.
70 Pero él de nuevo lo negaba. Al poco rato, también los presentes decían a Pedro:
–Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.
71 Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
No conozco a ese hombre del que habláis.
72 Y enseguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.

CUANDO LEAS

- Date cuenta de cómo la escena se imbrica en el relato evangélico haciendo referencia a pasajes anteriores narrados por el evangelista:
Es continuación de lo dicho en 14,53-54: «Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los escribas y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse».
En ella se cumple lo anunciado por Jesús en 14,30 (tras la cena y antes de llegar al huerto de los Olivos): «En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres».
- Fíjate en cómo el evangelista plantea un doble interrogatorio y en la diversidad de respuestas y actitudes:
Jesús es interrogado por el sumo sacerdote, supuestamente en el piso de arriba, y su testimonio es afirmativo: «¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito… Yo soy…» (14,61-62);

Pedro es interrogado por los criados del sumo sacerdote «abajo, en el patio», y su testimonio es negativo.
- Repara en que se trata del «pecado» del primero de los discípulos en ser llamado (1,16) y del primero del grupo de los Doce (3,16), el que había confesado a Jesús en Cesarea como el Mesías (8,29), pero también el mismo del cual el evangelista dice durante la transfiguración: «No sabía lo que decía» (9,6) (aquí Pedro no dice lo que sabe).
- Observa la graduación in crescendo en la reacción de Pedro: primero se desentiende, luego niega y finalmente maldice y jura. (Jesús podría hacer suyos en este momento los sentimientos de Job: «Mis hermanos se alejan de mí, mis conocidos me abandonan», Job 19,13.) Pedro, que ha empezado la escena «abajo», efectivamente ha tocado fondo.
- Date cuenta de que, en este evangelio, la triple negación de Pedro no encuentra la correspondiente triple afirmación del amor de Pedro a Jesús (y el consiguiente triple encargo de la tarea de apacentar el rebaño, cf. Jn 21,15-18).
- Fíjate que, en la primera negación, Pedro niega a la criada que estuviera con Jesús. Pero es precisamente para eso para lo que Jesús llama a los Doce: «Instituyó a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,14).
- «Los presentes» (vv. 69-70) son los criados de la casa del sumo sacerdote, que aparecen al final del episodio anterior (enlazando así con este). Deducen que Pedro es del grupo de
Jesús porque también es galileo, probablemente debido a diferencias entre el arameo hablado en Judea y en Galilea.
- Observa que, en la tercera negación, la respuesta de Pedro: «No conozco a ese hombre del que habláis», recuerda en cierto modo la que da Adán a Dios en el Edén: «La mujer que me diste por compañera me ofreció el fruto del árbol, y comí» (Gn 3,12): en ninguna de las dos hay mención de nombre propio (Jesús o Eva) y sí un intento de zafarse de la propia responsabilidad.

CUANDO MEDITES

- Piensa en el doble interrogatorio que plantea la escena. También a nosotros se nos ofrece muchas veces la oportunidad de dar testimonio de Jesús. ¿Qué decimos en esas ocasiones? ¿Sabemos decir con valentía (aunque sin prepotencia) que Jesús es el Mesías, el Hijo de Bendito, o, por el contrario, afirmamos no conocer a «ese hombre»? ¿De qué forma afirmamos o negamos?
- Medita en el hecho de que hasta el a veces llamado «príncipe de los apóstoles» es capaz de renegar de Jesús. Eso significa que todos nosotros, naturalmente, lo hacemos también (y aquí no vale consolarse con lo de «mal de muchos…»). Más bien habría que recapacitar en nuestra adhesión a Cristo y en los motivos y ocasiones de nuestras negaciones.
- Reflexiona sobre el hecho de que, como señala el evangelista Juan, Jesús resucitado confía precisamente a ese discípulo que le ha negado la tarea de apacentar su rebaño (porque el rebaño es y seguirá siendo siempre suyo). ¿Somos conscientes de que, en cierta medida, en Pedro estamos representados todos, que somos acogidos a pesar de nuestras negaciones?

CUANDO ORES

- Pide al Señor que no nos suelte de su mano y, tal como pedimos cuando rezamos el Padrenuestro, no nos deje caer en la tentación de negar a su Hijo (por comodidad, por cobardía…) y lleguemos así a lo más bajo que puede caer un discípulo de Jesús.
- Da gracias a Dios porque, al igual que a los Doce, el Señor Jesús nos ha elegido también a nosotros y nos sigue llamando para «estar con él». Y eso a pesar de todas nuestras debilidades y pecados.
- Alaba a Dios por Jesús, que ha venido para salvar al mundo, no a condenarlo, y cuya vida entregada por nosotros nos alcanza una vida abundante y plena.

El canto del gallo ha servido siempre como anunciador del día que viene, es decir, como despertador. Por eso vamos a terminar nuestra oración con la recitación del Salmo 51, verdadero despertador de nuestra conciencia de pecado y, por tanto, el primer paso de nuestra conversión (aunque estemos en Pascua).

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Autor: Pedro Barrado, equipo de Lectio Divina de la UPComillas

viernes, 5 de abril de 2013

¡Señor mío y Dios mío!

Lectura orante de Juan 20,19-31




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Oración para disponer el corazón

Señor Resucitado, Vida de todas las vidas,
aliento que pone en pie
mis rodillas vacilantes,
Luz que penetra y transfigura
mi corazón adormecido e incapaz de sorprenderse:

sacude los cimientos de mi casa cerrada
con la Buena Noticia de tu Resurrección,
atisba los resquicios de mi débil esperanza,
y entra sin permiso,
y lléname de Luz.

Que no te extrañen mis dudas, Señor,
que no te decepcione mi miedo.
Muchas son las voces que dicen que estás muerto.
Muchas son las voces que preguntan ¿dónde está tu Dios?

Pero tú, Señor, dime una palabra, tan sólo una palabra,
y mis oídos sordos se abrirán,
exhala sobre mí el aliento de tu Espíritu Divino,
y mi lengua muda cantará,
dame paz y la alegría que nadie puede quitarnos
y los cerrojos de mis puertas saltarán.

Mi vida quedará abierta a tu Vida,
mi boca, a ser anuncio y palabra,
mis manos serán evangelio que trabaja y que sirve,
para que muchos, creyendo,
tengan vida en tu Nombre.

Juan 20,19-31

19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros». 20Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. 21Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío». 22Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. 23A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». 

24Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». 25Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».

26Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». 27Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». 28Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». 29Le dice Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».

30Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. 31Éstas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

CUANDO LEAS

El evangelio de este domingo está dividido en tres partes: a) La aparición del Señor Resucitado a los discípulos, al anochecer del día primero de la semana; b) la aparición, ocho días después, estando Tomás; c) el primer epílogo del evangelio de Juan.
Para nuestra lectio divina hemos seleccionado la primera y la tercera parte.

Fíjate en el marco espacio-temporal de la escena. Todo sucede “ya anochecido”, tras la puesta de sol. La noche (y, junto a ella, la oscuridad, la tiniebla, la ceguera) tiene, en Juan, un sentido profundamente metafórico. Alude a la falta de fe, a la desorientación, a la incapacidad de comprensión. Nicodemo acude a Jesús de noche (3,2); María Magdalena va a buscar a Jesús al sepulcro al amanecer, pero “cuando todavía estaba oscuro” (20,1). La oscuridad de la noche habla de la oscuridad del interior de una mujer que va a buscar al Viviente a un sepulcro, y que, al encontrarlo vacío, llora sin consuelo porque “le han quitado al Señor”.

Observa los personajes: Los discípulos: a pesar del testimonio de María Magdalena, los discípulos no creyeron. Para creer, no basta el anuncio. Es precisa la experiencia personal del Resucitado. Los discípulos están escondidos, atemorizados, sin valor ni libertad para pronunciarse públicamente a favor del injustamente condenado. Y esto es así “por miedo a los judíos”. Esta expresión ya había aparecido tres veces en el evangelio: en 7,13, donde el temor impedía a la multitud hablar abiertamente de Jesús; en 9,22, cuando los padres del ciego rehúsan, por miedo a la expulsión de la sinagoga, responder a los judíos sobre el modo como su hijo ha recobrado la vista, por miedo, y en 19,38, donde el miedo hacía de José de Arimatea un discípulo clandestino.
Jesús: Lo que ocupa el centro de la comunidad es el miedo. Pero Jesús entra en este espacio cerrado y oscuro, se pone en medio, les desea la paz y disuelve su miedo. Él penetra la densa tiniebla que envolvía a los discípulos porque, como dice el salmo 139,12: “ninguna tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día”. No es la primera vez que lo hace. En su discurso de despedida, les da su paz, “no como la da el mundo” (Jn 14,27). Les dice muchas cosas “para que tengáis paz en mí: en el mundo tendréis tribulación, pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo” (16,33). Sin embargo, los discípulos se han olvidado de la palabra de Jesús y han perdido la paz a causa del miedo, y Jesús vuelve como lo había prometido (14,19) para confirmarles en ella. El suyo es el saludo de quien ha vencido al mundo y la muerte.
Jesús les muestra las manos y el costado, las señales de su amor hasta el extremo, los signos de su crucifixión. El Resucitado es el mismo que murió en la cruz. Si los discípulos tenían miedo de la muerte que podían infligirles los judíos, ahora ven que nadie puede quitarles la vida que él les comunica. La mención del costado prepara el don del Espíritu (20,22), simbolizado por el agua que salió de Él (19,34).
La reacción de los discípulos es la alegría, una alegría que nadie les podrá quitar (16,22), la misma alegría que, tras los dolores de parto, siente una mujer cuando tiene al niño entre sus brazos (16,21), la misma alegría del sembrador cuando recoge la cosecha tras la fatiga de la siembra (Sal 126,6), la misma alegría que da saber que el grano de trigo no se pudre inútilmente, sino que da mucho fruto (Jn 12,24).
El primer saludo de paz quiere quitar el miedo a la persecución y a la muerte. El segundo, quiere llenar de valentía y libertad para el envío. La misión de los discípulos es la misma que la de Jesús: realizar las obras del que lo envió (9,4), producir mucho fruto, unidos a Él (15,5) y amar hasta el extremo como amó el Resucitado, que ahora nos enseña las manos y el costado, signos de su amor.
Jesús sopla sobre ellos y les infunde el Espíritu. Esta acción está en conexión con las palabras de envío. Al darles el Espíritu, Jesús les capacita para la misión. El verbo usado por Juan se encuentra en Gn 2,7: sugiere que el Espíritu re-crea a los creyentes, una recreación según la cual nos llamamos y somos hijos de Dios (1 Jn 3,1) y ya no vamos a olvidar la palabra de Jesús, porque el Espíritu la escribirá, no en tablas de piedra, sino en los corazones (Jn 14,16.26; cf. Jr 31, 33-34).
el primer epílogo del evangelio de Juan, en los vv. 30-31: la finalidad del evangelio es que, creyendo, todos tengan vida en su Nombre. El evangelio no está escrito para estudiarlo, aprenderlo de memoria, investigarlo... sino para suscitar la fe y comunicar la Vida en abundancia de Jesús. Si no hace esto, es letra muerta que no sirve para nada. Considera lo que Jesús dice a los judíos: “Vosotros escudriñáis las Escrituras ya que creéis tener en ellas vida eterna; pero ellas dan testimonio de mí, y vosotros no queréis venir a mí para tener vida” (Jn 5,39-40).

CUANDO MEDITES

El hombre moderno ha aprendido a dudar. Es propio del espíritu de nuestros tiempos cuestionarlo todo para progresar en conocimiento científico. En este clima, la fe queda con frecuencia desacreditada. El ser humano va caminando por la vida lleno de incertidumbres y dudas. Por eso, todos sintonizamos sin dificultad con la reacción de Tomás, cuando los otros discípulos le comunican que, estando él ausente, han tenido una experiencia sorprendente: "Hemos visto al Señor". Tomás podría ser un hombre de nuestros días. Su respuesta es clara: "Si no lo veo...no lo creo".
Su actitud es comprensible. Tomás no dice que sus compañeros están mintiendo o que están engañados. Solo afirma que su testimonio no le basta para adherirse a su fe. Él necesita vivir su propia experiencia. Y Jesús no se lo reprochará en ningún momento.
Tomás ha podido expresar sus dudas dentro de grupo de discípulos. Al parecer, no se han escandalizado. No lo han echado fuera del grupo. Tampoco ellos han creído a las mujeres cuando les han anunciado que han visto a Jesús resucitado. El episodio de Tomás deja entrever el largo camino que tuvieron que recorrer en el pequeño grupo de discípulos hasta llegar a la fe en Cristo resucitado.
Las comunidades cristianas deberían ser en nuestros días un espacio de diálogo donde pudiéramos compartir honestamente las dudas, los interrogantes y búsquedas de los creyentes de hoy. No todos vivimos en nuestro interior la misma experiencia. Para crecer en la fe necesitamos el estímulo y el diálogo con otros que comparten nuestra misma inquietud.
Pero nada puede remplazar a la experiencia de un contacto personal con Cristo en lo hondo de la propia conciencia. Según el relato evangélico, a los ocho días se presenta de nuevo Jesús. No critica a Tomás sus dudas. Su resistencia a creer revela su honestidad. 
Jesús le muestra sus heridas. No son "pruebas" de la resurrección, sino "signos" de su amor y entrega hasta la muerte. Por eso, le invita a profundizar en sus dudas con confianza: "No seas incrédulo, sino creyente". Tomas renuncia a verificar nada. Ya no siente necesidad de pruebas. Solo sabe que Jesús lo ama y le invita a confiar: "Señor mío y Dios mío".
Un día los cristianos descubriremos que muchas de nuestras dudas, vividas de manera sana, sin perder el contacto con Jesús y la comunidad, nos pueden rescatar de una fe superficial que se contenta con repetir fórmulas, para estimularnos a crecer en amor y en confianza en Jesús, ese Misterio de Dios encarnado que constituye el núcleo de nuestra fe.

(José Antonio Pagola)

CUANDO ORES

Oración: Como Tomás

Como Tomás…
también dudo y pido pruebas.
También creo en  lo que veo.
Quiero gestos. Tengo miedo.
Solicito garantías.
Pongo mucha cabeza y poco corazón.
Pregunto, aunque el corazón me dice: “Él vive”.
No me lanzo al camino sin saber a dónde va.
 
Quítame el miedo y el cálculo.
Quítame la zozobra y la lógica.
Quítame el gesto y la exigencia.
Dame tu espíritu, y que al descubrirte,
en el rostro y el hermano, 
susurre, ya convertido: 
“Señor mío y Dios mío”.

(José Mª Rodríguez Olaizola, sj)
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Oración: Todo esto deseo
 
Que mi oído esté atento a tus susurros.
Que el ruido cotidiano no tape tu voz.
Que te encuentre, y te reconozca y te siga.
Que en mi vida brille tu luz.
Que mis manos estén abiertas para dar y proteger.
Que mi corazón tiemble con cada hombre y mujer que padecen.
Que acierte para encontrar un lugar en tu mundo.
Que mi vida no sea estéril.
Que deje un recuerdo cálido en la gente que encuentre.
Que sepa hablar de paz, imaginar la paz, construir la paz.
Que ame, aunque a veces duela.
Que distinga en el horizonte las señales de tu obra.
Todo esto deseo, todo esto te pido, todo esto te ofrezco,
Padre.

(José Mª Rodríguez Olaizola, sj) 























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