sábado, 4 de diciembre de 2010

¿Dónde estamos las mujeres en la Iglesia?

A través del blog de Isabel Gómez Acebo, me ha llegado un artículo de Mª Dolores Díaz de Miranda, monja benedictina y médica, publicado en Vida Nueva, en el que encuentro reproducidos muchos de mis sentires. Por ello me permito hacerme eco, también yo, del mismo.
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Cuando a finales de octubre de 1958 se reunieron en cónclave los cardenales y se encendió la fumata blanca saliendo al balcón de san Pietro el que se convertía en el papa Juan XXIII, muchos analistas y cristianos no acertaban a saber si aquello era una broma o un despiste del Espíritu Santo –la Ruah divina–. Sintieron alivio al considerarlo un papa de transición. El papa “accidental”, en trece meses, hizo virar la nave de Pedro 360º, convocando un concilio. No cabe duda de que esa elección fue una broma del Espíritu Santo.
Hace unos días siete mujeres, siete religiosas limpiando el altar de la Sagrada Familia, se han convertido en una imagen impactante ante 400 millones de televidentes. Intuyo que se debe de tratar de otra broma del Espíritu Santo. Porque esas imágenes parecen haber logrado más que veinte siglos de lucha para que la Iglesia nos dé a las mujeres el lugar que nos corresponde.
En este hecho providencial o azaroso, unido al error de la TV3 y otros medios, que identificaron a estas religiosas con nosotras, monjas de Sant Pere de les Puelles, resultó ser una nueva broma del Espíritu Santo. Gertrudis Nin, abadesa del monasterio, deshizo el error públicamente, aclaró que no somos monjas enclaustradas y lanzó la pregunta de cuál es el papel de la mujer en la Iglesia. Rápidamente pregunta e imágenes fueron difundidas.
Que nuestra abadesa se manifestara es lógico, pues si hay algo que caracteriza a la comunidad Sant Pere, desde hace más de 1.200 años en la ciudad de Barcelona, es luchar, a lo largo de su historia, por mantener la autonomía y libertad, frente a cualquier poder y su apertura en el entorno cultural en que vive, apertura que es reflejo del propio talante de la iglesia y de la sociedad catalana.

Quiero dar las gracias a esas siete religiosas –Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote– que con sencillez y sin ningún tipo de vergüenza por su trabajo en la Iglesia, acaban de encender un fuego de esperanza. Ellas nos han mostrado la fuerza de las bienaventuranzas, la fuerza de los limpios y sencillos de corazón espoleando nuestra conciencia, porque nos cuestionan qué vamos a hacer para que la iglesia cambie. ¿Cuántos hombres estarán dispuestos a compartir las tareas de limpiar el altar, planchar los purificadores, renovar las flores…? ¿Cuántos sacerdotes serán capaces de hacer en sus iglesias lo mismo que muchos hombres en sus casas? ¿Cuántos diáconos permanentes se darán cuenta de que están promoviendo la marginación de las mujeres al hacer unos servicios que hasta ahora hacíamos nosotras? ¿Cuántas mujeres seremos capaces de compartir nuestras tareas típicamente femeninas con los varones de nuestra iglesia sin sentir que perdemos nuestros “dominios”?


Desde niña he soñado con una sociedad y una iglesia en la que hombres y mujeres fuéramos iguales. A los siete años, se me metió en la cabeza ser monja. Como tal, he sufrido en mi propia carne los viejos estereotipos que pesan sobre nuestra condición femenina. En la comunidad de Sant Pere he encontrado algo presente en pocas comunidades monásticas femeninas: la posibilidad de desarrollar la capacidad intelectual. Hoy estoy realizando los estudios de doctorado, participo en congresos, colaboro en proyectos de investigación, publico estudios… y formo parte del equipo de la Escuela Feminista de Teología de Andalucía, EFETA.


Ni mi compromiso, ni mis sueños, ni mi sufrimiento, ni mi lucha han logrado lo que la imagen de las siete religiosas limpiando el altar de la Sagrada Familia. Esas imágenes me hacen reflexionar sobre las distintas formas del lenguaje. Y me hacen manifestar mi gratitud a cada una de ellas, al igual que a mi abadesa. Unas y otra han expresado con naturalidad y sencillez lo que viven, unas y otra recogen en sus gestos y en sus palabras la diversidad de nuestra Iglesia plural, unas y otra nos recuerdan que somos necesarias todas. Ellas, dignificando el trabajo que hacen y hacemos millones de mujeres, y nuestra abadesa, expresando con valentía deseos latentes y justos que albergamos en nuestro corazón también millones de mujeres. Esta es la pluralidad de la Iglesia de la que formo parte, la Iglesia que amo, en la que me he comprometido dar mi vida y ante la que se abre la pregunta: ¿Dónde estamos las mujeres en la Iglesia?

16 comentarios:

Carmen dijo...

Agggggg!!...Había escrito una respuesta larguísima y se me ha borrado...
Decía que...
¿Y si además eres seglar? ¿y si además te has divorciado?
A veces he sentido que lo más fácil sería unirme al enooooorme grupo de personas que, con toda la razón del mundo, han optado por irse. Pero no. Puede que no sea el camino más fácil, pero yo reivindico mi derecho a ser Iglesia. Siendo mujer, y seglar, y divorciada. Compartiendo mi fe con quienes como yo sueñan una Iglesia democrática, en la que las mujeres dejemos de ser tratadas como creyentes de segunda, en la que podamos acceder a TODOS los sacramentos, en la que no se nos pongan trabas para acceder a la formación teológica...en la que no se cuenten mentiras sobre el lugar que ocupábamos entre los seguidores de Jesús y las primeras comunidades cristianas.
No sé dónde leía que si las mujeres nos pusiéramos de acuerdo y dejáramos las Iglesias durante dos semanas...se iba a liar parda. A lo mejor nos lo teníamos que plantear...

4 de diciembre de 2010 21:45

Conchi dijo...

No es que se fuera a liar... Es que iban a quedar DESIERTAS.

Lo que dices complementa el artículo de Mª Dolores, que, claro, aunque mujer, es monja y eso supone estar un peldaño por encima, en la escala de peldaños inferiores que ocupamos las mujeres... (entiéndaseme la ironía, eh).

Me alegra tu decisión de permanecer.
De otro modo, no sería posible que llegara nunca un cambio en nuestra Iglesia.

Carmen dijo...

Entiéndesete (la ironía)perfectamente:)

Alfonso Saborido dijo...

San Juan XXIII (porque para mí era santo aunquen no esté canonizado, no tuvo la suerte de ser santo expréss como otros) ya es historia en nuestra iglesia, por desgracia.
La mujer, hoy, está en la Iglesia en el lugar que están. En el lugar en que los hombres decidimos. Los hombres consagrados, claro. El resto de los hombres tampoco pintamos nada.

Conchi pddm dijo...

No estoy de acuerdo.
Independientemente de dónde nos quieran poner "los hombres consagrados", estamos también, sobre todo, donde el Espíritu nos lleva. Y eso ha sido y es imparable.
Lo veo y tengo, además, esa esperanza.

Carmen dijo...

Está claro, Conchi, que los hombres consagrados no nos dejan a las mujeres ser muchas cosas en la Iglesia. Pero también está claro que si yo hiciera caso a lo que dicen los hombres consagrados no podría comulgar...así que...aunque yo no soy muy optimista y creo que aún nos queda mucho inmovilismo por delante, comparto tu esperanza. Le pese a quien le pese.

Alfonso, la diferencia está en que los hombres podéis decidir si "consagraros" o no. (Me refiero al sacerdocio, no a la vida religiosa). Y en que las enciclícas y demás documentos papales, aunque parezca mentira, siguen diciendo de las mujeres seglares que tenemos que compaginar el hogar con el trabajo...de vosotros, los hombres seglares, parece que no se espera lo mismo...

YENTL dijo...

Yo no ví esas imágenes pero leí un artículo de Ángeles Caso sobre el lugar que ocupa la mujer en la Iglesia y mencionó a esas monjas que se ocuparon del altar, criticando el papel que la Iglesia da a la mujer. Yo veo más lógico que las tareas femeninas sean llevadas a cabo por mujeres que no por hombres pero eso no quita para que la mujer tenga un puesto de "peso" (léase en la Jerarquía). Sólo veo sacerdotes y más sacerdotes... La Iglesia está, desde luego, en manos de hombres y muchos sacerdotes nos recluyen en el hogar con los hijos. Recuerdo un profesor que me dijo que la mujer tenía un papel muy importante porque ella era la que daba una educación cristiana a sus hijos. ¡Está bueno! Decir eso a una mujer soltera y sin hijos. Me dieron ganas de preguntarle: "Entonces ¿Yo no sirvo para nada en la Iglesia?" Desde luego que somos nosotras las que parimos pero también estudiamos y somos inteligentes, al fin y a cabo "nos creó a Su imagen y semejanza" pero estos sacerdotes todavía no se han enterado (o no quieren enterarse). De todas formas teniendo en cuenta de que los sacerdotes no confían en los laicos en general, mucho menos si esos laicos son mujeres.

Mónica

Víctor M. Fdez. dijo...

Por contra, y simbólicamente, cuando organizo una Celebración de la Palabra en nuestra Comunidad, procuro que seamos los hombres quienes limpiemos y coloquemos el altar y una mujer, de las pocas, poquísimas, que asisten, quienes hagan la lectura del Evangelio. Por el momento, este paso lo puedo dar en Celebraciones de la Palabra, no en Eucaristías, que nos colocarían demasiado en la frontera... aún más. Un beso y gracias por tu post.

Carmen dijo...

Yentl...¿las "tareas femeninas"? yo no creo que haya "tareas femeninas". Mantener un espacio limpio no tiene por qué ser tarea exclusiva de nadie, sino responsabilidad de todos los que lo utilizan.

YENTL dijo...

Tienes toda la razón Eowyn. Metí la pata en eso.

Anónimo dijo...

¿Y dónde anda la mujer lesbiana en la Iglesia? Porque si a la mujer en general no nos dejan estar en ningún lugar de relevancia no digamos a la mujer que "encima" tiene una "desviación" tal... Vamos, no puede ni estar en un banco de la iglesia sentada y menos aún participar en ningún sacramento que se precie; excepto la "penitencia", que no reconciliación, para que se machaque y pida perdón por ser como es: «A imagen y semejanza de Dios»; hecha por Él con amor y ternura. Menos mal que Dios es Dios y su grandeza es infinita.
Saludos.

Carmen dijo...

Tienes toda la razón, anónimo...pero reitero mi postura: yo no voy a permitir, como mujer divorciada, que se me niegue nada. Y tampoco voy a permitir que en "La Iglesia" se queden sólo los que rechazan, discriminan, condenan y excluyen. Yo también soy Iglesia, y tú podrías serlo (no sé dónde te sitúas) con esa convicción de que Dios ama a la persona por encima de todo sin importarle su situación personal o su opción sexual.

Anónimo dijo...

Eowyn, tienes toda la razón. Nunca me he ido de la Iglesia, soy Iglesia igual que todos los que creemos en Jesús, pero no puedo negar que en la mayoría de los lugares lo tengo que ser en silencio porque si no lo hago así me excluyen y se niegan a darme, por ejemplo, la comunión; por otra parte, igual que te pasa a ti si tienes pareja.
Desde joven me negué a renunciar a mi lugar en la Iglesia, antes aún de "reconocer" mi opción sexual; ahora tampoco lo hago. Sigo diciendo que Dios es más grande que todos estos absurdos arrinconamientos y parcelas que tiene parte de la Iglesia.
Un saludo

Carmen dijo...

Como bien dices a Dios no sólo le da exactamente igual de quien nos enamoremos, sino que se alegra con nosotras. Te envío un abrazo muy muy fuerte...de una compañera de camino.

Anónimo dijo...

Gracias Eowyn... Y a ti, Conchi, por este espacio de libertad.
Un abrazo

Conchi pddm dijo...

Gracias a Dios, hay muchos espacios de libertad en su Iglesia...
Gracias por pasaros, de vez en cuando, por éste.
Un beso