martes, 22 de abril de 2014

Donde hay amor, allí hay visión

Presento aquí unos textos para orar en este primer domingo de Pascua, en el que el evangelio nos ofrece varias escenas de los encuentros de Jesús Resucitado con sus discípulos.
Tras la ejecución en cruz de aquel al que habían seguido y amado, los discípulos están en un lugar de puertas cerradas. Les habita el miedo y la angustia. Y Jesús se pone en medio de ellos y les desea con insistencia la paz. El lugar que ocupaba el miedo, ahora lo ocupa él, con su aire fresco de libertad y respiro. Paz y alegría es lo que llena ahora a aquellos que estaban invadidos por el desencanto. 
Tomás, uno de ellos, no está allí, y no le basta el testimonio de sus amigos. Necesita tocar con sus manos, ver con sus ojos. La fe de otros, la fe heredada, la fe sociológica, no sostiene una vida. La vida la sostiene el encuentro personal con Jesús, que sigue vivo. De todos modos, Jesús proclama felices a aquellos que creen "sin ver"... El evangelio se refiere ahora a aquellos cristianos que no vivieron con él, ni vieron sus gestos, ni oyeron sus palabras, ni tocaron algo de su presencia divinizante; a esos discípulos y discípulas de generaciones posteriores, a nosotras.
La fe da ojos. Donde está el amor, allí van los ojos. Donde hay amor, allí hay visión (Ubi amor, ibi oculus). La ciencia no puede garantizar ni demostrar la resurrección. Los dogmas no son demostración de nada, ni la tumba vacía tampoco lo fue. Es el amor, es la fe las que dan testimonio de que Jesús está vivo. La resurrección y el don del Espíritu se notan por sus efectos: donde había miedo, hay confianza; donde había angustia, hay paz; donde había ruptura de fraternidad, abandono, traición, hay perdón; donde había puertas cerradas, hay puertas abiertas, salida valiente hacia el mundo, y acogida del otro... Jesús, en nuestro centro, es quien actúa esa transformación en nosotros. 
¡Dejémonos resucitar y conducir de las tinieblas a la luz!
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"Cristo, te amo
no porque bajaste de una estrella
sino porque me descubriste
que el hombre tiene sangre,
lágrimas, congojas...
¡llaves, herramientas!
para abrir las puertas cerradas de la luz...."

(León Felipe)
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Como Tomás,
también dudo y pido pruebas.
También creo en  lo que veo.
Quiero gestos. Tengo miedo.
Solicito garantías.
Pongo mucha cabeza y poco corazón.
Pregunto, aunque el corazón me dice: “Él vive”.
No me lanzo al camino sin saber a dónde va.
Quítame el miedo y el cálculo.
Quítame la zozobra y la lógica.
Quítame el gesto y la exigencia.
Dame tu espíritu, y que al descubrirte,
en el rostro y el hermano, 
susurre, ya convertido: 
“Señor mío y Dios mío”.

(José Mª Rodríguez Olaizola, sj)


Foto: Javier Barquilla Sánchez


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