lunes, 19 de mayo de 2014

Ni siquiera sus hermanos creían en él...

Lectio divina de Juan 7, 1-24

ESCUCHA-LEE  LA PALABRA:

“A Dios le escuchamos cuando leemos la Sagrada Escritura” (LG). Escuchar viene de la palabra "obediencia": ob-audientia que significa "escuchar lo que está debajo"; escuchar  la voz de Dios en sentido bíblico significará obedecerle y realizar su voluntad. Los maestros espirituales nos aconsejan que lo más importante de la oración es  la ESCUCHA y efectivamente la Palabra de Dios insiste continuamente sobre la ESCUCHA:
“Escucha Israel amarás al Señor tú Dios…” (Dt 6,4)
Escuchar la palabra es recibir más que palabras,  aunque sean  las palabras que salen de la boca de Jesús, es escucharle a Él que es la Palabra: “la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,4). 
Escuchemos y acojamos lo que Jesús nos quiere decir  a través de este texto de Jn 7, 1-24

7 1Después de esto, Jesús andaba por Galilea; y es que no podía andar por Judea, pues los judíos trataban de matarle. 2Al acercarse la fiesta judía de las Tiendas, 3le dijeron sus hermanos: “Sal de aquí y vete  a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, 4pues nadie actúa en secreto cuando quiere ser conocido. Si haces  estas cosas, muéstrate al mundo.” 5Es que ni siquiera sus hermanos creían en él. Jesús le replicó: “Todavía no ha llegado mi tiempo; en cambio vuestro tiempo siempre está a mano. 7El mundo no puede odiaros; a mí, sin embargo, me aborrece, porque doy testimonio de que sus obras son perversas. 8Subid vosotros a la fiesta. Yo no subo, pues aún no se ha cumplido mi tiempo. 9Dicho esto se quedó en Galilea. 10Pero después, que sus hermanos subieron a la fiesta, él también subió, aunque no manifiestamente, sino de incógnito. 11Los judíos, durante la fiesta, andaban buscándole, y se preguntaban: “¿Dónde estará ése?”. 12Entre la gente había muchos comentarios acerca de él. Unos decían: “Es bueno”. Otros decían: “Nada de eso; lo que hace  es engañar a la gente.”. 13Pero nadie hablaba de él abiertamente por miedo a los judíos.
Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. 15Los judíos decían extrañados: “¿Cómo entiende de letras sin haber estudiado?” 17Jesús les respondió: “Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. 17Si alguno quiere cumplir su voluntad, verá si mi doctrina es de Dios o hablo yo por mi cuenta. 18El que habla por su cuenta busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ése es veraz; y no hay impostura en él. 19¿No es Moisés el que os dio la Ley? Y ninguno de vosotros cumple la Ley. ¿Por qué tratáis de matarme?”. 20 Respondió la gente: “Tienes un demonio. ¿Quién trata de matarte?”. 21Jesús les respondió: “Una sola obra he hecho y todos os maravilláis. 22Moisés os dio la circuncisión (no que provenga de Moisés, sino de los patriarcas), y vosotros circuncidáis a la gente en sábado. 23Si se circuncida un hombre en sábado, para no quebrantar la Ley de Moisés, ¿os irritáis contra mí porque he devuelto la salud plena a un hombre en sábado? 24No juzguéis por apariencias, juzgad con criterio justo”.

ORA LA PALABRA

Jesús se halla en Galilea, los dirigentes judíos le buscan para matarle… y la causa de su muerte es haber dado la vida plena a un hombre.
Desde el inicio su vida está en riesgo, pero él no ha venido para morir sino para realizar la misión que el Padre le ha encomendado, por ello actúa con prudencia.
Jesús no acude a la fiesta de los Tabernáculos con sus hermanos, representan un mesianismo con el que Jesús no está de acuerdo, no tienen ninguna intención de adherirse a las palabras de Jesús,  más bien le ven como un fracasado, en Jn 6,66 muchos le han abandonado y quieren que haga una demostración pública para recuperar su fama. Ante esta situación Jesús no retrocede, es consciente de que el mundo (dirigentes judíos) le odia,  porque con su palabra y su vida denuncia el comportamiento de los dirigentes.
Aparece posteriormente enseñando en el Templo hablando no en nombre propio sino en nombre de Dios, no por su cuenta, por su “propia gloria”; la propia gloria es exterior, constatable, por ello su búsqueda o la renuncia a ella puede servir de criterio para juzgar la procedencia de una doctrina. La búsqueda del propio prestigio delata que la doctrina que se propone no procede de Dios sino del hombre. En definitiva las palabras revelan la actitud del que la enseña, son expresión de su persona.
Las palabras de Jesús llevan detrás su propia vida, y denuncian la forma de interpretar la Ley  y cuestionan la forma de actuar de los dirigentes, por eso buscan a Jesús para matarlo. El texto acaba con una paradoja: vosotros circuncidáis a un hombre en sábado (circuncisión es curación de un miembro), y queréis  matar a Aquel que no ha curado un miembro sino que ha  dado la vida plena a un hombre  revelando el verdadero sentido de las palabras y de la vida de Jesús “dar la vida al hombre”. “He venido para que tengan vida y vida abundante”. 

ASIMILA LA PALABRA

Jesús no propone una doctrina abstracta, pues él es la verdad, las palabras y obras de Jesús expresan lo que él es. Sus obras dan sentido a sus palabras y sus palabras se comprenden en relación con sus obras.
La Palabra comunica la presencia de Dios y su acción por ello “son espíritu y vida” (Jn 6,63) Quien con su palabra no pretende comunicar vida sino su propio prestigio, ese no conoce a Dios ni tiene experiencia de Él. Más aún falsifica a Dios. No se puede hablar de Dios distanciándose de él, porque no es una fórmula, sino una persona.
De Dios solo podemos hablar cuando lo hemos experimentado, cuando vivimos con él, cuando le escuchamos y tratamos de obedecer las palabras que él nos comunica. Cuando salimos de esta relación, la palabra se torna vacía, hueca, no tiene sonido, no trasmite nada.
El que no busca su gloria, trasmite y manifiesta la gloria de Dios, su amor leal al hombre, es de fiar. No manipula la ley, ni explota al hombre. Sus palabras son creíbles, es digno de fe.

VIVE LA PALABRA

La vida de Jesús está en peligro porque es coherente con las palabras que escucha del Padre y las vive con toda la radicalidad aún a sabiendas de que caerán mal, e indignarán a sus oyentes. Él es consciente que solo así el hombre recibe la vida divina.
¿Cuido que mi oración esté fundamentada en la Palabra,  sabiendo que solo de ella procede la vida divina?
¿En qué medida trato de ser  coherente con lo que escucho de Dios y mi vida cotidiana?

¿Hasta dónde estoy dispuesto a arriesgar, no de mis cosas, sino de mi persona por ser fiel a las intuiciones que despierta la Palabra de Dios en mí?

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Lectio divina preparada por Conchi Alonso (Equipo de animación de San Francisco de Borja, Madrid)

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