jueves, 18 de octubre de 2012

La oración para el hombre secularizado, ¿es todavía posible?

Entrevista a Enzo Bianchi

En este año de la fe, dedicaré unas publicaciones a la oración. La razón es que, desde hace años, soy testigo del profundo deseo de orar que sienten muchos cristianos, pero también del enorme desconcierto y desorientación que sufren. Quieren orar pero no saben cómo hacerlo. Raramente hay grupos de oración en las comunidades parroquiales donde se pueda ejercitar esta práctica de la fe que es la oración. Sí, es verdad que tenemos la Eucaristía y los sacramentos, en algunas parroquias se reza el rosario diariamente, e incluso, en otras (las menos), se celebra la liturgia de las Horas. Pero es raro que exista un grupo que ora con la Palabra, o que aprende a meditar de cualquier otro modo. Incluso, para rezar la liturgia de las Horas, no vendría mal una catequesis sobre los salmos. Dudo, sin embargo, de que exista alguna parroquia en la que esta catequesis se lleve a cabo.
Lo que sí hay es una abundante (y buena) literatura sobre la oración en nuestras librerías religiosas, y de eso podemos beneficiarnos. No vendría mal aproximarse a esos libros por si algo pueden ayudarnos. Desde luego, nos enseñarían muchas cosas. Y si tenemos la firme determinación de comenzar a orar si quiera veinte minutos al día, pronto nuestras resistencias y dudas al respecto se irán disipando.

También resulta útil y edificante conocer cómo oran otras personas que se distinguen por su experiencia en el camino espiritual. Aunque hemos de tener en cuenta siempre que ese camino es suyo. Y el nuestro lo tenemos que trazar nosotros, caminando humildemente de la mano de nuestro Dios. Leer sobre la oración no es orar. Contemplar con admiración la espiritualidad de personas espirituales o de santos no es ser nosotros personas espirituales ni santas… Cada cual está llamado a orar a su modo y a ser una persona espiritual a su modo. Pero no viene mal tener compañeros y compañeras de camino en los que fijarse cuando nuestra propia senda está un poco desdibujada ante nuestros pies.


Podemos comenzar, por tanto, esta serie de publicaciones, por una persona, un libro y una entrevista. La persona es ENZO BIANCHI, fundador y prior de la comunidad monástica de Bose, autor de numerosos libros sobre la lectio divina y temas de espiritualidad. El libro es “¿Por qué orar?, ¿cómo orar?”, publicado por Sal Terrae en 2010 (2). Y la entrevista fue realizada con ocasión de la publicación de ese libro (1).
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- ¿Qué razón le ha impulsado a escribir un libro sobre la oración?

- Había escrito, antes de los treinta años, un libro sobre la oración, que obtuvo un gran éxito (El cuervo de Elías, 1972). A distancia de casi cuarenta años, he advertido la necesidad de plantearme, sobre todo a mí mismo, algunas preguntas sobre la oración: ¿por qué rezar?, ¿cómo rezar?, ¿cuáles son los obstáculos para la oración? Teniendo en cuenta, además, los cambios acaecidos en mi modo de vivir la fe, así como la experiencia de haber escuchado a muchos hombres y mujeres que me confían sus alegrías y sus dificultades en el orar, he decidido escribir este libro. También porque, aunque es verdad que hoy la oración parece conocer un despertar y un renovado interés, a menudo me pregunto si este fenómeno no brota de una religiosidad que no corresponde a la verdadera oración cristiana, que nace de la escucha de Dios.
En la oración cristiana, en efecto,  Dios precede a todo esfuerzo nuestro: antes de que lo busquemos, él nos ha buscado; antes de que respondamos, él nos ha llamado; antes de que ofrezcamos nuestra atención y nuestra vida, él nos ha amado de un modo gratuito.

- En su raíz más profunda, ¿qué es la oración?

- Como he dejado entrever, la oración cristiana es, ante todo, escucha. Dios nos habla: esto es lo extraordinario de nuestra fe. Para hacerse conocer, Dios ha elegido libremente revelarse a nosotros, levantar el velo que lo cubría llamándonos “tú”. Esto me parece el núcleo de la oración cristiana, bien expresado en la oración hecha por el joven rey Salomón quien, en respuesta a la invitación que le dirigió Dios de pedirle alguna cosa, dice: “Dame, Señor, un corazón capaz de escuchar” (1 Re 3,9). Nosotros tenemos necesidad, esencialmente, de esto, para conocer la voluntad de Dios e inspirar en ella nuestra vida, para acoger el amor de Dios y responderle amándole a él y amando a nuestros hermanos, a todos los hombres.

- Acogiendo la provocación de André Louf, la oración para el hombre secularizado e hiperactivo de hoy ¿es todavía posible?, ¿en qué condiciones respecto al pasado? 

- Es justo decir que hoy vivimos en un mundo marcado por la velocidad, en un “mundo en fuga”  (Anthony Giddens),  en el que decimos no tener tiempo ni siquiera para rezar. Es necesario, sin embargo, ser muy claro respecto a este dato: quien no encuentra tiempo es un alienado; quien afirma que no tiene tiempo confiesa que su ídolo es el tiempo, por el que está dominado y que, en consecuencia, se lanza a no vivir jamás el presente, el hoy de Dios situado entre un pasado del que hacer memoria y un futuro al que tender. Cuando, sin embargo, logramos dominar el tiempo, podemos experimentar la oración como posibilidad de abrirnos a Dios, de escuchar su voz, de entrar en comunión con él y, por tanto, con los seres humanos y con todas las criaturas del cosmos. 
En cuanto a las condiciones, pienso que somos siempre los mismos, ayer como hoy, y que radican todas en un punto fundamental: querer encontrar el tiempo, establecer prioridades en nuestro tiempo, sabiendo que no hay tiempo para todo. Es cuestión de un orden, de una jerarquía que debemos establecer en nuestra vida: ¿La primacía le pertenece de verdad a Dios o tenemos algo más valioso que él? ¿Queremos escuchar al Señor o escuchar otras voces? ¿Queremos adorarle a él o bien a los ídolos que nos engañan y nos esclavizan? A propósito de esto, no olvidemos que el ídolo no es una realidad teológica sino, principalmente, aquello que amenaza la humanización: luchando contra los ídolos y ejercitándose en la oración, podemos encontrar a Dios y, animados por su Espíritu, aprender a ser más hombres, hombres como él nos ha querido y creado, a imagen de su Hijo Jesucristo.

- Los frutos de la oración, ¿cómo se miden? ¿Uno de los indicadores puede ser la “paz del corazón”?


- Sé que en la tradición espiritual cristiana, en particular la monástica, uno de los grandes frutos de la oración es la paz del corazón. Creo en esta verdad, y no quiero contradecir una respuesta dada desde la época de los padres de la Iglesia hasta hoy. Con todo, creo que puedo decir que el verdadero fruto de la oración se puede sólo medir sobre la base de la caridad, el amor hacia nuestros hermanos y hacia Dios, que la oración suscita en nosotros. Cuando pienso en mi oración y en la de tantos monjes que durante numerosas horas del día oran, en la lectio divina, en el escondimiento de su celda, en la liturgia de las Horas celebrada comunitariamente, me viene espontáneo preguntarme: “Toda esta oración ¿qué fruto dará?” Después, alguna vez encuentro en mi corazón alguna semilla de amor, y entonces me respondo: “Para llegar a esto ha sido necesario aquel inmenso montón de arena constituido por la oración”. Repito, el fruto de la oración es el agápe, el amor, que es Dios mismo. Y cuando Dios habita en nosotros, somos más equilibrados frente a los asaltos del diablo, somos más fuertes en las pruebas. Y es precisamente porque nos atrevemos a gritar: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” (Rom 8,35) por lo que somos capaces también de encontrar paz.

- El rosario como oración repetitiva ha constituido un cierto redescubrimiento en estos últimos años. Este, como el hesicasmo y toda otra forma de oración repetitiva, ¿tienen hoy en occidente un sentido?

- Desconfío mucho de lo que es esotérico, aunque no lo desprecio y estoy convencido de que hay personas que han debido pasar a través de una “vuelta hacia oriente” para aprender de nuevo un alfabeto de meditación, de búsqueda de aquella quietud que no han sabido encontrar en el cristianismo, sobre todo por una incapacidad de transmisión por parte de los cristianos. Por tanto, no demonizo el yoga u otras formas de meditación oriental, como las oraciones constituidas por repeticiones de fórmulas.
Sin embargo, creo que cada uno debe ser él mismo, y nosotros, en occidente, tenemos desde hace siglos formas de oración repetitiva también –como la invocación del Nombre de Jesús, el rosario, las jaculatorias- que no deben ser menospreciadas, sino todo lo contrario, son una gran riqueza de la piedad cristiana. ¿Por qué no redescubrir estas formas? Es significativo, por ejemplo, que el rosario –una práctica a la que estoy ligado porque la he aprendido desde pequeño y todavía hoy me acompaña- esté siempre ligado estrechamente a la meditación de la Palabra de Dios. La repetición del Ave María significa, por tanto, acceder a la Palabra de Dios a través de los así llamados “misterios”, que no son otra cosa que una representación de la Palabra de Dios. Con la voz recitamos el Ave María, pero con la mente y el corazón representamos los misterios. Por tanto, el rosario es otro modo de escuchar la Palabra de Dios a través de imágenes impresas en nosotros de páginas del Evangelio, que tantas veces hemos escuchado. Se podría afirmar que quien reza con el rosario, más que escuchar, “ve la Palabra”, expresión usada también por las Santas Escrituras. Por tanto, mientras que la oración sea escucha y “visión” de la Palabra de Dios, es siempre oración cristiana, y es aquello de lo que tenemos necesidad para tener, como don del Señor, la comunión con él y la caridad.

Enzo Bianchi

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(1) Entrevista publicada en italiano, en la web: 
http://duomosandona.netsons.org/index.php?option=com_content&task=view&id=1214&Itemid=180
(2) Original italiano, Enzo Bianchi, Perchè pregare, come pregare,Edizioni San Paolo 2009
(3) Te invito a visitar la web: http://www.monasterodibose.it/

miércoles, 17 de octubre de 2012

Seguidores que sepan servir

Lectura orante de Marcos 10,35-45

Oración para disponer el corazón

Tu Palabra está viva, Señor.
Ella ilumina a todo hombre en este mundo.
Ella nace incansablemente de Tu corazón.
En este mismo momento, Tú me estás hablando,
porque me amas.

Y yo escucho la proximidad de tu voz,
que no aspira más que a expresarse.
Tu alegría consiste en entregarte
a quien desea oírte.
Tu revelación no tiene límites, 
al igual que tu Amor.

Tú no te cansas jamás de dirigirte a mí.
Tú aspiras indefinidamente a tocar mi corazón.
Jamás te dejas desanimar por mis rechazos
ni te cansas de rehacer conmigo
los lazos que yo deshago.

Desde siempre, Tú te vienes ofreciendo
a todo ser humano.
Y Tu deseo se volvió tan apremiante
y tu Palabra tan entregada
que se hizo carne.
Tú deseas tan ardientemente ser recibido
por los hombres
que viniste a habitar entre nosotros.

Esa Palabra que Tú no habías podido comunicar
sin que ellos la deformaran,
la pronunciaste al fin de una vez
haciéndote hombre entre los hombres,
poniéndote al servicio de todos,
y entregándote en nuestras manos.

Ahora, Señor, podemos verte para siempre
en nosotros, en todos y en todo.
y es que lo que Tú das
lo das definitivamente.

(Louis Evely, Tú me haces ser, Sal Terrae 1990, 63-64)

Marcos 10,35-45

35 Se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: "Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir." 
36 Les preguntó:- "¿Qué queréis que haga por vosotros?" 
37 Contestaron: "Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda." 
38 Jesús replico: "No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?" 
39 Contestaron: "Lo somos". 
Jesús les dijo: "El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, 40 pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; está ya reservado." 41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. 
42 Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los que son tenidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. 43 Pero no ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; 44 y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. 45 Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.”

PROPUESTAS DE LECTURA 

1. Como contexto bíblico para del evangelio de hoy, la liturgia nos ofrece dos preciosos textos de Isaías y de Hebreos:
“Mi siervo justificará a muchos, 
porque cargó con los crímenes de ellos”. 
(Is 53,11b)
“Hermanos: Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. 
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado”.
(Heb 4,14-15)

2. La primera lectura de hoy está tomada del cuarto canto del Siervo de Yahveh de Isaías (Is 52,13-53,12). Se trata de un profeta anónimo del tiempo del exilio que se conoce como el Deuteroisaías. El canto se puede dividir en tres partes: una introducción (52,13-15), el cuerpo central (53,1-10) y un epílogo (53,11-12). El texto seleccionado por la liturgia es el último versículo de la segunda sección y el primero del epílogo.
El centro de la escena lo ocupa un personaje misterioso llamado “el siervo del Señor”, título honorífico que se aplicaba a los patriarcas (Dt 9,27), a Moisés (Jos 1,1-2), a Josué (Jos 24,29), a David (2 Sam 7,5-8) y, en el N.T., a María. Jesús se reconoce a sí mismo como el Hijo del Hombre que viene a juzgar al final de los tiempos y como el Siervo que pasa por la vida haciendo el bien, sirviendo, y entregando su vida para la vida de todos.

3. De la segunda lectura de la carta a los Hebreos hemos seleccionado los versículos que enlazan mejor con el tema del evangelio de hoy. Esos versículos constan de una afirmación y de una negación:
“TENEMOS”… un sumo sacerdote, resucitado y ascendido junto al Padre, Hijo de Dios…
“NO TENEMOS”… un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, porque se hizo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Sufrió cansancio, sed, hambre, dolor, sufrimiento moral, tristeza extrema… exactamente como nosotros. Su compasión fue inmensa y llena de realismo porque participó de todo lo luminoso y de todo lo oscuro que puede vivir un ser humano, salvo el pecado.

4. Entramos en el Evangelio: En la última etapa del camino hacia Jerusalén, Jesús anuncia por tercera vez a sus discípulos la pasión y muerte que le espera. Ellos, una vez más, no comprenden sus palabras. Jesús, de nuevo, con paciencia, les enseña en qué consiste ser seguidor suyo: en servir y compartir su destino de entrega.

5. El evangelio de hoy tiene dos partes:
vv. 35-41: Los hermanos Santiago y Juan quieren privilegios, ser los preferidos, “sentarse en un trono” junto a Jesús… Son ambiciosos y quieren poder. Los otros diez se indignan. Su reacción se describe con un término griego que designa la rabia que se expresa de palabra y de obra. ¿Quizá porque todos quieren lo mismo? Jesús les responde a los hermanos que “no saben” lo que piden. Capítulos atrás, muchas veces les ha dicho que todavía “no entienden” nada, que “no comprenden” (7,18; 8,17-18). Son necios y no participan todavía de la sabiduría de su Maestro. 


Jesús ha tenido que corregir su mentalidad mundana, llena de ambición, en dos ocasiones ya, durante el camino hacia Jerusalén. “¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?”, les pregunta ahora a los hermanos. En el A.T., la copa que Dios alarga a un individuo, al pueblo o a los pueblos y que éste o éstos tienen que beber es una imagen que significa el destino, tanto bueno como malo. Más tarde, pasó a significar también los padecimientos y muerte de un mártir. Con la imagen de la copa Jesús se refiere a su pasión y muerte. El bautismo también hay que entenderlo así: como una metáfora que compara la persecución, los padecimientos o el infortunio con una especie de tsunami que se traga a la persona: “Las olas de la muerte me envolvían, me espantaban las trombas de la corrupción” (2Sam 22,5; cf. Sal 42,8; 69,2s; Is 43,2). 
La expresión de Jesús no se refiere aquí a los sacramentos de la Eucaristía y del Bautismo. Se refiere a que los discípulos aceptan la copa y bautismo cuando están dispuestos a soportar la tribulación y muerte en el seguimiento. Sabemos que Santiago sufrió el martirio por Hechos 12,2. En cuanto a Juan, es casi imposible saber su destino último. 
La palabra final de Jesús es que los discípulos no tienen que actuar movidos por el afán de recompensa, sino desde el deseo de seguir el camino de Jesús. La recompensa está en las manos del Padre.

vv.42-45: Jesús compara a los discípulos con los que son considerados jefes y grandes del mundo. Fijémonos en la ironía: “los que parecen dominar las naciones”,  dice el texto griego. Pero el sabio conoce que Dios es el auténtico soberano de todos. Éstos tiranizan y oprimen. Los discípulos han de ser servidores (diakonos, no entendido como ministerio sino como servicio de dirección, proclamación y cuidado de los pobres, así como servidores de las mesas en las reuniones de la comunidad), y esclavos (doulos).
El v. 45 describe la vida de Jesús. El versículo se entiende desde Is 53,10-12. Habla de Jesús siervo y de la muerte expiatoria por muchos. El término griego lytron significa, en el mundo griego y en los LXX, el precio del rescate por la vida marcada por la culpa. Significa la fianza que se paga por un esclavo, por un prisionero de guerra. Jesús paga con su vida en lugar y en favor de los que han caído en la perdición y se convierte en redentor, en goel. El “por muchos” puede interpretarse en sentido universal, “por todos”, como indica 1 Tim 2,6: “[Cristo Jesús] se entregó a sí mismo en rescate por todos”.
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 Cf. Nuria Calduch Benages, Notas exegéticas en Misa dominical, Año XLIV, N.13; Joachim Gnilka, El evangelio según San Marcos, Vol II, 1997, 113-121
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PROPUESTAS DE MEDITACIÓN

“¿Qué queréis que haga por vosotros?”
- Es la pregunta que Jesús nos dirige a nosotros como comunidad y como personas. ¿Qué quieres que haga por ti? ¿Qué es lo que más deseas y necesitas auténticamente? ¿Una mejor posición económica? ¿Subir un puesto en tu trabajo? ¿Una subida de sueldo? ¿Más salud? ¿Una vida larga?... ¿O, más bien, SER, sabiduría y generosidad para servir, fuerza y vida para ayudar a otros…?   

“¿Sois capaces de beber mi cáliz? 
- Sabes si eres capaz en las pequeñas pruebas de cada día, mirando tu talante esperanzado y sereno o agitado ante los reveses de la vida… Quien no puede con lo poco, no podrá con lo mucho… Si cualquier cosa nos desestabiliza, nos hunde o nos deprime, aún no podemos beber el cáliz del Señor.

“Sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo”
- Examina profundamente la gratuidad de tu fe... “Aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, pues, aunque lo que espero, no esperara, lo mismo que te quiero, te quisiera”.

“El que quiera ser grande sea vuestro servidor y vuestro esclavo…”
- El sentido de nuestra vida es “en todo amar y servir”. ¿Cómo y en qué puedo yo servir más y mejor desde que me levanto hasta que me acuesto? ¿Cómo puedo servir en mi familia, en mi comunidad, en mi parroquia, en mi Iglesia…?

“El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos…”
- Contempla a Jesús servidor de todos, compasivo, entregado… y que esa contemplación acreciente tu gratitud, tu amor y tu deseo de asemejarte a Él.

PROPUESTAS DE ORACIÓN

a) Dale gracias a Jesús por darnos la infinita libertad de los que nada poseen, por llamarnos a ser servidores y no señores, por mostrarnos, con su vida, el camino del amor hecho servicio…

b) Dile a Jesús, con fe, con confianza, con humildad y sinceridad, lo que quieres que haga por ti… Pídeselo de todo corazón… Y pídele que te enseñe a pedir bien, conforme a su voluntad…

c) Oración: Ser gente humilde 

Hoy te pedimos, Señor, lo más precioso:
que nos veamos en nuestras verdaderas dimensiones
para que no nos creamos importantes
y hagamos sitio en nuestro corazón
para nuestros hermanos y para ti.

Te pedimos, Señor, lo más decisivo:
que no nos pongamos a nosotros mismos
en el centro de nuestro corazón,
y que sintamos deseos de ti.

Te pedimos que no andemos llenos
de nosotros mismos ni de nuestros sueños;
te pedimos que tampoco nuestro grupo
ni nuestros proyectos y expectativas
se conviertan para nosotros en un absoluto
que nos impida reconocer los rostros ajenos
ni escuchar sus llamadas.

Te pedimos, Señor, que de tal manera
echemos nuestra suerte con los pobres de la tierra
que nos vayamos haciendo gente humilde.

Te alabamos, Señor, con Jesús,
el hombre sencillo y de corazón humilde,
porque escondiste tus secretos a los sabios y entendidos
y los revelaste a la gente sencilla.
Sí, Padre. ¡Bendito seas, por haberte parecido bien así!

Pero nosotros, Señor, en seguida queremos
hacernos grandes y hasta copiamos los gestos
de los grandes de este mundo…
Nos creemos importantes y buscamos el poder,
y hasta nos convencemos de que lo único que nos mueve
es “nuestra vocación de servicio a los demás”…

Señor, no permitas que caigamos en ese error, 
en esa ceguera.
Danos la alegría de ser compañeros de todos,
la alegría de vivir una vida compartida,
de recibir agradecidos para poder dar de balde.

Danos oídos para ver la riqueza escondida en la gente
y pobreza para dar sin duelo.
De este modo, libres de ambiciones,
podremos abrazar verdaderamente al mundo
y entregarnos sencillamente a la tarea de la liberación.  

(Pedro Trigo, Salmos de vida y fidelidad, Paulinas 1989)
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martes, 16 de octubre de 2012

Nace el voluntariado de Radio María en Toledo


Ayer fue la fiesta de nuestra parroquia, cuya patrona es Santa Teresa de Jesús. Se cumplían, además, 17 años de la presencia, pequeña y sencilla, pero fervorosa, de nuestra comunidad, en Toledo. En esta ocasión, la Eucaristía la presidió nuestro arzobispo, don Braulio. Después tuvimos una rica y variada merienda, preparada con mucho cariño por las mujeres de la Legión de María y de otros grupos parroquiales. No faltaron la extraordinaria limonada de Ufe, las tortillas de patatas de nuestras amigas y muchas otras viandas más. ¡Gracias a todas y a todos los que lo prepararon!

La asistencia desbordó las expectativas... En el gran salón, casi no se podía entrar. Y tuvimos también la exposición de fotografía de don Amadeo, el párroco, quien, como todos los años, nos sorprendió con nuevas instantáneas preciosas de pueblos y paisajes de Castilla la Mancha.
Ya tarde, don Braulio se reunió con los voluntarios de los dos nuevos grupos de Radio María en Talavera de la Reina y Toledo capital. De nuestro grupo faltó mucha gente, quizá por la hora tan tardía... Pero no nos acobarda ser pocos. El Señor los envió de dos en dos... Bastan dos, con Él. ¡Y éramos muchos más de dos!
El encuentro fue muy familiar, y el diálogo entre don Braulio y los voluntarios (en mucho mayor número, voluntarias) fue cercano, simpático, fluido. En el trascurso de dicho diálogo, ellas compartieron su vivencia de Radio María y don Braulio preguntó con interés por las tareas que desempeñarán los nuevos grupos a partir de este momento, como son difusión, transmisiones, etc, así como por la organización de las docenas de grupos de voluntariado extendidos por toda España.
Terminamos con la bendición del arzobispo y la foto de grupo, en la que nos acompañan don Amadeo, párroco de la iglesia de santa Teresa, sede del grupo de Toledo y don Javier, de la iglesia San Juan de Ávila de Talavera de la Reina, sede de este grupo.
En la página web de Radio María se puede ver la noticia, tan esperada tanto por el director de la emisora como por los demás que, con tanta fe y cariño, trabajan en ella: "Un día muy esperado por todos nosotros que superó todas nuestras expectativas gracias a la Virgen, a santa Teresa y, por supuesto, a don Braulio". Bueno, y gracias a la generosidad de los voluntarios, que trabajarán, no para hacer propaganda de una emisora concreta, sino para, a través de esa mediación, para dar a conocer a Dios y la Buena Noticia de la fe.



 









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domingo, 14 de octubre de 2012

Judit y el Dios de los humildes


“12 Todas las mujeres de Israel acudieron para verla y la bendecían danzando en coro. Judit tomaba tirsos con la mano y los distribuía entre las mujeres que estaban a su lado. 13 Ellas y sus acompañantes se coronaron con coronas de olivo; después, dirigiendo el coro de las mujeres, se puso danzando a la cabeza de todo el pueblo. La seguían los hombres de Israel, armados de sus armas, llevando coronas y cantando himnos. 14 Judit entonó, en medio de todo Israel, este himno de acción de gracias y todo el pueblo repetía sus alabanzas:

16 1 ¡Alabad a mi Dios con tamboriles,
elevad cantos al Señor con címbalos,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su Nombre!

2 Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras,        
porque en sus campos, en medio de su pueblo,        
me arrancó de la mano de mis perseguidores.

3 Vinieron los asirios de los montes del norte,        
vinieron con tropa innumerable;        
su muchedumbre obstruía los torrentes,        
y sus caballos cubrían las colinas.
4 Hablaba de incendiar mis tierras,        
de pasar mis jóvenes a espada,        
de estrellar contra el suelo a los lactantes,        
de entregar como botín a mis niños        
y de dar como presa a mis doncellas.

5 El Señor Omnipotente        
por mano de mujer los anuló.

El contexto de Judit: la amenaza de un pueblo opresor

Queremos acercarnos hoy a la figura de una mujer bíblica introducidos por esta escena vibrante y llena de gozo, en la que un grupo de mujeres, con Judit a la cabeza, va entonando un salmo de alabanza para festejar su victoria sobre el enemigo, como ya hiciera María cantando y danzando tras el paso del mar Rojo (Éx 15,20-21). El salmo, del que hemos seleccionado solo los primeros versículos, resume la tragedia de un pueblo pequeño y débil amenazado de exterminio por una superpotencia opresora, y la gozosa experiencia de verse liberados por su Dios.
Recordemos brevemente la composición del libro de Judit. El libro está dividido en dos secciones: los capítulos 1 al 7 presentan a los protagonistas y ambientan con todo detalle el drama del pueblo judío asediado en la ciudad de Betulia por el poderoso ejército de Holofernes. Los capítulos 8 al 16 narran la intervención de Judit y la victoria de los israelitas “por mano de mujer”.
La trama comienza con la presentación de Nabucodonosor, “rey de los asirios en Nínive” (ya sabemos, por la historia, que Nabuco fue rey de Babilonia…), que decide hacerle la guerra al rey de Media e invita a participar en ella a los pueblos del contorno. Éstos no acuden a su convocatoria, de modo que Nabucodonosor realiza la guerra solo, vence a su enemigo (1,13-16) y decide llevar a cabo una campaña militar absolutamente destructiva contra sus vecinos, en venganza por desatender su llamada. Desde el primer momento, el narrador nos deja claro el orgullo y prepotencia del rey Asirio. Orgullo compartido por su general, Holofernes, quien, valiéndose de un ejército “tan numeroso como la langosta y como la arena de la tierra” (2,20), pasa “devastando”, “arrasando”, “incendiando” y “exterminando” (2,23-28), hasta lograr la rendición y vasallaje de todos sus vecinos. Todos, menos uno: el pequeño e insignificante pueblo de Israel, adorador del “Dios del cielo”. Enfurecido e indignado por la resistencia de ese ridículo enemigo, Holofernes rodea Betulia y planea vencerles sin entablar batalla, tan solo asediando la ciudad y cerrando el paso a las fuentes de agua. El salmo canta el plan terrible del enemigo: estrellar contra el suelo a los niños de pecho, violar a las mujeres o tomarlas como esclavas sexuales, asesinar a los jóvenes, incendiar las cosechas… Destruirlo todo y a todos de raíz. Nada distinto de lo que se sigue haciendo hoy en las docenas de conflictos bélicos de todo el mundo. Pero no sabía Holofernes que el Dios quebrantador de guerras saldría a rescatar a sus pequeños.
Después de treinta y cuatro días cercados por el ejército asirio, el pueblo, desfallecido de hambre y sed, “clamó a grandes voces” y reclamó a los dirigentes de la ciudad la rendición. “Seremos sus esclavos pero salvaremos la vida…”, dicen los hombres de Betulia (7,27). La situación nos recuerda la de los israelitas que claman en el desierto y piden retornar a las hoyas de Egipto… Entonces los ancianos decidieron esperar cinco días más para ver si, en ese plazo, Dios hacía algo.
Y es en este momento, en el que el pueblo clama desde el fondo de su desesperación, cuando surge y se eleva la figura de una mujer, Judit, una joven viuda, rica, hermosa y temerosa de Dios, dispuesta a “hacer algo que se transmitirá de generación en generación” (8,32). El capítulo 8 nos describe a Judit y su situación vital: viuda desde hacía tres años, permanecía en su casa desde la muerte de su marido, ceñida de sayal y vestida de viuda, y llevando una vida austera de ayunos y oración. Con todo, no resulta una figura sombría. En las fiestas de Israel, Judit sabe participar del regocijo de los suyos (8,6).

Judit, una mujer que oración y acción

Un dato llama la atención en la presentación de la protagonista Judit: ella se había hecho construir un ático en la terraza de su casa. Y dice Juan Manuel Martín Moreno al respecto: “Desde allí podía contemplar el cielo y las estrellas, pero también podía contemplar las calles de su ciudad y los sufrimientos de sus gentes (…). En su sabiduría, Judit creó un espacio de libertad donde mantener un contacto íntimo con Dios. Y desde esta atalaya, desde este pequeño espacio liberado y liberador, fue capaz de percibir los peligros reales de su gente y sacarla de su desesperación y derrota. En esos momentos de oración, recibió la inspiración para determinar la estrategia a seguir y la increíble fuerza para entrar en la boca del lobo y meterse en la misma tienda del general Holofernes y cortar su cabeza.
Al final de la historia, Judit, “la judía”, consigue liberar a su pueblo de aquel Hitler cruel que amenazaba con el genocidio de su pueblo. Judit no se limitó a orar en su oratorio sino que arriesgó su vida en el intento, superando todos sus miedos”.

Judit no es la única mujer que, en la Biblia, pospone la salvagurada de su propia vida por el bien de su pueblo. Ester también se expuso ante el voluble y caprichoso rey Asuero. Tampoco es el único personaje que lucha desde la desproporción de la fuerza, desde una evidente debilidad frente a un enemigo imponente: el niño David luchó contra Goliat, Yael acabó con Sísara, Gedeón luchó contra miles él solo acompañado por su escudero… En Judit volvió a hacerse realidad la Palabra de Dios que nos promete que, en nuestra debilidad, triunfa su fuerza (cf. 2 Co 12,9-10).
Ésta es, en resumen, la historia de Judit, mujer llena de sabiduría, inteligencia y bondad (8,29), mujer que creyó en el poder de Dios para salvar a su pueblo a su modo y en su tiempo, y colaboró con él incluso poniendo en peligro su vida. De ella tenemos mucho que aprender. Por ejemplo, su capacidad de estar continuamente conectada con Dios, con “la mente de Dios” (cf. 8,12-17), con su modo de actuar y sus designios, lo que la hacía más sagaz que los ancianos y más sensible a la desdicha de su prójimo. Judit fue puente, mediadora y madre de Israel. Su fuerza le venía de Dios. No permaneció instalada en la seguridad de su estatus. Bajó de su seguridad, entró en el peligro de la mano de su Dios, destruyó al opresor, consoló a su pueblo… “y ya nadie atemorizo a los israelitas mientras vivió Judit ni en mucho tiempo después de su muerte” (16,25).

Para la reflexión personal

1. ¿Vivimos con los ojos y los oídos abiertos al “clamor” de quienes nos rodean? ¿Conocemos nuestra situación social? ¿Somos conscientes de las situaciones desesperadas de tanta gente, sobre todo en la crisis económica que atraviesa nuestro país? ¿Meditamos y decidimos, en nuestro ático interior, en sintonía con Dios, qué podemos hacer nosotros?
2. Lee atentamente el libro de Judit y toma nota de sus protagonistas y de los rasgos que les caracterizan.
3. Junto al conflicto militar, en el libro se descubre un conflicto religioso: ¿quién es “el dios” de Holofernes y cómo pretende imponerlo a los pueblos vencidos? ¿Descubres algún paralelismo con la situación socio-religiosa actual?
4. Fíjate en las oraciones de Judit de los capítulos 9 y 16. ¿Qué imagen de Dios nos transmiten? ¿Son oraciones de acción de gracias, de alabanza, de súplica? ¿Cómo transforma la oración a la orante Judit de cara a actuar como actúa Dios?
5. Puedes profundizar en el libro de Judit ayudándote de la lectura de Emiliano Jiménez Hernández, Judit, prodigio de belleza, San Pablo 2005.
6. A partir de esta Palabra de Dios, escribe tu propia oración.

Oramos el Nombre de Dios

Saborea en tus labios y en tu corazón los Nombres de Dios que sugiere el libro de Judit. Y mientras los pronuncias y los rumias en tu interior, exprésale tu confianza en sus designios de vida, y tu disponibilidad a colaborar con Él a través de tu acción (Jud 8,17.35):

Dios de los humildes,
Defensor de los pequeños,
Apoyo de los débiles,
Refugio de los desvalidos,
Salvador de los desesperados,
Señor de los cielos y la tierra,
Dios de toda fuerza y poder,
que abates la soberbia y la altanería,
Señor, quebrantador de guerras…
no hay otro Dios fuera de Ti.

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(Publicado en la revista Cooperador Paulino).

viernes, 12 de octubre de 2012

Con los ojos fijos en Jesús: Marcos 5-6

"Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad" (5,34). Palabras de Jesús a la hemorroísa.
"No tengas miedo; solamente ten fe" (5,36). Palabras de Jesús a Jairo.
"Talita Kum... levántate" (5,41). Palabras de Jesús a la niña dormida.

Señor, he visto muchas postraciones... Postraciones por enfermedad y postraciones por miedo, por cobardía, por claudicación de fuerzas, por falta de energía para vivir, por tristeza, por depresión. "Me tira la cama y eso me asusta", me decía alguien conocida no hace mucho. En ocasiones, nos pueden y nos postran las fuerzas del mal.
Pero contigo no pueden.
Tú pasas por la vida haciéndoles frente, poniendo en pie a quienes viven en tinieblas y en sombra de muerte (Lc 1,79) y animándolos a tener tu misma fe.
"No tengáis miedo; solamente, tened fe".
La fe obra aparentes imposibles. Jairo y su mujer lo descubrieron aquel día. Tuvieron fe en ti. Otros se burlaban con escepticismo. Posiblemente jamás sucederá un milagro en sus vidas. Como cuando nosotros repetimos: "esto es imposible", "esto no tiene solución", "esto no hay quien lo cambie"... No sucederá nada en nuestras vidas mientras cerremos todos los espacios a la acción de tu gracia con nuestra desconfianza y nuestro miedo, con nuestro pesimismo y nuestro dramatismo.
Y la mujer que padecía hemorragias ya lo intuía antes de encontrarse contigo, tenía la profunda convicción de que el que irradiaba Vida, con sólo muy poco, la curaría del todo.
"Hija, tu fe te ha salvado..." 
¡Qué consuelo habrá encontrado esta mujer en tus palabras! Marginada socialmente, apartada por "impura", enferma, durante doce años habrá escuchado pocas palabras de reconocimiento y de cariño. Tú la llamas "hija". ¡Es una hija de Dios! Como todos nosotros.
¡Gracias, Jesús! 
Danos fe. Danos esa fe capaz de devolvernos la vida.

"Y no podía hacer allí ningún milagro... Y se maravilló de su falta de fe" (Mc 6,5.6)

¡Qué contraste entre aquella mujer y aquel hombre de Cafarnaún y tus paisanos de Nazaret!
¿No seremos nosotros como ellos, en ocasiones?
Reconocen tu sabiduría y tus milagros, pero se escandalizan de ti porque... eres sólo un hombre como ellos, su vecino, un simple carpintero de Nazaret bien conocido por todos ellos... ¿Escepticismo? ¿Envidias inconfesadas? Cerrazón al Misterio de tu persona maravillosa e inmensa. No te reconocieron ni como Maestro ni como sanador. Como tantos sabiondos "intelectuales" de nuestro tiempo... Como tanta gente moderna que sólo da crédito a lo que entra en su estrecha y diminuta razón. Que incluso haya quien se pregunte por tu existencia histórica es un gran absurdo pero es una manera de protegerse y parapetarse frente al que cambió la historia del mundo en un antes y un después...
Y nosotros, los creyentes, ¿cómo creemos?
Una fe que "no hace nada" en nosotros y a nuestro alrededor es igual que ninguna fe. "¡Y se maravilló de su falta de fe!"
Por eso tenemos nuevamente a los discípulos en el lago, en la barca, en medio de la noche, muertos de miedo: "¡Ánimo, soy yo. No temáis!" (6,50).
Y es que ellos "no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada" (6,52).
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jueves, 11 de octubre de 2012

El que quiera ser el primero...

Lectio divina de Marcos 9,30-41

30  Salieron de allí y atravesaron Galilea. Jesús no quería que se supiera, 31 porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y, después de muerto, a los tres días resucitará». 32 Pero ellos no entendían estas palabras y no se atrevían a preguntarle. 
33 Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó: «¿Qué discutíais por el camino?» 34 Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido sobre quién entre ellos sería el más grande. 35 Jesús se sentó llamó a los doce y les dijo: «El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos». 36 Tomó en sus brazos un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: 37 «El que acoge a uno de estos pequeños en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado a mí». 
38 Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba los demonios en tu nombre y no anda con nosotros, y se lo hemos prohibido». 39 Jesús dijo: «No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede después hablar mal de mí; 40 y el que no está en contra de nosotros está a nuestro favor. 41 El que os dé de beber un vaso de agua por ser del mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa.

CUANDO LEAS 

El texto que nos ocupa lo podríamos dividir en tres partes:
a) Mc 9,30-32 Segundo anuncio de la pasión en Galilea.
b) Mc 9,33-37 El más grande en el Reino.
c) Mc 9, 38-41 El exorcista no discípulo.

Mc 9, 30-32: Jesús se encuentra de nuevo en Galilea; sin embargo, no quiere que nadie se entere. Va camino de Jerusalén. Quiere instruir a sus discípulos. Y no quiere que nadie le desvíe de su propósito. Ha de hacer todo lo posible para que sus discípulos comprendan que Él será entregado. Pero, ¿quién es el sujeto de esta afirmación? Sin duda alguna, el Padre. Será Dios Padre quien entregará su Hijo a los hombres. Por tanto, si es una acción de Dios, resulta que dicha acción va más allá y en ella cabe una esperanza. Es una acción escatológica en la que existe algo más, no sólo la muerte: la resurrección. Los discípulos no entienden, prefieren no entender, callan, Jesús no entra en sus esquemas. Es mejor hacer como que no se ha oído nada.

Mc 9,33-37: Llegan a Cafarnaún, es la tierra de Pedro. ¿Entran en su casa? Es posible. Allí en la tranquilidad del hogar es donde Jesús les pregunta: ¿Qué discutíais por el camino? Mientras Jesús les hablaba de sufrimiento, de pasión, muerte y resurrección, ellos anda preocupados por el rango que cada uno ostenta, ¿quién es el más grande? Jesús, después de llamarlos, se sienta. Así lo hace el maestro. Y Jesús es el Maestro. 
Está dispuesto a enseñarles. El primero debe ser el último y el servidor de todos. Para ser el primero hemos de estar dispuestos a hacer algo por los demás. Hemos de comprometernos con el prójimo.
Para dar más énfasis a lo que está diciendo, Jesús llama a un niño y lo pone en medio. Según dice el texto, lo abraza, signo de donación de amor. El niño, sin embargo, en Israel no contaba para nada. Jesús pone de manifiesto qué postura ha de adoptar la comunidad para con los menos considerados de la sociedad. Jesús se identifica con los «pequeños»: Quien acoge a uno de ellos está acogiendo al mismo Dios.

Mc 9,38-41: Juan se hace portavoz de los discípulos. Por ahí hay alguien que está expulsando demonios en nombre de Jesús. Los discípulos han intentando disuadirle. No pertenece a los suyos. No cabe duda de que en el trasfondo se encuentra una problemática de la comunidad marquiana. Alguien que no pertenece a la comunidad, utiliza el nombre de Jesús. Sin embargo, Jesús quiere poner de manifiesto que todo aquel que no se presenta abiertamente como enemigo es de los nuestros. Todo aquel que de alguna manera ayude a la comunidad cristiana pertenece a Cristo. Necesitamos la ayuda de todos en la evangelización.

CUANDO MEDITES

- Cuando Jesús «me habla», ¿Cuál es mi actitud?
- ¿Cuál es mi mayor preocupación en mi vida cristiana? 
- ¿Deseo ser el primero, ser reconocido, según la mentalidad del mundo?
- ¿Estoy dispuesto/a a ponerme al servicio de los demás sin condiciones?
- ¿Cómo acojo a los demás?, ¿a los diferentes?, ¿a los que no piensan como yo?, ¿a los que no pertenecen a mi grupo, aunque estén realizando labores de evangelización?

CUANDO ORES

- Da gracias a Jesús por ser uno de los suyos, por haberte elegido, por ser su discípulo/a.
- Pídele que te habrá el entendimiento y sobre todo que sepas escucharle con el corazón.
- Invoca al Espíritu Santo pidiéndole en don de la humildad.
- Ora por los que no son como tú o no pertenecen a tu círculo.
- Pide a Jesús que te ayude a acoger a los diferentes que en su nombre llevan la salvación a nuestros contemporáneos.

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Autor: Pepe Pedregosa, ssp; Equipo de animación de la lectio divina de la UPComillas. 


miércoles, 10 de octubre de 2012

Dar es recibir, perder es ganar

Lectio divina de Marcos 10,17-30

Oración para disponer el corazón

Señor, tu Palabra es viva y eficaz,
más tajante que espada de doble filo.
Penetra mi corazón, mi intimidad, mis secretos.
Me confronta conmigo mismo.
Me habla de mi identidad, de quien soy,
de quién no soy,
de quién debo ser, de cómo debo ser
para ser como tú quieres.
Me confronta con mi pecado y mis zonas oscuras,
con aquello que no quiero mirar de mí mismo,
como Natán hizo con David…

Cuando me habla tu evangelio 

es como si me miraras, como si descubrieras
todos mis deseos e intenciones más profundas.
Tu Palabra me invita a ser sabio,
a ser compasivo, a ser misericordioso,
a ser pobre, a ser fraterno, a ser como Tú.
Abre mis oídos, mi mente, mi entendimiento,
mis afectos, todo mi ser,
a tu Palabra, fuente de vida y de luz.
(cf. Hebreos 4,12-13)
 

 Marcos 10,17-30
 
17 En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?"
18 Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. 19 Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre."
20 Él replico: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño."
21 Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme."
22 A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. 23 Jesús mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!"

24 Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: "Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! 25 Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios."
26 Ellos se asombraban más aún y comentaban: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" 27 Jesús se les quedo mirando y les dijo: "Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo." 


28 Pedro se puso a decirle: "Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido."
29 Jesús dijo: "Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, 30 recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más- casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura, vida eterna."

PROPUESTAS DE LECTURA


1. Como contexto veterotestamentario para el evangelio de hoy, puedes leer la lectura que propone la liturgia del domingo en el que se proclama este evangelio. Se trata de un pasaje del libro de la Sabiduría en el que Salomón, que suplicó a Dios la sabiduría para gobernar a su pueblo y le fue concedida concedida (cf. 1 Re 3, 5-14), expresa que la sabiduría es más valiosa para él que todos los bienes terrenos. Y cita, entre ellos, los que los griegos estimaban de modo especial: la belleza, la salud y la luz del día.
En el N.T., Jesús es la personificación de la Sabiduría eterna de Dios. De la Sabiduría hecha carne dirá Juan que es la luz del mundo (Jn 8,12) que ilumina a toda la humanidad (Jn 1,9; Ap 22,5).
Fácilmente se intuye la conexión con el evangelio. Jesús propone el Reino de Dios como el tesoro más preciado ante el cual todo lo demás es nada. Jesús mismo es el tesoro por el cual estamos llamados a dejar todo aquello que constituye nuestras riquezas.


Sabiduría 7,7-11

Supliqué, y se me concedió la prudencia;
invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a cetros y tronos,
y, en su comparación, tuve en nada la riqueza.
No le equiparé la piedra más preciosa,
porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena,
y, junto a ella, la plata vale lo que el barro.
La quise más que la salud y la belleza,
y me propuse tenerla por luz,
porque su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los bienes juntos,
en sus manos había riquezas incontables.

 
2. Miramos el evangelio: Un hombre se acerca corriendo y se arrodilla ante Jesús. En el evangelio de Marcos, corren hacia Jesús este personaje y el endemoniado de Gerasa (5,6), y sólo se arrodillan ante él, este mismo y el leproso. Algo tienen en común estos tres hombres que les lleva a un comportamiento inusual –en Oriente, el correr es algo reprobable-: La angustia de su situación.
El hombre no viene a Jesús, como los otros personajes, oprimido por una enfermedad o por la posesión diabólica, sino a partir de una inquietud interior: ¿qué tiene que hacer para heredar la vida eterna? No parece preocuparle la vida terrena puesto que tiene resuelta su subsistencia. Él pregunta por una vida definitiva, por la vida del mundo futuro: ¿qué hacer para conseguir que la muerte no sea el fin de todo?


3. Llama a Jesús “Maestro bueno”, que en este contexto no es tanto un reconocimiento de su bondad como una captatio benevolentiae, es decir, un modo de acercamiento amable para obtener una actitud favorable por parte de su interlocutor. “Bueno” aquí sería sinónimo de “el mejor”, “el más excelente”.
4. La respuesta de Jesús es desconcertante: rechaza el tratamiento de “bueno” y se lo aplica sólo a Dios, el único que realmente es “bueno” (“… ¿va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?”, Mt 20,15; “…él es bueno con los desagradecidos y malos”, Lc 6,35). Y Jesús le remite a los mandamientos. No propone un camino paralelo, alternativo y diferente al de Dios, sino la voluntad de Dios expresada en los mandamientos, sobre todo en el decálogo (“Éx 20). Si nos fijamos, en este pasaje se enumeran sólo aquellos mandamientos que tienen que ver con las relaciones interpersonales. Y se añade uno que no aparece en el decálogo de Moisés: “no estafar”, o “no defraudar”. Este mandamiento hay que interpretarlo a la luz de Eclo 4,1 (en donde aparece el mismo término, “Hijo, no prives al pobre de sustento, ni des largas a los que te piden con ojos suplicantes”) y de Dt 24,14: “No explotarás al jornalero humilde y pobre…”. No es lícito retirar el sustento de la vida o el salario de los pobres. Esta obligación social cuadra bien con la situación del hombre rico. Se trata, como vemos, de un código válido para cualquier persona, más allá de sus creencias. Jesús dice que lo que lleva a la vida es actuar con justicia hacia el prójimo, cumplir la “regla de oro”: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten a vosotros” (Mt 6,31).
……………………………………………..
El Talmud dice: 613 mandamientos fueron enunciados por Moisés en el monte Sinaí: 365 negativos, correspondientes a los días del año solar, y 248 positivos, tantos como el número de órganos del cuerpo humano. Luego vino David y los redujo a 11 (los del Salmo 15). “El de conducta íntegra” es el que como Abraham obedece la Palabra del Señor: “Camina en mi presencia y sé íntegro” (Gn 17,1). Más tarde vino Isaías, que redujo el número de mandamientos a seis: “¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor?, ¿quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas? El que anda en justicia y habla con rectitud; el que rehúsa ganancias fraudulentas, el que sacude la mano para no aceptar el soborno, el que se tapa las orejas para no oír hablar de sangre y cierra sus ojos para no ver la maldad. Ese morará en las alturas, subirá a refugiarse en la fortaleza de las peñas, se le dará su pan y tendrá el agua segura” (Is 33,14-16). El Profeta Miqueas los redujo a tres: “Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que el Señor reclama de ti: tan sólo que practiques la justicia, que ames de verdad y con ternura y que camines humilde con tu Dios” (Miq 6,8).
De nuevo Isaías los redujo a dos: “Guardad el derecho, practicad la justicia” (Is 56,1). Amós, por su parte, resumió estos dos mandamientos en uno: “Buscadme y viviréis” (Am 5,4). Y finalmente, Habacuc los resumió también en uno: “El justo, por fiarse, vivirá” (Hab 2,4).

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5. La reacción del hombre parece indicar que, aun cumpliendo todo eso, se halla insatisfecho, a la búsqueda de algo más. Entonces Jesús le mira con cariño, como miró a los discípulos a la orilla del mar, y le invita a algo más: a vender todo cuanto tiene, darle el dinero a los pobres y seguirle. La llamada es muy distinta a la de los discípulos de la primera hora. A éstos no les pidió que dejaran nada. Lo dejaron ellos espontáneamente, por propia iniciativa, para emprender una nueva vida con Jesús (Mc 1,18-20). Tampoco a Leví le puso Jesús condición alguna (Mc 2,14). Pero al hombre rico sí. Jesús nos conoce. Y ha visto que este hombre plantea sus preocupaciones existenciales y religiosas en términos de posesión, de “herencia”, de acumulación de méritos… Por eso, lo que Jesús le pide es lo que esa persona necesita para ser libre, para poder acoger el Reino: desapropiación, desprendimiento, vaciamiento… Eso es “lo que le falta”.

 
6. El joven rico no respondió y se alejó de Jesús “porque era muy rico”. De los tres personajes que corrieron y se postraron ante Jesús, el leproso se curó, el endemoniado se vio liberado de la posesión, pero el rico continuó con su angustia porque no se atrevió a renunciar a poner su seguridad en sus bienes. Como si el texto nos quisiera decir que es más fácil librarnos de cualquier demonio que de la riqueza. 


7. Jesús concluye con una sentencia firme, dirigida a sus discípulos, a los que interpela con el término “hijos” (sólo aquí, en Marcos): “Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!”, y lo subraya con el proverbio del camello y de la aguja. Con esto, Jesús está afirmando lo peligrosas que son las riquezas, no en sí mismas, sino en el apego que generan, hasta convertirlas en un ídolo. En Mateo, Jesús dice: “No podéis servir a Dios y al dinero (mammon).” (Mt 6,24).


1 Tm 6,17: “A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas, sino en Dios”.
Sal 62,11: “No confiéis en la opresión, / no os atraiga la rapiña; / a las riquezas, si aumentan, / no les deis el corazón”.
Prov 15,16: “Más vale un poco con  temor del Señor, que un gran tesoro con sobresaltos”.
Eclo 31,3-11:
“El rico se afana para acumular riquezas,
y cuando descansa, se harta de placeres.
El pobre se afana para encontrar sustento,
y cuando descansa, cae en la miseria.
Quien ama el oro, no quedará exento de culpa,
quien anda tras el lucro, en él se extraviará.
Muchos se arruinaron a causa del oro,
y se encontraron cara a cara con la ruina.
Es una trampa para los que le ofrecen sacrificios,
todos los insensatos quedan atrapados en ella.
Dichoso el rico de conducta intachable
que no corre tras el oro.
¿Quién es? Vamos a felicitarle
pues ha hecho maravillas en su pueblo.
¿Quién sufrió esta prueba y fue hallado perfecto?
Será para él motivo de gloria.
¿Quién pudo transgredir la ley y no la transgredió,
hacer mal y no lo hizo?
Sus bienes se consolidarán,
y la asamblea proclamará su bondad.


8. Los discípulos se asombraron por las palabras de Jesús y su pregunta va en la línea de la del hombre rico: “Entonces, ¿quién puede salvarse?”
Jesús responde que todo depende de Dios, que hace posible lo que para nosotros es imposible. Es éste un mensaje que ya se nos transmitió en el A.T., en numerosos pasajes:
Job 42,2: “Me doy cuenta de que todo lo puedes, que eres capaz de cualquier proyecto”.
Gn 18,14: “¿Hay algo imposible para Dios…?
Zac 8,6: “Y si en aquellos días esto parece imposible al Resto de este pueblo, ¿también yo he de juzgarlo imposible? –oráculo de Yahveh Sebaot”.


Jesús libera a los discípulos de la ansiedad del futuro. De esta manera, la preocupación que el hombre tiene por la salvación deriva en la total dependencia y abandono a la obra de Dios en nosotros.


9. En la escena, interviene también Pedro, en representación del grupo de los discípulos, afirmando que ellos lo han dejado todo para seguir a Jesús. La respuesta de Jesús es como una promesa: la renuncia terrena proporciona una recompensa abundante. La separación de la familia se debe a la incomprensión de ésta frente a la decisión de convertirse en discípulo de Jesús. Los discípulos y discípulas se encuentran ahora con otra familia unida por otros vínculos, no de sangre, sino de fe. Con la restitución de casas y familia en esta vida se nos pone delante la realidad de la comunidad que se entiende como una fraternidad que lo comparte todo (Hch 2,44; 4,32-37).


Las palabras de Jesús convergen con lo que parece ser una ley del universo y que podría formularse así: “Dar es recibir”. Otro mensaje paradójico que se va repitiendo en el camino hacia Jerusalén es éste: “Perder es ganar”.

PROPUESTAS DE MEDITACIÓN

1. “Maestro buen, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”

¿Compartes la preocupación del joven rico por “heredar la vida eterna”? ¿Te angustia el futuro después de la muerte? ¿Te preocupa la salvación?... Considera lo que dice Jesús en el evangelio: la vida eterna es conocerle a Él, participar de su vida, del amor del Padre, de la bienaventuranza del Reino… La vida eterna comienza aquí y ahora… y es un regalo de Dios. No podemos hacer nada para merecerla, para heredarla, para poseerla… Él nos la da, nos hace herederos de su Reino por el bautismo gratuitamente, porque así le ha parecido bien… Tenemos ya la vida eterna si sabemos acogerla como un niño, con pobreza de corazón… 
 

2. “Todo esto lo he cumplido desde pequeño”
¿Cómo es nuestra justicia? ¿Cómo es nuestra coherencia de vida?

3. “Una cosa te falta…”
A cada uno de nosotros, Dios le lleva por un camino. No nos pide a todos lo mismo. No nos asigna la misma misión ni la misma tarea en este mundo… Por eso, tampoco nos exige a todos el mismo estilo de entrega…
Dentro de lo que intuyes y sientes que Dios te pide a ti… ¿qué te falta que sabes que él te pide y no respondes a ello?
 

4.“¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!”
¿Cuáles son tus apegos y posesiones? ¿Qué es eso a lo que te aferras que no te deja ser libre ni pobre ante Dios? ¿Son bienes materiales? ¿Es tu “honor” ante el mundo? ¿Es el cuidado de la apariencia? ¿Es el deseo de ser más que los demás? ¿Son tus méritos ante Dios? ¿Es tu ego?...
 

5. “Dios lo puede todo”
No desesperes si te has propuesto cambiar, muchas veces, y te parece que estás en el mismo punto. No pienses que ya es tarde para responder a Dios, para dar un paso de transformación… Nunca es tarde. Lo que no podemos nosotros, lo puede Él en nosotros.
 

6. “Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido…”
¿Has experimentado la paradoja del evangelio de que dar es recibir y perder es ganar?

PROPUESTAS DE ORACIÓN


a) Ponte ante Dios, con las manos abiertas ante Él, en tu regazo… Cae en la cuenta de todo lo que hay en tus manos, todo lo que constituye una posesión que te esclaviza, que no te deja entregarte a los demás como quisieras, o ser generoso, o dedicarles tu tiempo, o vivir con paz… Date cuenta de tus preocupaciones, de tu tendencia a controlar el futuro, a garantizar que las cosas sucedan tal y como tú deseas… Y todo ese “equipaje” de tus manos (y de tus espaldas) entrégaselo a Dios… Ponte enteramente en sus manos, en actitud de pobreza, abandono y dependencia de Dios… Deja tus manos vacías, tu vida vacía, para que Dios la llene como Él quiera…

b) “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. El evangelio nos invita a reconocer que Dios y su Reino son lo primero, lo más importante, el tesoro y la riqueza de nuestra vida.
Salomón, en el libro de la Sabiduría, considera que su riqueza es la sabiduría que le viene de Dios.
Tomamos sus palabras y oramos reconociendo, con amor y gratitud, que el Señor Jesús, Sabiduría eterna, es nuestro bien y nuestro todo.

Señor, tú eres el tesoro por el que vendo
todas mis posesiones.
Te prefiero a cetros y tronos,
y, en tu comparación, tengo en nada la riqueza.
No te equiparo la piedra más preciosa,
porque todo el oro, a tu lado, es un poco de arena,
y, junto a ti, la plata vale lo que el barro.
Te quiero más que la salud y la belleza,
y me propongo tenerte por luz,
porque Tu resplandor no tiene ocaso.
Contigo me vinieron todos los bienes juntos,
en tus manos hay riquezas incontables.


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Nota: Para el comentario del texto bíblico, me he valido de la siguiente bibliografía:
- Enrique Martínez Lozano, Sabiduría para despertar. Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos, DDB 2011
- Dolores Aleixandre, Contar a Jesús, CCS 2002
- Joachim Gnilka, El evangelio según San Marcos, Vol. II, Sígueme 1997