viernes, 24 de octubre de 2008

Mil mujeres espléndidas


Es imposible saber, hasta el final de la novela, por qué Khaled Hosseini ha titulado "Mil soles espléndidos" un relato tan duro, tan dramático, tan dolorosamente realista y tan teñido de negro y rojo, en donde ni un sol espléndido parecería resplandecer.
Cuando hace semanas comencé su lectura (que terminé literalmente en cuatro días...), no sabía nada sobre Afganistán ni su historia, ni sobre los muyahidines y los talibanes (más allá de las noticias de guerras y atentados que todos conocemos). En realidad, sé muy poco o casi nada sobre la historia y la vida cotidiana de países no occidentales, como si la "historia universal" fuera exclusivamente "historia de aquí" o, como mucho, "historia europea".
En mis tiempos, en la enseñanza básica y en el instituto no aprendíamos nada sobre historia de la India, Australia o República democrática del Congo... El eurocentrismo era absoluto, como si nosotros y nuestra cultura y civilización fueran el ombligo del mundo. Supongo que hoy sigue siendo igual o incluso peor...
Pero cuando crecemos y sacamos la nariz más allá de nuestro raquítico entorno, y viajamos, y leemos, y nos relacionamos, y miramos el vastísimo mundo que nos rodea, con su pluralidad y diversidad, descubrimos en nuestro interior una solidaridad radical que nos une a otras gentes, a otros pueblos, a otros destinos menos afortunados que el nuestro...

Hace años tuve la oportunidad de vivir nueve meses con quince hermanas de trece países diferentes. Desde entonces, Asia y África, con sus gentes, me resultan tan cercanas como Toledo o Madrid. Y me pregunto si podría permanecer callada si supiera que algo como lo que cuenta Khaled estuviera sucediendo en mi ciudad.
Todos hemos oído hablar de la situación de la mujer en muchos países africanos y asiáticos. Hemos oído hablar, por ejemplo, del burka afgano, de los matrimonios concertados y de la ablación de clítoris, que, por cierto, hoy día sigue afectando a unos 135 millones de mujeres y niñas en el mundo. Datos estremecedores, pero sólo datos, para nosotros. Datos sin rostro. Ninguna de esas mujeres es nuestra hermana, nuestra madre, o nuestra hija.
Sin embargo, Khaled le pone rostro y alma a esas realidades tan injustas como absurdas, y perfila, con un estilo sencillo y nada afectado, el retrato de dos heroínas semejantes, en algunos rasgos, a otras que la historia o la leyenda nos ha dado a conocer. Dos heroínas nada espectaculares, pero admirables por su resistencia y por su esperanza inquebrantable.
Mariam y Laila, protagonistas del relato, llegan a unirse con una alianza de amor y solidaridad semejante a la de Noemí y Rut en la Biblia, si bien al principio la poliandria las había convertido en rivales, como convirtió en enemigas a Sara y Ágar, a las hermanas Raquel y Lía y o a las esposas de Elcaná, Ana y Peninna... La disputa por el amor, el honor y el primer puesto en la casa y en la cama de su marido convirtió a Mariam y Laila en adversarias, hasta que llegó un momento en que las dos llegan a sentirse hermanas, como salidas de un mismo útero y arrojadas a la misma injusticia social propiciada y mantenida por los hombres.
En Laila, en su mentira a Rashid, he podido ver la sagacidad que usó Tamar con Judá para hacerse con una descendencia que los hombres le habían negado en una sociedad patriarcal y machista en la que la mujer no tenía voz.
Y en Mariam he visto la sumisión de Dina, cuyo destino iba siendo trazado por las decisiones arbitrarias de los hombres sin darle la menor oportunidad de manifestar la más mínima rebeldía.
Pero llega un momento en que la fortaleza y la valentía de Laila despierta a Mariam y ambas intentan huír de su opresión, como nuestras contemporáneas Telma y Louise, de las que Mercedes Navarro (1) dice:
"Me sobrecoge la última escena [de la película Telma y Louise], a cámara lenta, en la que se ve el coche con ambas mujeres, precipitándose por el cañón del Colorado. Me sobrecoge por su simbolismo: una vez emprendido el camino de la libertad, las mujeres saben que no tiene vuelta atrás, aun cuando el camino desemboque en la muerte".
Otra evocación de la novela: la película "Golpes a mi puerta" de Alejandro Saderman. Una película en donde dos mujeres religiosas, Ana y Úrsula, se muestran insumisas con un sistema político y militar injusto y opresor y pagan con su vida la defensa de la libertad y de la verdad.
El tema es completamente diverso al de Mil soles espléndidos, pero las figuras de estas dos mujeres que luchan contra la injusticia de unos regímenes totalitarios hasta el punto de dar su vida, son paralelas. Incluso la entrega final de Ana, que pone a salvo a su hermana, amiga y compañera Úrsula, se parece al desenlace de la obra de Khaled.
Y sigo con los paralelismos: Mariam y Laila luchan contra Rashid, su Holofernes particular, con la misma valentía de Judit y su sierva. Luchan y vencen, aunque su victoria tiene un precio muy caro...
Mil mujeres espléndidas, cuya lucha cotidiana, silenciosa y resistente, por la justicia y la dignidad nos resulta admirable, nos da inspiración para nuestras pequeñas batallas, y nos hace solidarias con situaciones límite que, todavía en el siglo veintiuno, siguen existiendo.

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(1) Mercedes Navarro, Las siete palabras de Mercedes Navarro, PPC 1996, 139

2 comentarios:

Petit Ame dijo...

Simplemente impecable, por momentos sumamente movilizador
GRACIAS

Conchi pddm dijo...

Gracias.
La verdad es que la novela es así, "movilizadora". Tanto como las historias de mujeres bíblicas idénticas a nosotras. No puedo evitar establecer siempre esas conexiones, y vínculos también con mi vida...
Algunos escritos nos ayudan a vivir.

Saludos