lunes, 15 de marzo de 2010

En oración con las parábolas de la viña. Va por nosotros

El jueves pasado, el grupo de lectio divina de la Universidad Pontificia Comillas, oramos con dos parábolas de Mateo 21,28-46. Desde hace dos cursos y medio estamos haciendo la lectio continua del Evangelio de Mateo. Terminaremos de recorrerlo entero este curso.
Os invito a rezar con esta Palabra. El evangelio avisa que "va por nosotros".
Que esta Palabra nos toque el corazón y la vida.
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Comenzamos invocando al Espíritu, el Maestro interior que nos abre los ojos y nos enseña cómo hemos de vivir.




1. Leemos Mateo 21,28-46

28 Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: “Hijo, vete hoy a trabajar en la viña.” 29 Y él respondió: “No quiero”, pero después se arrepintió y fue. 30 Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: “Voy, Señor”, y no fue. 31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? – “El primero” - le dicen. Les dice Jesús: “En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes que vosotros al Reino de Dios.32 Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Y aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni creísteis en él”.

33 “Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó.
34 Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. 35 Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. 36 De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera.
37 Finalmente les envió a su hijo, diciendo: “A mi hijo le respetarán.” 38 Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: “Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia.” 39 Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron.
40 Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?” 41 Le dicen: “A esos miserables les dará una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores, que le den los frutos a su tiempo.”
42 Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? 43 Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos.”
45 Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. 46 Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.

* Pistas para la lectura
- Las dos parábolas con las que hoy vamos a orar pertenecen a una sección del Evangelio de Mateo que habla del rechazo de Jesús en Jerusalén (21,1-23,39). Esta sección se abre y se cierra con la aclamación: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” (21,9 y 23, 39).
- Si hacemos una lectura continua de estos tres capítulos nos daremos cuenta del contraste entre el recibimiento triunfal de la “gente muy numerosa” que aclamaba a Jesús como Hijo de David y profeta, y el rechazo frontal de las autoridades religiosas del pueblo (sumos sacerdotes, escribas, ancianos, fariseos).
- Jesús pronuncia las parábolas de los dos hijos (21,28-32), de los viñadores malvados (21,23-46) y de los invitados a la boda (22,1-14) en el contexto de la controversia con los sumos sacerdotes y ancianos, que tiene lugar en el templo, en torno a su autoridad: “¿Con qué autoridad haces esto?” y “¿Quién te ha dado tal autoridad?” (v.23). Jesús no les responde directamente a esa pregunta, pero les propone estas tres parábolas que hablan del rechazo de Israel hacia él y de la oferta del Reino a “los de fuera” (publicanos, pecadores, mendigos… paganos). De estas tres parábolas, sólo tomaremos hoy las dos primeras. En ellas hay un escenario común (la viña que, desde Isaías 5, 1 ss. ha representado frecuentemente a Israel), un motivo común (las diversas actitudes de quienes trabajan en la viña) y la referencia final al Reino de Dios (¿quién está realmente más cerca del Reino? ¿a quién le es dado el Reino de Dios?).
- La parábola de los dos hijos (exclusiva de Mateo) es clara y directa: los dirigentes religiosos del pueblo dijeron sí a Dios al aceptar la ley de Moisés, pero no cumplieron la voluntad del Padre al rechazar la invitación de Juan a la conversión. En palabras de Isaías: “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí” (Is 29,13). Por el contrario, los publicanos y prostitutas, que dijeron no a Dios al negarse a vivir según sus mandatos, finalmente se arrepintieron y se convirtieron, cumpliendo con ello la voluntad del Padre. Ellos están más cerca del Reino. Ellos, desde el reconocimiento de su pecado y de su lejanía de Dios, han dado un cambio radical a su vida al acoger el mensaje de Juan y la salvación de Jesús. Ellos experimentaron que, a quien mucho se le perdona, mucho ama.
En la comunidad de Mateo, la comparación entre los dos hijos explicaba el rechazo de los líderes religiosos de Israel y la acogida del evangelio por parte de los paganos.
- La parábola de los viñadores malvados (alegoría) es la versión actualizada del cántico de amor a la viña de Isaías 5,1-7. En ella, el dueño que cava, despedrega, planta la viña, edifica una torre, excava un lagar y espera el fruto es Dios. La viña es, no Israel, sino su Reino (ver paralelismo entre vv. 41 y 43). Respecto al cántico, la parábola introduce unos personajes nuevos: los labradores (jefes religiosos cuya tarea era responsabilizarse de cuidar la viña y entregar los frutos a su tiempo), los siervos (profetas, cuyo trágico final está atestiguado en Jr 20,2; 26,21-23; 2 Cro 24,19-21; Mt 5,2; 22,6; 23,30-37) y el hijo, el heredero (Jesús). Como los viñadores matan al hijo fuera de la viña, así los jefes del pueblo quieren matar a Jesús y, de hecho, lo crucifican fuera de las murallas de la ciudad.
La parábola concluye (como hace también el cántico de Isaías: "juzgad entre mi viña y yo") con una interpelación a los oyentes: “¿Qué hará el dueño de la viña cuando vuelva?” Y ellos mismos responden dando la sentencia en el juicio contra Israel: “… arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo.” Esta pregunta encontró, más tarde, su respuesta en dos acontecimientos: el Padre resucita a Jesús, piedra rechazada y ahora convertida en piedra angular (Sal 118, 22-23), y suscita a la Iglesia como nuevo pueblo llamado a dar los frutos a su tiempo.
- El evangelio concluye con la reacción de los sumos sacerdotes y los fariseos. Las palabras de Jesús pretendían ser una llamada urgente y definitiva a la conversión. Sin embargo, se convirtieron en ocasión de endurecimiento de su actitud hostil hacia Jesús: “trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.”
* Cuando medites
- Jesús, a través de dos preguntas, hace que nos impliquemos personalmente en las historias que nos ha contado: “¿Qué os parece?” “¿Quién hizo realmente la voluntad del Padre?”. Vosotros que escucháis, ¿os creéis mejores que los publicanos y prostitutas? ¿Sois como el hijo que dice un sí que luego es no, o como el rebelde y descarado que dice no pero luego, quizá vencido por el amor, hace lo que el padre quiere? ¿Qué os parece? ¿Estáis realmente cerca del Reino de Dios y en un camino de conversión o sólo lo estáis en apariencia? ¿Dónde nos situamos dentro de esta parábola?
- La parábola del obediente-desobediente y del desobediente-obediente nos recuerda otras palabras del Señor:
“No todo el que diga “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre Celestial” (Mt 7,21)
“¿Por qué me llamáis “Señor, Señor” y no hacéis lo que os digo” (Lc 6,46)
“Haced, pues, y observad todo lo que os digan, pero no imitéis su conducta, porque ellos dicen y no hacen… Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres” (Mt 23,3.5).
“Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4,34).
- En la segunda parábola, nosotros somos, a un tiempo, la viña que el Señor planta y trabaja con sumo cuidado, y los labradores que hemos de dar los frutos a su tiempo.- ¿Qué hacemos con la viña del Señor que somos y con la porción de su viña que se nos ha encomendado? ¿Hacemos o hablamos?
- ¿Me siento viña del Señor, cuidada, mimada, protegida? ¿En qué? ¿Qué ha hecho, y hace, Dios por mí?
- Soy un siervo inútil que trabajo en una viña que no es mía. ¿Me apropio, de alguna manera, del Reino, del Evangelio, de la salvación, de la Verdad…? ¿Trabajo con gozo y gratuidad o soy como un "profesional" del Reino que trabajo por deber en mi campo, sin ilusión, sin alegría, sin amor al Señor de la viña?...
- Los jefes religiosos de Israel comprendieron que lo que dijo Jesús “iba por ellos”. El Evangelio no se pronuncia sobre nosotros para que se lo apliquemos a los otros, o para juzgar a los otros, sino para obrar en nosotros una transformación. ¿Es así como escuchamos siempre la Palabra de Jesús?

* Cuando ores
- Da gracias al Padre por tu persona y por tu vida. Eres la viña amada del Señor. Agradece su Presencia, sus cuidados… a lo largo del camino que has recorrido hasta hoy.
- El Señor te llama a colaborar con Él en el cuidado de este mundo y en el cuidado de los otros, que también son su viña. Pídele la gracia de trabajar con amor y fidelidad, allí donde te encuentras…
- La viña del Señor también es su Iglesia, el nuevo pueblo querido por el Señor. Ora por ella, con versículos del Salmo 80: “Ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó…” “Oh Dios, restáuranos, que brille tu Rostro y nos salve”.- Pon los ojos en Jesús, el Hijo amado del Padre, y pídele que te contagie sus preferencias, que su sí sea el tuyo, que su alimento sea el tuyo, que su compasión sea la tuya, que su trabajo sea el tuyo…
- Puedes concluir recitando la oración de Carlos de Foucauld o alguna de las oraciones siguientes.

Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que fuere, por ello te doy las gracias.

Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo, con tal de que se cumpla
tu voluntad en mí
y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Padre.
Te encomiendo mi alma,
te la entrego con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.

- Bendición a Jesús, vid verdadera
Te bendecimos a Ti, Jesús,
vid verdadera plantada en nuestra tierra,
cuidada y amada por el Padre,
fecunda en el Espíritu
hasta dar el fruto esperado
del Amor que se entrega hasta el extremo.

En Ti queremos permanecer
para dar frutos
de alegría, paz, justicia y compasión.

Te bendecimos a Ti, Jesús,
vid verdadera a la que estamos unidos
como sarmientos que participan
de su savia buena.

En ti queremos permanecer
para dar frutos
de misericordia, reconciliación y perdón.

Te bendecimos a Ti, Jesús,
el Hijo del Sí sin arrepentimiento,
el Amén de todas las promesas de Dios,
cuyo alimento es hacer la voluntad del Padre.

En Ti queremos permanecer
para poder decir,
con los labios y con la vida:
“Quiero lo que Tú quieres,
sin preguntarme si puedo,
sin preguntarme si lo quiero,
sin preguntarme si lo deseo”.


(Entrecomillado de Madeleine Delbrel)

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