domingo, 31 de enero de 2010

¿Dónde están los profetas?

Hace unos días descubrí en la red el blog de Eduardo Gil de Muro. ¡Una gozada! ¿Que quién es Gil de Muro? ¡Ay que ver qué poco sabéis los jóvenes! Uno de los mejores periodistas católicos de las últimas décadas. Carmelita para más información. A nosotros (la Familia Paulina) nos escribió una hermosa biografía del beato Santiago Alberione: "Nacido con la Palabra", San Pablo 1996. Escribe bien, con respiro, con belleza, con simpatía y con profundidad.

Hoy me ha gustado mucho su post sobre los profetas. Creía que, por el título, el escrito versaría sobre el evangelio de hoy (Jesús rechazado como profeta entre los suyos, en Nazaret). Pero se inspira en la lectura continua de los libros de Samuel (que estamos siguiendo en la Eucaristía diaria), en donde el profeta Natán le da un buen repaso a David por su crimen contra Urías (2 Sam 12).
En los encuentros bíblicos semanales que animo este año en tres parroquias, estamos siguiendo la vida de diversos personajes del Antiguo y del Nuevo Testamento para hacer un recorrido por toda la Biblia a través de las experiencias creyentes de los mismos. Acabamos de estudiar a Samuel y vamos a entrar en la vida de David, el "guapo" amado de Dios. Sirva, como introducción, este escrito de don Eduardo.
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¿Dónde están los profetas?

A ratos da miedo meterte de veras en la lectura de algunas cosas o de algunas historias que se cuentan en la Biblia. De ahí que suceda a veces eso de que, de repente, va la Biblia y no te respeta nada, sino que te asalta y te ocupa cuando más distraido andabas. Me sucedió hace un par de mañanas. Justo cuando escuchaba la lectura de la Misa. Fue la buena lectora que le tocó al texto del Libro de Samuel y empezó a narrar lo de aquella tarde de verano en que David el rey, aburrido de la corte y sus zarandajas, andaba como zumbado y pasivo. Se había tumbado en una de sus azoteas y miraba distraido al fondo de su propiedad y jardines. Y fue entonces cuando comenzaron a desatarse los preliminares de la gran tragedia y del gran crimen.
Recuerdo que, cuando éramos pequeños aspirantes a la vida en el claustro, ésta de David era una de las páginas bìblicas que no se nos dejaba leer. Para que no nos escandalizáramos, supongo yo. El caso es que es ahora cuando realmente me escandaliza lo que sucedió en aquel entonces y con un personaje tan entrañable y limpio como el rey David: el que era guapo desde pequeño y que tocaba muy bien el arpa y que componía como nadie los himnos y salmos del Señor. Y lo malo de lo que pasó no fue que a David le llamara la atención turbulentamente la espléndida belleza de Betsabé, la mujer del hitita Urías. Lo peor no fue que se acostara con ella. Lo peor fue la sarta de frías decisiones que tomó a continuación el guapo David para tratar de ocultar el delito cometido y la vergüenza que iba a darle pasar ante sus capitanes como un traidor a la fidelidad de sus soldados: los que se estaban jugando la vida en las batallas montadas por el rey.

Emborrachar a Urías. Mandarlo a casa una vez y otra para que estuviera con su guapa señora. Condenarlo a que lo mataran otros porque él no tenía redaños para ejecutarlo. Y casarse después con la viuda. En eso de los desmanes a contramarea, la verdad es que el pobre rey David no pudo ir más lejos. Pero nadie habría abierto la boca para condenarlo si no hubiera sido porque, para gracia del pueblo y futuro del arrepentimiento de David, estaba allí uno de esos tipos descargados misteriosamente de las alturas y a los que nadie ha designado para nada y que andan libres y sueltos por el mundo a la espera de que se les deje dar las voces de la verdad sin muchos afeites ni contemplaciones. Nadie los ha elegido ni se tienen ellos por representantes de nadie. Les basta con creer que tienen la verdad en los labios y que se van a atrever a cantar las cuarenta a esos dueños de vidas y honras que son a veces los reyes y sus sucedáneos en el mundo del poder y del dinero.

A esos hombres de la palabra libre y de la batalla por la verdad se los solía llamar “profetas”. Un profetilla de nada -un tal Natán al que no conocía mucha gente- vino hasta el palacio de David y le contó el cuento de la ovejita que le habían robado a un pobre pastor que no tenía otra que ésta a la que amaba como si fuera una hija. Se la robó el que tenía miles, todas. Y se la sacrificó. Y el rey estaba tan tonto con sus cosas, que ni siquiera entendió que el profetilla Natán le estaba contando su propia historia de crimen y abuso. Y el profeta se lo tuvo que decir sin cortapisas: “¡Ese hombre eres tú”. Y a David se le cayó la cara y se tiró a tierra y se pegó golpes de pecho. Y hasta fue bueno de allí en adelante. Por eso le gustaba tanto a Santa Teresa este Rey David convertido. Pero a quien hay que dar gracias por el castañazo del rey es al profeta que se llamaba Natán. Y que anda gritando por ahí que a ver dónde están ahora los profetas. Bingo al que los encuentre.

http://blogs.21rs.es/conpermiso/

martes, 26 de enero de 2010

Ningún profeta es bien mirado en su tierra

Lectura orante de Lucas 4,21-30
INVOCACIÓN AL ESPÍRITU
Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida,
que reposaste sobre Jesús en su bautismo,
lo llenaste del amor del Padre
y condujiste sus pisadas por los caminos de Galilea
para que pasase haciendo el bien,
abre mis ojos y mis oídos,
mi corazón y todo mi ser
para que pueda acoger
las Palabras de gracia que hoy Él derrama sobre mi vida.

Soy un pobre, necesitado de salvación,
un ciego necesitado de luz,
un cautivo que ansía respirar en libertad
como verdadero hijo de Dios.

Aumenta mi fe en sus Palabras de gracia
para que, como la viuda de Sarepta en tiempos de Elías
o el sirio Naamán en tiempos de Eliseo,
pueda verme sanada y salvada
por el único Profeta lleno de gracia y de verdad.

1. Lectura de Lucas 4,21-30 (= ¿qué DICE la Palabra?)

21 Y Él se puso a decirles:
- HOY se cumple esta Escritura que acabáis de oír.
22 Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios.
Y decían:
- ¿No es éste el hijo de José?
23 Y Jesús les dijo:
- Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo": haz también AQUÍ en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.
24 Y añadió:
- Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. 25 Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; 26 sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías más que a la viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado más que Naamán, el sirio.
28 Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos 29 y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo.
30 Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

a
Cuando leas
El texto nos sitúa en el comienzo de la vida pública de Jesús: tras el episodio de las tentaciones (Lc 4,1-13), Jesús es llevado por el Espíritu de nuevo a Galilea y allí su fama se extendió por toda la región (Lc 4,14). En ese recorrido por Galilea, Jesús vuelve a Nazaret, el pueblo donde, según los evangelios de la infancia, se crió y creció "en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres" (Lc 2,52; Mt 2,23).

Una vez en Nazaret, Jesús entra en la sinagoga, en día de sábado, y se levanta para hacer la lectura, según era su costumbre. La lectura de la liturgia de ese día es la del profeta Isaías 61,1-2, una Buena Noticia de redención y de gracia para los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos. Y Jesús no hace otro comentario a esta palabra que el siguiente: "Esta Escritura que acabáis de oír se cumple HOY". Imaginémonos cómo reaccionaríamos nosotros si alguien aparentemente de lo más "normalito", alguien que habitualmente pasara desapercibido en nuestra parroquia, en nuestro barrio o en nuestra comunidad, resultara tener una pretensión parecida a la de Jesús. Pues esa misma reacción fue la que tuvieron los conciudadanos de Jesús: sorpresa y admiración, por una parte y, por otra, un escepticismo absoluto. "¿No es éste el Hijo de José?" (Lc 4,22), "¿De dónde le viene a éste esta sabiduría y estos milagros?" (Mt 13,54).

Jesús, en el v.23, parece adivinar sus pensamientos y su falta de fe; parece intuir que sus paisanos no quieren bellas palabras, sino hechos que demuestren que Jesús tiene poder y autoridad para realizar las palabras de gracia de Isaías: "Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo": haz también aquí, en tu tierra, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún". ¿Qué sucedió en Cafarnaún que llegó a los oídos de los habitantes de Nazaret? No podemos saber nada a partir del evangelio de Lucas, donde Cafarnaún no se menciona hasta 4,31. Sin embargo, Marcos, en su evangelio, dedica algunos capítulos a narrar la actividad de Jesús en Cafarnaún, antes del episodio de Nazaret: expulsión de demonios, numerosas curaciones e incluso la resurrección de una niña (cf. Mc 1,21-4,34; 5,21-43). Ésos son los signos que quieren ver los nazarenos.

Jesús es consciente del rechazo de los suyos y por eso se hace eco de un aforismo que describe lo que está sucediendo en ese desencuentro con sus paisanos: "ningún profeta es bien recibido en su patria" (v.24). Con esta frase y los ejemplos posteriores de Elías y Eliseo, Jesús está revelando de sí mismo, indirectamente, que es un profeta en la línea de los grandes profetas de Israel. Jesús abre los ojos de sus paisanos para que caigan en la cuenta de que "ser hijos de Israel" o ser sus paisanos y parientes no supone para ellos ningún privilegio. Por el contrario, a veces esa pretensión arrogante se alza como un muro que impide acoger la gracia que Dios regala. La viuda de Sarepta de Sidón y Naamán el sirio, dos extranjeros (considerados "gentuza" por los israelitas), fueron agraciados por una salvación que no se dio a "los de dentro" por su dureza del corazón.

Las palabras de Jesús, suaves en el modo y durísimas en su mensaje, desencadenan la ira de sus paisanos, quienes lo arrojan fuera de la cuidad e intentan despeñarlo. Esta acción recuerda el destino final de Jesús, crucificado fuera de las murallas de Jerusalén y, paradójicamente, será la confirmación de su autenticidad profética: todos los auténticos profetas han corrido esa suerte.

El evangelio concluye de modo extraño: "Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó" (Lc 4,30). Si imaginamos la escena, es difícil insertar en ella este desenlace inesperado en el que no median palabras ni una reacción violenta, sino el valiente y majestuoso paso de Jesús en medio de ellos. Posiblemente este final pueda explicarse con el siguiente versículo de Jn 7,30: "Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora".
De este evangelio, tomado en su conjunto (Lc 4,14-30) nos interesa la evolución de la narración y el contraste, desde el anuncio gozoso de la salvación que se cumple hoy en Jesús y que él ofrece a todos, especialmente a los pobres, y el rechazo de Jesús, profeta, y de su mensaje. Los cuatro evangelistas resaltan ese rechazo de Jesús, no sólo por parte de los de su pueblo y su familia (cf. Mc 3, 20-21; Mc 6,1-6; Mt 13,56-58), sino por parte de los judíos, quienes incluso intentan darle muerte (cf. Mc 3,6; Jn 7,19-23.30; Jn 8,59; Jn 10,20...). En palabras de Juan: Jesús "vino a los suyos, pero los suyos no lo recibieron" (Jn 1,11).

Y aun así, esto no arredra a Jesús. Él, como los grandes profetas de Israel, y más intensa e íntimamente que ellos, vivió la experiencia del amor del Padre que le hizo capaz de superar el miedo y responder a su misión. Una experiencia reflejada en la misma vocación de Jeremías, que leeremos en la primera lectura del IV domingo ordinario:

«Antes de formarte en el vientre, te escogí,
antes de que salieras del seno materno, te consagré:
te nombré profeta de los gentiles.
Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando.
No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos.

Mira: yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro,
en muralla de bronce, frente a todo el país:
Frente a los reyes y príncipes de Judá,
frente a los sacerdotes y la gente del campo;
lucharán contra ti, pero no te podrán,
porque yo estoy contigo para librarte»
(Jr 1,5.17-19)

2. Meditación (= ¿qué ME DICE a mí Dios en esta Palabra?)

- La escena de la sinagoga de Nazaret es como una maqueta en la que están ya presentes “en miniatura” temas que se irán repitiendo en la vida de Jesús y en la sus seguidores: al anunciar el Evangelio con la propia vida, se hará inevitable el encuentro con la resistencia y el rechazo. Pero la libertad soberana de Jesús atravesando en medio de sus enemigos, como un recuerdo de su Resurrección, nos confirma en que la evangelización sigue su camino.

- Reconoce si te ves reflejado en algo en la mentalidad de los paisanos de Jesús, incapacitados para acoger el AQUÍ y AHORA de la presencia del Mesías entre ellos. Creían conocer demasiado bien al hijo del carpintero y no lograron descubrirle en profundidad. A nosotros puede ocurrirnos algo parecido: andar buscando en libros, conferencias y novedades algo que tenemos tan cerca como los pobres, cautivos, ciegos, viudas, leprosos, extranjeros y oprimidos de hoy.

- En la primera lectura contemplamos la vocación profética de Jeremías y, en el evangelio, a Jesús como verdadero profeta, portavoz de salvación y Salvador mismo, rechazado por su pueblo. También nosotros, por el bautismo, somos miembros de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey. Reconoce y reaviva hoy tu vocación profética:

1) El Señor nos dice: "Todo lo que te mande dirás... he puesto mis palabras en tu boca" (Jr 1,7.9). ¿Qué necesito mejorar o cambiar en mi vida para que mi boca esté habitada por las palabras de Dios? ¿La oración? ¿La escucha de Dios y del mundo?...


2) El Señor nos envía a "extirpar y destruir, perder y derrocar, reconstruir y plantar" (Jr 1,10). Jesús "extirpó" y "plantó", "destruyó" y "construyó". ¿Qué actitudes o acciones concretas implica ese encargo simbólico de "extirpar" y "plantar" en mi vida personal y en mi tarea socio-eclesial? ¿Qué he de "arrancar" y "plantar", con mis palabras y acciones?

3) ¿El miedo me paraliza e inhibe cuando tengo la certeza de que se requiere de mí una palabra de evangelio, o confío en que Dios está conmigo siempre y en que habla y actúa conmigo?
3. Oración (= ¿qué LE DIGO yo a Dios a partir de esta Palabra?)
- Acoge la buena noticia de la presencia de Jesús en tu vida y en la de toda la humanidad.
- Alégrate de que Jesús sea HOY el enviado a dar buenas noticias a los que en nuestro mundo están en situaciones de sufrimiento, oscuridad y opresión.
- Agradece al Padre el envío de su Hijo, pídele participar de su unción y de su envío.
-Únete a la expresión de disponibilidad que pronunciaron todos creyentes bíblicos: Aquí estoy, envíame...- Con el salmo 70 de la Liturgia de la Palabra puedes orar por todos los profetas de hoy que son perseguidos para silenciar en ellos las palabras del Evangelio.
- Puedes terminar este rato de lectura orante, con la siguiente oración al Profeta de Nazaret, el Hijo amado del Padre:

Profeta de Nazaret, amado del Padre,
te recibimos,
abrimos, de par en par, las puertas de nuestra casa
para que entres hoy,
para que nos anuncies la Buena Nueva hoy,
para que rompas nuestras esclavitudes
y nos regales el don de la verdadera libertad,
la que existe donde está tu Espíritu, hoy.


Nuestros ojos están fijos en ti,
necesitados de salvación.
Ven, cada hoy de nuestra vida,
y danos la tuya, tu Vida abundante que anhelamos.
Profeta de Nazaret,
perdona nuestra incredulidad, a veces.


Te hiciste tan semejante a nosotros
que es difícil creer
que todas las promesas anunciadas desde antiguo
habrían de cumplirse en ti, el joven carpintero,
el hijo de María, la virgen niña de Nazaret.


Pero nosotros creemos que Tú eres el Santo,
el Hijo de Dios,
la Palabra encarnada por amor a nosotros
para anunciar a todos los hombres y a todos los pueblos
el año de gracia del Señor.
Que podamos acoger esa gracia con el mismo deseo
con que un pobre recibe el pan,
un preso, la liberación,
un ciego, el don maravilloso de ver nuevamente la luz. Amén.

lunes, 25 de enero de 2010

La invisible obra de la gracia

- "Sin los sacerdotes, ¿qué sería de nosotros?, ¿quién nos perdonaría los pecados?, ¿quién nos conduciría a la salvación?, ¿quién nos llevaría hacia el cielo?..."

Palabras textuales pronunciadas en una homilía enfervorizada, pura exaltación de las excelencias del sacerdocio católico y de su necesidad para que "todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad".
Sólo que esas enigmáticas preguntas tienen una única respuesta: ¡DIOS! Dios es el que "quiere que todos los hombres se salven" (1 Tim 2,4-5). Lo quiere más que nosotros. Dios es el que perdona los pecados. Dios es el que "nos lleva hacia el cielo". Sólo Él, de la manera que Él estima mejor.
El Concilio Vaticano II dice, en el n. 22 de la Gaudium et Spes: "... Esto vale no sólo para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible. Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual".
"La divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios. Cuanto hay de bueno y verdadero entre ellos, la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio y otorgado por quien ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida." (LG, cap.2, n. 16).
Me parecen textos preciosos que no necesitan comentario alguno.
Pero más aún me parecen interpelantes los textos bíblicos que ponen en solfa la pretensión que tenía Israel de tener la exclusiva de la salvación de Dios. La mezquindad de Jonás, por ejemplo, llorando por su ricino, contrasta con la misericordia infinita de Dios hacia los asirios de Nínive, el imperio que había destruido Samaría el año 721. Jonás no quería que Dios tuviera misericordia de aquel pueblo de gentuza incircuncisa. La salvación era sólo para Israel.
Para algunos católicos la salvación sigue estando sólo dentro de la Iglesia católica. Pero la Iglesia es sólo un cauce y una mediación de salvación. Y es cauce y mediación cuando transparenta a Jesús, su Señor, en el anuncio y en el servicio. Tener en cuenta esto en todo momento es una humildad necesaria, para que no pensemos, equivocadamente, que pertenecemos a una "casta" especial de elegidos a los que Dios ama más que al resto de la humanidad. No es ésa la vocación de la Iglesia, sino la de ser el Cuerpo de Cristo, Hijo de Dios y Servidor de todos, para que todos tengamos su Vida. Una Iglesia que no sirve como Él, no sirve para nada (aprovecho para recomendar el espléndido libro de Jacques Gaillot, obispo de Evreux, publicado en Sal Terrae con ese mismo título: "Una Iglesia que no sirve no sirve para nada").

domingo, 24 de enero de 2010

"Jesús", de Klaus Berger

Me pregunta mi amigo Vicente Vindel si conozco el nuevo libro que ha salido sobre Jesús, de un tal Klaus Berger, y le digo que lo he visto anunciado en Vida Nueva, pero no lo he tenido en mis manos. Así es que desconozco tanto su enfoque como su contenido.
A él se lo regalaron esta Navidad y ha comenzado a leerlo, al parecer, con muchas ganas. Había leído, al respecto, la recensión que hizo Dolores Aleixandre en la citada revista (Vida Nueva), en la primera semana del mes de diciembre y claro, sucumbió al encanto de las palabras y al suave poder de persuasión de Dolores.
El artículo de Dolores lleva por título "Acercarse a Jesús desde el corazón", y subtitula: "Un nuevo libro devuelve a la Biblia su propia voz sobre el Hijo de Dios".
Como quizá reproducir aquí las cuatro páginas que Dolores escribe sobre el libro de Klaus Berger vulneraría derechos de autor, os escribo sólo las primeras líneas y os reenvío al archivo en pdf que viene en la web de la editorial Sal Terrae. Reconozco, como dice ella, que ni terminé de leerme el libro sobre Jesús de Benedicto XVI ni tampoco el de Pagola, más por falta de tiempo que de ganas. Pero quiero hacerme eco del libro de Klaus, puesto que promete un acercamiento más místico y cordial que "teológico-profesional".
Os dejo con Dolores.

"Al ver a pie de pantalla las dimensiones del libro de Klaus Berger, mi primera reacción fue pensar: los de la editorial Sal Terrae se han vuelto locos. Con la que está cayendo en la edición de libros religiosos, ¿cómo emprenden la aventura de publicar otro libro que lleve por título Jesús, cuando en la memoria de todos están el de Benedicto XVI y el de J. A. Pagola, quizá sin acabar de leer para algunos?
Y encima éste bastante más voluminoso que los otros dos, y de un autor alemán casi desconocido aquí, con sólo otro libro suyo traducido al castellano, también en Sal Terrae: ¿Qué es espiritualidad bíblica? Fuentes de la mística cristiana (2001).
Ahora que ya he acabado su lectura, mucho antes de lo que pensaba porque lo he leído “sin aliento”, creo que ya sé por qué se han decidido a publicarlo y, si yo fuera la directora de la editorial, también correría el riesgo de hacerlo: es un gran servicio poner a nuestro alcance este libro “bipolar”, que resulta a la vez atrayente e incómodo, apasionado y crítico, combativo e iluminador y cuyo autor aparece, a veces, como un profesor de exégesis atraído por la mística y, otras, como un místico que domina exégesis. “Contemplata tradere, transmitir lo meditado, constituye mi existencia como biblista”, reconoce el autor, y por eso hace constantes referencias a la experiencia religiosa en el judaísmo veterotestamentario y a la tradición monástica de la Iglesia antigua y el Medievo, que tienen en común la orientación mística en el sentido más amplio del término.
Se dirige a gente de hoy para decirles qué es lo que tienen de Jesús y dar una respuesta a quienes se preguntan si posee Él todavía hoy alguna importancia para ellos. Evita toda jerga teológica, habla de forma sencilla, clara y sin rodeos, recurre a formulaciones ágiles y sorprendentes, intentando que el texto esté al alcance de cristianos y no cristianos, especialistas y legos, personas creyentes y no tan creyentes. Contribuye a ello el excelente trabajo del traductor, que ha conseguido una gran fluidez de lenguaje y acierta en el empleo de los giros y de expresiones coloquiales..."
... puedes continuar la lectura en http://www.salterrae.es/08_11_AFONDO.pdf

sábado, 23 de enero de 2010

El Ungido para vendar los corazones desgarrados

Con el comienzo del Adviendo, ya en noviembre del año pasado, empezamos un nuevo año litúrgico y un nuevo ciclo de lecturas, el C, en el que iremos leyendo el evangelio de Lucas.

El equipo de animación de Lectio Divina de la Universidad Pontifica Comillas preparó unos materiales, durante tres años, para ayudar a hacer la lectura orante continua de este evangelio, y yo iré colgándolos aquí, semana tras semana, por si a alguien le sirve.

Mañana Jesús comienza su ministerio público en la sinagoga de Nazaret (según Lucas) tomando en sus labios unas palabras del profeta Isaías y diciendo que esas palabras se han cumplido en Él. Ése será su programa de actuación hasta el final de su vida. ¿Se parece en algo a nuestro programa, a nuestras preferencias, a nuestras prioridades?

Lectura orante del Evangelio de Lucas 4,14-30

Impulsado por el Espíritu, Jesús volvió a Galilea y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en sus sinagogas, alabado por todos.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, según su costumbre los sábados, y se puso en pie para leer. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde está escrito:

El Espíritu del Señor sobre mí,
porque él me ha ungido
para que dé la buena noticia a los pobres.
Me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos
y la vista a los ciegos,
para poner en libertad a los oprimidos,
para proclamar el año de gracia del Señor.
Enrolló el volumen, lo devolvió al sacristán y se sentó. Todos los ojos en la sinagoga estaban fijos en él.
Y él empezó a hablarles:
-HOY en vuestra presencia, se ha cumplido este pasaje. Todos lo aprobaban y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Decían:
-Pero ¿no es éste el hijo de José?
El les dijo:
-Seguro que me diréis lo del proverbio aquél: “Médico, cúrate a ti mismo”; haz también AQUÍ en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún. Pero añadió:
-Os aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su tierra. Además, no os quepa duda de que en tiempos de Elías, cuando no llovió en tres años y medio y hubo una gran hambre en todo el país, había muchas viudas en Israel; y, sin embargo, a ninguna de ellas enviaron a Elías; lo enviaron a una viuda de Sarepta en el territorio de Sidón. Y en tiempos del profeta Eliseo había muchos leprosos en Israel y, sin embargo, a ninguno de ellos curó; sólo a Naamán el sirio.
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del cerro donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejó.

CUANDO LEAS

1. Fíjate en:
-los verbos de movimiento: volver, entrar, ponerse en pie, sentarse, empujar, despeñar, abrirse paso, alejarse...
-el fondo sombrío de situaciones de carencia: pobres, cautivos, ciegos, oprimidos
-las palabras para designar salvación: buena noticia, libertad, vista, palabras de gracia, médico, curación
-las indicaciones de lugar: Nazaret, sinagoga, Cafarnaúm, tierra, Sarepta en la región de Sidón, pueblo, barranco, cerro...
-las indicaciones de tiempo: sábado, año de gracia, hoy, tiempos de Elías, tiempos del profeta Eliseo...
-las palabras de reconocimiento y de rechazo: alabado, le entregaron, le miraban, lo aprobaban, lo admiraban, se pusieron furiosos, intención de despeñarlo...
-los términos HOY y AQUÍ que nos permiten leer el texto como dirigido a nuestro espacio y tiempo concretos.


2. Fíjate en las dos partes del texto:
-en la primera Jesús no habla, solamente hace (lee lo que está en el libro)
-en la segunda parte Jesús habla y los nazarenos reaccionan respondiendo a su intervención, al principio con admiración y aceptación y después, cuando Jesús concreta las palabras de Isaías, con furia y hostilidad.
- en lo que Jesús omite o añade al texto de Isaías:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque el Señor me ha ungido.
Me ha enviado para dar una buena noticia a los que sufren,
para vendar los corazones desgarrados,
para proclamar la amnistía a los cautivos
y a los prisioneros la libertad,
para proclamar el año de gracia del Señor,
el día de venganza de nuestro Dios;
para consolar a los afligidos,
los afligidos de Sión,
para cambiar su ceniza en corona,
su traje de luto en perfume de fiesta,
su abatimiento en cánticos (Is 61,1-3)

Ha desaparecido “el día de venganza” y se ha insertado “para poner en libertad a los oprimidos” (Is 58,6)




CUANDO MEDITES
 
Descubre lo que las palabras escogidas por Jesús revelan de su identidad: por un lado es alguien estrechamente vinculado a Dios ( “ungido” por su Espíritu y “enviado”) y por otro está en estrecha relación con los destinatarios de su misión: pobres, cautivos, ciegos, oprimidos.
La escena de la sinagoga de Nazaret es como una maqueta en la que están ya presentes “en miniatura” temas que se irán repitiendo en la vida de Jesús y en la sus seguidores: al anunciar el Evangelio con la propia vida, se hará inevitable el encuentro con la resistencia y el rechazo. Pero la libertad soberana de Jesús atravesando en medio de sus enemigos, como un recuerdo de su Resurrección, nos confirma en que la evangelización sigue su camino.
Reconoce si te ver reflejado en algo en la mentalidad de los paisanos de Jesús, incapacitados para acoger el AQUÍ y AHORA de la presencia del Mesías entre ellos. Creían conocer demasiado bien al hijo del carpintero y no lograron descubrirle en profundidad. A nosotros puede ocurrirnos algo parecido: andar buscando en libros, conferencias y novedades algo que tenemos tan cerca como los pobres, cautivos, ciegos, viudas, leprosos, extranjeros y oprimidos de hoy.




CUANDO ORES
 
- Acoge la buena noticia de la presencia de Jesús en tu vida y en la de toda la humanidad.
- Alégrate de que Jesús sea HOY el enviado a dar buenas noticias a los que en nuestro mundo están en situaciones de sufrimiento, oscuridad y opresión.
- Agradece al Padre el envío de su Hijo, pídele participar de su unción y de su envío.
- Únete a la expresión de disponibilidad que pronunciaron todos creyentes bíblicos:
Aquí estoy, envíame...

 


(Equipo de lectio divina de la Universidad Pontificia Comillas)

jueves, 21 de enero de 2010

La fe de los niños

Mientras hoy hacía la adoración en nuestra parroquia, a la hora de nona, una joven ha entrado en la iglesia con una niña de unos cuatro años, y se ha arrodillado en un banco, detrás de mí. De repente, la niña ha salido corriendo y, en un instante, ha llegado al presbiterio subiendo, como en volandas, sus cinco escalones. La joven ha corrido a detenerla y la niña hacía esfuerzos ímprobos para soltarse. Parecería que quería corretear por allí para explorar la zona del altar y juguetear con lo que encontrase a su paso (¡normal!). Pero no. Cuando ágilmente ha conseguido librarse de la joven, se ha dirigido al Crucificado y se ha clavado de rodillas ante él, mirándole fijamente. La joven se ha quedado perpleja (igual que yo) y ha ido a arrodillarse, también ella, junto a la niña. Cuando ésta ha hecho su oración, ha exclamado: "¡ya!", se ha puesto en pie ágilmente y, dando media vuelta, ha regresado a su banco.
Y yo, estremecida, he recordado el salmo que dice: "De la boca de los niños... has sacado una alabanza".
La contemplación de esa niña ha sido, hoy, mi mejor oración.