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jueves, 14 de marzo de 2013

Hoy suelto piedras...

Hoy suelto mi corazón de piedra
y me hago un corazón obstinado
en creer en el amor,
un corazón que late al compás
del mundo que sufre, del mundo doliente.

Hoy suelto mi mente rígida y dogmática de piedra
y me hago una mente fluida y simple,
como la de un niño,
una mente que piensa bien y se niega a etiquetar.

Hoy suelto mis miradas duras y estáticas como piedras,
y me hago una mirada comprensiva y compasiva,
mirada que penetra en los posibles porqués de los otros,
en su historia, que me es desconocida…;
mirada que va más allá de lo aparente,
mirada inclusiva,
que rescata la belleza y la bondad escondidas
en la aparente fealdad de muchas realidades.

Hoy suelto mis palabras cortantes,
mis palabras hirientes como guijarros afilados,
y me hago palabras dulces,
palabras que dicen bien, que bendicen,
palabras que acarician y no hieren.
Y me hago labios que deciden
no pronunciar juicios ni condenas,
labios que sonríen, que animan y que alientan.

Hoy suelto mis manos y mis brazos cerrados
a la ternura,
y me hago unas manos que cuidan, que sirven,
unas manos que levantan,
unas manos que sostienen,
unos brazos que abrazan sin miedo
y que estrechan lazos con lo diferente.

Hoy suelto piedras
y abro un camino,
y dejo espacio a la compasión,
que todo lo hace nuevo.
















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martes, 29 de mayo de 2012

La acción

Mi siamesa suscribe hoy una frase de Arturo Pérez Reverte que afirma lo siguiente: "La vida es muy traicionera, y cada uno se las ingenia como puede para mantener a raya el horror, la tristeza y la soledad. Yo lo hago con mis libros". Y ella cambia el adjetivo "traicionera" por "decepcionante".

Para mí, la vida no es decepcionante. No lo es en absoluto. La vida es una potencialidad por estrenar, por estallar. Su posibilidad y potencialidad se actualizan en ocasiones. Y eso hace concebir la esperanza de que tu visión puede ser real. Conozco a personas que me invitan a soñar... "¡Atrévete a soñar!"... Las escucho sin responder. Es evidente que no me conocen. Sueño, pienso, ideo, proyecto... mucho. Cosas que no existen, con la certeza de que llegarán a existir. Con la convicción profunda de que los sueños no son para soñarlos. Solo soñar no sirve para nada. Los sueños son para concebirlos y parirlos. La vida no es sueño. La vida es un proyecto que se contruye todos los días, todas las horas... A paso muy lento, o más rápido. Pero la vida es acción y fecundidad.

Son decepcionantes algunas personas, algunas instituciones... alguna vez, una misma resulta decepcionante. Es decepcionante la inconsciencia e indolencia con que dejamos transcurrir las horas. Y es decepcionante esa fragilidad mórbida de no querer con toda el alma lo que se quiere, de quererlo y no quererlo, de quererlo y no hacer nada para conseguirlo...



jueves, 24 de mayo de 2012

¡Paz a vosotros! Recibid el Espíritu...

Domingo de Pentecostés, Ciclo B


Hechos 2,1-11: "Se llenaron todos de Espíritu Santo..."
Salmo 103: Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la faz de la tierra
1 Cor 12,3b-7.12-13: "Hermanos: Nadie puede decir 'Jesús es Señor' si no es bajo la acción del Espíritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común..."

Jn 20,19-23
19 Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
- Paz a vosotros.
20 Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. 21 Jesús repitió:
- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
22 Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
- Recibid el Espíritu Santo; 23 a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

CUANDO LEAS
No es extraño que los discípulos estuvieran encerrados en su casa y tuvieran miedo a los judíos. Hacía tan sólo tres días que habían crucificado a su Maestro, a Jesús de Nazaret. Aquel que les había llenado de sueños. Aquel a quien amaban. Aquel con el que habían vivido una vida diferente, un proyecto de vida entusiasmante y hermoso durante, al menos, los tres últimos años de sus vidas. Aquel con el que habían compartido una misión itinerante en Galilea, Judea y alrededores, del que habían aprendido a creer en el Padre, a amar a los enemigos, a privilegiar a los últimos... Su Maestro, su Señor, su Amigo, su Hermano, su Luz, su Pastor, su Fuente de Vida y Alegría... ya no estaba con ellos. Estaba muerto. Lo habían matado.
El que era la Compasión y la Palabra vertidas sobre las heridas del pueblo había sido entregado, y condenado a la muerte de un malhechor, a la tortura y a la cruz. El Bendito murió como un maldito. ¿Cómo no iban a tener miedo sus seguidores?

Estaban escondidos, con las puertas cerradas. Ya María les había anunciado a todos ellos: "He visto al Señor y me ha dicho esto" (Jn 20,18). Pero Marcos, Mateo y Lucas nos informan de que los discípulos no la creyeron ni a ella ni a las demás mujeres, e incluso les parecía que las discípulas estaban desvariando (Lc 24,11).

Sin embargo, en la noche de aquel primer día de la semana, en medio de su tiniebla y de su miedo, Jesús se hizo presente y les dijo: "Paz a vosotros". Y Jesús insiste en ese deseo de paz: "Paz a vosotros". ¡Cómo conocía Él la necesidad profunda de paz en aquellos corazones turbados por el miedo! 
La aparición de Jesús resucitado es, para los discípulos, un soplo de vida que disipa sus temores. Sabemos qué efectos tiene esa experiencia:
- La paz que calma toda preocupación y angustia.
- La alegría plena que borra la desesperanza y la tristeza.
- La valentía y la apertura a la misión, frente al miedo paralizante y el repliegue sin horizontes ni futuro.
- Y, por último, el ministerio de reconciliación y de perdón, encargado a toda la comunidad.

Es el Pentecostés que nos cuenta Juan. El Señor Resucitado nos da el soplo del Espíritu a todos, su aliento de vida, su viento huracanado que mueve montañas, transforma vidas, hace posible lo imposible..., sus llamas de fuego abrasador para encender en nosotros la pasión por el Reino, la pasión por la humanidad...
El Señor Resucitado abre nuestras puertas y ventanas, nos llena de luz y nos empuja a salir de nosotros, de nuestra ansia de seguridad y comodidad, de nuestras pequeñas y mezquinas preocupaciones, de nuestras vidas acostumbradas... Salir para sembrar Reino con otros, en comunión.
Todos nosotros somos el Cuerpo de Cristo. Somos templos de Espíritu.
Vivamos según el Espíritu. "Pronuncien nuestros labios palabras iluminadas en su fuego". Pero, sobre todo, obren nuestras manos la obra de Dios, la obra del Espíritu, trabajando por la paz, por la alegría, por la vida plena de todos.

CUANDO MEDITES

- ¿Qué temores, preocupaciones, inquietudes... me roban la paz y la alegría en este momento de mi vida?
- ¿Cómo es mi confianza en el Señor Resucitado y Viviente en mí?
- ¿A qué personas, lugares, situaciones... siento que soy enviada a llevar una palabra de reconciliación, de perdón, de vida nueva?

CUANDO ORES

- Damos gracias por el don de la fe y del Espíritu dador de Vida y Amor, derramado sobre nosotros y sobre el mundo...
- Suplicamos el don del Espíritu para todas aquellas situaciones de muerte que conocemos... discriminaciones... marginación... paro... hambre... violencia... abusos... injusticia...

"Que tu Espíritu, Señor, haga nuevas todas las cosas"


(Autora: Conchi López, pddm)

jueves, 12 de abril de 2012

María Magdalena, apóstol de los apóstoles


María Magdalena de Tiziano
Si buscamos en internet imágenes de María Magdalena (hagamos el experimento), encontraremos numerosas obras de pintores clásicos que nos ofrecen una versión muy alejada de la tradición evangélica y, por el contrario, muy próxima a la idea que la mayor parte de las personas tienen de esta mujer. María Magdalena suele representarse como una mujer joven y hermosa, de largos cabellos, en ocasiones semidesnuda, con un frasco de perfume en sus manos y en actitud penitente. Puesto que ésta es la idea común, tampoco el cine es ajeno a la presentación distorsionada y errónea de este personaje, que es identificado, en la famosa “Pasión” de Mel Gibson, con la mujer adúltera de Juan 8,1-11, y en el Jesús de Zeffirelli, con la pecadora pública de Lucas 7,36-50.
¿Es eso lo que los evangelios nos dicen sobre María Magdalena? ¿Es eso lo que la liturgia de la Iglesia, en la memoria de esta discípula de Jesús, nos transmite sobre ella en sus lecturas y oraciones?
Vamos a intentar conocer mejor a María de la mano de los textos bíblicos y litúrgicos para llegar, por medio de ella, a rozar la experiencia del Resucitado, y a proclamar, como ella, llenos de alegría pascual: “¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!”

María Magdalena en los sinópticos

Marcos nos habla por primera vez de María Magdalena al final de su evangelio: “Había también unas mujeres mirando de lejos, entre ellas, María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de Joset, y Salomé, que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén” (15,40). Es impresionante este dato en contraste con lo que Marcos nos ha dicho en 14,50, en el relato de Getsemaní: “Y abandonándole, huyeron todos”. Todos, menos las discípulas que le habían seguido desde Galilea y habían subido con él a Jerusalén. Entre esas mujeres fieles y valientes destaca María Magdalena, que se fija en dónde es depositado el cuerpo del Señor y acude allí el primer día de la semana, muy de madrugada, a ungirle, junto a otras dos mujeres. Pero el final de Marcos es desconcertante: un joven vestido con una túnica blanca les anuncia que Jesús de Nazaret ha resucitado y les encarga decir a los discípulos y a Pedro: “Irá delante de vosotros a Galilea, allí le veréis, como os dijo”. Mas ellas, “no dijeron nada a nadie porque tenían miedo” (Mc 16,1-8). Así nos deja el evangelista, con incertidumbre y quizá llenos de preguntas respecto a estas mujeres aterrorizadas y silenciosas, hasta que otro redactor añade al evangelio un final más acorde a los datos de las otras tradiciones evangélicas.
Mateo sigue a Marcos en su presentación de María (aunque con variantes). Nos la presenta junto a la cruz, “mirando de lejos”, vigilando dónde es sepultado Jesús, y recibiendo el encargo del ángel, en la mañana del primer día de la semana: “Id enseguida a decir a los discípulos: Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis” (Mt 28,7). Y ellas corrieron, llenas de gozo, a dar la noticia a los discípulos. Por el camino, Jesús les salió al encuentro y les dio el mismo encargo: “No tengáis miedo. Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán”.
Lucas difiere de Marcos y Mateo respecto al papel de las mujeres en los relatos de resurrección: ellas reciben la noticia de los ángeles de que Jesús “está vivo” (Lc 24,5), pero no reciben el encargo de anunciarlo. Sin embargo, ellas van a decirlo a los Once y a los demás, que no las creen y consideran que sus palabras son desatinos. Lucas, a diferencia de Mc y Mt, no presenta a María como primer testigo de la resurrección, pero nos aporta un dato hasta ahora desconocido: “… [a Jesús] le acompañaban los Doce y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios…” (Lc 8,2). Mucho han dado qué hablar los demonios de María. No podemos detenernos a explicar en qué consisten los fenómenos de posesión que aparecen en los evangelios. Lo que sí es evidente es que nada tienen que ver con el adulterio, la prostitución, u otro tipo de pecado sexual. María era una mujer muy enferma que había sido sanada por Jesús. Y esa experiencia hizo de ella no sólo una discípula fiel, sino una figura tipo de la “Iglesia esposa”, tal y como veremos en el evangelio de Juan.

María Magdalena, imagen de la Iglesia esposa

Noli mi tangere, de Correggio
Tanto en la liturgia de las horas como en las oraciones y antífonas de la Eucaristía de la memoria de María Magdalena, que la tradición celebra el 22 de julio, la Iglesia acude al evangelio de Juan para decirnos quién es María: la que, el primer día de la semana fue al sepulcro, al amanecer, cuando todavía estaba oscuro; aquella cuyo corazón ardía en deseos de ver a su Señor y no lo encontraba; la que escuchó la voz de Jesús diciéndole: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?” (Jn 20,15); la que escuchó su nombre de labios de su Maestro y fue enviada a sus hermanos.
Muchos comentarios subrayan que el encuentro de María con el Resucitado tiene como trasfondo referencias al Cantar de los Cantares. “A medida que avanza la narración, va apareciendo que el sepulcro no es tal, es más bien un lecho nupcial. En efecto, Cristo ha sido ungido por sus amigos con cien libras de mirra y áloe, los perfumes del esposo del Salmo 45 y los del Cantar (4,14-15). Estos aromas se usaban para perfumar la alcoba (Prov 7,17), y no para embalsamar un cadáver. Por otra parte, la búsqueda de la mujer nos recuerda la de la novia del Cantar, corriendo por calles y plazas (Cant 3,2). La Magdalena, una vez que le descubre, quiere llevárselo, lo agarra, al igual que la del Cantar quiere retener a su Amado y conducirlo a la casa de su madre (Can 3,4)…” (Secundino Castro).

El descendimiento de la Cruz (¿Guido Reni?). María, preparada con los perfumes para ungir su cuerpo, besa su mano.
El simbolismo esponsal nos habla de una relación especial entre María Magdalena y Jesús. Una relación que fue deformada y tergiversada, a lo largo de los siglos, por uno u otro extremo: la literatura gnóstica del s.II convirtió a María en “la compañera de Jesús”, a la que Él “amaba más que al resto” (evangelio de Felipe), mientras que una parte de la tradición eclesiástica occidental la identificó con la pecadora de Lc 7,37-50. Sin embargo, otra parte de esa misma tradición la elogió reconociéndola “apóstol para los apóstoles” (Rabano Mauro, s.IX). El mismo santo Tomás de Aquino la proclama “Apostolorum Apostola”. Y es que “Cristo le confió, antes que a nadie, la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual” (oración de la memoria).

En este tiempo de Pascua, recorramos el itinerario de fe y amor de María Magdalena: dejémonos liberar de nuestras opresiones y “demonios” por Jesús; sigamos las huellas de nuestro Maestro de Galilea a Jerusalén; permanezcamos junto a su cruz; que nuestro corazón enamorado no se resigne a que la muerte nos lo arrebate; que nuestra fe pueda reconocer su voz y lo abrace, que nuestros ojos lo vean y nuestros labios anuncien a todos “lo que hemos visto y oído y han tocado nuestras manos” acerca del Señor Crucificado y Resucitado.

* Para la reflexión personal

1. A menudo se confunde a María Magdalena con la pecadora pública de Lc 7,36-50, con la adúltera de Jn 8,1-11 y con las mujeres que ungen a Jesús en Betania (Mc 14,3-9; Mt 26,6-13; Jn 12,1-8). Lee atentamente esos textos y date cuenta de sus semejanzas y diferencias, así como de la identidad de las mujeres que allí aparecen. ¿Quiénes son? ¿Cómo se llaman?
2. Busca los pasajes del evangelio que mencionan explícitamente a María. ¿Qué dicen de ella? ¿En qué aspectos de su persona los testimonios son unánimes? ¿Qué no dicen de ella?
3. ¿Has experimentado, como María, que Jesús te ha liberado de muchos “demonios”? Nombra esas experiencias y agradece, una vez más, la sanación.
4. El Señor Resucitado seca tus lágrimas, pronuncia tu nombre, enciende tu esperanza y te envía a anunciarlo. ¿Cómo realizas esta misión en tu vida cotidiana? ¿Anuncias, con el amor y la fe de María Magdalena: “He visto al Señor”?
María Magdalena a los pies del Resucitado
 
Para orar: Anuncio de María Magdalena

Escuchad, no estéis ya con las puertas cerradas,
que no os aprisionen más la duda y el miedo.
No ha vencido la muerte al que es la Vida.
El sepulcro está vacío, ¡ha resucitado!

Aquel que nos ama sigue aquí, con nosotros.
Ha secado mis lágrimas al nacer la mañana.
Fui de noche a la tumba, dando tumbos y a oscuras,
y me llenó de luz el rostro con una palabra suya.

Me lo decía el corazón, que no podía estar muerto,
y, en el huerto, mi nombre resonó en su garganta.
Se me quitó la losa de su ausencia que oprimía mi vida
y corrí a abrazarlo, a llenar de besos sus pies atravesados.

Rabbuní, en mi angustia madrugué para buscarte.
Te encontré, te agarré y no te soltaré, Maestro mío.
Quédate con nosotros, camina a nuestro lado para siempre.
Danos suficiente amor para cambiar el mundo a tu manera.

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* Bibliografía:


- Isabel Gómez Acebo (eds), María Magdalena. De apóstol a prostituta y amante, DDB 2007
- Régis Burnet, María Magdalena. De pecadora arrepentida a esposa de Jesús. Historia de la recepción de una figura bíblica, DDB 2006

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Conchi López, pddm
Publicado en la revista de comunicación social y pastoral "Cooperador Paulino", nº 161, abril-junio 2012

domingo, 8 de abril de 2012

Ha vencido el Viviente


(Anuncio de María Magdalena)

“El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando todavía estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn 20,9ss)


Escuchad, no estéis ya con las puertas cerradas,
sacudid vuestros miedos, alegrad la mirada:
no ha vencido la muerte a Aquel que es la Vida.
Ya no está en el sepulcro, ha vencido el Viviente.

Está aquí con nosotros el Señor que nos ama.
Ha cesado mi llanto al nacer la mañana.
Fui de noche a la tumba dando tumbos y a oscuras
y Él me dejó radiante, sin temores ni dudas.

-¡María! - ¡Rabbuni!
-¡María! - ¡Rabbuni!
¡He visto al Señor! ¡He escuchado al Señor!
¡He tocado al Señor! ¡Y me envió a vosotros!

No podía estar muerto, el amor lo decía.
Y en el huerto mi nombre resonó en aquel día.
Se me quitó la losa del dolor y la ausencia
y corrí a abrazarlo, a aferrar su presencia.

Madrugué para buscarte, mi Señor y Maestro.
Encontré mi tesoro, a mi Dios y mi todo.
Quédate con nosotros, camina a nuestro lado,
Que seamos reflejo de tu amor entregado.

-¡María! - ¡Rabbuni!
-¡María! - ¡Rabbuni!
¡He visto al Señor! ¡He escuchado al Señor!
¡He tocado al Señor! ¡Y me envió a vosotros!

¡He visto al Señor! ¡He escuchado al Señor!
¡He tocado al Señor!
¡Y me  envió a anunciar  QUE VI-VE!


miércoles, 7 de marzo de 2012

Que crezcan rosas

Esta canción ha brotado de unos rosales que él ha llevado a su casa... La dedico a matrimonios ejemplares como el de Odette y Jesús, a matrimonios amigos (las chicas del coro y sus esposos, mi siamesa...), a matrimonios que no están en su mejor momento, a parejas de todo tipo que se aman...

Es un canto en forma de BENDICIÓN: Que vuestro amor mutuo crezca de día en día y prevalezca sobre todo aquello que pueda turbarlo. "Grandes aguas no podrán apagar el amor ni los ríos anegarlo" (Cantar de los Cantares)


 

"Que crezcan rosas"
Letra y música: Conchipddm

martes, 6 de marzo de 2012

Curación de la hemorroísa

Lectio divina de Marcos 5,21-43


21 Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar. 22 Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, 23 y le suplica con insistencia diciendo: “Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.” 24 Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.

25 Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, 26 y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, 27 habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. 28 Pues decía: “Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.”
29 Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal.
30 Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: “¿Quién me ha tocado los vestidos?”
31 Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"»
32 Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. 33 Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad.
34 El le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.”

35 Mientras estaba hablando, llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: “Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?”
36 Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: “No temas; solamente ten fe.”
37 Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. 39 Entra y les dice: “¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida.”
40 Y se burlaban de él. Pero él, después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los  suyos, y entra donde estaba la niña.
41 Y tomando la mano de la niña, le dice: “Talitá kum”, que quiere decir: “Muchacha, a ti te digo, levántate.”
42 La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. 43 Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

CUANDO LEAS

- Oramos hoy con un doble relato (la curación de la hermorroísa y la resurrección de la hija de Jairo), cargado de simbolismo. Fijémonos en los elementos que tienen en común: dos mujeres, enfermas graves (una llega a morir), que se curan al contacto con Jesús. En ambos casos, se repite el número doce. Un dato innecesario que invita al lector a leer el relato en clave simbólica. El número doce es símbolo del pueblo judío. Ambas mujeres representan a Israel, cuyas instituciones y su religión (sinagoga) son incapaces de dar vida.

- vv. 25-34: Jesús libera de la marginación. Mientras que Mateo y Lucas son breves y sobrios en la presentación del milagro de la curación de la hemorroísa, Marcos se prodiga en detalles. La mujer está enferma (el pueblo pierde la vida; a eso apunta la enfermedad de pérdida de sangre) y es marginada por su impureza: la ley prohibía que entrara en contacto con cualquier persona y nadie podía tocarla sin contaminarse (cf. Lev 15,25-27).
La mujer se encuentra al borde de la desesperación (ha sufrido mucho durante doce años y lo ha perdido todo), pero se atreve a transgredir la ley, a la hacer lo que está prohibido, movida por su certeza de que ese contacto con Jesús le dará la salud y la vida. “Tocar el manto” significa adherirse a Jesús, porque el manto es símbolo de la persona (cf. Lc 19,36; Mc 10,50; Jn 13,12). Por otra parte, la acción de tocar el vestido responde a la creencia, en tiempos de Jesús, de que brotaba del taumaturgo una energía que sanaba.
Tanto la mujer como Jesús saben lo que ha pasado. Los discípulos aún no comprenden, y la gente aprieta a Jesús pero no lo toca realmente. Ninguno de ellos ha experimentado la adhesión completa a Jesús ni la transformación que provoca.
La mujer reacciona con “temor”, sobrecogida ante la manifestación de la divinidad en Jesús. Ella “se echa a sus pies”, en gesto de adoración. Las palabras de Jesús la reincorporan a la vida en todas sus dimensiones (psíquica, social, religiosa…): la llama “hija”, título familiar raro en los evangelios, reconoce el valor de su fe y la bendice con la paz y la curación.

- vv. 5,21-24.35-43: Jesús libra de la muerte. La resurrección de la hija de Jairo anuncia que no hay casos perdidos, que el miedo se vence con la fe y que la fe es capaz de resucitar muertos. Para Jesús, la niña no está muerta, está dormida. El nombre de Jairo es evocador: “él despierta”. La niña simboliza al pueblo, al que Jesús “levanta” (= resucita). La insistencia final en que nadie se entere está en la línea del “secreto mesiánico” que recorre el evangelio de Marcos”.
(cf. Enrique Martínez Lozano, Sabiduría para despertar, DDB 2011, 152-162)

CUANDO MEDITES

- ¿Me reconozco, en ocasiones, como  la mujer que está perdiendo la vida en un flujo continuo de inercias no vivificantes? ¿Me reconozco como la niña dormida que necesita escuchar “¡levántate! ¡vive!”?
- ¿Por dónde se me escapa la vida?
- ¿Cuáles son mis miedos? ¿Cuáles son mis opresiones externas e internas?
- ¿Quiero realmente tocar a Jesús, dejar que mi vida sea transformada y liberada por Él?
“El texto nos propone hacer nuestra la experiencia de la mujer: tomar conciencia, en primer lugar, de por dónde “se nos está escapando la vida”, caer en la cuenta de nuestras “pérdidas”, de aquellos aspectos de nuestra existencia que nos hacen sentirnos estériles. Y nos adentra en la paradoja de la fe, invitándonos a creer que nuestro poder reside precisamente en nuestros límites e impotencias reconocidas y asumidas. Estamos llamados también a dejar atrás nuestros miedos, a ir más allá de nuestras expectativas, a confiar de una manera distinta de la prevista. Y a esperar una salvación que acontece en el encuentro interpersonal con Jesús, en la acogida a su invitación de “entrar en su familia”, como verdaderos hijos” (Dolores Aleixandre)

CUANDO ORES
- Jairo cae a los pies de Jesús para suplicarle por la vida de su hija. Pide, suplica con insistencia y con fe por personas…, situaciones… amenazadas de muerte, opresión, marginación, injusticia…
- Un gran gentío sigue y aprieta a Jesús, pero sólo una mujer lo toca realmente y es sanada. Acércate a Jesús con verdadero deseo, con fe viva. “Toca” su manto, su persona, sus palabras, su presencia… Déjate mirar (“él miraba a su alrededor”), déjate amar, déjate llamar “hija”, “hijo”, déjate curar…
- ¿“Por qué lloras” ante tantas situaciones personales, sociales, mundiales… aparentemente desesperadas?, dice Jesús. “No tengas miedo, solamente ten fe”.
- “Todo lo tenemos en Cristo. Todo es Cristo para nosotros:
Si quieres curar tus heridas, Él es médico.
Si estás ardiendo de fiebre, Él es manantial.
Si estás oprimido por la iniquidad, Él es justicia.
Si tienes necesidad de ayuda, Él es fuerza.
Si temes la muerte, Él es vida.
Si deseas el cielo, Él es el camino.
Si refugio de las tinieblas, Él es luz.
Si buscas manjar, Él es alimento” (San Ambrosio)
- Puedes orar el Salmo 30
2 Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
3 Señor, Dios mío, a ti grité y tú me sanaste.
4 Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
5 Cantad para el Señor, los que lo amáis,
dad gracias a su nombre santo;
6 su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida;
Al atardecer nos visita el llanto,
por la mañana, el júbilo.
11 Escucha, Señor, y ten piedad de mí,
Señor, socórreme.
12 Has cambiado mi luto en danzas,
me has quitado el sayal y me has vestido de fiesta.
13 Por eso mi corazón te cantará sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.


(Autora: Conchi López, pddm, Equipo de lectio divina de la U.P.Comillas)