martes, 24 de mayo de 2011

¡Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero!


Lectio divina de Apocalipsis, 19, 1-21

 
1  Después de esto, oí algo como la voz potente de una inmensa muchedumbre que cantaba:
 - ¡Aleluya!  La  salvación, la gloria y el poder
 pertenecen a nuestro Dios,
2  que juzga  con verdad y con justicia.
 El ha condenado a la gran prostituta,
la que corrompía la tierra con sus prostituciones,     
y ha vengado en ella la sangre de sus siervos.

3 Y por segunda vez cantaban:  -  ¡Aleluya!  
El humo de su incendio sigue subiendo
por los siglos de los siglos.
4 Cayeron entonces rostro a tierra los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes y adoraron a Dios que está sentado en el trono, diciendo:  - ¡Amén!  ¡Aleluya!
 5 Y salió del trono una voz que decía:
 - Alabad a nuestro Dios, 
todos cuantos le servís y veneráis,
humildes  y poderosos.

6  Oí luego algo así como la voz de una inmensa muchedumbre, como la voz de aguas caudalosas, como la voz de truenos potentes. Y decían:  
- ¡Aleluya!  El Señor Dios nuestro, el todopoderoso,
 ha comenzado a reinar.
7 Alegrémonos, regocijémonos y démosle gloria,
porque han llegado las bodas del Cordero.
Está engalanada la esposa,
8 vestida de lino puro, brillante.
El lino que representa las buenas acciones de los fieles.

9 Entonces, alguien me dijo: - Escribe: “Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.” 
Y añadió: - “Palabras verdaderas de Dios son éstas.”
10 Yo caí a sus pies para adorarlo, pero él me dijo: -
No hagas eso, que yo soy un simple servidor de Dios como tú y tus hermanos, esos que se mantienen como fieles testigos de Jesús. Sólo a Dios debes adorar. Y es que dar testimonio de Jesús y tener espíritu profético es lo mismo”

11 Ví luego el cielo abierto y apareció un caballo blanco. Su jinete, llamado el Fidedigno y el Veraz, juzga y combate con justicia. 12 Sus ojos son como llamas de fuego y múltiples diademas adornan su cabeza. Lleva escrito un nombre que sólo él sabe descifrar. 13 Va envuelto en un manto empapado en sangre y su nombre es Palabra de Dios. 14 Los ejércitos del cielo, con sus jinetes vestidos de lino blanco purísimo, galopan tras sus huellas sobre blancos caballos. 15 De su boca sale una espada afilada para herir con ella a las naciones a las que va a gobernara con vara de hierro. El es quien pisa el lagar donde destila el vino de la ardiente ira del Dios todopoderoso.16 Y sobre su manto y su muslo lleva escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores.

17 Vi también un ángel que, de pie sobre el sol, gritaba con voz potente a todas las aves que volaban por lo más alto del cielo: -
“¡Venid, acudid al gran banquete preparado por Dios! 18 Comeréis carne de reyes, de generales y de valientes guerreros; carne de caballos y de sus jinetes; carne de toda clase de hombres: libres y esclavos, humildes y poderosos.

19 Y vi entonces cómo la bestia y los reyes de la tierra reunían sus ejércitos  para hacer la guerra al que montaba sobre el caballo y a su ejército. 20 Pero la bestia fue apresada y con ella el falso profeta, el que, a fuerza de prodigios realizados a favor de la bestia, sedujo a cuantos se dejaron grabar la marca de la bestia y adoraron su estatua. Los dos fueron arrojados vivos al estanque ardiente de fuego y azufre. 21 Los demás fueron exterminados por la espada del que montaba a caballo –la espada que salía de su boca- y todas las aves se hartaron de sus carnes.

CUANDO LEAS

- (19,1) “Después de estas cosas”: de esta forma aséptica, quedan interrumpidas las lamentaciones que cerraban el capítulo 18, para escribir sencillamente“oí algo como la voz  potente una inmensa muchedumbre que cantaba”, dando paso al texto del himno. Esta liturgia celestial se desarrolla en dos tiempos: (1-4) y (5-8) y está relacionada con otras precedentes (4,8-11; 5,8-14; 7,10-12; 11,15-18; 12,10-12); todas ellas celebran el triunfo de Dios sobre sus enemigos. Estos cánticos sirven de transición, en distintos momentos del libro, entre las visiones tenebrosas y las visiones llenas de luz. Y es probable que sean un eco de oraciones cristianas primitivas.

- El himno empieza y concluye con la solemne exclamación litúrgica hebrea aleluya, que significa: “Alabad a Jahvé”. Este es el único sitio en el NT en que aparece esta palabra proveniente del AT, de los llamados salmos aleluyales; también aparece en el libro de Tobías. Su “sonoridad” le valió llegar a ser la máxima expresión de alegría y triunfo, con la que se atribuye a Dios todo éxito y toda victoria. Pronto los primeros cristianos acostumbraron a intercalarla en sus cantos y oraciones. Por eso Juan no la traduce, la supone sobradamente conocida.

- Dos son los cantos de la gran coral (19,1-8). El primero mira hacia atrás, al juicio de Dios y es de acción de gracias por el castigo de la Babilonia simbólica (1-4). La postración de los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes ante Dios que está en el trono, aprobando con amén el canto del coro culmina el solemne momento. La segunda acción litúrgica mira hacia adelante, a las próximas bodas del Cordero (6-8). Los esponsales eran un lugar común profético para representar la unión de Dios con su pueblo. Hay que notar el carácter plural y extensivo del anuncio: “alegrémonos, regocijémonos y démosle gloria porque han llegado las bodas del Cordero”. Estas bodas  tienen un alcance colectivo, de ahí las palabras del ángel: “Escribe: dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero” reforzando los plurales anteriores y para señalar su valor, el ángel añade: “Son palabras verdaderas de Dios”, palabras auténticas, por tanto“objeto de fe, principio de esperanza” y que admiran a Juan que hace gesto de arrodillarse ante el ángel que, rechazándolo, subraya: “sólo a Dios has de adorar”. Tanto el ángel como Juan, como los demás profetas, son siervos de Dios, compañeros de servicio. Sólo Dios tiene derecho a la adoración.

- (19,11-21). “Esperábamos bodas y nos encontramos con una escena de guerra”, el combate decisivo, la victoria de Dios sobre el mal. En esta densa narración, que recuerda numerosas palabras proféticas, el relato muestra a Cristo, como juez y vencedor, y reseña un combate en cuyo triunfo Cristo vencedor se ve acompañado por la presencia de los fieles. El campo de batalla es grandioso: “vi luego el cielo abierto” en el que aparece Cristo adornado con multitud de símbolos que insisten en su carácter beligerante y divino,  que porta un título que sólo a Dios se tributa: Rey de reyes y Señor de señores.
- El combate no es relatado, sino que se inmediatamente por concluido con un veredicto de victoria. En un banquete donde se dan a comer las mismas carnes de los vencidos se consuma la derrota de los aliados. Las dos bestias, engendros y representantes  del gran dragón, arrojadas al gran estanque consumándose así su aniquilación.

CUANDO MEDITES

- En el primer paso, la lectura-escucha, el alimento de la Palabra llega a nuestra inteligencia. Ahora, por la meditación, el alimento se desmenuza, se intenta desentrañar su contenido profundo. Es decir, ¿qué me dice a mí el texto? Por una parte, me percibo leído por la Palabra. Por otra, puedo encontrar orientaciones para la vida, alimenta mi fe, esperanza y amor, debe orientar mi caminar cristiano.

CUANDO ORES

- Dirígete directamente a Aquel cuya Palabra has escuchado y acogido en tu corazón. Deja que se despierte tu espíritu orante a través de la súplica, la alabanza, la intercesión.
- Ábrete a la realidad eclesial, a la vida del mundo que te rodea: sus anhelos son también tuyos. Pero sobre todo, haz silencio en tu corazón para poder escuchar al Espíritu
- Al final podemos rezar juntos el gran canto de alegría de los salvados. Como no cabe en esta hoja podemos hacerlo leyendo las palabras en negrita del texto del Apocalipsis.

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Autora: Trinidad Brunet, equipo de Lectio Divina de la UPComillas

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