lunes, 29 de octubre de 2007

Súplica desde la dispersión y el despiste

SERIE: "Orad constantemente" (1 Tes 5, 17)

En la Escritura, encontramos múltiples oraciones sembradas por los distintos libros, en boca de personajes que estaban atravesando momentos existenciales de todo tipo.
La Biblia es un libro de grandes orantes (1) que nos enseñan a ir por la vida volviendo constantemente nuestra mirada hacia el Único Rostro.
Ellos rezan en todo tiempo. Toda circunstancia de la vida es susceptible de verse convertida en oración. Y ahí tenemos, por ejemplo:
- a Ana, suplicando un hijo en su esterilidad y dando gracias a Dios cuando fue escuchada (cf. 1 Sm 1,9-18; 2),
- a Tobías y a Sara, orando en su desesperación (cf. Tob 3,2-6.11-15),
- a Myriam, entonando, al son de tímpanos, el cántico del paso del Mar Rojo (cf. Éx 15,20),
- a Débora, bendiciendo a Dios por la victoria cósmica del bien sobre el mal, simbolizada en la aniquilación de Sísara (cf. Jue 5),
- a Judit, pidiendo fuerza para vencer con su debilidad al opresor poderoso (cf. Jud 13,4-7),
- a Mardoqueo y a Esther, unidos en clamor unánime (Est 4,17a-17z-Biblia Jerusalén),
- a Jesús, el Orante por excelencia y nuestro Maestro de oración (2)

Docenas de ejemplos de creyentes para quienes la oración es tan connatural como respirar. En el A.T. existe incluso un libro de ciento cincuenta oraciones para ser cantadas (salmodiadas). Es el libro de los Salmos.

Al hilo de estos orantes bíblicos, inicio esta serie dedicada a la oración para invitar a todos a "orar siempre sin desfallecer" (cf. Lc 18,1), a orar en todo tiempo. Son oraciones compuestas desde diversos sentires (gozo, tristeza, desolación, fascinación, asombro, felicidad...) y desde los acontecimientos vitales más dispares (nacimiento, crecimiento, amor, enfermedad, fecundidad, muerte, esperanza...).
En este caso, oro desde la dispersión, así, como vino, una mañana de agosto.

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¿Tendrás un instante de tu tiempo?

Hola, Señor, estoy aquí.
Y no me extrañaría nada que estuvieras en otra parte.
No me extrañaría nada, y no podría reprocharte en absoluto
que, en este momento, me dieras la espalda
y me dejaras sola, en este pequeño rincón,
abandonada a mi cuaderno, a mi guitarra,
y a la lectura orante de una Palabra que, sin Ti,
es letra muerta.


















Dos lámparas iluminan el lugar sagrado.
Una enarbola una llama firme, quieta, silenciosa,
serenamente inconmovible.
La otra es pequeña y vacilante.
Parpadea cada poco, tímida, asustadiza,
inestable.
Se diría que, en cualquier momento, podría extinguirse...

¿Qué interés (3) puede tener, para Ti,
fijar tu mirada, perder "tu tiempo",
en este diminuto reducto de tu Universo inconmensurable?
¿Qué interés puede tener, para Ti,
fijar tu atención en mi atención desatenta,
voluble y veleta como nube mañanera,
o como rocío que en seguida se evapora? (4)

Seguramente que toda la Energía de tu Amor
y tu Espíritu Vivificante

se hayan empleadas a fondo
en vendar los corazones desgarrados
de quienes van a la deriva en cayucos maltrechos.
Seguramente estás reforzando el vigor
de quienes tiemblan, aterrados,
por la amenaza de las bombas
o de la hambruna que no cesa,
aunque nunca sea noticia en el telediario de la noche.

¿Por qué habrías de ocuparte de mí,
desconsiderada y caprichosa?
¿Qué se te ha perdido aquí, en este rincón
en el que estoy acurrucada?

Y, con todo, me atrevo a suplicar:
"Mira, Señor, ¿tendrás un instante de "tu tiempo"
para este ser que también Tú has creado?

Sé que no merezco ese instante.
Pero quizá, si por fortuna tus Ojos y los míos se cruzaran,
en esa fracción de segundo,
quizá,
tan sólo quizá,
mi corazón endurecido
volvería a sentir, al fin y nuevamente,
el roce de tu Amor sin límites,
y a consentir el ser transformado
en compasión enamorada,
en clamor comprometido (5).

Mira, ¿tendrás un instante apenas?
Mi lámpara vacilante se ha apagado..."

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(1) A propósito, recomiendo el precioso libro del jesuita Juan Manuel Martín-Moreno, La Biblia, escuela de oración, Mensajero Bilbao 2006
(2) En numerosas ocasiones, el evangelio muestra a Jesús orando: tras su bautismo, Jesús está en oración cuando recibe el Espíritu (Lc 3,21); al amanecer, suele retirarse a lugares solitarios para orar (Lc 4,42; Mc 1,35); cuando su fama se iba extendiendo y la multitud le asediaba, movida por sus necesidades y deseos, él buscaba descansar junto a su Padre en soledad (Lc 5,16); antes de elegir a los doce, pasó la noche en oración (Lc 6,12); la pregunta por su propia identidad (“¿Quién dice la gente que soy yo?”) tiene su espacio y su lugar en un contexto de oración (Lc 9,18); la transfiguración acontece en un momento en que Jesús ora (Lc 9,28); Jesús ora en el Espíritu Santo y se dirige a Dios llamándole Padre (Lc 10,21; 22,41; 23,34.46); Jesús intercede por Pedro (Lc 22,32) y ora en toda circunstancia: en el gozo (Lc 10,21) y en la cruz (Lc 23,34.46).
(3) La pregunta me evoca el famoso soneto de Lope de Vega: "¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? / ¿qué interés se te sigue, Jesús mío...", soneto inspirado en el cuarto poema del Cant 5,2. El único "interés" de Dios es el absoluto "desinterés" con el que nos ama, sin más razón que la gratuidad y la incondicionalidad de su Amor.
(4) cf. Os 6,4
(5) Título de un libro del mercedario Alejandro Fernández Barrajón, actual presidente de la CONFER española. El título juega con las palabras: "Clamor comprometido" y "amor prometido".

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo sí tengo un ratito... y una cerilla, para volver a encender esa vela, la indecisa, la vacilante, la engañosa... porque, aunque parezca apagada, seguro que no lo está.

¿Tú crees que un besiño puede colaborar? Pues un besiño, o dos, o tres.

Conchi pddm dijo...

¡Con semejante siamesa cuidándome, imposible que se me apague la vela! ¡Menester viniera un vendabal, y ni por ésas!

Tranqui, que sé que estás y no permitirás que me quede a oscuras ni "un poquejo".
Sólo que, en la vida, hay de todo. Y lo importante, creo yo, es no dejar de acudir a ese espacio de salvación que es la oración, en el que Él nos puede tomar de la mano y conducir "a puerto de luz", como decía Santa Teresa.

Y sí, no te cortes, que un besiño puede colaborar...

Anónimo dijo...

Siento en lo más hondo el anhelo de la oración silenciosa y profunda en un rincón de mi vida. Sé, como tú, que Dios está, que me ama en lo más hondo, que me creó por ese amor y siempre tiene un segundo para mirarme, para mirarnos.
Realmente no es como nosotros, él siempre tiene tiempo para el don, para atender, para escuchar, para mirar, para acariciar, para abrazar. Siempre tiene tiempo para su querida creación.
La vela no se apaga, siempre sigue titilante aunque no veamos ni un ápice.
Orar, dejarse acariciar por Dios; hablar con quien sabemos nos ama (como diría la Santa); ¿por qué dejar de hacerlo?; ¿por qué dejé de hacerlo?

Quique Fernández dijo...

Si mo oración fuese... Si mi oración fuese como la del publicano, al fondo del templo, el último, humilde y sin condiciones... Si mi oración fuese como la de María de Betania, a los pies de Jesús, escuchando, contemplando, dandole a Ël el tiempo y la atención que se merece... Si mi oración fuese como la del etíope, en continua busqueda, navegando por la Palabra de Dios, dejandome guiar y aconsejar por el hermano que me encuentro en el camino, sin cerrarme... Si mi oración fuese...
Pero mi oración es la de Quique y Quique se despista, nunca encuentra la postura, Quique es un "culo de mal asiento", nunca encuentra tiempo ocupado como está "en las cosas del Señor". Pero llega la noche y cuando todos ya descansan Quique se está quieto, encuentra su rincon preferido-escondido, tiene tiempo por delante y la Palabra de Dios en sus manos se adentra por sus ojos hasta la mente y el corazón.

En unas viñetas de una revista para catequistas aparece un hombre (que bien podría se Quique) buscando afanosamente a Dios, con empeño, contancia, velocidad... Al final del día, ya cansado, para un momento y entonces...tachín, tachín! el Espíritu de Dios por fin puede alcanzarlo.

Besiños a todos
Quique (Barcelona)

Anónimo dijo...

De esta oración destacaría la humildad. A más de uno nos hace falta.

Gracias

Mónica

Anónimo dijo...

¡Qué bonito, Quique!...
Además, lo del tachín, tachín, tiene un efecto de oración preparatoria estupendo. ¡Qué estupendo pedagogo eres! Gracias.

Y a ti, mi Yentl alicantina, todá rabá...

Anónimo dijo...

A ti, mi querida Mª Luisa: siempre es tiempo para volver... Pero no hay "deseo" sin "estructuración del tiempo del deseo". Si eso es lo que desea tu corazón, prepara un espacio y resérvale un tiempito. Poco a poco. Hasta volver a hacer de tu encuentro con Él la respiración de tu vida.