domingo, 19 de septiembre de 2010

De rutinas e itinerancias

No puedo escribir sobre mi rutina diaria porque ningún día es igual a otro desde que vivo en Toledo. Aquí, a menudo hay imprevistos, contratiempos, novedades, alteraciones de los planes previstos y mucha diversidad en las actividades de cada uno de los días de la semana, lo que puede llegar a resultar realmente disperso y estresante. Sólo Dios sabe cuánto añoro una vida regular.En casi todas nuestras casas, el ritmo de vida viene marcado por los momentos de oración y trabajo, perfectamente establecidos y siempre iguales: levantarse a las seis y media de la mañana, laudes, Eucaristía, meditación, desayuno, trabajo o adoración de hora y media, más trabajo, comida, continuación del trabajo, vísperas, cena y descanso. En total, cuatro horas de oración, siete de trabajo y, el resto, tiempo para las comidas y el descanso.
En mi comunidad es imposible establecer un horario y una programación fija e inalterable. Hay un marco general de oración que no puede faltar (las cuatro horas que digo), pero el resto es muy variable. Una hermana da clase de liturgia (y, este año, de vida consagrada), además de conferencias y cursos diversos. Otra da clase de biblia. Otra trabaja en el taller de confección de casa. Otra está enferma y necesita el cuidado de todas, aunque también contribuye a las tareas domésticas ocupándose del planchado (que no es poco). Y, por fin, está la más joven, la postulante Lidia, que vive como una más entre nosotras. Un “tesorillo” que sirve para todo: espléndida cocinera, decoradora, cuidadora, estudiante…
Por turno semanal realizamos las tareas domésticas, organizándonos como podemos, porque tres de nosotras vivimos entre Toledo y Madrid, y esa itinerancia continua es molesta y desestabilizadora.
Un religioso conocido me decía este verano, con cierta sorpresa:
-“¿Llevas siete años en Toledo? ¿Y dónde está la itinerancia de la vida consagrada?”No le respondí, pero pensé: ¿Quizá en los cuarenta mil km que hice el curso pasado? ¿Quizá en estar dispuesta a estar donde hay que estar, más allá de toda preferencia? ¿Quizá en el viaje interior que hay que realizar para pasar de la tentación del cambio y la huida de situaciones difíciles a la opción por la perseverancia y la resistencia?
Esa “itinerancia” (el cambio de comunidad para, entre otras cosas, renovarse) es un lujo que pocos se pueden permitir. Para el resto, la resistencia amorosa es su “itinerancia” o su "peregrinación" que va del deseo de cambio a la oblación y el desprendimiento de todo tipo de deseo.
Pero, hablando de itinerancias, no puedo dejar de pensar en Lidia y en el cambio de vida que le espera muy pronto. El día 29 tenemos previsto que viaje a Roma para comenzar el pre-noviciado con tres jóvenes italianas y una polaca. ¿Dónde tendríamos la cabeza, a la búsqueda de un billete “económico”, para no caer en la cuenta de la huelga general del 29? Sea como sea, el caso es que saldrá ese día cuando los servicios mínimos nos lo permitan. En estas semanas previas, muchos “adioses”, muchas lágrimas… y mucha gratitud a Dios por el bien que Lidia nos ha traído y por la gracia que le espera en Roma.

2 comentarios:

Víctor M. Fdez. dijo...

Buenos días, Conchi y un afectuoso saludo tras el verano. Perdón por la indiscreción pero, ¿por qué lo de "itinerancia de la vida contemplativa"? ¿Está en vuestro carisma el cambiar de lugar cada cierto tiempo?
Por lo demás, me parece admirable poder sacar tanto tiempo al día para la meditación. Enhorabuena!

Conchi dijo...

Hola, Víctor.
No es indiscrección la tuya, y me agrada responderte.
En la vida monástica (o sea, los monjes y monjas de monasterios) hay "voto de estabilidad" o algo así. Lo que quiere decir que se comprometen a estar toda su vida en el mismo monasterio, a menos que causas mayores precisen un cambio.
En la vida religiosa lo normal es que se cambie de comunidad cada cierto tiempo, si la mejor organización requiere "movimientos". Ayer hablaba con una hermana italiana que estuvo 18 años en la misma casa. Pero en los últimos 4 ó 5 años ha tenido 3 ó 4 cambios. Ahora está en Ucrania.
Hay quien considera que, puesto que Jesús fue un itinerante y no tuvo "donde reclinar la cabeza", nosotros deberíamos cambiar más a menudo de comunidad, para no apegarnos, etc, etc... Habitualmente, si hay necesidad de cambiar, se hace cada tres años.

Nosotras podríamos movernos a cualquiera de los 30 países donde estamos presentes. Pero lo normal es que cada cual atienda a lo suyo. En España somos muy pocas y no hay mucho margen de cambio.
Por muchos motivos Toledo es el lugar donde, en este momento, puedo servir mejor dentro y fuera de casa.

Así es que, aquí sigo.

Me he enrollado un poco, pero espero haber satisfecho tu curiosidad.

En cuanto al tiempo de oración, no sé si es tanto admirable como "milagroso", dado el ritmo vertiginoso que impone "la vida mundana".

Un abrazo