jueves, 7 de abril de 2011

Las siete copas

Lectio divina de Apocalipsis 16,1-21

1 Oí una voz que salía del templo y decía a los siete ángeles: «Id y verted sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios».
2 El primero fue y vertió su copa sobre la tierra, y una úlcera cruel y maligna sobrevino a los hombres que tenían la marca de la bestia y adoraban su estatua.
3 El segundo vertió su copa sobre el mar, que hizo como sangre de un muerto, y perecieron todos los seres vivientes del mar.
4 El tercero vertió su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, que se hicieron sangre. 5Y oí al ángel de las aguas que decía:
Tú eres justo;
tú, el que es, el que era;
tú el santo,
al haber castigado así.
6 Ellos han derramado la sangre
de los santos y de los profetas,
y tú les has dado a beber sangre:
se lo merecía.
7 Y oí al altar que decía: Sí, Señor, Dios Todopoderoso, tus sentencias son objetivas y justas.
8 El cuarto vertió su copa sobre el sol al que le dieron poder para quemar a los hombres con el fuego. 9 Los hombres fueron quemados con terrible quemaduras, y blasfemaron contra el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, en vez de arrepentirse para darle gloria.
10 El quinto vertió su copa sobre el trono de la bestia; su reino quedó sumergido en las tinieblas; las gentes se mordían la lengua de dolor, y 11blasfemaban contra el Dios del cielo por los dolores de sus úlceras en vez de arrepentirse de sus obras.
12 El sexto vertió su copa sobre el río grande, el Eufrates, y sus aguas se secaron, dejando paso libre a los reyes del oriente. 13 Después vi salir de la boca del dragón, de la bestia y de la del falso profeta tres espíritus inmundos, como ranas: 14 los espíritus de demonios que hacen prodigios y van ha reunir a los reyes de toda la tierra para la guerra del gran día del Dios todopoderoso. 15 «Mirad, vengo como un ladrón. ¡Dichoso el que está dispuesto y con la ropa puesta, para no tener que andar desnudo y dejar ver sus vergüenzas!» 16 Y los reunieron en el lugar llamado en hebreo: «Harmagedón».
17 El último vertió su copa en el aire, y salió del templo una voz potente que venía del trono: «Está hecho». 18 Y hubo relámpagos, voces y truenos, con un gran terremoto, como no lo hubo nunca de violento desde que el hombre está sobre la tierra. 19 La gran ciudad se despedazó en tres partes, y las ciudades de las naciones se hundieron. Y Dios se acordó de Babilonia la grande, para darle el cáliz del vino de su ardiente ira. 20 Huyeron todas las islas, y desaparecieron las montañas. 21 Granizos enormes -como adoquines- cayeron sobre los hombres, que blasfemaron contra Dios por la plaga de granizo, porque esta plaga era muy grande.

CUANDO LEAS

Todos los acontecimientos que ahora se avecinan ya estaban anunciados en 15,1. Ahora se van a cumplir. Conviene que los analicemos detenidamente.
Las plagas. Están dirigidas a los adoradores de la bestia (ver. 2). Las cuatro primeras plagas (16,2-9). En ellas se repite el mismo esquema que en las cuatro primeras trompetas (8,6-13). Afectan a la tierra, al mar, a los ríos y fuentes, y por fin al sol. Toda la tierra se ve afectada por la plaga, al contrario del caso de las trompetas. Además siguen el mismo esquema que las plagas de Egipto al oponerse a la voluntad de Dios. De ellas, las tres primeras son castigos por acciones blasfemas, por oponerse a los que confiesan a Dios, y además derraman la sangre de los santos y los profetas. Es signo de la justicia de Dios a favor del oprimido. Sus malas acciones no pueden permanecer sin consecuencias, sino que repercuten duramente sobre ellos. La cuarta y quinta plaga son otras manifestaciones del poder de Dios (16,8-11). Ellas les deberían conducir al arrepentimiento y a la conversión. Sin embargo, no se convierten. Son obstinados. La repuesta a estas plagas sigue siendo la blasfemia (16,11). Y ante la sexta plaga, ocurre lo mismo, los hombres siguen blasfemando contra Dios. Después de ésta, el Éufrates aparece seco. Las milicias se reúnen en Harmagedón, palabra hebrea que significa monte de Maguedón, haciendo referencia a la ciudad de Meguidó, la cual en la época veterotestamentaria, se llevaron a cabo algunas batallas. Al derramarse la séptima copa, con la correspondiente plaga, son destruidas la ciudad de Babilonia y las ciudades paganas.

El significado de estas siete plagas no es otro que mostrar como los que blasfeman contra Dios y persiguen a los creyentes comenzarán a sentir el poder de Dios. Dios puede crear siempre un espacio para su pueblo, haciendo que los perseguidores tengan que experimentar sensiblemente sus propios límites, aunque sean solo los límites de la enfermedad, del dolor y de la muerte. Ante ellos, los perseguidores deberían verse impulsados a convertirse, a reconocer a Dios y dejar de perseguir a los creyentes. Sin embargo, esto no ocurre. También cuando experimentan su propia debilidad blasfeman contra Dios. Mientras tienen poder y capacidad para hacerlo sentir sobre los creyentes, se mofan de Dios que no interviene. Y ahora que les sobreviene el sufrimiento, se lamentan de Dios, el cual según ellos se habría equivocado en su creación.

A pesar de todo, en medio de esta situación tan desesperada, se oye un mensaje de esperanza: «¡Dichoso el que está dispuesto y con la ropa puesta, para no tener que andar desnudo y dejar ver sus vergüenzas!» Se está refiriendo a todos aquellos que se mantienen en vigilancia a la espera de la próxima venida de Jesús.

CUANDO MEDITES

- Piensa en las plagas de nuestro tiempo. Ponles nombre.
- Ante estas plagas, ¿cuál es tu actitud? ¿la de los adoradores de la bestia o la de discípulo de Jesús?
- ¿Qué sientes que te dicen para tu vida estas palabras: «Mirad, vengo como un ladrón. ¡Dichoso el que está dispuesto y con la ropa puesta, para no tener que andar desnudo y dejar ver sus vergüenzas!»?
- «El mal nunca podrá prevalecer sobre el bien».

CUANDO ORES

- Oración por los cristianos perseguidos, tomada del Misal Romano.
«Dios nuestro,

que en tu misteriosa Providencia
has querido asociar tu Iglesia
a los sufrimientos de tu Hijo,
concede a los fieles
que sufren persecución
a causa de tu Nombre,

el don de la paciencia y de la caridad,
para que puedan dar testimonio fiel
y creíble de tus promesas.
Por nuestro Señor Jesucristo. Amén»

(José Ignacio Pedregosa, ssp, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)

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