jueves, 16 de febrero de 2012

¿Por qué tenéis tanto miedo? ¿Por qué no tenéis fe?

Lectio divina de Marcos 4,35-41

Aquel mismo día, ya caída la tarde, les dijo: "Pasemos a la otra orilla". Y dejando a la gente, lo llevaron con ellos en la barca tal como se encontraba; y le acompañaban otras barcas.
Se levantó entonces una fuerte borrasca, y las olas saltaban por encima de la barca, de suerte que estaba a punto de llenarse.
Jesús estaba durmiendo en un cabezal en popa. Ellos lo despertaron y le dijeron: "Maestro, ¿no te importa que perezcamos?"
El se levantó, increpó al viento y dijo al mar: "! Calla! ¡Cálmate!".
Y el viento cesó y se hizo una gran calma.
Después les dijo: " ¿Por qué sois tan miedosos? ¿Por qué no tenéis fe?".
Ellos quedaron sumamente atemorizados, y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".

CUANDO LEAS
       
El pasaje que nos presenta Marcos es aparentemente sencillo, un milagro de la naturaleza, además es bastante conocido y nos suenan los acontecimientos relatados. Sin embargo, vais a permitir que avancemos despacio e intentemos desentrañar toda la riqueza del texto. A pesar de ser un capítulo diverso y otros versículos y otra historia, con anterioridad ya nos hemos encontrado con un episodio parecido en la sinagoga de Cafarnaún (1,21-28). Por supuesto, allí se trataba de un exorcismo y aquí de dominar la naturaleza. Pero las palabras utilizadas por Marcos son las mismas, la forma de contarnos ambos actos es la misma. Marcos quiere presentarnos el relato de la tempestad calmada como si de un exorcismo se tratara. ¿Por qué?
En la Sagrada Escritura, el mar y la oscuridad son símbolos del caos inicial que reinaba en el mundo antes de la creación por parte de Dios (Gn 1). El mar es el lugar en el que habitan las fuerzas del mal. Por eso, está destinado a desaparecer cuando aparezca la nueva creación (Ap 21,1). El único que puede vencer a las fuerzas maléficas es Dios. Él es el único que "reduce la tempestad a suave brisa y calma las olas" (cf Sal 107,29). Y Jesús utiliza para calmar la tempestad las mismas palabras usadas para dominar al demonio. Él es el único capaz de salvar al ser humano de todas las fuerzas maléficas. No tiene por qué invocar la asistencia del Padre. Él y el Padre son uno. Él está en el Padre y el Padre en Él. Jesús con su propia fuerza domina el mar y salva. Nos encontramos con una teofanía. Y ante cualquier experiencia de la presencia de Dios frente a nosotros, no cabe otra actitud que el estupor, la turbación, la adoración.
Pero profundicemos un poco más. Ante este relato, es imposible no recordar el episodio de Jonás. El cual dormía tranquilamente en la bodega del barco. Entonces se produjo una fuerte tempestad que no cesó hasta que despertaron a Jonás y lo echaron al mar. A nosotros nos viene la salvación gracias a que Jesús murió y le echaron por tierra. Dios nos salva por la muerte y resurrección de Jesús.
           

CUANDO MEDITES

Trata de recordar tus momentos de tempestad y ponlos a los pies de Jesus.

¿Cómo reaccionamos ante nuestras tempestades?

¿Nos apoyamos en Jesús o en nuestras propias fuerzas?


CUANDO ORES

Salmo 107,17-31

Andaban como locos en sus desvaríos,
abrumados bajo el peso de los pecados;
Tenían asco de cualquier comida
y estaban a las puertas de la muerte.
En su angustia gritaron al Señor,
y los sacó de sus apuros.
Envió su Palabra y los curó,
los libró del sepulcro.
Den gracias al Señor por su amor,
por sus milagros en favor de los humanos;
ofrezcan sacrificios de alabanza
y pregonen sus obras con cantos de alegría.
Los que a la mar se hicieron con sus naves,
buscando su negocio en las aguas inmensas,
vieron las obras del Señor
y sus milagros en el alta mar.
A su palabra se desató una tempestad
que levantó unas grandes olas:
subían a los cielos, bajaban al abismo,
se vinieron abajo ante el peligro;
daban vueltas y se tambaleaban como borrachos,
y de nada le servían todas sus pericias.
En su angustia gritaron al Señor,
y el los libró de sus apuros.
Redujo la tempestad a suave brisa
y las olas se calmaron.
Se llenaron de alegría al verlas ya calmadas,
y Él los llevó al puerto deseado.
Den gracias al Señor por su amor,
por sus milagros en favor de los humanos.


(Autor: Fernando Gálligo, sj. Equipo de lectio divina de la U.P. Comillas)

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