lunes, 21 de octubre de 2013

Adiós, querido hermano Agapito

Agapito Aliente, sacerdote de la Sociedad de San Pablo, nos ha dejado el domingo 20 de octubre, tras un breve tiempo de padecer grandes dolores a causa de un mieloma múltiple que comenzó a dar la cara este verano. Nada hacía prever, hace unos meses, que Agapito nos dejaría tan pronto.
De su persona, quiero subrayar su amabilidad, su fe y su sonrisa.

Consciente de que le quedaba poco tiempo, escribió su testamento espiritual, que traigo aquí como homenaje a su persona, haciendo memoria cariñosa de él y de su paso por mi vida y la de tantos otros, a los que ha edificado, iluminado y acompañado. ¡Gracias, hermano Agapito! Descansa en el abrazo del Padre, como era tu deseo.
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Testamento espiritual del P. Agapito

Yo, Agapito Aliende Palma, percibo que mi carrera por este mundo está cerca a su fin y siento vivamente la necesidad de dar gracias. En el momento de presentarme ante el Señor que me creó, me remidió y me quiso sacerdote en la Sociedad de San Pablo, colmándome de su gracia, encomiendo mi alma a su misericordia. Le pido humildemente perdón de mis peca­dos y limitaciones y le ofrezco las pocas cosas buenas que haya podido realizar durante mi vida al servicio de la Socie­dad de San Pablo, de la Iglesia y del mundo. Por todo ello, le pido al Señor que me acoja, como Padre bueno.

Agapito Aliende, ssp
Profeso, una vez más, mi fe cristiana y católica a la Iglesia de Jesucristo. Me he esforzado siempre por mantenerme humil­de y sereno con todos mis hermanos. Pido perdón a todos aquellos que he ofendido consciente o inconscien­temente.
Estoy agradecido a todos los hermanos, hermanas, familia­res y bienhechores que han hecho tanto para que llegase a este momento de mi vida.

Nací en el seno de una familia humilde y honrada. Esto me ayudó a vivir una vida sencilla y modesta. No he anhelado puestos ni dinero. Mi ardiente deseo es que ninguno de los que he conocido y con los que he convivido falte a la cita del Señor.
Espero alcanzar el cielo, para estar, un día, junto con toda mi familia, mi familia numerosa de sangre y mi familia espiritual, la Familia Paulina, a la que pertenece todo lo que soy y todo lo que tengo, que es muy poquito.
Pido que todos roguéis a Dios por mí, para que por su misericordia infinita me conceda el galardón por el que tanto he luchado. Yo, por mi parte, rogaré por todos vosotros y rogaré por las vocaciones.

Queridos hermanos y hermanas, familiares, amigos y bienhechores: De los demás detalles referentes a los momen­tos finales de mi tránsito terreno ya se encargará el Superior provincial, el P. Juan Antonio Carrera. Ahora ha llegado el momento de deciros a todos: ¡Adiós! ¡Hasta la vista! Oremos. En el nombre de Jesucristo Divino Maestro, de María Reina de los Apóstoles, de San José, de San Pablo Apóstol y de nuestro beato Fundador, el P. Santiago Alberione. Amén. Que así sea.

En mi tumba podéis poner estar palabras: “Gracias, Señor, porque sonriendo has dicho mi nombre y me has llamado a tus brazos”. 

Firmado: P. Agapito Aliende Palma.

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