lunes, 7 de octubre de 2013

Solo un samaritano volvió para dar gloria a Dios

Reproduzco aquí la propuesta de oración, para el domingo XXVIII del Tiempo Ordinario (ciclo C) de la web rezandovoy.org.
Espero que esto no vulnere los derechos de los autores y que pueda ayudar a la oración de los que se acercan a esta página. Recomiendo acudir a rezandovoy y descargarse los audios que permiten rezar con el evangelio del día en cualquier tiempo y lugar.
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Para comenzar

Dios está aquí y me ofrece su palabra. Yo quiero exponerme a su Presencia.
Reconozco mi estado de ánimo..., respiro con paz... y dejo que caiga toda tensión...
Hoy llega hasta mí una buena noticia con la que el Señor quiere decirme algo personalmente, regalarme su calor, iluminar mi vida y ponerme en oración sin más.

Canto: Tu Palabra



La lectura de hoy es del evangelio de Lucas 17,11-19

Una vez, yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". Al verlos, les dijo: "Id a presentaros a los sacerdotes". Y sucedió que,  mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: "¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?" Y le dijo: "Levántate, vete; tu fe te ha salvado".

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Para hacer tuyo el evangelio...

1. Somos invitados a entrar en el milagro de la vida. Puedo comenzar pidiendo al Espíritu que me ayude a conocer mi lepra, la que hace jirones mi cuerpo, lo que infecta mis relaciones, lo que me excluye de la comunidad. Desde ahí se me llama a salir y a alzar mi voz. ¿Qué necesito gritar a Jesús en este momento?

2. También yo he sentido muchas veces que la cercanía del Señor me sana, me repara. Dejo que llegue a mi memoria agradecida alguno de estos encuentros terapéuticos con Él en los que he notado mi carne florecer de nuevo y la sonrisa volver a mi rostro.

3. ¿Volver o no volver? Aquí es la cuestión. Dar gloria a Dios y disfrutar de vida abundante o entretenerme con sucedáneos y malvivir. Puedo contemplar la sorpresa de Jesús al echar de menos a la mayoría de los curados. Si me reconozco de alguna manera en ellos, también se dirige a mí la pregunta de Jesús: "¿Dónde estás?" ¿Dónde estoy? ¿Qué me distrae y me lleva a olvidarme de que hay unos brazos y una misión que me espera?

4. Al leer por segunda vez este relato, me siento volviendo al Señor. Me sitúo como el hombre que, una vez curado, va a regresar. Soy ese samaritano postrado en tierra a los pies de Jesús... "... Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias..."

Oración final: Eres la luz

Eres la luz, 
pero no una luz de sol 
que baña las criaturas 
en las orillas de la piel. 
No eres la luz 
que deslumbra las miradas, 
ni con tu fulgor 
diluyes todo lo viviente. 
Tú eres la luz 
que nos haces visibles 
desde dentro, 
amaneces cada día 
en el interior de los cuerpos 
por el oriente infinito 
de nuestro deseo, 
enciendes toda criatura 
y vuelves transparente 
el celemín que te encubre 
en nuestra noche. 
Toda luz crea sombras, 
pero tú eres luz que las disipa. 
¡Tantas criaturas 
beben ansiosas cada noche 
su ración de luces pasajeras 
en vasos seducidos! 
Cuando yo las mire, 
¿les brillará en mis ojos 
el reflejo amigo 
de tu luz, de su luz, 
que las habita 
y desconocen? 

(Benjamín González Buelta, sj)
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* Termino mi oración así: a los pies de Jesús, agradeciendo su sanación.
Doy gloria a Dios por tantas cosas que solo yo sé.
Doy gracias a Jesús por curarme de mis miedos, heridas, vacíos y desalientos.
Dejo que su mirada fortalezca mi fe, tejida de confianza agradecida y de disponibilidad sin condiciones.
Permanezco en esta postura sincera y quizá pueda escuchar de labios de Jesús, pronunciando mi nombre: "Levántate, vete, tu fe te ha salvado".

Que esta oración pueda acompañarte a lo largo de la semana, repitiendo en tu interior, una y otra vez, esta invitación:  "Levántate, vete, tu fe te ha salvado"...

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