miércoles, 12 de mayo de 2010

Congreso "just for men"

En abril, algunas hermanas y yo participamos en un congreso sobre el sacerdocio, organizado por la Universidad Pontificia Comillas.
En este año sacerdotal este congreso se presentaba como una de las actividades más significativas y específicas que se han organizado en España y, viniendo de Comillas, pensé que podría aportar algo interesante y sugerente a la reflexión actual sobre el sacerdocio ministerial.
En general (salvo alguna excepción), las ponencias me decepcionaron e incluso reconozco que algunas me irritaron. Mi impresión general es que fue un congreso de hombres, organizado por hombres y sólo para hombres. Curioso, si tenemos en cuenta que el ochenta por ciento de las asambleas cristianas está constituido por mujeres... El rostro de la Iglesia es masculino mientras que su cuerpo, sus brazos, sus pies y sus entrañas son femeninos...
Así pues, un congreso just for men, y hombres mirados desde un prisma "ontológico" y extrañamente desencarnado. ¿Se podía esperar algo diferente de un título como el que sigue: "El ser sacerdotal: fundamentos y dimensiones constitutivas"?
En este congreso faltó la voz de los laicos y faltó la voz de la mujer. También faltó hablar más, en todas y cada una de las conferencias, de Jesús, el único sacerdote y el único fundamento del sacerdocio (Albert Vanhoye habló muy bien en la conferencia inaugural, pero ahí quedó). Faltó hablar del estilo "sacerdotal" de Jesús, tan diferente del de la mayoría de los sacerdotes que conocemos. Faltó cuestionarse e interpelarse desde la experiencia pastoral, porque se habló muy poco de la misión pastoral, la única, a mi modo de ver, esencial para un sacerdote. Faltó abordar cuestiones candentes respecto al tema, no exentas de polémica. Faltaron ingredientes que hubieran hecho de ese congreso un espacio de reflexión más vivo, plural y relevante.

Todo fue correcto. Todo fue contenido y seguro.
El ser sacerdotal, tal y como lo conocemos, salió fortalecido y reafirmado.
Pero la vida sigue otros derroteros. La historia se empeña en poner ante nuestros ojos que el modelo sacerdotal actual no sirve, no es significativo y no realiza bien su función de mediación en una sociedad como la nuestra. Y la Iglesia y el mundo siguen necesitando sacerdotes más parecidos al único sacerdote misericordioso y digno de fe, Jesús.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Recuerdo un curso en la San Pío X de José María Castillo que me gustó, donde insistía en que Jesús fue laico, no sacerdote, y que fue desde esa laicidad desde donde predicó, habló y vivió. De todos modos creo que en pocas décadas veremos cambios sorprendentes en la Iglesia. La realidad siempre se acaba imponiendo.
Un saludo,
Julio

Conchi pddm dijo...

Sí, Julio, aunque sólo sea por "defunción" y no por convencimiento, al final la Iglesia tendrá que asumir medidas que ahora todavía rechaza.
Pero es una pena que tantas personas que sienten la vocación sacerdotal y pastoral no puedan realizarla porque les está vedada...
Efectivamente, Jesús fue un laico. Y ya sabemos cómo habló de determinadas formas de proceder (incluso, de vestir). Pero no hay más que mirar determinadas imágenes (las del congreso eucarístico, por ejemplo) para darse cuenta de que esas palabras no tienen ningún efecto en nosotros.
La Iglesia necesita mucha oración.
Mucha.

Un abrazo