Espero que esto no vulnere los derechos de los autores y que pueda ayudar a la oración de los que se acercan a esta página. Recomiendo acudir a rezandovoy y descargarse los audios que permiten rezar con el evangelio del día en cualquier tiempo y lugar.
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Para comenzar
Dios está aquí y me ofrece su palabra. Yo quiero exponerme a su Presencia.
Reconozco mi estado de ánimo..., respiro con paz... y dejo que caiga toda tensión...
Hoy llega hasta mí una buena noticia con la que el Señor quiere decirme algo personalmente, regalarme su calor, iluminar mi vida y ponerme en oración sin más.
Canto: Tu Palabra
La lectura de hoy es del evangelio de Lucas 17,11-19
Una vez, yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros". Al verlos, les dijo: "Id a presentaros a los sacerdotes". Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: "¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?" Y le dijo: "Levántate, vete; tu fe te ha salvado".
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Para hacer tuyo el evangelio...
1. Somos invitados a entrar en el milagro de la vida. Puedo comenzar pidiendo al Espíritu que me ayude a conocer mi lepra, la que hace jirones mi cuerpo, lo que infecta mis relaciones, lo que me excluye de la comunidad. Desde ahí se me llama a salir y a alzar mi voz. ¿Qué necesito gritar a Jesús en este momento?
2. También yo he sentido muchas veces que la cercanía del Señor me sana, me repara. Dejo que llegue a mi memoria agradecida alguno de estos encuentros terapéuticos con Él en los que he notado mi carne florecer de nuevo y la sonrisa volver a mi rostro.
3. ¿Volver o no volver? Aquí es la cuestión. Dar gloria a Dios y disfrutar de vida abundante o entretenerme con sucedáneos y malvivir. Puedo contemplar la sorpresa de Jesús al echar de menos a la mayoría de los curados. Si me reconozco de alguna manera en ellos, también se dirige a mí la pregunta de Jesús: "¿Dónde estás?" ¿Dónde estoy? ¿Qué me distrae y me lleva a olvidarme de que hay unos brazos y una misión que me espera?
4. Al leer por segunda vez este relato, me siento volviendo al Señor. Me sitúo como el hombre que, una vez curado, va a regresar. Soy ese samaritano postrado en tierra a los pies de Jesús... "... Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias..."
Oración final: Eres la luz
Eres la luz,
pero no una luz de sol
que baña las criaturas
en las orillas de la piel.
No eres la luz
que deslumbra las miradas,
ni con tu fulgor
diluyes todo lo viviente.
Tú eres la luz
que nos haces visibles
desde dentro,
amaneces cada día
en el interior de los cuerpos
por el oriente infinito
de nuestro deseo,
enciendes toda criatura
y vuelves transparente
el celemín que te encubre
en nuestra noche.
Toda luz crea sombras,
pero tú eres luz que las disipa.
¡Tantas criaturas
beben ansiosas cada noche
su ración de luces pasajeras
en vasos seducidos!
Cuando yo las mire,
¿les brillará en mis ojos
el reflejo amigo
de tu luz, de su luz,
que las habita
y desconocen?
(Benjamín González Buelta, sj)
pero no una luz de sol
que baña las criaturas
en las orillas de la piel.
No eres la luz
que deslumbra las miradas,
ni con tu fulgor
diluyes todo lo viviente.
Tú eres la luz
que nos haces visibles
desde dentro,
amaneces cada día
en el interior de los cuerpos
por el oriente infinito
de nuestro deseo,
enciendes toda criatura
y vuelves transparente
el celemín que te encubre
en nuestra noche.
Toda luz crea sombras,
pero tú eres luz que las disipa.
¡Tantas criaturas
beben ansiosas cada noche
su ración de luces pasajeras
en vasos seducidos!
Cuando yo las mire,
¿les brillará en mis ojos
el reflejo amigo
de tu luz, de su luz,
que las habita
y desconocen?
(Benjamín González Buelta, sj)
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* Termino mi oración así: a los pies de Jesús, agradeciendo su sanación.
Doy gloria a Dios por tantas cosas que solo yo sé.
Doy gracias a Jesús por curarme de mis miedos, heridas, vacíos y desalientos.
Dejo que su mirada fortalezca mi fe, tejida de confianza agradecida y de disponibilidad sin condiciones.
Permanezco en esta postura sincera y quizá pueda escuchar de labios de Jesús, pronunciando mi nombre: "Levántate, vete, tu fe te ha salvado".
Que esta oración pueda acompañarte a lo largo de la semana, repitiendo en tu interior, una y otra vez, esta invitación: "Levántate, vete, tu fe te ha salvado"...
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