martes, 2 de octubre de 2007

EL SILENCIO NECESARIO

"Las palabras crean ídolos de Dios,
sólo el silencio intuye algo"
(Parafraseando a San Gregorio de Nisa)


Haciéndome al silencio de Buenafuente; 23.9.2007



El silencio de mi habitación es tan rotundo como la NADA.
Un silencio que taladra mis oídos con su sorda vaciedad, provocándoles dolor. Un silencio que causa el mismo efecto que la sed en la boca, o que el hambre en el estómago:hambre y sed de los sonidos del devenir humano, de las voces hermosas que ponen nombre a la realidad, de la música sin la cual esta vida sería visiblemente defectuosa...
La cadencia suave, martilleante y rítmica de un reloj en la capilla marca el compás en que transcurre el tiempo de este silencio eterno e inamovible. Estoy aquí sentada, y anhelo los rostros y las voces, el enjambre bullicioso de las gentes en la ciudad.
No podría prescindir de todo eso y sumergirme para siempre en este estático silencio roto, tan sólo, por la rítmica cadencia, eternamente igual, de las agujas de ese reloj de pared.
¿Resuena tu Voz mejor aquí que en las voces vivaces de aquellos a quienes amas? ¿Estás más presente "lejos del mundanal ruido" que en el ruidoso mundo que Tú mismo has creado, alumbrándolo, como una madre? ¿Eres más fácil de encontrar en estos montes quietos y deshabitados que en el cáncer de Gloria, en los dolores de mi madre, en la fraternidad de mi comunidad, en las gentes de mi parroquia, en los hambrientos de tu Palabra, en el agitado devenir de los coches, en la risa desatada de "mis locas bajitas", en las ondas de una emisora de radio humilde...?
Quizá este silencio sólo pretende gritar, con el estridente retumbar de su vacío, que Dios está llenando todo este mundo bullicioso del que, aparentemente, está ausente y despreocupado.
Y, si es así, este silencio es absolutamente necesario, tan necesario como el aliento para tener vida. Porque nos es necesario saber que no duermes, que velas eternamente cada uno de nuestros pasos, que nos amas con mayor densidad y hondura que este silencio que nos envuelve.
Tengo aún cinco días para intentar que me hable tu silencio. Este silencio que hace daño a mis oídos como el tañer de mil campanas desatadas.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Por qué será que a veces no salen las palabras para decir lo que una quiere decir... en fin, sin palabras.
Este blog ahora sí que promete.
Una experiencia de vida, sin ninguna duda.

Un beso, mi querida siamesa.

Anónimo dijo...

Hola, te escribo desde Argentina. Muy lindo tu blog, prometo visitarlo seguido. Gracias!

Anónimo dijo...

Gracias por vuestras palabras. Encantada de teneros por aquí. A mi siamesa, ¿qué le voy a decir? También sin palabras.
Y a ti, Andrés, bienvenido. ¿Conoces a nuestras hermanas de Argentina?

Besos

Anónimo dijo...

Es una suerte poder ir a un lugar donde encontrar silencio. Pero hay un el silencio externo y un silencio interno. A veces, no todas, es fácil (relativamente fácil) encontrar el silencio externo, se dan unas condiciones óptimas para ello, pero ¿y el interno?
Es el que yo temo, ese ruido que, quieras o no, ahí está. Que acalla la Voz que te puede hablar. El ruido de los miedos, el ruido de la soledad, el ruido del ahogo por la vida, el ruido del no sentir «vivir», el ruido del espacio donde no hay nadie a quien amar. El ruido que no te deja vibrar, el ruido que no te deja escuchar, amar, compartir, serenar, caminar.
A veces te puedes callar, dejar tu cuerpo sin voz, en silencio, despacio, de puntillas... pero ahí está la voz atronadora o susurrante que no te acaba de dejar estar, pensar, escuchar; que no te deja SER en lo más íntimo de tí misma; donde te podrías encontra con Dios, con los demás. Ahí mismo suena y susurra y argumenta y trona y agota y despista y anula y... se deja arrastrar por el miedo, por la soledad, por el vacio. ¿Donde o cómo encontrar ese silencio de VIDA? ¿Ese silencio que te arrulla y descansa y te deja escuchar la voz del Amado, la voz de la amistad?
Mª Luisa (Madrid)